domingo, 20 de diciembre de 2020

El santuario.

 


La sangha seguía encontrándose on line, en videoconferencia, cuando se acercaban las fechas navideñas,
y en la última cita previa a las fiestas decidieron celebrar
y compartir libremente, cualquier ofrenda, un regalo virtual,
lo que cada cual quisiera compartir.
En un momento dado, alguien sacó una figura de Buda de especial significado personal
y a partir de ahí, como en cadena, cada persona explicaba la historia de una imagen de Buda particular, de especial relevancia en su vida.

Ella presentó su Vajrayoguini danzante, pintada en polvo de oro,
de cuerpo rojo y colmillos amenazadores,
de belleza tan poco habitual.
Rodeada de un fuego abrasador que destruye cualquier tipo de ignorancia.
Su "yo" autodesignado durante tantos años de práctica
de Alto Yoga Tantra.
La representación del Gran Gozo que emerge de la realización de la vacuidad.
Fue su primera iniciación cuando entró en el budismo
por la puerta grande.
Entonces, Vajrayoguini se convirtió en su yídam personal
y ya forma parte de su vestidura, de sus agregados.



No es la única. En su santuario privado destaca Prajnaparamita,
la madre de todos los Budas,
la perfección de la sabiduría (que inspiró el Sutra del Corazón),
de cuatro brazos, con el libro del dharma (los sutras) en una mano
y el vajra del Gran Gozo en la otra.
Las otras dos manos en el mudra de meditación.
La madre que lo transciende todo.

Más cerca, en este mundo, en este sueño, Tara,
con una pierna flexionada en posición de meditación sentada
y la otra extendida para levantarse a la acción.
Tara, la rápida.
La madre protectora en este mundo, en este sueño de dolor.
Cuando Avalokiteshvara, el Buda de la compasión,
se conmovió al darse cuenta de que nunca podría salvar a todos los seres, innumerables,
sus lágrimas cayeron sobre una flor de loto y de allí surgió Tara, la madre sabia.
"Yo te ayudaré", le dijo.
"Tú y yo juntas (compasión y sabiduría)
lo lograremos."




Así que en mi tríada sagrada, Prajnaparamita y Tara son unos grandes referentes en el camino,
pero Vajrayoguini (la forma de estar ya, aquí y ahora,
inundada del Gran Gozo de la vacuidad)
es la vivencia en sí misma.

Existen otras imágenes de significado especial en este santuario que habito
pero uno muy especial es este Buda -explicó, para concluir,
y enseñó una pequeña figura policromada de Buda sentado,
con la cabeza arrancada.
No sé si a alguien de casa se le cayó al suelo
o si lo rompió voluntariamente en un ataque de cólera hacia mí,
pero un buen día, hace mucho tiempo,
me encontré este Buda que me había acompañado de alguno de mis retiros más significativos,
me lo encontré inesperadamente con la cabeza rota.
Pero, al verlo, no apareció una experiencia de dolor.
En lugar de eso, recordé las palabras del maestro Linchi:
"Si te encuentras a Buda, córtale la cabeza".
Y ésta es la historia del Buda que acompaña a mi tríada
de Budas.
El Buda que encontré ahí fuera
y al que la Vida le cortó la cabeza.



jueves, 3 de diciembre de 2020

Cuando el dharma te deja sin ilusiones.

 


Montaña arriba. Silencio.
Sin propuestas ni facilitación ni meditación dirigida.
Contemplación
libre.

En un momento dado, un claro del bosque al sol invita a parar,
sentarse y compartir.
David juntó las manos a la altura del pecho
y, saludando al buda en cada ser presente,
hizo la señal de que tenía algo que decir.

- ¿No tenéis la sensación de que, con el paso del tiempo,
la vida acaba retirando los regalos
que te ha ido ofreciendo por el camino?
Quizás la ilusión de un oficio, o una pareja, viajar,
el entusiasmo en cada afición, o enamoramiento.
No sé si es cosa de envejecer (nunca creí en eso)
o más bien cosa del dharma.
Pero cada vez tengo menos "ilusiones", ya no me las creo.
Menos intereses en este mundo.



Quizás no se trata tanto de hacer recuento de las cosas que nos ilusionaron en su día
como mirar el momento presente
-comentó Judit,
como investigando sus propias palabras conforme las iba desgranando-.
Al nacer encontramos unos retos, unos aprendizajes, unas conquistas,
descubrimientos y motivos de asombro,
que luego dejan de serlo.
A lo largo de la infancia van cambiando
y aparecen otros.
Y cuando llega la adolescencia es un abismo al mundo adulto.
Aún casi todo por descubrir.
Hacerse un lugar en el mundo,
la sacudida del enamoramiento,
el desafío de la pareja quizás,
los viajes que te muestran otras caras de este mundo
en este baile de disfraces.
La historia se repite en el mundo adulto.
Experiencias desveladas, ilusiones que dejan de serlo
para dar paso a otras nuevas,
retos nuevos.
Y ahora (da igual la edad),
una vez más, la historia se repite,
aunque a veces da la impresión de que se acaba, la historia.
Solo continúa.
La única diferencia es que hasta ahora las propuestas estaban hechas,
el camino de alguna manera marcado.
Quizás no se nos ha revelado tanto qué hay después,
cuando ya no deseas más ser una persona productiva.
Pero eso no significa que no haya nada por descubrir, que la vida se acabe.

- La dictadura de la vida adulta -intervino David.
Y entonces llega la madurez.
Y los referentes de la vida adulta deben ser dejados atrás, si ya no te valen.
Como quedaron atrás los referentes de la infancia
y la adolescencia.
No como un fracaso.
Ni una pérdida.
Ni siquiera como una transcendencia.




Personalmente, me encontré cambiando el enfoque -continuó Judit-
y ya no me preguntaba más qué hacer
sino cómo hacer, o cómo no hacer.
Cómo.

Por ejemplo,
como cabeza de familia, me había acostumbrado a funcionar de una forma acelerada,
como empujada por el reloj, para que me dé tiempo a todo.
Y ahí me había quedado ese hábito aunque hubiera reducido drásticamente 
las notas en la agenda.
Así que me planteé la nueva aventura de parar, primero (eso fue relativamente fácil),
y ralentizar después (no tan fácil).
Hacer o estar como si no existiera un instante después.
Fregar los platos fregándolos,
caminar caminando,
subir o bajar las escaleras sin apresurar el escalón,
comer comiendo (desconectada la televisión y la radio del pensamiento).
Respirar respirando.
Quiero decir que sólo cambiar una forma de hacer las cosas
puede cambiar el mundo en el que vivo
y la vida que vivo.
Imagina cuánto tengo aún por descubrir.

Ralentizar el movimiento no significa sólo reducir la velocidad,
como hacer silencio no significa meramente dejar de hablar.
El silencio requiere silencio, también de pensamiento,
apertura a la escucha profunda, contemplación.
Y moverse más lentamente es algo más que lo que simplemente se ve,
la velocidad que se aprecia.
No es hacer las cosas más despacio
con la mente igualmente puesta en lo siguiente, o en otra cosa.
Es estar donde estás, sin que te empuje el instante posterior.
Es
el fotograma del ahora.




Dicen que hacemos servir la mente humana (la experiencia humana)
al 20 por ciento de su potencial. Por poner una cifra.
Quizás nos acerquemos al final del trayecto de esta aventura
y aún tenemos un 80 por ciento (o muchísimo más)
de experiencias no cartografiadas.

Cuidado con quedar prendidas de unos objetivos que pudieron ser importantes en su momento,
como una mariposa prendida en un alfiler, ya sin vida.
Cuidado con seguir enganchadas a ellos cuando ya no sirven,
como si representaran el significado último de la vida.
Como si no hubiera vida más allá
de esa vida.

Personalmente, no me preocupa que hayan dejado de interesarme cosas
que en otros momentos me llenaban de excitación
y atraían mi atención y mi energía.
No me llama ese duelo
sino la aventura del terreno no cartografiado.
El mundo aún por descubrir, cuando mi enfoque cambia.
Cuando mi yo cambia.
El espectáculo abrumador de la vida inmensa.
La luz de la plenitud.




miércoles, 2 de diciembre de 2020

La nostalgia de los orígenes.

 


Parecen canciones de amor. Y lo son.
Parecen canciones de sexo, y quizás también lo son.
El sexo no es más que una energía arrolladora,
la llamada de ese estado de disolución.
"In love we disappear", dice Leonard Cohen.
"Muchas personas creen que buscan una pareja por amor -dice Alfred Font-.
Pero lo que buscan en el amor es la experiencia de desaparecer".

Lo que buscamos en el amor es ese estado de disolución,
lo que nos llama
es la nostalgia de los orígenes.

Y la otra persona no tiene nada que ver.
O tiene algo que ver, pero sólo como camino.
No es la causa.
Y mucho menos el objetivo.

Con la otra persona, lo que puede unirnos es un proyecto de vida,
a veces la intuición de "crecer".
Pero quién quiere hacer crecer este yo ilusorio?

Con la pareja nos une el proyecto de vida de este pequeño yo,
tan ilusorio.




Pero ése no era el tema del que quería hablar.
No la pareja.
Pero sí el amor.

A veces escuchamos canciones de amor, tan profundas,
que se convierten en parte de la banda sonora de nuestra vida.
Y damos por hecho que son canciones de amor a una persona.
Y no siempre es así.
Como los versos de amor de Teresa de Ávila, 
Juliana de Norwich, Rumi
o Juan de la Cruz.

Quién te dice que no es la ebriedad provocada por la luna
lo que inspira una canción de amor (Boig per tu),
o el arrebato de la revolución (Te doy una canción),
o el mensaje en una botella a la otra parte del conflicto,
como una mano tendida (Te molesta mi amor).

Porque el amor no discrimina
y se proyecta en todas direcciones.
Y puede estallar en cualquier situación.

Y desde luego, transciende en mucho a un ser aislado.
Y tiene muy poco que ver con un proyecto de vida.

Tan gratuito, el amor.
Que no busca una razón.
Y mucho menos una contrapartida.



Tener un proyecto de vida no tiene nada de malo
y encontrar un equipo con el que desarrollarlo forma parte de los juegos
de esta vida
(nada malo, si no acaba convirtiéndose en una distracción).
Pero no lo confundas con el amor.
Ni lo llames amor.

Y muchas de esas canciones de amor 
(o poemas, danzas, pinturas...)
no tienen nada de personal.
Aunque lo parezca.

Porque el amor nunca es personal.

El amor y lo personal se repelen.
Como el agua y el aceite.




lunes, 30 de noviembre de 2020

Ser es interser.



El sol en su piel,
en la ropa oscura, que le invoca,
como ella le invoca.
El abrazo del sol atraviesa los espacios entre espacios de su piel
y impregna cada milímetro cúbico de su cuerpo.
El sol y ella, no hay diferencia.
El sol y el aire que respira, lo mismo.
El aire abanicando su cabello 
y las páginas de su libreta.
La libreta y los trazos de tinta, el bolígrafo, los dedos,
la vida que los mueve, el aire,
las emociones vertidas en el papel,
la experiencia de habitar ahora, aquí.
Lo mismo.

La monja, en su charla de la mañana, dijo:
"Es como nadar en un océano de "yo".
Quién soy yo?
Yo soy tu respiración en mis pulmones, en mi organismo,
cuando inspiro.
Yo soy la energía que proyectas, como el sol que me calienta.
Soy el campo en mi plato,
el trabajo de la hermana que lo cocinó
y la hermana que lo sembró,
la tierra que lo nutrió, la lluvia y el aire
y el sol.
El campo que degusto, en la mesa o en el paseo,
cuando pasa a formar parte de este cuerpo".




Cuando escuchaba las charlas de las monjas de Plum Village,
a veces se preguntaba
"qué hago yo aquí,
en vez de ser una de ellas,
la inmersión cotidiana
en la visión clara".

Y entonces se daba cuenta de que ya era una de ellas.
También era una de ellas.



miércoles, 25 de noviembre de 2020

La salud es contagiosa.

 


Apareció en su pantalla un reportaje sobre la pesca del salmón.
El submarinista le contaba a la periodista la importancia de "matar bien",
"que no se estrese el animal", decía.
"Si se asusta, su carne cambia de color, de textura, de sabor,
y ya no se puede vender a Japón;
es una carne de poca calidad que tenemos que vender más barata a EEUU,
España u otros países menos exigentes."

No es mi intención producir debates morales, aunque el contexto pueda dar pie a varios de ellos.
Me centraré ahora solo en lo que atañe al equilibrio y la salud.

Y es que parece que eso mismo les ocurre al resto de los peces
y otros animales de tierra, o de aire:
Si se estresan, su carne se toxifica en alguna forma,
pierde calidad, pierde salud.
Y lo mismo respecto a las plantas.
Unas plantas maltratadas son plantas enfermas;
no digamos ya si han sido agredidas con productos químicos.

El ser humano no es diferente, en este sentido:
Si se estresa (miedo, preocupación, ansiedad, etc.)
su organismo se ve afectado
y desequilibrado,
tanto como su mente y sus emociones.
Y de la misma manera, mi estrés desestabilizador
puede afectar a otras personas que me rodean,
no sólo emocionalmente sino también físicamente.

Mi estrés puede afectar al color de la carne, la textura, el olor
y la composición en general de mi propio cuerpo
y del cuerpo que tengo a mi lado
o en mi entorno.
Puede debilitar a las personas que me rodean
y enfermarlas,
al tiempo que sucede en mi propio organismo.

Las personas que han hecho de la pesca del salmón su fuente de ingresos
lo saben bien.
Un animal feliz y relajado
significa un cuerpo más saludable
y apreciado (si de ello depende tu economía).

Lo mismo vale para mí
y para ti.




jueves, 19 de noviembre de 2020

Dónde pones la atención?

 


Cuando subió al terrado a tender el edredón, que se ventilara unas horas,
se encontró a la vecina desayunando tranquilamente,
como ajena al ruido ensordecedor de las obras de la fachada.
¿No te molesta el ruido del taladro?, le preguntó.
Pongo la atención en los momentos de descanso entre ráfagas,
respondió sonriente, como si compartiera una broma.
Ella sabía que no lo era.

Pues sí, pensó.
A veces el silencio se oculta bajo la fuerza de un ruido,
pero es cuestión de tiempo,
el ruido siempre acaba y el silencio sigue ahí, estable.
Si pones la atención en los segundos, o minutos, de ruido,
"hay" ruido, "todo" es ruido.
Pero lo único que es estable es el silencio.
Como el cielo claro siempre reaparece
después de las nubes de paso.



Este cuerpo-mente desaparecerá pero la fuente de donde emana permanece.

El sol en mi piel, la brisa del mar en los pulmones y en el riego sanguíneo,
el abrazo del agua o el canto de las gaviotas
aparecen para recordarme la fuente,
para conectarme con el instante eterno,
cuando retorno a los orígenes.

Y entonces todo revela su sentido, cada apariencia:
el viento en las copas de los árboles y en la ropa tendida,
la conversación a unos metros de distancia,
las piedras del camino.
Cada apariencia revela su significado.
En ese instante eterno en que estás en contacto con la fuente.

Y es que (ya lo dijo Milarepa)
la vida
es un libro de dharma.




domingo, 15 de noviembre de 2020

La felicidad era esto.

 



Le tocó el testigo para compartir.
Desde el silencio donde solía instalarse y la escucha activa
(el interés por las historias que se narraban),
se dio cuenta de que se quedaba sin relato personal.
Ningún yo, ninguna vivencia que compartir.
Así que se mantuvo en silencio, esperando a que brotara algo,
si tenía que brotar.
No tenía ningún interés en compartir actividades o conflictos
o pesares cotidianos.
Qué podía compartir?
Apareció la imagen del agua cristalina y un fondo de piedras marinas,
y peces,
el baño de la mañana, la inmersión.
Desaparecer en el agua,
como agua vertida en agua.

En un contexto de relatos de dolor, pérdidas, situaciones difíciles,
miedo
y cierta ansiedad,
no podía permitirse compartir tal frivolidad.
Aunque para ella significara una intensa experiencia de transcendencia
y disolución.

Y entonces se oyó decir:
"¿Y si la felicidad fuera esto?"

Al principio, se dio permiso para evocar la tristeza, el cansancio quizás,
la acumulación de días y días de restricciones
aparentemente limitadoras
de libertad.
Esa tristeza.
Por la tristeza quizás podría conectar
con tanto sufrimiento narrado.



A veces,
cuando aparece la tristeza, o la soledad,
o la pesadez de la experiencia mundana,
de repente aparece esta pregunta:
¿Y si la felicidad fuera esto?
Y en ese instante, aquí y ahora, 
automáticamente
se hace visible la abundancia,
la lluvia de regalos que esta vida me otorga;
ninguno de ellos garantizados para mañana o el día después
pero aquí están,
aquí y ahora.
El cielo claro, las nubes como gigantes copos de algodón
y estos ojos para percibirlas.
El vuelo de las gaviotas, las alas desplegadas,
de paso sobre mi cabeza.
El canto de la tórtola, la voz del viento suave.
Y estos oídos para captar su presencia.
El calor del sol cargando mi organismo de energía,
y un organismo receptor.
Y esta piel para entregarse.
El tiempo detenido, el instante eterno.
La tristeza como un peso pesado en el pecho,
la entrega de la humildad,
la humildad de la entrega.

¿Y si la felicidad fuera esto?

Y lo mismo ocurre con un dolor físico
o emocional,
la ansiedad,
el cansancio,
la preocupación,
el miedo,
la herida.

Aparece la pregunta: ¿Y si la felicidad fuera esto?

Y, asombro! Qué grata sorpresa!
Resulta que sí, que lo es.
El duelo, la pérdida, la soledad
o el rechazo.
Ninguna diferencia.
La felicidad era esto, también.

El mismo sabor.




jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Y si la felicidad fuera esto?



¿Y si la felicidad fuera esto?
Era el título de algo, una novela quizás.
¿O lo había escrito ella misma, tiempo atrás?
El caso es que se quedó como un mantra recurrente.

¿Y si fuera esto?
El sol de otoño en la piel, su calor
reconfortante.
El viento en la ropa tendida y limpia.
Las nubes como copos de algodón sobre un cielo azul claro.
Estos ojos,
capaces de ver un paisaje de hojas caídas en un hayedo,
la salida del sol en el mar
y el cielo de colores en la hora violeta.
Estos ojos que contactan con un haiku
y estalla el milagro,
ese estado de alteración de la conciencia.

¿Y si la felicidad fuera esto?
Esta tristeza, como un mar sereno,
como la quietud de un lago.
Este silencio tan habitado.
Esta presencia, cuando todo está aquí.
Esta noche oscura,
esa luz tan mágica
de la oscuridad.




En las reuniones on line, puede apreciar cómo la imagen de su pantalla personal
va oscureciéndose conforme cae la tarde.
Alguien de la sangha le pide que encienda la luz, que no se la ve,
que está demasiado oscuro.
Pero a ella le gusta la luz natural del día
y la luz natural de la noche.
Quién ha dicho que en la noche no hay luz?
En la noche hay la luz de la noche.

Como una gata, ha adaptado sus ojos a ver en la noche
y a apreciar la luz de la noche. Tal como es.
La luz de la luna,
la luz de las estrellas
o la luz que desprenden las nubes.
El cielo, el aire,
están impregnados de luz,
también en la noche.

Le gusta estar receptiva a la luz natural. Tal cual es.
Tal como son las cosas.




domingo, 8 de noviembre de 2020

La impermanencia también es una ilusión.

 


Querido amigo:

Parece que tengo tendencia a quedarme con los ecos del final,
en cada uno de nuestros encuentros.
En este caso, que tengo una fuerte inclinación a la estabilidad (aún suponiendo que eso no existe).
A quedarme donde estoy y explorar un poco más.
Al asombro de descubrir cada día lo que ya es estable ("estable") en mi vida.
Para compensar, 
aparecen en mi escenario cercano un buen número de personas vata,
el reto de la impermanencia y el cambio.
La prueba del algodón del desapego.

Pero en lo personal, no suelo sentir que ya conozco lo cercano y necesito cambiar,
de ahí esa tendencia a la lealtad (como tu la llamas).
Parece que aún no he llegado a conocer el aburrimiento de lo conocido. 

No sé si me expreso con claridad.







Es como si tuviera una intuición de la permanencia,
una llamada muy fuerte a (o desde)
la estabilidad. 
Es algo diferente a la "ilusión" de la permanencia,
es más bien como la certeza de la permanencia. 
Como si hubiera cosas (las únicas que me importan, realmente)
que nunca podrán cambiar, que son eternas. 

En una entrevista a Olga Manzano,
me dijo algo que resonaba con esta tendencia mía
que no sé acabar de explicar. 
En sus palabras, decía que a esta experiencia humana llegamos
con un montón de nudos por resolver, y éstos van cambiando.
Pero los "lazos de amor" son indisolubles, decía.
No se pueden romper, por muchas aventuras vitales (muchas vidas) que transites. 
Eso que decía se parecía mucho a esa llamada que siento de "eso" estable. 
El amor (el de verdad, esa experiencia) no cambia,
no puede ceder al desamor o a "las leyes de la impermanencia". 

Cómo se vive esto desde lo cotidiano? 
Por ejemplo, que si te enamoras de lo que pasa por tu vida, ya es eterno.
No hay impermanencia que valga.
No puede cambiar.
Ya está aquí para siempre.

 Así que este tema de la impermanencia es otro de los dogmas budistas que me ha costado aceptar.
Y confrontar. 
La ley de la impermanencia sólo es válida para aplicarla a lo ilusorio.
Como la primera Noble Verdad (la vida es sufrimiento)
sólo es válida en nuestra experiencia de seres dormidos. 
Cuando despertamos (aunque sea solo una milésima de segundo)
sabemos que no es real.
Ya no vale.

La impermanencia también es una ilusión. 😍







viernes, 6 de noviembre de 2020

Cambia el orden de las 4 Nobles Verdades.

 


¡Dios, qué peligro, los relatos!
Los que nos cuentan
y los que nos contamos.

Amaneció soleado y ahí estaba, entre sol y sombra en el terrado,
desapareciendo en la ofrenda del desayuno.
Siempre desaparecemos en cualquier relación de amor.
Te entregas a que el mundo entre en ti
y en el regalo aceptado, desapareces.
Inspiras y aceptas la ofrenda de la vida,
espiras y te ofreces,
y en el interser
ya no hay partes.

Entonces le llegó ese chivatazo sobre la charla en directo de la hermana Annabel, desde Plum Village.

La hermana Annabel es esa monja a quien escuchó expresar, ahí fuera, su íntimo secreto
(como una transgresión inconfesable),
compartido a voces.
Le habían encargado la tarea de hablar sobre las 4 Nobles Verdades.
A ella, que no conocía a la hermana Annabel
y ya estaba un poco saturada de las vueltas a las 4NV,
le parecía que prometía aburrimiento.
Entonces la oyó decir, sobre la 1ªNV:
"¿Por qué iba a decir Buda, un ser iluminado, 
que la vida es sufrimiento?"

Ella alució por un instante.
¿Esta monja cuestionando el dogma budista?
Dando voz a sus propios cuestionamientos.

Luego se lo escuchó también a Thay Doji en uno de sus retiros:
"Sobre las 4NV, puedes alterar el orden de los factores
y no cambia el resultado".

Lo dijo como en tono de broma pero a ella ya no le sorprendió,
como la primera vez que se lo escuchó a la hermana Annabel.

Prueba a cambiar el orden de las 4NV:

1ªNV: La vida es nirvana.
2ªNV: Y el óctuple sendero es la forma de vivir/ser.
3ªNV: Pero si caes en la ignorancia
(la ilusión del ego separado, que da lugar a los deseos y aversiones
que producen tanto miedo y dolor)
4ªNV: (Desde esa ignorancia), la vida es sufrimiento.

Parece lo mismo pero no es igual.



En plena pandemia (el miedo, el confinamiento),
la hermana Annabel hablaba del mundo que creamos,
de las maravillas del mundo que creamos en nuestra mente,
a pesar del sufrimiento que nos infligimos,
y los retos, tan duros a veces.
Y habló de la depresión, ese dolor profundo,
y, ante esa experiencia, cómo buscaba ella los pensamientos
y las tendencias
que nutren ese dolor (la depresión),
o cualquier otro.

Identifica y reconoce
los pensamientos y tendencias
que nutren la experiencia que vives.
Sea la que sea.



Da igual la pesadilla más horrorosa que parece que estás creando,
también estás creando oasis de paz para un respiro:
Quizás tienes ojos para ver,
y piernas para caminar,
y piel sensible a la caricia del aire y el sol,
capacidad de respirar para experimentar el interser
que somos.
Quizás tienes salud y comida
y una casa como refugio.
Quizás tienes alguien a quien amar
(aunque sea la gaviota al vuelo o el canto de la tórtola sobre la chimenea,
o los árboles de tu calle, que absorben el dióxido de carbono y te regalan el oxígeno
que necesitas).
No lo dejes pasar.
Porque "es de malnacidas ser desagradecidas",
como solía decir una amiga de la infancia.

Yo no sé tú, pero para mí
hoy es un día para la celebración.
Y mañana también.



sábado, 31 de octubre de 2020

El mismo sabor.

 


Amanece un nuevo día, como otro asalto en el ring.
Pero en el campo de batalla hoy ha salido el sol.
El aire se percibe limpio y fresco
y la montaña a lo lejos
nítida y con detalles,
en su cuerpo verde.

Los sonidos del silencio cuando el día se despereza,
el viento en los cristales,
las gaviotas cantando al vuelo,
y las tórtolas en su contemplación.

El mundo echa a andar
de vuelta del sueño reparador.


Aún en el lecho, contemplaba las luces y colores de la aurora,
el día que se despereza, los sonidos del escenario que se despliega.
El sueño que aparece fuera
y el que aparece dentro.
Esta tristeza
que parece que anidó en su casa y se quedó por un tiempo.

Contempla la experiencia de esta tristeza,
como un combinado de excitación física
y alteración de la conciencia.
Como hacer el amor.

Así que al final la vivencia de la tristeza
es un deleite en sí misma,
como cualquier otra vivencia.

El mismo sabor.




jueves, 29 de octubre de 2020

Juegos de otoño.



La noche.
El calor del edredón como una cueva cálida, un refugio.
Fuera, arrecia el temporal.
La aventura se hace un poco más difícil;
la tristeza, más profunda.

En la última salida al otoño, caminaba sobre una alfombra de hojas marrones, amarillas y naranjas.
Lo vivían como una celebración, tanta belleza,
pero cada una de ellas era una "hoja muerta".
Así las llaman.

Después de comer
(una mesa de piedra, el aroma de los árboles, tomillo y romero
impregnando el aire),
un amigo quiso jugar al juego de los minerales, esas piedras preciosas
llenas de energía
y mensajes,
según parece.
Sacó de su mochila unas bolsitas con piedras de colores relucientes,
de tacto suave, algunas como cristales.
Y el juego empezó.

En las reglas del juego, cada mineral tenía una conexión especial con un chakra.
Imagina que uno de ellos se llama cornalina y se conecta con el primer chakra, del perineo.
Cada persona tomó la piedra entre sus manos y se hizo el silencio, escucha atenta, evocación.
Ella, profundamente escéptica, jugaba como en una meditación, se entregaba sin resistencia.
La cornalina naranja de piel suave entre sus manos;
la conexión con el primer chakra, del perineo.
Silencio, escucha atenta, qué te evoca?, preguntó el facilitador.
La respuesta fue rápida y clara: el amor místico.
El deleite profundo, el Gran Gozo tántrico.
Si te dejas llevar: el amor espiritual, ése en el que te disuelves
y desapareces.

La segunda piedra se conectaba con el tándem, el hara, el ki.
La tomó en sus manos y escuchó.
Y lo que sonó fue la voz de la chica en una mesa vecina, su monólogo.
Hablaba de sus relaciones anteriores, difíciles:
"Yo contigo me siento en paz, tranquila, relajada,
como si estuviera a solas pero acompañada;
contigo es como llegar a puerto, como estar en casa".
Y ella sintió la conexión.
Cualquier persona no está tan lejos de ella misma.
Con décadas de práctica de meditación o sin ellas, no hay mucha diferencia.
La segunda piedra, la del chakra del hara, la conectó con eso: con la conexión,
la empatía, la interdependencia.

Con la tercera piedra (el ojo del tigre), del plexo solar,
aún la guiaba el relato de su vecina de mesa.
Y evocó el sufrimiento,
la integración del sufrimiento
en la experiencia
de esta aventura de vivir.

El cuarzo rosa (la cuarta piedra), la del chakra del corazón,
le hizo evocar la humildad,
la fragilidad, la vulnerabilidad.
La entrega desde la humildad.

La calcita azul, la del chakra de la garganta,
fue rápida evocando el silencio.

Llegó el turno de la fluorita, del tercer ojo, la de la visión.
Escuchó la voz vivaz del facilitador:
"Preguntadme lo que queráis! ¡Lo sé todo! ¡Tengo todas las respuestas!"
Abrió los ojos y encontró la sonrisa explosiva y generosa de su amigo.
Ella, en cambio, con el ojo de la visión
no veía nada.
"Sólo sé que no sé nada",
fue la revelación.

La siguiente, el cuarzo blanco, del chakra de la coronilla,
volvió a la entrega del amor espiritual
y así fue como se dio cuenta de que se cerraba el círculo,
el retorno al amor místico del principio.
Sólo que el amor místico del asombro, primero,
ahora se había convertido en el amor espiritual de la disolución
y el vacío/plenitud más absoluto.

Yo ya lo doy por acabado, nada más que explorar -dijo.
No hay más -respondió el facilitador-. Aquí se acaba.

Todos los círculos se cerraban.



Devolvieron las piedras a sus bolsas.
("Quédate con las tuyas, te las regalo", dijo el amigo).
Y se internaron en el bosque cerrado
y caminaron sobre una alfombra amarilla de hojas muertas.
Las hojas caídas en el suelo hacían que las altísimas copas desnudas de los árboles
permitieran el acceso a un cielo claro,
lleno de luz.




martes, 27 de octubre de 2020

La vida sin mí.

 



Sigue avanzando el día y el calor del sol empieza a llegar un poco a su cuerpo.
A su mente todavía no.
En la bandeja, la cafetera de acero inoxidable vacía, aún desprendiendo el aroma,
y la taza de café arábigo recién molido,
intensidad máxima. Ni aun así.
Parece que a la mente, perezosa, le cueste alzar el vuelo.
Como una convaleciente.
Paciencia.
Ahora toca reposo.
De repente, el cuerpo se pone en marcha y la adrenalina se genera espontáneamente
y las endorfinas
y, como un piloto automático,
tiene lugar lo que tiene que ser.

Y dónde está su voluntad en todo el proceso,
dónde está el "yo"?
En ninguna parte.
Ese yo quitado de en medio.
Como cuando limpias el cuarto
y barres lo que te estorba.




domingo, 25 de octubre de 2020

Cuando el amor no parece amable.

 



Déjame que te cuente que este amor no es dulce,
(o puede parecerlo).
Ni amable.
No busca tu consentimiento.
No desea conquistarte.
Pero no es menos amor.
Déjame que te diga que es aún más profundo que ayer,
y más sincero.
Porque ya no tiene miedo a tu respuesta.
Ni quiere gustarte o que admires su luz.
Y es que en estos momentos no hay un yo detrás
de este amor,
o involucrado.
Pero no es menos amor.

Esta forma de "ser" desaparecerá en cuestión de días, probablemente.
Y volverá el viejo yo, temeroso,
implorando tu aprobación,
mendigando tu estima.
Y será espiritualmente correcto.
Pero ahora, aún no está aquí.

Así que la fuente brota como brota.
Vamos a contemplarla, sin más.
Ya te pediré perdón más tarde, si fuera necesario.

Si miras mis ojos, si me ves,
entonces no hará falta.




viernes, 23 de octubre de 2020

De regreso a casa.

 


Esta tristeza.
No la rechaza.
De hecho, se entrega a ella como en un abrazo de amor.
Como en un abrazo de confort.
Pero desea comprenderla.
De dónde surge?
¿Es como después de separarse del amado, esa nostalgia,
ya echándole de menos?
¿Ese apego?
Se entrega a la tristeza.
Pacientemente y sin evitarla.
En la tristeza también encuentra el rostro de Dios.

Amanece un nuevo día.
El cielo cubierto.
No como cuando estaba con él, ese cielo de nubes gigantes,
blancas de luz, grises y azules.
Amanece un nuevo día y el cielo está cubierto como una cortina que la separa
del otro lado.
Pero ella sabe que ya se está deshaciendo, aunque aún no lo perciba.
Que con el paso del día las cortinas se abrirán, dando paso a la luz del sol.
Y así es.

Mira la ropa tendida.
La del equipaje deshecho y la del nuevo escenario que la acoge
(ropa de andar por casa, sábanas y toallas),
limpiándolo todo, 
purificándolo todo
como una ofrenda
para el nuevo yo.
Siempre es nuevo.

Se instala en un rincón entre sol y sombra para el desayuno.
El calor confortable, el silencio.
Poco a poco va reconociendo la cara de Dios, aquí
y ahora
(en la ropa tendida,
en el calor que abraza su cuerpo,
en la ofrenda del desayuno).
Otras caras de Dios.
Y la tristeza se disuelve.
Como se disolvió la cortina de nubes.

Nada que echar de menos.
Ninguna nostalgia.
No dejó a su amado perdido en los bosques,
en el olor a pino y romero.
Está aquí.
Tan presente como allá.
La misma plenitud.
La misma alegría del encuentro,
de regreso a casa.

Lo mismo.




miércoles, 21 de octubre de 2020

Respirar.




Mediodía en el porche.

Fin de semana y se despierta en una caseta de madera confortable en la montaña,
a solas.

Sale el coche del lama y cierra la verja.

A solas en el recinto de la montaña.
Nada que hacer, todo en orden,
ya ha llegado.
Ya está aquí, respirando energía sanadora para este organismo que ayer tropezó,
perdió el equilibrio, se hizo ácido.

Respira
y es su medicina reconstituyente.
Vuelve a su centro y todo lo demás vuelve a su lugar.
Y recupera la armonía.

Respira montaña y es montaña.
No es una frase hecha:
los aromas y partículas del bosque entran en este cuerpo
y pasan a ser parte de las células
y las células se hacen bosque.
Las imágenes del cielo y las montañas entran en su conciencia y son parte de ella.
Es nubes y claros en el cielo,
árboles y piedra en las montañas,
y mariposas al vuelo.
Y lo mismo con los sonidos del entorno,
el cantar pausado de los pájaros,
el vuelo de una mosca,
el canto del gallo,
la voz del aire suave en las hojas de los árboles, en las banderas de colores
y en las hierbas del camino verde.

Ningún lugar a donde ir.
Nada que hacer.
La respiración tiene lugar sin la voluntad de nadie,
como un acto de amor.
Inspira el cosmos,
se espira en el cosmos.

Abre las puertas a esa dualidad,
cuando toma cuerpo para interaccionar en el amor
que, cerrando el círculo,
la lleva a desaparecer.

In love we disappear.




lunes, 19 de octubre de 2020

Aquí, ahora.

 


Hizo inmersión en el fin de semana sin ningún otro objetivo que el descanso, la recuperación,
como si fuera un tiempo de convalecencia.
Sentada en el porche de la cabaña de madera, solo ella
y el abejorro,
girando insistentemente en torno al refugio
y a ella misma.
Esta vez no la acompaña la ansiedad pletórica de la recién llegada,
el arrebato del encuentro,
la llamada al asombro,
el impulso de aprovechar cada instante de esta cita con fecha límite.
Se entregó al delirio y lo dejó pasar.
Y quedó el instante eterno.

Ya no camina caminos para descubrirlos, 
simplemente los pasea.
El ritmo de los pasos es otro.
Los pasos son otros.
El cuerpo que camina tampoco tiene prisa.
Nada que hacer,
nada que conseguir.
Ningún lugar a donde ir.




sábado, 17 de octubre de 2020

Que el mundo se pare un momento.

 


La amiga le preguntó:
Y para qué estos retiros? ¿Para correr más?
¿Para llegar antes?
Ella dijo:
No estoy segura de que sea por eso.
Yo lo veo más como parar.
Soltar actividades, preocupaciones,
problemas y resoluciones,
dejarlas a un lado.
Como dice la canción:
"Que el mundo se pare un momento.
Ahora es el tiempo de amar".

¿Pero no puedes parar en cualquier sitio, amar en cualquier sitio?
Así es.
Ésta es otra manera, simplemente.

Es como cuando te vas con tu pareja de vacaciones.
Dejas la familia.
Puede que incluso a tus hijas e hijos.
Dejas el trabajo, los negocios y los ocios.
Dejas la casa tan llena de actividades,
gestiones por resolver.
Y te vas con tu pareja a un viaje privado,
a una luna de miel, a solas.

Pues imagina que tu pareja es Dios,
esa soledad tan llena, esa presencia.
Te has entregado a esa Presencia.
A esa Conciencia.
A esa Energía.
Que está en todas partes, sí.
Pero imagina que dejas por un momento "todas partes"
y te vas a una cita privada con tu amada.
Eso es todo.
Unas vacaciones privadas.


No te vas a correr más
ni a llegar a ningún sitio.
Sólo a estar con Dios.
Contigo misma.
A ser quien eres.
A cargarte las pilas de Dios.
A vivir esa intensa luna de miel que toda pareja necesita.
Contigo misma.
Cuando la pareja se disuelve.
Y cualquier otra dualidad.