sábado, 26 de junio de 2010

Hoy toca ser buena persona.










Hoy es uno de esos días que se anuncian duros, amigo mío,
uno de esos días en los que una se despierta avisada.
Abre los ojos y lo ve:
que toca ser resistente como la caña de bambú;
flexible ante la adversidad
y resistente.
Que toca humildad.
Paciencia.
Que toca soltar cada pérdida
que haya que perder.
Que toca dar voluntariamente -de todas formas va a ser un día de pérdidas,
mejor anticiparse y soltar
voluntariamente.
Que toca encontrarse en el dolor ajeno, que es el mismo que sientes,
el dolor ajeno de hoy
o de ayer
o de mañana.
(El dolor de siempre en esta experiencia kármica).

Hoy toca regalar caricias a cada ser sufriente con el que te cruces;
caricias de pensamiento,
palabra
y obra
a todos los seres, sin excepción.

Hasta mi gato se ha despertado esta mañana con las armas abandonadas,
tranquilo, sumiso, aceptante,
y elige dormir.

Yo, sin embargo, voy a pasar por la vigilia con los ojos bien abiertos y haré lo que tenga que hacer
(hay momentos en que los seres humanos no pueden escaquearse y echarse a dormir),
avisada de que hoy es un día para la práctica.




Hoy toca ser buena
persona.

domingo, 20 de junio de 2010

Yo, los duelos, con cava.










Me lo dijo una persona a la que quiero mucho,
que se lo había dicho una persona a la que quiere mucho:
"yo, los duelos,
con cava".
Bonita frase.
Yo también, pensé.
Los duelos, las pérdidas, los dolores,
con
celebración.


Pero, para mí, el mejor cava no es un brut de los caros, celebrar las penas en el mejor restaurante, hacer un viaje o empezar a coger taxis rompiendo el hábito de los transportes públicos
(al menos no necesariamente).
Celebrar,
"tratarme como una reina", para mí, es, por ejemplo,
percibir la luz de la tarde -o de la mañana, o de la noche-,
contemplar el mar,
sumergirme en el mar helado
o cálido, cristalino.
Parar.
Mirar mi estatua de Vajrayoguini
con su rostro que destruye todos los engaños
y desvela el gran gozo y la vacuidad profundas,
o de Vajrasatva
que acaba con todas las inercias saboteadoras.
Vajrasatva sentado con su consorte.
O sin consorte.

Parar.
Abrirme -a las bendiciones.
Contemplar.
Comprender.
Soltar lastre.

Para mí, el mejor cava es gratis.
Caminar por la montaña del Montjuïc
y respirar el regalo del aire fresco
y limpio.
Parar.
Meditar.
Abrirme.
Desprenderme
de la armadura oxidada del caballero que no soy,
de la dama que no soy.

El mejor cava es la liberación.
Y, en budismo, se dice que es la otra cara de la renuncia.
De hecho, la renuncia es el paso previo, la antesala
de la alegría infinita de la liberación.
Y no existe duelo en la renuncia,
sólo el alivio
del lastre liberado.

Parar, abrirse, soltar,
sentir la ligereza.


Celebrar la vacuidad del yo, abrirse a la compasión.

Para mí, el mejor cava no es tirar la casa por la ventana, encadenarme más de lo que ya lo estoy
(y si surge, es mera anécdota).
Es
soltar cadenas.
Tirar por la ventana el yo que me esclaviza
y me limita
y me impide ser quien soy.
Tirar por la ventana a la niña egocéntrica que llora y llora sin parar, pobrecita de mí,
en vez de darle golosinas para que se calle, porque el ego caprichoso y malcriado nunca se va a callar,
nunca tiene bastante,
y sólo conseguiría engordarlo
y darle más poder tiránico del que ya tiene.

El duelo, además,
me conecta con el dolor de todas las personas que están sufriendo la misma pérdida,
me hermana en el dolor
y, entonces, ya no duele mi dolor
sino el dolor del mundo.
En cualquier caso, para qué engañarnos, ¿alguien nos dijo que no íbamos a pasar por este tipo de pérdidas
y otras?
¿Qué otra cosa podíamos esperar de esta experiencia humana?


La riqueza de la renuncia.

Contemplar el significado de esta existencia humana, ayuda;
entender en qué consiste; aceptar las experiencias por las que has de pasar.
Y transcenderlas.
Soltar lo que posees y, sobre todo,
soltar los deseos.
Dejar de desear para empezar a apreciar.
Y ya no necesitas nada.
Eres grande, rica, poderosa,
porque no necesitas nada.
Lo tienes todo
y todo te sobra.
(Como los grandes superhéroes de los cómics de tu infancia).
Ya nada puedes perder.
Se acabaron los duelos.

Yo, los duelos, los abrazo
porque me recuerdan que no hay nada que perder
ni que poseer
porque lo eres
todo.



O estás en camino de serlo,
una vez que
lo descubres
(quien eres
y como son
las cosas)
en el duelo.