martes, 25 de octubre de 2011

Las tareas mundanas no se acaban nunca.

.



Por qué estás tan ocupad@ siempre en tareas mundanas? ¿No ves que las tareas mundanas no se acaban nunca?
Dices, es que tú no sabes los compromisos que tengo yo, familiares, laborales, las gestiones de mi propia vida, del pasado (esos nudos por resolver), del futuro (tanto que prever),
del presente (la casa, avituallamientos varios) ...

Pero, ¿no ves que esta hipnosis es como el mito de Sísifo, una tarea sin fin?

Alguna vez, de vez en cuando, hay que parar y salir del sueño, de ese guión eterno;
parar y salir del sueño,
parar,
contemplar
el sueño
y el despertar.

Si no dejas espacio para despertar, el sueño no se acaba nunca.
Siempre hay algo que hacer.

Gueshe-la dice: no esperes a que se acaben tus tareas mundanas para empezar tu camino espiritual.

No esperes a que se acaben tus tareas mundanas para empezar a contemplar tu mente
y conocerla
y navegar en su serenidad
apacible.

Amig@, por qué dejas que tus tareas mundanas te secuestren el tiempo
y la energía
y la mente?
Por qué no sueltas tus apegos por un instante, de vez en cuando,
y tus miedos,
y tus rencores...
y te desperezas
y contemplas
lo que hay al otro lado,

en la vida despierta?...





















(El despertar de Adonis, de John William Waterhouse)

.

Una vida con significado, una muerte gozosa.

.







Querida amiga:

Ha sido una noche movida; veía (o me temía) que estabas enferma, con fiebre, con molestias y sola. Y yo no podía hacer nada. Sólo contemplar tu infinita paciencia y fortaleza.
Son unas lágrimas dulces cuando quieres ayudar y no puedes; dulces porque no duelen.
Cuando mi hijo tenía unos 16 años y se fue a pasar un tiempo en Madrid para hacer una serie, y yo le despedía en la estación de autobuses, pensaba: si me muriera ahora podría estar a su lado y cuidarle todo el tiempo, tocando su mente sin que él se dé ni cuenta, transmitiéndole pensamientos positivos y energía. Y como no podía hacer nada de eso, le di el tocho de El libro tibetano de la vida y de la muerte. Para que me sustituyera mientras tanto. (Ahora regalo Una vida con significado, una muerte gozosa).
Si el día que me vaya puedo mantener este pensamiento, este deseo, esta conquista al fin ("ahora sí que voy a poder ayudaros"), va a ser una muerte tremendamente gozosa. Inmensamente apacible y feliz.
.

jueves, 20 de octubre de 2011

Llega el frío.

.









Querida amiga:

Bajan las temperaturas. El día amanece gris y frío y pienso en M. que madruga para asistir a sus clases,
en la universidad,
y aún anda con la ropa del verano y no sé si su edredón es suficiente para calentar sus noches. Amanece frío de otoño que abre sus puertas al invierno y pienso en F. con su bronquitis, que madruga para preparar a su hijo (el desayuno, vestirlo) y llevarlo a la guardería. Las noches empiezan a ser frías y pienso en S. a un paso de una de esas crisis de dolor de lumbares que le inmovilizan;
una milésima de segundo de contracción muscular y el dolor se instala durante varios días. Amanece gris y frío y yo cogeré la bici camino del mar frío y gris, que me gusta tanto. Como un edén, como una tierra pura, como el cristal, como el hielo, como el espejo donde me sumerjo para atravesar lo aparente y entrar en otra dimensión.

Y suelto por un momento tanto dolor de tantos seres que sienten tanto frío, que sufrirán tanto frío este invierno.

Cuando la compasión de Avalokiteshvara no basta, hay que convocar la sabiduría de Tara.

Vuelve el calor.

Aún así, mi nivel de sabiduría no alcanza a Tara y me llevo
la amenaza del frío de M, de F, de S, (tomar, tomar, tomarlo todo),
y es una experiencia extraña el frío interno flotando en un oceano frío. Siento la experiencia de estar a punto de "caer".


Más tarde llamo a M. (qué pasa, con tanta insistencia? gracias por el edredón y la pashmina, estoy bien...), a F. (ausente de casa, de nuevo en funcionamiento, todo está en orden), a S. (enfadado como siempre, con energía suficiente para mantener sus enfados, todo en orden).
Todo está en orden.
De momento.
Si "caigo", serás la primera en saberlo.

Pero una vez desaparecido el miedo, ha vuelto el calor dentro de mí.
Y todo vuelve a estar en orden.
El tiempo que tenga que durar.

(Entretanto, he descubierto que el frío interior no lo provoca el amor ni la compasión sino el miedo egoísta).

.

jueves, 13 de octubre de 2011

¿Es éste el camino?

.


(Más
de

Repasos).








Cuántos viajes geográficos, externos, has hecho?
Yo muchos, muchísimos.
He visitado muchos países y a veces me he quedado a vivir en ellos.
He explorado mucho
algunas calles y mercados y desiertos y montañas y playas
de este planeta.
Pero, sabes?
El viaje interior te conduce a paisajes que nunca antes habías contemplado (no importa todo lo viajad@ que seas),
a experiencias que nunca antes has experimentado.

Si, en este viaje, el mundo en el que vives se transforma
(más intenso, más radiante, más lleno de significado),
y las personas
(más generosas, más expuestas y sinceras),
y tú
(con la mirada más clara, más empática y compasiva,
el corazón más lleno de amor
que lo comprende todo,
que ya no tiene nada que perdonar),
es que estás en el camino correcto.

Si tu viaje te está conduciendo a unas ciudades más llenas de significado,
donde todo tiene un sentido
(como en un sueño donde ninguna apariencia es casual),
donde no existe el miedo, porque ya no existe un "ellos" que te amenacen
o un "futuro" preocupante
porque todo está aquí,
conectado,
la misma naturaleza,
lo mismo.
Si cada vez hay menos miedo
y más confianza.
Y más amor.
Ése es tu viaje.


Si te aleja
de la dureza
de corazón.
Si el amor es más fácil...










Si has empezado a vivir tu viaje desde el amor
y a menudo se te saltan las lágrimas, de compasión,
al contemplar tanto sufrimiento innecesario
(porque al igual que yo, todos los maternales seres están hundidos en el océano
del samsara),
ante tantas pesadillas que devoran a sus propios creadores,
un llanto dulce y sereno,
desde el amor;
si siempre gana el amor ante cualquier contienda
(del odio, el resentimiento, la impaciencia, la "injusticia"...)
es que estás en el camino
correcto.

Si no te sale la dureza
desde la dureza de corazón,
espoleando a l@s que te rodean para que "espabilen"
sino el abrazo cálido, firme y, siempre, sincero, que
acompaña.

Si cuidas cada vez más a quienes te rodean.
Si sufres cada vez menos
y cada vez le tienes menos
miedo
a la muerte,
a los duelos,
a perder,
es que estás en el camino correcto.


No te fíes de faros
que no te acerquen al amor.

Dices: es que es muy difícil...

Deja ya ese mantra gastado
y ponte en camino.

Pero vigila,
presta atención,
chequea
una y otra vez,
periódicamente,
y comprueba que estás,
que sigues
en el camino correcto.

No te fíes de faros
ni caminos
que no te acerquen al amor,
que no abran tu corazón.

Y si no es así, vuelve
a buscar el camino.

Pero que sea como una mano amiga.



Y busca dentro.
Sigue buscando dentro
un poco más...










.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El sutra del corazón.
















Querida amiga:


He dejado de tomar vino con las comidas. No porque me siente mal
sino porque quiero descartar que mi estado de embriaguez espiritual sostenido tenga algo que ver con el yoga de experimentar néctar con alcohol. (Ya sé que éste es un hábito muy poco budista, pero al fin yo sólo soy un aspirante demasiado débil para asumir, ni tan siquiera, los votos del pratimoksha).
Hoy sospecho que tiene que ver con el día plateado y los mágicos rayos de luz (como el ojo de Dios) que a veces se cuelan entre las nubes. El océano me llama como un imán poderoso a las cinco de la tarde de otoño. Pero también me llama el teclado de mi ordenador y las cartas a mis prim@s espirituales. Y el zafu que me regalaste, donde me esperan el Sutra del Corazón y la sadhana de Vajrayoguini, disputándose mi atención, mano a mano. Pero yo no puedo elegir entre uno y otra, así que supongo que al final haremos un ménage à trois explosivo y, en el proceso, reventaremos esta pompa de jabón, estallando por los aires en haces de colores, blanco, azul, verde, rojo y amarillo.

Disfruta tú también de tu retiro personal y a la vuelta me lo cuentas,
si quieres.

Un abrazo.

.

martes, 11 de octubre de 2011

La solución es transversal.


(Otra de
Repasos)





















Nos pasamos
la vida
resolviendo problemas
-o no resolviéndolos, o resolviéndolos a medias.
Da igual, detrás de uno aparece otro.

A los problemas externos resulta fácil seguirles la pista y constatar qué tal lo hicimos;
aplicamos un método u otro y decidimos si nos sirve para la próxima vez y qué aprendimos.
Pero los problemas internos son más difíciles de rastrear.
Cuando me enfadé (y empeoré las cosas); cuando sentí celos o envidia;
cuando la frustración y la impaciencia; la culpa en el duelo;
el peso del pasado que ya nunca se podrá recomponer;
la incertidumbre del futuro...
También ante los problemas internos aplicamos métodos.
A veces funcionan
y a veces no.
A veces los afrontamos con valentía y a veces miramos hacia otro lado,
nos embotamos de trabajo, llenamos el tiempo libre con distracciones
que nos protejan
del dolor.
Y parece que funciona.

Utilizamos todos los métodos disponibles y más
y cuando ya no hay
nos los inventamos.

Y sin embargo, hay unos pocos métodos, muy pocos,
que van al corazón del problema
y sorprende que, cuando los aplicas, no sólo te resuelven este problema concreto
sino que los resuelven casi todos
porque su efecto es transversal.

Uno de ellos consiste en identificar
y reducir
la estimación propia (el egocentrismo que me tiraniza a mí
y a todo lo que se ponga a mi alcance).

El otro es la práctica de la vacuidad,
cuando observas la vida como las ilusiones de un mago.
Si llegas al espectáculo una vez iniciada la función
descubres que la hipnosis colectiva no es más que eso:
una hipnosis
colectiva.

Reduzco mi estimación propia (la exagerada importancia
personal)
y observo cómo se reduce el dolor del orgullo herido
y al mismo tiempo se reducen todos y cada uno del resto
de los problemas
de mi vida.

Aplico la vacuidad ante la herida del abandono
o el duelo,
la crítica, el amor no correspondido, la enfermedad incurable,
y contemplo cómo todos los dramas y dolores
se vacían
de contenido.



Porque
las auténticas
soluciones
son siempre
transversales.












viernes, 7 de octubre de 2011

Que no me pille lejos de casa.











Querida amiga:


A veces la vida se vist
e de fiesta, como
en la canción de Serrat,
y a veces, simplement
e,
se llena de significado, empiezan a surgir
apariencias llenas de sentido,
como respuestas que te llegan del universo a preguntas que dejaste por ahí, al vuelo, tiempo atrás.
Esta vez están apareciendo en forma de las personas que se cruzan por mi camino (esas frases sueltas que mis oídos escuchan), los libros que me llegan por mensajero y yo no he pedido (iniciativa de las editoriales) o las propuestas de entrevistas desde la redacción. (...)
O sea, y para resumir, amiga mía, que me siento... fascinada, como si de repente todo, o una buena parte de hilos sueltos empezaran a tejerse y muchas cosas comenzaran a cobrar sentido. Me siento como... hechizada, qué sé yo, como encantada, como abducida. Qué sé yo. Fascinada, como si se abrieran de repente tantas puertas...
Y mañana temprano tengo otra entrevista con un autor de la conciencia plena. ¿Sabes que, generalmente, cuando alguien me habla de la conciencia plena yo suelo desconectar, porque percibo un aferramiento de realidad a lo que no lo es -conciencia plena de este escenario, lo que nos permiten percibir los sentidos, una trampa al fin, si nos dejamos atrapar por esa jaula. Pero últimamente he empezado a interpretar esto de la conciencia plena como algo más transcendente. Consciencia. Plena. Y si es plena no puede quedarse aquí, en esto -los colores, los olores, las formas, esas cosas... Veremos si mi entrevistado me da cancha por ahí, y resulta ser otra de las piezas-milagro que están apareciendo últimamente en mi vida para que yo comprenda un poco mejor -lo que está pasando ya en mi propia experiencia.
¿Sabes esos momentos en que una persona llega a sentir: si ahora me muriera todo saldría bien? No porque estés mal y quieras irte, todo lo contrario, porque estás tan llena, tan sin miedo, que tienes la confianza de que si ahora te embarcaras en ese viaje le sacarías partido, lo pasarías bien. Le sacarías el mejor partido.
Preparada y lista y libre para hacer este viaje. Preparada, ¿te suena? Te dije sólo me queda prepararme y en ello estoy. Pues últimamente mi vida está llena de esos momentos, convencida de que si ahora me fuera todo saldría bien. Momentos que se mantienen y se tocan entre sí, como si ya fuera un estado. Y sé que no, que no lo es, que esto se acabará. Pero, Dios, que no me vaya de este mundo cuando no esté aquí, cuando me pille lejos de casa...

jueves, 6 de octubre de 2011

El lenguaje bocina.

(De la colección de
"repasos")


















En una de las confrontaciones, suaves, con mi hija (hace ya algún tiempo), observaba cómo se disparaba con el clásico
tú (tienes la culpa),
tú (me haces sentir),
tú (me has enseñado... mal),
tú, tú, tú...
Le dije: a eso le llaman "el lenguaje bocina".
Ella dijo: no te inventes lenguajes; eso no existe.
Y nos echamos a reír.

Ayer tuve una comida fabulosa, como siempre, con mi hermano del alma.
Cuando caminábamos hacia el metro, a punto ya de despedirnos,
él decía,
sólo me importa, de verdad, tres cosas en la vida:
mi hija,
mi hijo
y la tercera es
mi crecimiento personal, mi crecimiento espiritual, mis realizaciones, mi práctica, mi...
mi... mi... mi...
Entonce se calló un momento y me miró:
qué mal suena esto, no? mi, mi, mi, mi...
Creo que es la otra versión del lenguaje bocina, dije,
y nos echamos a reír.


El "yo primero".

Es lo mismo. Dos caras de lo mismo.
Del ego.
Del egocentrismo.
Del "yo primero".
En budismo se le conoce como la "estimación propia"
o la excesiva importacia personal.
El "yo primero".

Yo.
Mi (vida), mis (intereses), mi (punto de vista), mis (ideas), mis (razones), mi (crecimiento), mis (proyectos),
mi, mi, mi, me, me, mec, mec, mec...

Y
tú (tienes la culpa), tú (interfieres en mis proyectos), tú (me complicas la vida), tú (me lo pones difícil), tú (me haces sentir mal), tú (eres un estorbo), tú (eres desconsiderada, egoísta...),
tú, tú, tú, tuc, tuc, toc...

Cambia el tono del claxon pero es el mismo lenguaje bocina.




Y cuando
lo ves
(lo oyes)
y te ríes,
has empezado
a despertar
un poco.











El lenguaje bocina sí existe;
sólo tienes que escuchar
a tu alrededor
y escuchar
te.


Despertar con una carcajada o

la carcajada del despertar.

Leí en un cuentecito zen que un maestro muy serio y muy disciplinado, un practicante sincero y abnegado, un día, mientras meditaba, empezó a reír,
se levantó carcajeándose como un loco
y dicen que todavía sigue por ahí,
partiéndose el pecho.







Le dije a mi amigo:
quizás la iluminación no sea más que eso,
una explosión
de risa.
Una sonora carcajada que rompe,
que hace añicos
todos los esquemas
previos.

Tanto sufrir por naderías
cuando puede que todo
lo que hay detrás
de nuestra complicada experiencia como una montaña rusa,
en realidad no sea más
que
una explosiva risa
de amor.
.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Qué suerte tienes...

.










Para mis compañer@s de viaje
de Sant Antoni (con quienes el pasado lunes compartimos un estimulante canto a la preciosa existencia humana)
.

Y para todos los demás compañeros
de viaje.



En especial, para Emi,
quien disfrutó con este post
-y a quien echo de menos.



La preciosa existencia humana.

Mi gato se sube a mi mesa, mientras escribo, se tumba junto a la libreta de notas que consulto, la usa de almohada y enreda su patita en mi mano cuando paso las hojas.
Se levanta y rodea sigilosa y cuidadosamente el teclado negro donde se desplazan mis dedos, se vuelve a tumbar
y pone la cabeza sobre las teclas, y luego un poco más,
su patita,
su cuerpo...

Dejo de escribir y le masajeo, se estira, le acaricio, le beso, olisquea mis labios.

Mi gato que se pasea con toda la confianza del mundo por la casa; salta al lavabo cuando me acerco a lavarme los dientes y mete su hocico entre el grifo y mi cepillo; sube a la mesa y bebe del agua en el vaso que acompaña mi desayuno en las mañanas; se pasea por mi almohada mientras duermo y juega con mi pelo...
Mi gato malcriado -dicen.

Salta por la casa cuando me ve bailar, corre por el pasillo y salta
al sofá, por la cama...
Y se estira en la alfombra o pegado a mi cuerpo
mientras medito en la postura vajra
o escucho la sadhana de Vajrayoguini.
Se tumba y sigue con paciencia las oraciones y me contempla meditar
como me contempla bailar
o reír
o llorar...

Le acaricio, qué suerte tienes...
Qué suerte tienes, Apolo. Tan frágil.
Tan vulnerable.

Tan inconsciente, sin saber la suerte que tienes...


Qué suerte tienes...

¿Y yo? ¿Soy realmente consciente de la suerte que tengo,
tan frágil,
tan vulnerable
y aquí,
en esta casa,
en este mundo,
en esta experiencia humana,
con tantos cuidados regalados?...

¿Aprecio mi suerte, la celebro,
la aprovecho?...

¿Aprovecho la oportunidad
de esta
preciosa
existencia
humana,
dotada de todos los dones
y libertades?...
.

sábado, 1 de octubre de 2011

La misma hipnosis.

.









Querido
amigo:



A veces
me despierto con un dolor
y, a estas alturas,
ya sé que es
un dolor de crecimiento,
siempre lo es, la antesala de un nuevo estirón.
Me despierto con un dolor, como si emergiera una zona oscura
en medio del trayecto iluminado.
En medio de la luz de varios días en los que me he sentido como “abducida” (felizmente abducida),
aparece la oscuridad como una mano que aprieta el corazón y los pulmones e intercepta la respiración.
Ya sé que tú a esto le llamas ansiedad. Pues eso.
Aparece el miedo
doloroso.
El recuerdo del dolor.
Y a estas alturas (del adiestramiento de la mente, que te permite transformar las adversidades)
ya reconozco el trampolín.
Y el empujón al vacío.


La misma hipnosis.


Amigo mío, no tengo motivos para estar triste. Ayer, en la revisión de control, podría haber sonado esa voz que pedía una biopsia, como la última vez. Y sin embargo apareció una expresión desconcertada: Todo está bien. Normal. Todo en orden.
En el endometrio que guardo en mi abdomen hay un universo ordenado.
En el interior de mis senos hay un universo ordenado.
De momento.
(Ya sé que este tipo de cosas es sólo cuestión de tiempo
que empiecen a aparecer de otra manera).
Debería estar feliz. Y sin embargo sé que sólo es una parte de la verdad.
Otra parte de la verdad es que S. está perdiendo el pelo y su intestino ahora se hace visible exteriormente
y con otra forma.
Y la quimio la deja sin energía,
que sólo le devuelven
las oraciones,
la mente que crea confianza y amor
y compasión.
(Y tengo que decirte, S., que eres mi maestra).
Las dos cosas están ocurriendo al mismo tiempo (en este cuerpo),
la misma hipnosis,
que yo deseo abandonar
con todas mis fuerzas.
La hipnosis de la salud
y la de la enfermedad.
La de la alegría y la de la tristeza.
La del dolor
y el trampolín y el salto al vacío.
Cualquier hipnosis.
Y no sé cómo acabar de hacerlo. Cómo soltarla.


El camino más corto.


Como Atisha, me pregunto cuál es el camino más corto y eficaz.
Porque, como Atisha, en el camino me he cruzado con alguien que, esta vez, decía que, aquí, hasta que no se haya iluminado
el último ser no se ha iluminado nadie.
Y quizás es por eso mi empeño en que despiertes, ya, que te liberes de todos los males, compañero, que la sabiduría te ilumine e ilumine el camino de todos aquéllos que se crucen a tu paso.
Tú y todos los demás.
Que yo (tan torpe, tan lenta) sea la última en despertar de este sueño.
Porque si hay que esperarme a mí para empezar, tenemos para rato.


Escuchar las respuestas, como Atisha.


Y quizás lo que pasa es que no he oído a esas dos mujeres que corrían por la playa y una se preguntaba cuál es el camino más corto y eficaz a la iluminación y la otra respondía que la bodichita.

O quizás es que todavía no he acabado de escuchar bien a mi maestro, cuando interrumpía mis disquisiciones para darme
la vacuidad
como objeto para la práctica de la concentración (la permanencia apacible).
Me la dio y, ante mi expresión
atónita y feliz,
me miró, sonrió y desapareció tras la puerta con su sonrisa y su rodilla rota, camino de Urgencias.
(Como una manifestación de la vacuidad del cuerpo).
Y en ello estoy.

Y quizás ésa es la respuesta que tanto busco. El único camino.













Y quizás, en realidad,
ya esto
y en ello
y todo esto (luces y sombras, risas y llantos)
forma parte del proceso.


De la hipnosis
del proceso.

.