Algo ha cambiado.
Lo sabe cuando respira aliviada y piensa "Ya estoy de vuelta en casa. Espero que dure".
Porque hubo un tiempo en que la normalidad era otra cosa.
Recuerda aquella vez que regresó de su primer retiro de Alto Yoga Tantra, y su mundo había cambiado.
Como si se manifestara el yoga de la purificación de los seres migratorios sin ningún esfuerzo.
Todo era perfecto.
Todo estaba bañado por una mirada de ternura divertida, conmovedora.
La Tierra Pura está aquí, sentía, como un sorprendente descubrimiento.
Los auténticos héroes y heroínas tántricos son los seres humanos, y los no humanos, animados e inanimados.
Así era. Cómo no lo había visto antes.
Luego, su voz escéptica (su yo escéptico) le decía:
"Esto se va a acabar en cualquier momento. Estoy preparada".
Ese yo que sabía que todo acaba, en especial las experiencias de transcendencia, o místicas, o románticas, o de amor.
Vienes de un retiro de meditación y oración y aún estás bajo la influencia de la hipnosis espiritual. Como un enamoramiento.
Pero, como una estela, ya se está disolviendo. Aunque no te des cuenta.
Pasó una semana y pensaba: Esto se va a acabar. Estoy preparada.
Pasó un mes y se recordaba a sí misma, aún asombrada por su larga estancia:
Antes o después se va a acabar, estoy preparada.
Pasaban los meses y no dejaba de recordárselo: Estoy preparada.
Pasaron los años y algo ha cambiado. Lo sabe porque, ahora, cuando regresa la alegría apacible es cuando se siente en casa.
Y es cuando reaparecen viejas experiencias de miedo, preocupación, ansiedad o estrés, cuando piensa:
Vaya, ahora toca que madure este viejo amigo (el miedo, o el estrés, o lo que sea).
Y se sienta a contemplarlo, la experiencia mental y la física (también materializada en su cuerpo): el dolor de cabeza, la acidez en los tejidos, la pesadez de estómago.
Y ya no se cree las supuestas causas externas, tan diminutas (lo sabe porque cuando está bien, centrada, situaciones mucho más potentes no producen estas experiencias de sufrimiento).
Así que cuando vuelven viejas experiencias de miedo o preocupación, las contempla como nubes en el cielo, aparentemente inmóviles y estables, sin viento, aparentemente.
Hasta que llega el momento de la disolución. Por sí mismas, independientemente de si permanecen o no las condiciones, las supuestas causas externas.
Hasta que un día, quizás un día de viento, todavía, un día gris, de nubes oscuras en el cielo, quizás estalla la lluvia y ella se descubre contemplándola como si fuera el sol más radiante.
Sospecha que es una lluvia purificadora porque todo está bien.
Ha vuelto la calma a su interior, la alegría, el amor sin esfuerzo. La purificación de los seres migratorios.
Da igual si el día es gris o claro, si sopla el viento o brilla el sol o hay estallidos de tormenta.
Y ahora siente: Por fin de vuelta a casa.
Y ya no lo ve como una nube pasajera.
Sino como el cielo claro y estable.
Ahora, la fascinación, la hipnosis, es el sufrimiento, cuando madura.
La nube pasajera es la ilusión de desconexión, separación y amenaza.
Algo ha cambiado.
Lo sabe porque, cuando todo está en orden en su interior, ya no piensa:
Esta fascinación se tiene que acabar en cualquier momento; estoy preparada.
Ahora siente que vuelve a casa. Espero que dure.
(Como cuando Franco Battiato canta "Y no me dejes nunca más")
Es lo mismo.
Pero no es igual.