viernes, 29 de agosto de 2014

Mi novio es muy racional.




La amiga le hablaba de su pareja, tan racional.
Racional con respecto a qué, pensaba ella.
Qué creencia, qué filosofía, qué culto?
Vivimos una inmersión tan profunda en el mundo que llamamos "material" (por más que las investigaciones científicas nos digan que esa materia es mayormente líquida, o esencialmente espacio), que construimos una racionalidad en base a esa ilusión, un sistema de argumentación basado en esa creencia (falsa, por otro lado) y la llamamos "verdad".

Establecemos una serie de creencias (diferentes en diferentes culturas) sobre lo que es bueno o malo, confortable o no, de calidad o no, de buen o mal gusto y, así, tendemos a luchar por un tipo de vida que nuestras convenciones consideren apropiada o mejor que otra.

Por ejemplo, hay personas que gustan de exhibirse como "hombre anuncio" o "mujer anuncio", una función no remunerada sino por la que, incluso, pagan más. Lo llaman "llevar ropa de marca" y en algunas culturas se considera un privilegio. Le hago publicidad a una empresa (enriquezco a una empresa que no comparte beneficios conmigo) y creo la ilusión de que pertenezco a un club de mi gusto. Todo está en mi mente. Pero yo pago más por una camiseta-anuncio que por otra que no lo es.




Otro ejemplo. En algunas culturas se relamen por comer langostas o caracoles (no al alcance de cualquier bolsillo), pero no degustarían cucarachas, moscas u hormigas.
Y viceversa.
En ciertas sociedades comen patatas fritas (o sucedáneos) con sabor a jamón, mojito, gambas al ajillo o hamburguesa, y en otras deliciosos grillos tostados con sal y vinagre, beicon y queso o cebolla.






En algunas tribus cortan la cabellera a sus prisioneros de guerra y en otras cuelgan la cabeza de animales de caza mayor en las paredes de su casa. Lo llaman "trofeos".




En general, suelen establecerse unas bases convencionales sobre lo que es de buen gusto y lo que no lo es, lo caro y lo barato, los objetivos deseables y los que no lo son.
Y en muchos casos se considera el dinero como un medio para conseguir los objetivos convencionalmente deseables, así que el dinero mismo se acaba convirtiendo en un objetivo convencionalmente deseable.
Y si respondo de acuerdo a esta filosofía, se me considera "racional".





Por otra parte, no siempre es el dinero el único medio de intercambio para conseguir los objetivos que deseamos. Ni el mejor. Y a veces, simplemente no es un medio. El dinero no sirve. Ese viejo dicho popular de que "el dinero no lo compra todo".

Tengo una amiga que solía gastar todo el dinero que tenía en la educación de sus hij@s. Y cuando no tenía dinero, buscaba otros medios para que pudieran adquirir más experiencia en el campo que deseaban aprender o explorar -becas, intercambios, prácticas voluntarias donde podían formarse y aprender, producción personal, etc.
Su culto era el autoconocimiento: sé tú mism@, exprésate, conócete a ti mism@, vive la vida que quieres vivir.
En cierta ocasión, un productor de Miami le propuso al chico convertirlo en una estrella musical, un cantante de moda. Pero yo no sé cantar ni bailar, dijo él. No importa, te enseñamos; lo que importa es el producto, y tú tienes todo lo demás, dijo el productor.
El chico rechazó la oferta. Su culto no era el éxito, la fama (aunque fuera internacional) ni el dinero (aunque fuera mucho). No era la vida que quería vivir.
Actualmente se mueve en el mundo del arte y la cultura. No le sobra el dinero, pero viaja y se mueve en circuitos en los que otras personas pagarían mucho dinero por asistir, y su círculo de amistades son esas personas que en otro tiempo admiró y aún admira. Vive la vida que quiere vivir.
En esta forma de culto, el dinero no es considerado un bien tan preciado como en otros cultos y formas de vida.
Su racionalidad sigue otros parámetros.

Pero hay otros.




Tengo una amiga que solía decir "yo, es que soy muy pragmática" o "soy muy racional", cada vez que argumentaba por qué casi nunca mantenía horarios fijos de trabajo, o por qué no se aseguraba un plan de pensiones o jubilación o seguro médico o... cualquiera de esas "seguridades" -que con el tiempo, es cierto que dejaron de serlo.
Su pragmatismo y racionalidad no le permitían hipotecar el presente en base a una dudosa "seguridad" futura, del tipo que fuere. Prefería sentirse libre y "disponible" a los requerimientos (personales, familiares, etc.) del momento.

Y es que no existe un tipo de racionalidad sino que hay diferentes maneras de ser racional, de acuerdo al culto que practiques -ya sea el culto al dinero, el prestigio social, el arte y la cultura, la libertad, la espiritualidad, etc.

Lo que ocurre es que cuando vivimos una inmersión tan profunda en el culto al dinero y el mundo material, cualquier otra opción, sistema de valores, argumentación, lógica o sistema de vida, que no persiga los objetivos fijados por la religión materialista, nos resultan irracionales.




Y sí, hay personas muy racionales que realizan inversiones bancarias que funcionan
(a veces, y otras veces no), crean empresas que dan beneficios económicos (a veces,
y otras no) y cuentan con planes de inversión y seguros de vida. Pero por muy racionales que sean, a veces funcionan y otras no.
Y aún funcionando, ello no garantiza que posean habilidades para permanecer apacibles y satisfechas en cualquier situación.
(Claro que para cierto tipo de racionalidad, esta "falta de ambición" se considera muy poco racional).




Por otra parte, hay personas muy racionales que optan por la libertad, por poseer su tiempo, su vida.
Que no necesitan hipotecar su tiempo y su vida para poseer grandes casas, coches, manjares, porque cualquier bocado que se lleve al paladar es un manjar; cualquier espacio personal un castillo, la mejor gompa; la bicicleta pública, el autobús o caminar,
su mejor medio de locomoción.

En cualquier caso, quizás valga la pena pararse un momento a identificar quién es nuestro Dios, cuál es nuestro culto. Y el tipo de racionalidad o sistema de pensamiento que ejercemos nos da la pista.






























jueves, 21 de agosto de 2014

Apreciar lo importante.




Bei Gong zi dijo
a Xi Men zi:
Aunque tú y yo somos de la misma edad, es a ti a quien favorecen los hombres;
aunque somos del mismo linaje, es a ti a quien respetan;
tenemos el mismo aspecto pero es a ti a quien aman;
son semejantes nuestras palabras pero las personas actúan conforme a lo que tú dices;
tu conducta y la mía son idénticas pero la gente confía en ti;
tenemos el mismo rango y es a ti a quien honran;
trabajamos igual la tierra y es a ti a quien enriquecen;
tenemos los mismos negocios y eres tú el que obtiene beneficios.
En cuanto a mí, mi ropa es de burda tela, me alimento de pan negro, habito una choza y viajo a pie.
Tú, en cambio, vistes elegante seda, comes arroz y carne, vives en una amplia mansión y viajas en un carruaje tirado por cuatro caballos.
En familia, me ignoras en tu alegría; en la corte, muestras una actitud arrogante hacia mí.
Nunca nos visitamos ni viajamos juntos desde hace años.
Verdaderamente tu virtud es superior a la mía?

Xi Men zi le respondió:
Realmente no lo sé. Tú trabajas sin conseguir nada; yo trabajo y lo consigo. Eso prueba que se trata de dos naturalezas diferentes: una poderosa y otra débil. Sólo tu falta de perspicacia explica que te consideres igual a mí en todo.

Bei Gong zi no supo qué responder y regresó, confuso, a su casa.
En el camino se encontró con el maestro Dong Guo. Éste le preguntó:
De dónde vienes con ese aire tan preocupado y compungido?
Bei Gong zi se lo contó.
El maestro Dong Guo le dijo:
Voy a lavar la afrenta que te han hecho. Volvamos juntos.

Llegados a casa de Xi Men zi, le preguntó a éste:
Por qué has ofendido de esa manera a Bei Gong zi? Dilo sin ambages.
Xi Men zi le explicó:
Bei Gong zi dice que es mi igual en edad, en linaje, en aspecto, así como en hechos y palabras, y que no obstante yo le aventajo en honores y riquezas. Y yo le he respondido que eso prueba que se trata de dos naturalezas diferentes, una poderosa y otra débil, y que sólo su falta de perspicacia explica que se considere igual a mí.
El maestro Dong Guo le rebatió:

Cuando tú hablas del poder y debilidad de vuestras naturalezas, te refieres a riqueza y pobreza de talentos y virtudes. En cambio, yo entiendo de manera muy distinta ese poder y debilidad. Bei Gong zi es rico en virtud pero su sino es pobre; tu sino es rico, pero eres pobre en virtud. Tus éxitos no son resultado de tu inteligencia, igual que los fracasos de Bei Gong no se deben a su necedad. Cuando tú te jactas de la riqueza de tu destino y cuando Bei Gong se avergüenza de la pobreza del suyo, tanto uno como otro sólo demostráis vuestra ignorancia de las leyes de la naturaleza.





Xi Men zi dijo: Basta maestro! No volveré a hablar así.



De regreso a casa, cuando Bei Gong zi
se ponía su ropa de tela burda, le parecía tan confortable como si fuera de piel de zorro o de tejón;
cuando comía sus pobres verduras y legumbres, se le hacían tan exquisitas como el más fino de los arroces;
se sentía ahora en su cabaña como en un inmenso palacio;
su carreta le parecía tan elegante como cualquier carroza.
El resto de sus años vivió feliz, sin preocuparse ya de si el honor o el oprobio eran su parte o la del otro.






Cuando el maestro Dong Guo se enteró, dijo:
Después de tanto tiempo dormido, unas simples palabras han conseguido despertar a
Bei Gong zi y cambiarle de forma definitiva.





miércoles, 20 de agosto de 2014

La locura del despertar.




Ella no recordaba
un mes de agosto como éste.
Otoño en agosto.
Suave otoño. Reconfortante.
La brisa curativa que alivia la fuerza del sol en la piel.
La brisa como una caricia.
Las nubes protectoras, sugerentes en su multiplicidad.
Los crepúsculos como una explosión de luces y formas y colores.
Quiero morir en otoño, pensó.
Pero también quiero vivir en otoño.
Entrar en el mar de otoño.
Contemplar el vuelo de las palomas en esta terraza de la Plaza del Mar, en otoño,
y a las gaviotas planear sobre las olas.
Las ramas de las palmeras y los plátanos y los ombúes meciéndose al viento.
El paisaje se desocupa lentamente.
Aún queda mucho verano por delante
en el calendario.




Abrió el libro al azar.

Long Shu le dijo a Wen Zhi:
Vuestro arte es prodigioso, ¿podríais curar la enfermedad que me aqueja?
Wen Zhi le respondió:
Vuestros deseos son órdenes para mí; pero antes, decidme los síntomas de vuestra enfermedad.
Long Shu explicó:



No considero algo honroso el elogio de mis conciudadanos
ni motivo de vergüenza que el estado me repruebe.
Cuando consigo lo que quiero no me alegro
ni me entristezco si lo pierdo.
Vida y muerte me son indiferentes
y lo mismo me da la riqueza que la pobreza.
Veo a los demás hombres como cerdos y a mí mismo me veo como a los demás.
Vivo en mi casa como viajero en una posada.
Considero mi país como territorio extranjero.
Ante todo esto, ni me motivan cargos y dignidades
ni me asustan castigos o condenas,
ni me puede hacer cambiar la idea de encontrar prosperidad, ruina, daños o beneficios,
como tampoco nada puede el temor de la pena o la esperanza de alegría.
De modo que no puedo servir a mi soberano,
ni entablar amistad con nadie,
ni gobernar mi familia, ni controlar a mis siervos y criados.
Qué clase de enfermedad es ésta? Cómo se puede remediar?

Wen Zhi mandó a Long Shu que se pusiera de espaldas a la luz. Él se colocó detrás, frente a la luz, y observó a Long Shu.
Al poco dijo:
Ay, veo que casi os habéis convertido en un sheng ren.
Hoy día se tiene por enfermedad la clarividencia de los sheng ren.
Tal vez sea ésta la explicación de vuestro caso.
Mi pobre arte no puede curaros.





martes, 19 de agosto de 2014

Fluir.





El tao no puede ser estorbado.
Gastas menos energías y todo sale mejor, fluido, si vas a favor del tao -sea lo que sea que quiera decir.
A favor de la corriente.
Puedes oponerte a la fuerza del viento para ir a donde tú quieras pero no sale a cuenta tanto esfuerzo;
el viento te lleva mejor.
Allá donde te lleve el viento, está bien.
Y hasta podría ser que el viento sepa mejor que nadie a dónde tiene que llevarte,
o traerte -eso que llaman karma.
Para qué oponer resistencia?



Cuando el maestro zen Takuan moría, sus discípulos le pidieron el tradicional "poema de muerte"
y él escribió: "Sueño".
Soñó que vivía y soñó que moría.
Quién sabe si siga soñando y dónde y cómo, en qué circunstancias.




Cuando el taoísta Lai se iba, otro sabio colega rezaba junto a él para que su próximo nacimiento fuera como un ser humano. Entonces Lai dijo que era una falta de respeto decirle al Hacedor lo que tenía que hacer. El Hacedor ya sabe.



Como si la espada que está construyendo el herrero le dijera al herrero cómo tiene que hacerla para ser la mejor espada.
Es de mal agüero, dijo; tanta presión podría hacer que el trabajo se tuerza.
Deja al maestro herrero tranquilo para que natural y espontáneamente haga las cosas bien, como sabe hacerlas. Sin presión.
Allá donde me lleve el Hacedor, está bien.






lunes, 18 de agosto de 2014

La vida como un río.





Su compañero de trabajo solía decirle: Qué resolutiva eres!
Cuando su amigo se asombraba de la cantidad de cosas que podía llegar a hacer a lo largo del día, ella respondía: No hago casi nada, se hace solo.
A su amiga le molestaba su tendencia a planificar, esa manera de "poner orden"
y la eficacia.
Pero para ella no era una cuestión de planificar sino de fluir.
No se trataba de establecer un orden a su antojo ni de programar las cosas.



Ayer la invitaron a navegar.
Apenas habló ni socializó.
A ratos se fundía relajadamente con la brisa del mar, la inmensidad del océano, el extenso horizonte y las olas enérgicas.
Pero sobre todo contemplaba, fascinada, la manera de hacer de la capitana al timón, los movimientos de la vela mayor y la genovesa, las viradas...
Quién tomaba las decisiones? Nadie.
Nadie planificó las acciones a tomar antes de salir del puerto.
No decidía la capitana ni el barco ni el viento ni la fuerza de las olas.
La capitana, al timón, simplemente reconocía las condiciones y fluía con ellas.
No luchaba con el viento o con las olas ni les llevaba la contraria.
No decidía que ahora le apetecía hacer algo completamente diferente a lo que las condiciones requerían.
No deseaba imponer su voluntad, no tenía preferencias contracorriente.
Simplemente se adaptaba, fluia.
Usaba el timón y las velas como una extensión de su cuerpo, adaptándose a la fuerza del vielto y de las olas.
El viento y las olas también como una extensión de su cuerpo.
Fluir sin oponer resistencia, sin imponer deseos o preferencias fuera de lugar.
Como el rey de el principito, que era obedecido por todos los elementos del Cosmos porque sólo ordenaba lo posible, lo que toca.



"La naturaleza no puede ser modificada...
No se puede alterar el curso de las estaciones.
El tao no puede ser estorbado.
Todo es posible para quien alcanza el tao.
Nada es posible para quien se aleja de él".
(Zhuang zi)









Pensó que quizás la sabiduría consiste en poder ver lo que aparece sin intervenir, sin la interferencia de los deseos egocentrados.
Contemplar lo que aparece, sin esfuerzo, y fluir como un río, sin que le importe si el suelo es llano y la arena fina, si es pedregoso o intrincado, si el camino es recto u ondulado, abierto o lleno de escollos. El río fluye igual.

Como un río que no se enfada porque hay una piedra o un árbol en el camino y sigue adelante fluidamente.
Como las márgenes del río que lo ven pasar.




Despedidas elegantes (2)





Chaung-tzu: 
Por qué robar a uno para alimentar a otro?

A medida que Chaung-tzu se iba acercando a la muerte, sus discípulos quisieron prepararle un grandioso y caro funeral. Pero Chaung-tzu dijo:
"El cielo y la tierra me servirán de ataúd y de tapa de ataúd.
El sol, la luna y las estrellas decorarán mi féretro. Toda la creación estará presente para ser testigo del acontecimiento. Qué más podría desear?"
Sus discípulos exclamaron:
"Tememos que la carroña y los cuervos se coman el cuerpo de nuestro maestro!"
Chaung-tzu replicó:
"Por encima del suelo, mi carne alimentará a la carroña y a los cuervos; por debajo del suelo, a las hormigas y a los grillos. Por qué robar a uno para alimentar a otro?"





Yu: 
Por qué 
debería 
preocuparme?




Cuando Yu se sintió mal, otro sabio llamado Szu acudió a visitarlo y le preguntó cómo le iba.
Yu dijo: De maravilla! El camino del maestro me está deformando! Mi espalda está tan torcida como la de un jorobado y mis órganos están patas arriba. Mi mentón me toca el ombligo, mis hombros sobrepasan mi cabeza y mi coleta apunta al cielo. Los elementos de la naturaleza deben estar todos confundidos.
Su corazón estaba en calma y sus gestos eran despreocupados.
Se acercó al estanque, miró su reflejo en el agua y dijo: Oh, cómo me está deformando el Hacedor!
Szu le preguntó: Te molesta?
Por qué había de molestarme?, contestó Yu.
Nací cuando tocaba y moriré cuando sea el momento. Si estamos en paz con el tiempo y seguimos el orden de las cosas, ni la pena ni el gozo nos conmoverán. Los antiguos lo llamaban "liberarse de la esclavitud".
Aquéllos que están enredados con la apariencia de las cosas y se obcecan con sus deseos no pueden liberarse de sí mismos. Pero nada puede superar el orden de la naturaleza. Por qué debería preocuparme?


Lai: Cómo podría enviarme a un lugar equivocado?

Cuando el sabio taoísta Lai estaba a punto de morir, otro sabio le dijo: Grande es el Hacedor de las Cosas! Qué será ahora de ti? A dónde te enviará?
Lai replicó:
Un hijo que obedece a su padre y a su madre irá a donde le digan que debe ir: este, oeste, sur o norte.
Yin y Yang, los elementos de la naturaleza, ¿no son para las personas como la madre y el padre?
Si no los obedeciera, ahora que me han llevado al borde de la muerte, qué díscolo sería!
No hay que culparlos.
La gran tierra me carga con un cuerpo, me impone el peaje de la vida, me alivia en la vejez y me calma en la muerte.
Si la vida es buena, también lo es la muerte.
Si un herrero estuviera trabajando el metal y el metal saltara y le dijera. "Haz de mí la mejor de las espadas!", el herrero lo consideraría de mal agüero.
Ahora que mi forma humana se descompone, si le dijera a la vida: "Quiero ser un ser humano! Sólo un ser humano!, el Hacedor de las Cosas me consideraría de poco valor.
El cielo y la tierra son un gran horno y el Hacedor de las Cosas es mi maestro herrero.
Cómo podría enviarme a un lugar equivocado?





viernes, 15 de agosto de 2014

Despedidas elegantes.




(De "Despedidas elegantes. 
Relatos de la muerte de maestros zen, tibetanos e hindúes").



Eisai: Morir sencillo.

En 1215, Eisai, uno de los fundadores del zen japonés, supo que su muerte se acercaba.
Viajó a Tokyo para "enseñar a la gente cómo morir".
A su llegada, primero predicó en público, luego se sentó totalmente erguido en postura zen y murió.
Sin embargo, cuando sus seguidores se quejaron de que su muerte había sido demasiado súbita, revivió.
Pasaron cinco días y, finalmente, murió del mismo modo.



Nogami Senryo:  Morir de pie.

Nogami Senryo dedicó casi toda su vida al cuidado amoroso del templo de monjas de Seikanji, en Japón.
Puso especial énfasis en que sus discípulas y ella misma vivieran de acuerdo al dicho zen: "Zadatsu Ryubo. Muere sentada. Muere de pie. Ése es el camino de la monja y el monje".
Dogen utilizó este mantra para recalcar que la práctica significa llevar a cabo todas las actividades prestando una serena atención a la realidad del momento presente.
En cada actividad cotidiana (al fregar el suelo de madera, limpiar su cuenco de arroz con un trozo de rábano o cuando arrancaba las briznas de hierba en el jardín de piedras blancas), ella lo repetía como un mantra: "Zadatsu Ryubo. Muere sentada. Muere de pie").
Su cuerpo había comprendido que la iluminación significaba no tolerar otra cosa que la realización perfecta de cada actividad.



Un frío atardecer de noviembre de 1980, la nítida voz de Nogami rompió el silencio: "Ha llegado el momento de Zadatsu Ryubo!"
Se puso a caminar lentamente hasta la estatua de bronce del Buda.
Su discípula Kuriki llegó justo a tiempo para ver a la monja de 97 años, con sus sencillos hábitos negros, pararse de pie ante el Buda, dio un paso final para perfeccionar su postura y se quedó inmóvil.
Entonces Kuriki gritó, gozosa:
"Felicidades, maestra!",
mientras Nogami moría de pie.





Takuan: Morir como un sueño.

Cuando el maestro Takuan estaba muriendo, sus discípulos le pidieron que escribiera un verso de despedida, su último verso, según era la tradición.
En un principio se mostró reacio y dijo "no tengo últimas palabras". Pero como sus discípulos insistían, tomó un pincel, escribió el carácter kanji para "sueño" y murió.









Yamaoka Tesshu: No te preocupes ni por la comida ni por la ropa.

Cuando le llegó el momento de morir, el 19 de julio de 1888, Yamaoka Tesshu se bañó y se puso un impecable quimono blanco. Siguiendo las convenciones, los discípulos le pidieron un poema de muerte. Y Tesshu entonó de inmediato este haiku:

Apretando mi abdomen
contra el dolor;
el graznido de un cuervo matutino.


Puesto que sus discípulos nunca habían oído un poema de muerte que contuviera la palabra "dolor" (creían que paz, luz o una cosa parecida sería algo más apropiado para un maestro zen), dudaban en hacerlo público.
Con inquietud, mostraron el poema al abad Gasan, cuando éste lo solicitó.
Qué magnífico poema de muerte!, exclamó.
Cuando pasó el cuervo y graznó, Tesshu estaba teniendo una hemorragia: su cáncer le carcomía el estómago. Los dos acontecimientos llenaron el cosmos.

Teshu se sentó en postura formal de zazen, se despidió de sus familiares y amigos
("No te preocupes ni por la comida ni por la ropa", dijo a su hijo)
y cerró los ojos. Inspiró profundamente y entró en la meditación eterna. Tenía 53 años.


P'u-hua: Se estiró en el ataúd y murió.

Cuando el maestro P'u-hua sintió que su fin estaba próximo, anunció a la gente de la aldea que al día siguiente iría a la Puerta del Este y moriría allí.
Toda la comunidad le siguió en procesión y se reunió fuera de los muros de la ciudad para presentarle sus respetos.
P'u-hua anunció entonces: Llevar a cabo un funeral hoy no estaría de acuerdo con el Cuervo Azul (un ave mitológica). Moriré mañana en la Puerta del Sur.
Al día siguiente la gente volvió a seguirle, pero entonces él anunció: Será más favorable morir mañana en la Puerta del Oeste.
Al tercer día acudió menos gente y él decidió cambiar al día siguiente a la Puerta del Norte.
Al cuarto día, él mismo acarreó su ataúd hasta la Puerta del Norte. Tañendo su campana, se estiró en el ataúd y murió.





jueves, 14 de agosto de 2014

Meditar en la muerte.





Querida amiga:

Me preguntas sobre la meditación en la muerte. Qué propuesta tengo para ti. Qué experiencia puedo compartir contigo que a mí me haya resultado inspiradora y útil.
En un principio me quedo sin palabras porque ya sabes lo arriesgado que es dar consejos personales.
Una cosa es compartir abiertamente una experiencia personal, y a quien le resuene o le inspire, que la use -y a quien le suene como palabras sin sentido, o incluso despropósitos, que lo deje pasar. Y otra es caer en el orgullo de creer que vas a acertar a ayudar a alguien en concreto. Porque quién sabe el momento (emocional, espiritual) en que se encuentra la otra persona, receptiva a qué, abierta a qué.
Me preguntas por la meditación en la muerte que a mí me haya resultado inspiradora y útil, pero la que haya funcionado de esta manera para mí puede resultar vacía, depresiva o incluso contraproducente para otra persona.
Sin embargo, si yo no sé, sí sé que la vida (el karma, si quieres) sabe, y ella se encargará de poner las meditaciones y contemplaciones adecuadas para ti en el momento preciso.




Dicho esto (pido disculpas por el preámbulo tan largo), paso a compartir parte de mi experiencia. Y si me siento inclinada a hablarte de ésta (parte) y no de otra, por algo será. La vida sabe.



1. Traer la muerte al momento presente. 
Vivir la propia muerte, aquí y ahora.  
(Meditación en 
la muerte)

A mí me ha servido y me sirve traer la muerte (de este cuerpo) al momento presente. Imaginarla como real. No es una mera probabilidad, es algo cierto que va a ocurrir antes o después. Así que viajo a ese momento para sentir (vivir, soñar) el instante en que me voy. Cuando lo abandono todo.
Vivir mi propia muerte como algo real, aquí y ahora. Abandonarlo todo.
Quizás al principio pueda aparecer el miedo o el dolor o la resistencia o lo que sea. Pero conforme te familiarizas con la situación, pasa a ser menos duro. Familiarizarse con la situación, de la muerte o de lo que sea (conocer, comprender) debilita el dolor y el miedo.
Con la práctica, podría llegar a resultar incluso una experiencia de liberación, fusión, disolución, amor... casi mística. O qué sé yo qué más. Sólo tú puedes llegar a saber a dónde te puede llevar tu experiencia personal de la muerte.




2. Quién se muere?
(Meditación en 
la vacuidad del yo)

Paralelamente a la meditación en tu propia muerte (de este cuerpo y esta mente), prueba a hacer la meditación en el yo: Quién soy yo?
Busca si el yo (tu yo) está en este cuerpo (¿Soy las células que mueren y caen cada día o las que nacen? El pelo y las uñas que me corto o las que se quedan? El cuerpo de cuando era niña o el de hoy o el de la anciana que seré?  Si me cortan una mano, ¿yo soy esa mano o soy el resto de cuerpo, o paso a ser dos yos?).
Y busca si está en esta mente (¿Soy este pensamiento, este sentimiento de tristeza de hoy o la alegría de ayer? ¿Soy la nieta, la hija, la amiga? ¿La buena persona y generosa o la que a veces resulta cruel?). Búscate en el cuerpo y en la mente. Medita en el yo, busca el yo.
Quizás descubras que estás designando "yo" en una construcción cuerpo-mente que es meramente conceptual. Que no existe.
Te estás confundiendo con algo que no eres tú. Y ese "algo" es el que vas a ver morir.
Pero si has descubierto que tú no eres eso (esa construcción cuerpo-mente), quizás no te resulte tan doloroso.
Ni la pérdida de la propia construcción mental mente-cuerpo (yo) ni la de los demás. Meras construcciones mentales.

(Ramana Maharshi le tenía tanto miedo a la muerte cuando era niño -en especial tras la muerte de su padre- que decidió experimentar su propia muerte. "Quién soy yo? Qué es lo que muere? Si es este cuerpo el que tiene que morir, que muera". A partir de esa experiencia surgió su conocida autoindagación o indagación del ser. Proceso que podemos encontrar detallado en el libro "La indagación del ser. El camino de Ramana Maharshi").



3. Contemplar las pequeñas pérdidas y duelos cotidianos.
(Meditación en 
la impermanencia)

Por último, volvemos a la práctica cotidiana.
Si la primera contemplación consiste en imaginar la propia muerte (de este cuerpo y mente) como algo real, aquí y ahora, esta práctica consiste en ser consciente de las pequeñas muertes reales y cotidianas de la vida diaria.
Tu vida diaria está llena de pérdidas y de duelos, algunos vividos de forma inconsciente y otros mal vividos (mal interpretados, vividos con dolor, rabia, resistencia, sentimiento de injusticia, etc.)
Ahora te propongo ser consciente de cada pequeña muerte o pérdida cotidiana, ya sea más evidente (algún dinero, un robo, un olvido, el trabajo, la pareja, la salud...) o sutil (un día en el calendario, una arruga en proceso, la impermanencia en cada objeto, relación, situación...) Y vivir atentamente su duelo.
Familiarizarte con la experiencia de soltar. Ver aparecer y ver desaparecer las cosas en tu vida. Y ver el duelo (cómo reaccionamos en cada caso) y comprender el duelo.
Con el tiempo, podrá ser que empieces a ver aparecer y desaparecer las cosas en tu vida sin oponer resistencia.
Oponer resistencia no tiene sentido; las cosas son como son.
Y si algún día llegas a confiar en la vida, sentirás que está bien como es.





martes, 12 de agosto de 2014

La muerte.






El duque Jing de Qi hizo un recorrido por el norte del monte Niu. Al acercarse de regreso a la capital de su estado rompió a llorar: Ay, tierra mía, qué hermosa eres! Llena de verdor, brillante de rocío. Por qué la muerte tiene que separarme de esta tierra?
Por qué existirá la muerte? A dónde irá mi humilde persona cuando te abandone?
Kong, el historiador, y Liang Qiu-ju, que iban en su compañía, también se pusieron a llorar y dijeron: Gracias a nuestro soberano tenemos una sencilla comida hecha de verduras y un poco de carne, y gracias también a él podemos viajar en un carromato tirado por un jamelgo, y sin embargo no deseamos la muerte. Con cuánta mayor razón debe serle cara la vida a nuestro soberano!
Yan zi fue el único que sonrió, mirando hacia otro lado.
El duque se secó las lágrimas.
Más tarde, durante la comida, miró a Yan zi y le dijo:
Hemos dado hoy un paseo que ha entristecido a mi humilde persona. Kong y Ju han llorado conmigo. Por qué tú eres el único que ríes?
Yan zi le respondió:
Si los grandes hombres no desaparecieran nunca, ahí estarían aún Dai Gong y el duque Huan. Si los hombres valientes no desaparecieran, ahí estarían aún los duques Zhuang y Ling. Si todos los soberanos vivieran hoy, vos malviviríais en el campo, vestido con una capa de bejuco y con un sombrero de paja en la cabeza. Viviendo de tan humilde manera, ni tiempo tendríais para pensar en la muerte. Además, no hubieseis podido subir al trono. Debido a esa alternancia por la que vivimos aquí para luego abandonar esta vida, habéis llegado a la condición de soberano. Vuestras lágrimas lo único que prueban es una falta de virtud, una incomprensión de la naturaleza humana. Y así es como al ver a un soberano carente de virtud y unos acompañantes que le adulaban siguiéndole la corriente, vuestro vasallo se ha tomado la libertad de sonreír para sí.
El duque Jing se sintió avergonzado. Levantó su copa como castigo, y para castigar a sus dos acompañantes les hizo beber dos copas de vino a cada uno.

(De Lie Zi)

:D
Últimamente se partía el pecho leyendo a los taoístas de la antigüedad china.




Permitidme compartir mi último viaje -dijo en la última sección de la meditación.
Los vientos del karma (el destino, el acontecer, la vida, mi maestra sin nombre y con todos los nombres) han vuelto a conducirme a la locura no conceptual del zen japonés.
En ocasiones es el amor y en ocasiones es la risa la que me hace reconectar con eso que me expande y me disuelve a la vez.
Vuelven a caer en mis manos, sin que los busque, viejos libros de haikus, cómics zen, despedidas elegantes y personajes que a primera vista parecerían un despropósito.
Las maestras y maestros zen japoneses, artistas y poetas, a veces evocan sus raíces budistas (de la India) y a menudo las tradiciones milenarias de la China.
Y si el desconcierto del zen japonés (koans y otros elementos que rompen el código conceptual) a veces te descoloca (como un baile liberador o una caída al vacío), el tao de sus maestros y referentes de la China constituyen una auténtica explosión de locura.
En algún sitio escuché (o soñé) que el despertar sería como una gran carcajada.





lunes, 11 de agosto de 2014

Todas las cosas son motivo de viaje.






Al principio,
el maestro Lie Zi gustaba de viajar.
Hu Qiu zi le preguntó:
A Yu Kou (el nombre de nacimiento de Lie Zi) le gusta viajar, mas qué placer puede uno obtener de los viajes?
Lie Zi le respondió:
La satisfacción de un viaje consiste en disfrutar de las novedades.
La gente cuando viaja contempla lo que ve; yo, cuando viajo, contemplo los cambios de la naturaleza. Viajar! Viajar! Poca gente sabe lo que es un auténtico viaje.
Entonces, Hu Qiu zi dijo:
Los viajes de Yu Kou son como los de los demás. Cómo puedes decir que viajas de forma diferente? Todo el mundo al ver las cosas ve siempre sus cambios. Dices que disfrutas con las novedades de las cosas y no sabes que el propio yo se renueva también constantemente. Te entregas a viajes exteriores y no sabes entregarte a la contemplación de tu interior, ese viaje. El que viaja por el mundo exterior busca su complemento en las cosas; el que contempla su interior se realiza en sí mismo. Realizarse en sí mismo es el viaje perfecto. El buscar plenitud en las cosas exteriores es un viaje fallido.




A partir de entonces, Lie Zi no volvió a salir de viaje en toda su vida; consideraba que no sabía viajar.

Hu Qiu zi dijo:
Viaje perfecto!
Perfecto viajero es el que no sabe a dónde va.
Perfecta contemplación es no saber lo que se mira.
Todas las cosas son motivo de viaje, todas las cosas son objeto de contemplación.
He aquí lo que yo llamo viajar, lo que llamo contemplar.
Por eso digo:
Viaje perfecto!
Viaje perfecto!




(De Lie Zi. 
El libro de la perfecta vacuidad.)













viernes, 8 de agosto de 2014

La alegría de vivir.






Una noche que volvía de cenar fuera (uno de esos ágapes particulares de entonces), cogieron unos helados de la nevera y subieron al terrado a degustarlos mientras miraban el cielo y la luces de las montañas y la ciudad. Ella, su ex y su gato. Y entonces apareció aquella experiencia de "todo está aquí".

Todo está aquí. Mi nacimiento, el nacimiento de mi madre, su muerte, la llegada de mi hijo y de mi hija, mi muerte, la enfermedad...

Como una revelación.
Y supo que ya nunca más volverían a ser las cosas de la misma manera.


Pasó el tiempo y la Gran Revelación pasó a ser una pequeña revelación.
Todo está aquí, sí, como un cuento narrado, un sueño soñado.
Y qué? Tampoco hay que darle tanta importancia al guion, o los guiones potenciales,
de tu vida.
Todo está aquí. Y qué? Cómo puedo soltar todo eso? Liberarme de todo eso?




En el Lie Zi (El libro de la perfecta vacuidad) leyó que existen personas libres que no sueñan de noche
y de día no desean.
No celebran la vida ni temen la muerte.
Tampoco celebran la muerte ni temen la vida.




Cuentan de Lin Lei, un hombre centenario que cantaba mientras recogía las espigas abandonadas en los campos.
Confucio le vio a lo lejos y les pidió a sus discípulos que alguien fuera a hablar con el anciano.
Zi Gong se ofreció a hacerlo.
Se acercó a Lin Lei y le dijo:
Maestro, ¿no sentís ninguna preocupación mientras cantáis y espigáis?
Por qué debería sentir alguna preocupación? -preguntó a su vez Lin Lei.
De joven, maestro, no os habéis esforzado.
En vuestra madurez no habéis competido con el mundo en busca de riqueza, posición y fama.
Ahora, viejo como sois, no tenéis esposa ni hijos, cuando la hora de vuestra muerte está a punto de llegar.
De modo que no tiene sentido la alegría que mostráis cuando espigáis cantando.
¿Podéis decirme los motivos de esa alegría?
Lin Lei se rió y respondió:
Los motivos de mi alegría los tienen todos los seres, pero ellos, al contrario, los convierten en motivos de tristeza.




Y dijo más, Lin Lei, pero ella se quedó ahí por un instante,
degustando las palabras que acababa de escuchar,
meditando en la libertad de la sabiduría,
en la gozosa alegría
de la vida
y de la muerte.
Esa fantasía de ir
y venir.