martes, 28 de julio de 2020

La causa del sufrimiento es la ilusión de carencia.








La causa del sufrimiento es la sensación de carencia,
dijo el maestro.
Se nos olvida nuestra plenitud,
perdemos la consciencia
y la vivencia
de la plenitud
y sufrimos la insatisfacción
y la frustración
de la carencia.

Piensa qué es lo más importante para ti, en esta vida.
¿El amor, la paz, el éxito, la seguridad?
Y considera cuánta abundancia tienes de ello en tu vida,
o carencia.

Es posible que sufras más cuando crees que te falta precisamente eso
que es tan importante para ti.
Y el movimiento habitual es salir a buscarlo
fuera:
una pareja o personas que nos quieran,
estabilidad, seguros de todo tipo, objetivos que cumplir...

Pero también puedes descubrirlo dentro.
La fuente de amor que lo impregna todo,
la entrega que te brinda la paz y la seguridad en cualquier situación,
el reconocimiento y la apreciación de los regalos de la vida,
la Tierra Pura que habitas,
el cuerpo de Dios que navegas.


El método es fácil:
Cuando sufras, identifica la carencia.
Búscala dentro y déjala aflorar,
la abundancia, la plenitud.

Verás que no es tan complicado.







domingo, 12 de julio de 2020

El sentido de la vida es aprender a amar.








Así que ésta es la gran paradoja.
Nacer a la separación para descubrir que no hay separación.

El sentido último de la vida.

Y cómo lo descubres?
A través del amor.
Cuando alcanzas esa apertura.



En una de las paradas del Camino de Santiago
(un peregrinaje como otro cualquiera,
una metáfora,
una oportunidad como cualquier otra),
el hospitalero le dijo,
a ella, que iba en busca de "significado":
El único sentido de la vida es aprender a amar.

Cuántas veces en la vida has escuchado esta frase?
Y sin embargo, aquella vez
era la primera vez que la oía.






Mientras leía la crónica de aquel viaje
("Peregrina", de Mardía Herrero),
pensó que quizás lo que a ella le sobraría sería tantos encuentros,
tanta socialización casi obligada.
Y entonces el hospitalero dijo:
"El único sentido de la vida es aprender a amar".
Y se encendió una luz.
Y sintió que había llegado a su propio Finisterre personal.


Amar como un vínculo,
como una prolongación.
Amar cuando designas "yo" en "el otro",
cuando "aquella montaña" pasa a ser "esta montaña".
Amar, cuando se disuelven los perímetros.






Ya lo venía reconociendo hace tiempo, con otras palabras,
la misma vivencia:
Todo es el rostro de Dios.
Vivir navegando el cuerpo de Dios.

El sentido último de esta vida es aprender a amar.
Reconocer el rostro de Dios,
con la misma devoción en cada forma.
La Conciencia manifestada en cada apariencia,
en cada forma,
en cada situación, emoción, pensamiento.
Incluso en eso que llaman "yo separado"
o samsara.
También ahí, el Yo-grande
manifestado.
Sagrado.





El sentido último de esta vida es aprender a amar.
O el penúltimo:
el que abre la puerta a la vivencia de Unidad,
ese despertar.


Así que naces con dolor a esta vida, el profundo dolor de la separación,
expulsada a este sueño doloroso,
sólo para acabar reconociendo que nunca hubo tal separación.
Así de simple es la historia.