lunes, 20 de agosto de 2012

Que tu alegría sea la causa de más alegría.












¿Te das cuenta de la habilidad que tenemos para transformar las buenas condiciones (la "buena suerte")
en sufrimiento?
(Malas condiciones,
mala suerte, llámalo como quieras).

En este curso de fin de semana, de repaso del Festival de Verano, en el Drolma Buddhist Center en Fort Lauderdale, Miami, Fl., Gen Kelsang Norbu nos ha recordado, entre otras cosas, que tenemos un montón de buenas condiciones externas -lo que quiere decir, desde el punto de vita budista, que nos ha madurado un buen karma. Buena suerte, porque podría habernos madurado el otro.
El problema con la buena suerte es que a menudo la transformamos en causas para la mala suerte en el futuro. Y también en el presente.
Por ejemplo, si me van bien las cosas ahora y genero apego -exigencias, demandas, necesidades-, ya lo estoy transformando en sufrimiento, para ya mismo y para luego.
Y si le van bien las cosas a los demás y genero envidia o celos, también estoy transformando la buena suerte en sufrimiento y causa de sufrimiento. Para mí misma y para los demás.

Qué confusión domina esta mente humana, no?, que, como dice Shantideva,
en la búsqueda de su felicidad, lo mejor que sabe hacer es crear causas de sufrimiento.

El loyong te muestra la manera de transformar las condiciones adversas en el camino espiritual -es decir, un camino para la paz y la alegría, presente y futuras.

Y el tantra te enseña a utilizar las experiencias de disfrute para que sean causa de más experiencias de disfrute, en el presente y en el futuro. Como una batería que recarga el buen karma, la buena suerte,
hasta convertirla en un estado de paz y bienestar permanentes
con capacidad para proyectar paz
y bienestar
permanentes.





martes, 14 de agosto de 2012

Y a mí, de qué me sirve esto de la vacuidad?













Mi hijo escribe guiones
para teatro y cine
y luego los pone en escena y los dirige.
También es actor, acostumbrado a representar
cientos de personajes
en su vida.
Como guionista, director y actor, funciones que ocupan explícitamente
la mayor parte de su tiempo,
nos entendíamos bien en aquella comida en el japo, cuando hablábamos de la vida como un sueño. O como una película. O como una representación de teatro en escena.
A veces ensayos que parece que no funcionan, pero forman parte del proceso para acabar de perfilar la obra.
Parecía que nos entendíamos bien al considerar la vida como una película, en teoría, como una metáfora tal vez. Pero cuando yo intentaba convertir la metáfora en una mirada sincera sobre la vida, él empezaba a alterarse.
Que las cosas no existen inherentemente, por su propio lado, tal como las vemos, sino que son una proyección de mi mente, una creación de mi mente...
Qué me estás contando?
Y de qué me sirve a mí todo eso?

A veces, en las clases, o hablando con alguien individualmente sobre la vida o sobre algún problema en concreto, a veces, parece que resulta fácil seguir el razonamiento que te conduce a pensar que las cosas no son como te aparecen, el razonamiento teórico, filosófico, pero llega un punto, a veces, en especial cuando te acercas a aplicar el razonamiento a una situación en concreto, a un drama en concreto, en tu vida concreta, puede ocurrir que entonces una se rebote, y se altere,
de qué me sirve a mí todo eso?...









Gen Kelsang Norbu es el maestro residente del Centro Budista Drolma en Fort Lauderdale, Miami, y ayer lo explicaba con una claridad cristalina en su clase en Coconut Grove
sobre la vacuidad de los fenómenos.


Si creemos que las cosas (las situaciones, las personas) existen ahí fuera, por su propio lado, completamente independientes de mí, de mi mente, de mi mirada,
cuando me enfrento a un problema, a una situación difícil, a algo que me desagrada,
entonces es muy poco lo que yo puedo hacer para resolverlo. Si creo que las cosas son como yo las veo, independientemente de mi mirada.
Es muy poco lo que yo puedo hacer para cambiarlo, para incidir en ello.

Pero si empiezo a creer que lo que yo veo, la situación que aparece ante mí, está relacionada conmigo, con mi mirada, con mi mente,
entonces, puedo cambiar la situación cambiando mi mente.
Y dejo de ser una víctima en un mundo injusto para convertirme en el creador o creadora de mi propia vida, de mi mundo, de mis experiencias personales.

De qué te sirve comprender la vacuidad de los fenómenos (ese tema que te resulta tan arduo, a veces, tan surrealista y raro, casi esotérico)?
Porque comprenderlo te libera
Dejas de ser un esclavo del guión kármico de tu vida para convertirte en el guionista y director, representando el personaje que deseas.
Porque puedes empezar a construir el mundo en el que quieres vivir
y dejar de experimentar ese guión de catástrofes
que te mantienen tan agotado.

Por qué no probar a vivir otra cosa?

No te gustaría
simplemente probar?





jueves, 9 de agosto de 2012

Parafraseando a Shantideva.












"No hay nada aquí
que no haya sido escrito antes
y carezco de especial habilidad
para la composición.
Mi razón para escribir esto es beneficiar a los demás
y familiarizarme con ello".

Lo dice Shantideva en su Guía de las obras del bodisatva.

No es una oración
pero, como si lo fuera, hago mías sus palabras.

Careciendo de especial habilidad para la composición
y consciente de que ni una sóla de estas palabras o conocimientos o experiencias
nace de mí; que no tengo nada que aportar, personalmente, nada original, nada de mi propia cosecha, sino que cada frase que digo la he aprendido antes, la he puesto en duda (en su mayor parte), la he puesto en práctica y la he investigado,
y la he experimentado de una u otra manera, a uno u otro nivel.

Que no hay nada aquí que me convierta en autora, nada que no haya sido dicho o escrito antes,
y ni siquiera cuento con una habilidad especial para comunicarlo.

Entonces, siendo así, para qué ensuciar folios virtuales?

Mi única razón para escribir esto es compartir este camino que me fascina día tras día, hora tras hora, a cada instante, por si tú puedes beneficiarte también,
si de alguna manera puede serte útil.
Mi razón para escribir esto es beneficiar a los demás, si fuera posible.
Y familiarizarme con ello.
Con la práctica de beneficiar a los demás
 -aun dormida, distraída o incluso contra mi voluntad,
que siempre me mueva el tú primero que te tiene presente-
y con la práctica
de todas las prácticas
del dharma.






domingo, 5 de agosto de 2012

Vacaciones.














Mi amigo
me preguntó:
y qué vas a hacer dos meses en M.?
Y yo miré hacia otro lado y dije:
practicar...
Y él se rió: sí, eso ya, eso siempre.

Pues eso.

¿Y yo, que creo
que lo demás es anecdótico?
Aquí o allá, ante unas apariencias u otras;
si parece que pierdes
o parece que ganas;
si te madura un mal día (pesado, lleno de preocupaciones y algún agobio)
o apacible, sereno, inspirador.
Si tienes vacaciones o no las tienes.
Si pierdes el trabajo (qué bien: tiempo libre, o qué mal:
tiempo libre)
o lo ganas.
Conozco a alguien que se ha pasado la mitad del verano agobiada, buscando trabajo, agotador, qué dura tarea. Los pies le sangraban de patearse las calles repartiendo currículums. Tanto esfuerzo para tan poco, decía. Y encontró trabajo; qué dura la adaptación, qué duras las relaciones, qué duro aprender; tanto esfuerzo
para tan poco.

¿Y yo, que sospecho que en el fondo, muy en el fondo, da igual
si te toca la lotería o te arruinas;
si tu familia es una fuente de gratitud y apreciación o una retahíla de facturas pendientes y resentimientos;
si consigues una hipoteca
o la pierdes.
Que al final lo único que cuenta es lo que haces con ello,
cómo navegas las experiencias que te presenta este guión
kármico.

Que nunca llega la sangre al río, aunque parezca que la vida te va en ello
y aun cuando te va.














Que lo importante es lo que haces con todo eso:
si proteges la paz,
el amor ecuánime, la compasión
y la mirada que contempla los fenómenos como sueños,
o no.

Así que, quizás, da un poco lo mismo
lo que vas a hacer
o te va a presentar este sueño
dos meses, o dos eones,
aquí
o allá.
Si, en tu experiencia, sigues protegiendo,
estabilizando
lo que importa,
hasta fundirte
y desaparecer,
como agua
vertida
en agua.





jueves, 2 de agosto de 2012

Qué cansada estoy!













Querida amiga:

Todo está aquí, recuerdas?
Párate un momento, deja de buscar fuera
lo que buscas, porque está aquí.
Por qué ese empeño en gastar tanta energía,
como si te sobrara,
en agotarte?


Cerrada la ventanilla de reclamaciones.

Kunsang dijo al final de aquella conferencia: 
Ahora ya sabes quién es la culpable de todo tu sufrimiento.
Y eres libre de elegir si te quedas en él (en el sufrimiento) o no. Es tu decisión.
Pero si decides quedarte, si ésa es tu decisión, ten presente dos cosas:
1. No te quejes. Cerrada la ventanilla de quejas.
2. No le eches la culpa a nadie más.

















De la misma manera,
si decides agotarte en gestiones externas,
abandona ya la vieja excusa en cualquiera de sus variantes:
no tengo tiempo,
no tengo tiempo para mí,
el sistema no me deja,
es muy difícil en esta sociedad,
las responsabilidades familiares, el trabajo... etc. etc.


Sólo puedes sentir el dolor del duelo mientras creas
en la pérdida.














Amiga mía, cambias de casa, cambias de trabajo, de país, de pareja,
buscas nuevas amistades y aventuras,
crees que te mueves por el mundo
pero en realidad, tal vez,
es sólo una hipnosis
y tú estás aquí, donde estás
(hipnotizada, inmóvil),
y es la proyección la que cambia en la pantalla del sueño
haciéndote creer en fenómenos como el paso del tiempo,
la impermanencia, la muerte y todo lo demás.
Pero ni el tiempo ni la impermanencia ni la muerte existen más que como un momento más
del sueño.
Ni el ir ni el venir existen más que como una mera aparición
y desaparición.
(A dónde se ha ido o de dónde ha venido la montaña que subías en el sueño?
Cuando despiertas, dónde la buscas? No la buscas porque sabes que sólo era una proyección de la mente, aunque te canses en la escalada, aunque sientas el vértigo, aunque te caigas y duela;
aunque la experiencia haya sido intensa, no buscas en ningún lugar la montaña del sueño porque sabes que no la encontrarás).
Ni la ganancia ni la pérdida existen, fuera de la mente,
y el dolor del duelo es sólo una experiencia mental, mientras creas en la pérdida.
Sólo puedes sentir el dolor del duelo mientras creas en la pérdida.
Pero, cómo puedes perder la montaña del sueño?















Amiga mía, párate en medio de la proyección, por un momento, y contempla
el paso de las imágenes.


Detén por uin instante el personaje que representas y déjale mirar con ojos despiertos
la proyección de la película que pasa ante sí
(los amigos y enemigos, la pareja, los hijos, el trabajo que ha perdido o ha ganado, las vacaciones, los viajes, los disfrutes, las cenas compartidas, los paseos por la playa, disolverse en el mar...).
Y no te agotes más, en vano.
¿No ves que no hay nadie que se esté moviendo tanto?
Que no hay nadie que sufra, ni motivo de sufrimiento.
Bájate del tiovivo de esta película agotadora,
aunque sólo sea un instante.
Y luego otra vez, y otra.
Bájate. Y observa cómo esa réplica tuya, despierta, contempla el tiovivo
hasta pararlo.