lunes, 30 de marzo de 2009

El estancamiento.




Emi me habla del estancamiento. Quién no ha pasado por ahí? Quién no está ahí, de alguna manera? Lo cierto es que nos pasamos más tiempo “descansando” que en camino. Las trampas de la complacencia.
Ya es un paso de gigante cuando lo detectas, porque una persona se puede pasar años estancada, sin avanzar, ni en la meditación ni en su vida cotidiana, y no percibirlo.
No avanzar es la señal de que algo no se está haciendo bien. Y las dos herramientas de observación que nos da Rabjor son: la vigilancia y la retentiva mental.

Vigilancia y memoria en la meditación.

Si hablamos de la meditación, la vigilancia es como un espía que la observa (tu concentración, si aparecen pensamientos que no tocan). Cuando te has propuesto un objeto de meditación, la vigilancia mental te avisa de las distracciones y te remite a tu objetivo. Cómo? Con la retentiva mental, que es la memoria de las instrucciones: recordar la contemplación (buscar) hasta encontrar tu objeto y sostenerlo con concentración y unipuntualizadamente.
Con estudio, práctica, vigilancia y retentiva mental, antes o después una acaba saliendo de sus estancamientos.


Vigilancia y memoria en la vida cotidiana.

Pero a veces este estancamiento se produce en tu crecimiento personal y se ve reflejado en tu vida cotidiana. Por ejemplo, la sensación de que últimamente vuelvo a sufrir por cosas que ya creía tener superadas, me enfado más fácilmente, tengo más tendencias egoístas, más exigencias, más necesidad de control, me frustra que las cosas no sean como yo quiero que sean, etc.
El budismo te diría: relájate, te está madurando ese karma (el resultado de alguna acción anterior), échale paciencia. Y utiliza la situación para poner en práctica en la vida cotidiana lo que practicas interiormente en la meditación: paciencia; estimar a los demás (empatía, cambiarse por los demás); tomar y dar (tomar el sufrimiento ajeno y dar amor); aceptar la derrota y ofrecer la victoria (aceptar el dolor y las dificultades del momento con amor y alegría), etc.
Alégrate, porque en este momento (en la dificultad) cuentas con un buen terreno de cultivo para practicar, aprender, interiorizar tu comprensión del dharma y crecer.

Es difícil verlo así en el momento, cuando duele, pero de todas formas va a seguir doliendo (cuando toca sufrir), así que mejor no añadirle más dolor con la resistencia y las pataletas infantiles de “esto no debería ser así”. Si es lo que toca, más vale sacarle provecho para el futuro.

Exteriormente, haz lo que tengas que hacer, con sabiduría (es decir, no desde la visión egoísta), lo que honestamente consideres que sea mejor para todas las partes, pero, interiormente, aprovecha para utilizar la situación como una oportunidad de práctica y aprendizaje.
Te dolerá menos y le dará un sentido al momento difícil.

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jueves, 26 de marzo de 2009

Crecer junt@s.











Por si no sabes muy bien dónde te encuentras, recupero una de las primeras entradas para que sepas de qué va esto.





Me han propuesto que escriba un blog sobre budismo.
Intento aprovechar cualquier oportunidad que se me presente para colaborar con el centro al que acudo a meditar regularmente (Centro Budista Mahakaruna de Barcelona, de la Nueva Tradición Kadampa) y que abre puertas a mi conciencia a cada clase que asisto, regalándome más herramientas para pensar mejor y vivir mejor. Estoy en deuda con él, así que digo que sí. Pero yo no soy una maestra, ni mucho menos una experta. Sólo soy una estudiante fascinada con los recursos del Dharma, la mejor ciencia de comprensión de la mente que conozco. Así que me propongo escribir sobre eso, sobre los aprendizajes de cada día, lo que me revelan las clases de Rabjor, Lochani, Lorena y, cómo no, Gueshe-la.
Me propongo, pues, aquí, compartir mis reflexiones, dudas, confusión y, probablemente, también algún acierto. Espero que compartáis en este blog los vuestros.
Un blog abierto a todo el mundo, budistas y no budistas, personas en el camino del crecimiento personal y/o espiritual.
Porque crecer junt@s nos ayudará a crecer más y mejor.

martes, 24 de marzo de 2009

La concentración.






Meditar no siempre es una experiencia placentera.

A veces sí, te sientas a contemplar y te haces consciente del torbellino de los pensamientos, los apaciguas con una caricia (como si pasaras la mano por la crin de un caballo salvaje, que se amansa al contacto) y es como si el oleaje de un mar embravecido se serenara, y se transforma en una superficie plana, como un espejo; un lago en calma como un espejo, que te llama para que te sumerjas y te sumerges en la superficie calma de tu mente y desapareces.
A veces.
Y a veces el estado apacible resulta inspirador, terreno fértil para las ideas, y aparecen soluciones para los problemas cotidianos, comprensiones y significados como flashes de lucidez, iniciativas geniales.
Excitación mental.
Te lo pasas bien, sin duda, pero sigues arrastrada por la actividad mundana cotidiana.

Dices que fluyes y fluyes en el océano del samsara, pero no realizas una práctica de concentración ni familiarizas a tu mente con ningún objeto virtuoso (nuevas y más efectivas formas de pensar en el trayecto de la sabiduría).
Simplemente fluyes, sí, en tu agitada vida cotidiana, que se ha infiltrado en tu meditación.
Pero, ¿es eso lo que quieres? ¿Eso es todo lo que quieres, de tu meditación?


Apaga los interruptores
de tus distracciones.



En budismo, existen diferentes prácticas
u objetos de meditación: la compasión, la preciosa existencia humana, la muerte, el refugio, la renuncia, la bodichita, la vacuidad…
Hay quienes conectan fácilmente con unas y se bloquean con otras, hasta el punto de llegar a sentir incomodidad física o mental, ansiedad, vértigo… o simple dolor de cabeza.
A veces no es una cuestión de contenido o significado o profundidad, sino mera dispersión. Excitación mental.

Cuando ocurra esto, simplemente relájate; vuelve a apagar, uno a uno, los interruptores de los pensamientos intrusos que ahora no interesan –por muy brillantes que te parezcan las ideas, “realizaciones” que ahora no vienen al caso y aunque se disfracen de genialidad no dejan de ser meras distracciones.
Relájate, apaga los interruptores de tus pensamientos intrusos, uno a uno, y vuelve a ser el tronco o la roca imperturbable ante las olas o la tormenta.
Y vuelve a tu objeto de meditación, unipuntualizadamente -la compasión, la preciosa vida humana, el abrazo de la muerte, la vacuidad…
No sólo te servirá para familiarizarte con los valores, los pensamientos que quieres hacer tuyos sino, además, como un ejercicio de concentración en sí mismo.

¿Y por qué es importante la práctica de la concentración?
Porque sin ella nunca podrás controlar tu mente.
Sin concentración, nunca tendrás poder sobre tu mente.
Y serás un esclavo de tus pensamientos, que dirigirán tu vida, sin elección; buenos o malos, perjudiciales, perturbadores o equivocados, dirigirán tu mente y tu vida sin elección.
Sin concentración no existe poder mental; con concentración empiezas a tomar las riendas de tu vida.

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viernes, 13 de marzo de 2009

El viajero.






“Cuando un viajero pasa unas noches en un buen hotel, no se apega a las comodidades de que disfruta, pues sabe que pronto tendrá que marcharse. Cuando deja el hotel no se entristece, porque nunca consideró que fuera su propio hogar”. (Gueshe Kelsang Gyatso: El camino gozoso de buena fortuna. Ed. Tharpa).

Del mismo modo, si dejamos de pensar en esta vida como nuestro lugar de residencia permanente, viviremos la vida de otra manera, con más ligereza y desapego y, al mismo tiempo, con más intensidad y, sobre todo, significado.


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lunes, 2 de marzo de 2009

Meditar en la muerte.











Un discípulo le preguntó a su maestro: Maestro, ¿cómo puedo prepararme para morir?
El maestro le respondió: Prepárate para vivir.
¿Y cómo puedo prepararme para vivir?
Prepárate para morir.

Meditar en la muerte está considerada como una de las prácticas más poderosas en el budismo. ¿Te asusta? Salta sobre tus miedos y prueba, y tal vez descubras una nueva dimensión en tu vida, una forma diferente de vivir, más intensa y feliz. ¿Te suena contradictorio? No creas.

Por qué nos resulta tan aterrador pensar en la muerte?
Como si fuera evitable.
Y no lo es.

Tener presente la muerte (que puede tener lugar en cualquier momento) significa, por una parte, apreciar la vida que tienes; anticiparte a la inevitable consideración final (¿he aprovechado mi vida? ¿he vivido mi vida con sentido?) y llenar de sentido tu vida ahora, que aún estás a tiempo.
Tener presente la muerte significa centrarte en las cosas importantes, más que en las “urgentes” (todos esos trámites y negocios en los que nos involucramos, supuestamente necesarios para sobrevivir).
Gueshe Kelsang Gyatso dice: “La vida se acaba antes de que los trabajos se hayan agotado. Las tareas y actividades de la vida mundana no tienen fin”.
No lo dejes para luego, cuando se te acaben las gestiones urgentes. Porque ese tipo de cosas no se acaban nunca; y si se acaban, nos inventamos otras nuevas -esa equivocada adicción.
Más nos vale que nos dediquemos a lo importante, porque no existe otra cosa más urgente que lo que realmente importa.


Ir soltando lastre.

Ya que nadie ni nada nos va a librar de la muerte, todo el mundo desearía afrontar ese momento de una forma tranquila, con aceptación, con paz mental, con la satisfacción de haber vivido una vida con sentido; si es posible, de haber dejado este mundo un poco mejor de lo que lo encontramos. Algunas personas incluso aspiran a ser capaces de irse con alegría. Con la profunda satisfacción del deber cumplido. Con amor.
Pero sabemos por experiencia que todo requiere un entrenamiento y práctica; no te haces cirujana, arquitecto o maestra sin haber pasado por una formación. ¿Cómo puedo prepararme para morir como desearía morir?

Existen diferentes entrenamientos para ello; y lo mejor de todo es que todos los entrenamientos para la muerte te enseñan a vivir mejor.
Practicando aceptación, por ejemplo. Pero recuerda que la aceptación no tiene nada que ver con la resignación: la resignación no acepta, simplemente soporta lo que no le gusta; la aceptación comprende con una mirada de amor. Aceptar la muerte inevitable sin oponer resistencia, en su momento, te evitará dolor añadido y sufrimiento.
Practica aceptación en cada pérdida, en cada duelo. Practica soltar. Considéralo un lastre menos. Recuerda que al final tendrás que soltarlo todo (tu dinero, tu preciosa casa y posesiones, tus afectos, tu imagen, tu reputación). Cada pérdida es un lastre menos y una práctica más. Al final, cuando tengas que soltarlo todo, te resultará más fácil. Ya te has familiarizado con la situación y sabes cómo hacerlo.

Puedes vivir cada pérdida con rabia o depresión, o bien recordar que es simplemente un lastre menos. Aún tienes tantas cosas. Y todas ellas tendrás que dejarlas atrás. Aprecia y disfruta de todas las que te quedan, sin apego, con libertad, consciente de que antes o después las tendrás que dejar.
Piensa en el sentido de tu vida, el auténtico, el más profundo. Y dedícate a ello como si fuera lo más urgente. Porque no hay nada más urgente que lo realmente importante.