jueves, 25 de febrero de 2010

Y el pesao de turno resultó ser una emanación.


A veces tienes la impresión de que aparece en tu camino gente que te complica la vida y de la que no puedes escapar.
Un hijo, tu pareja, una amiga. Alguien a quien quieres pero tiende a problematizar de manera gratuita, innecesaria.
Críticas, quejas, gritos quizás.
A menudo la marea te arrastra y reaccionas de la misma manera.
Pero a veces puedes contemplar. Y observas el absurdo.
Y esto, por qué?
Qué necesidad hay?
Por qué contaminar el ambiente, complicarnos la vida, maltratarnos, hacernos sufrir?
Contemplas y ves el viaje, tan efímero. Como un rayo.
Contemplas y ves el barco en el que todos somos tripulantes, el mismo viaje hacia quién sabe dónde.
Y sólo ves sentido a los cuidados, la amabilidad, el buen rollo, la cooperación.
Y es una realización.
Entonces descubres que esa persona que te "complica" la vida es una emanación
de Buda
-o como quieras llamarle.

Y lo ves tan claro.

Te ves a ti misma complicándole la vida a tantas personas, tantas veces;
pasando facturas, buscando problemas donde siempre hay soluciones,
exigiendo, esperando de los otros
lo que tu ego te dicta que esperes.
Protegiéndote de los demás cuando debías estar protegiéndote de tus propias
perturbaciones mentales.
Los demás seres (desde tu madre a la última hormiga que encontraste en tu casa porque te olvidaste de barrer)
no son tus enemigos sino que son tripulantes en tu misma nave, compañeros
de viaje.

Ya no más.
Nunca más -te propones.
En este viaje compartido
sólo hay lugar para los cuidados, la amabilidad, la consideración hacia los demás,
el apoyo, la sonrisa,
las risas,
el abrazo,
los ánimos
para avanzar.
(Aun cuando duele y amenaza tormenta; especialmente entonces).
Porque con ánimos avanzamos mejor.
Porque juntos y fuertes
avanzamos mejor.
Porque gracias a las fuerzas de los demás
superamos desfallecimientos propios
y viceversa.
Porque en este viaje, en esta nave,
o nos salvamos todos
o no se salva nadie.


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viernes, 19 de febrero de 2010

Sé como Buda ante los maras.


Éste es un texto que, según algu
nos comentarios, ha resultado muy inspirador a ciertas personas para ayudarles a contemplar las adversidades y reducir el dolor que éstas pruducen cuando te las crees -cuando les das categoría de realidad en tu vida, cuando dejas que sus apariencias te secuestren. Observar los acontecimientos como son en realidad (meras apariencias que surgen y se desvanecen -antes si no te aferras e ellas) es la mejor vacuna contra el secuestro emocional.















A veces aparecen experiencias en tu vida que no te resultan agradables.



Tal vez se muere alguien querido; tu pareja se va; tu mejor amigo sufre una profunda depresión y sufre; tu hermana no le encuentra el sentido a la vida y duele; tu hijo adolescente hace añicos todos los proyectos previamente compartidos y aparece con un espejo en las manos que refleja tus caras más monstruosas...
Puede incluso que aparezcan todas de golpe y algunas más: una molesta enfermedad que designan crónica, la vejez, una crisis que produce alucinaciones y un cuerpo que no funciona... Todo
de golpe.
Puedes hundirte en la desesperación, "no puedo más".
O puedes contemplarlo todo como Buda debajo del árbol, observando las apariciones de los maras, que llegan como poderosas pesadillas que hacen ruido para arrastrarnos
-pero no lo consiguen-, se debilitan
y se van...

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miércoles, 10 de febrero de 2010

Reducir las actividades.







Seguimos con el loyong en el PF de los martes y jueves: el adiestramiento de la mente para transformar las dificultades en el camino.

¿Existe algún recurso interno o alguna riqueza externa más valiosa que ésta?:
Que las dificultades no entorpezcan tu felicidad y tu sabiduría sino que puedas convertirlas en el camino rápido
hacia la felicidad y la sabiduría;
la experiencia más intensa, a partir de las dificultades,
gracias a ellas.

Este método es más valioso hoy que nunca porque, aunque ahora nos parezca que la vida es más confortable y fácil que en ningún otro momento de la historia, en lo que respecta a las experiencias espirituales, el control mental y la paz interior, no es así.
El hecho es que nuestro camino está lleno de dificultades
internas y externas,
conscientes e inconscientes.

Por qué?
Entre otras cosas, porque nuestra vida hoy es más agitada, ocupada, la agenda llena.
Díselo a mi jefe, comenta Judith.
Pero cuando no es el jefe quien me roba mi tiempo, soy yo misma quien lo hago.
Y si no te lo crees, echa un vistazo a lo que pasa fuera del horario laboral.
Pasa
que seguimos llenando el tiempo de distracciones; llenando el tiempo o matando el tiempo.
No es que vivamos en la sociedad del consumo, es que la creamos continuamente,
la cultura del consumo, tanto material como de actividades.
Lo hacemos las personas adultas y les enseñamos a hacerlo a nuestr@s hij@s, quienes nos vienen detrás.
Y luego nos quejamos de su falta de concentración.
Y de nuestra falta de concentración.

Las personas que practicaban en el pasado tenían mucha más facilidad para la concentración en la meditación y para lograr la experiencia de la permanencia apacible: un estado de paz interior y gozo supremo.

Soy un ser de mi tiempo. ¿Me sirve esto de justificación para condenarme a no conseguir jamás el primer paso (un minuto de concentración unipuntualizada) o el segundo (cinco minutos) hacia la experiencia de paz interior?
De ninguna manera.
Me sirve de referente para saber que la mejor manera de desarrollar concentración es reducir mis actividades, aligerar mi agenda, eliminar distracciones, cambiar la dirección del camino que sigo para acercarme a mí misma, a mi paz interior.
Porque si no mejoro yo, no lo tendré fácil para ayudar a nadie.
Mejorar para ser más útil.

Reducir las actividades que me alejan de mi paz interior.

Así que tomo nota:

1. Reducir mis actividades.
2. Proteger mis realizaciones, mis experiencias de paz (afecto, compasión, paciencia, sabiduría... la que sea)
para que no se pierdan en el olvido.

Al igual que he dedicado mi larga vida (de largas vidas) a proteger con la repetición incansable tantos pensamientos y malos rollos que no me ayudan a vivir mejor sino a generar ansiedad, sentimiento de separación, a dispersarme en distracciones sin sentido,
ahora decido empezar a proteger las experiencias internas positivas que consiga ir generando dentro de mí,
por pequeñas que sean,
porque tienen un valor incalculable,


la mejor de todas las inversiones que puedo asegurar para el futuro
y para el presente.

jueves, 4 de febrero de 2010

Todo está cambiando











A mí también me hace reír y,
de paso,
me resulta una inspiración para la práctica de la ecuanimidad:


"En cierta ocasión, un matrimonio vivía con su hijo y su nuera en la misma casa, detrás de la cual había un estanque.
Al padre le gustaba mucho pescar en él y cada día solía llevar pescado a casa para cenar. Un buen día, llegó un forastero, se enamoró de la nuera y acabó convirtiendo adulterio con ella. Cuando el hijo se enteró de lo ocurrido, mató al hombre. Puesto que el forastero había generado mucho apego por la mujer, renació como su propio hijo. Poco después, la madre falleció y, como estaba tan apegada a la casa y a su familia, renació como el perro de la casa. Más tarde, murió el padre y, puesto que le gustaba tanto pescar, renació como un pez en su propio estanque. Entonces el hijo salió a pescar y este mismo pez fue su pesca. Lo llevó a casa y su mujer lo asó para cenar. El perro olió el pescado y se acercó a comer los restos. Mientras el hijo se comía el pescado que había sido su padre, acunaba a su propio hijo que había sido su enemigo y echaba fuera a patadas al perro que había sido su madre.
Shariputra presenció la escena con su clarividencia y declaró: El samsara me hace reír!

Debido a que nuestras relaciones con los demás son tan variables, no hay por qué apegarse demasiado a los familiares y amigos ni por qué ser hostiles con nuestros enemigos. Todas estas relaciones cambiarán, sólo es una cuestión de tiempo".

De El camino gozoso de buena fortuna.
Gueshe Kelsang Gyatso.
Editorial Tharpa.


lunes, 1 de febrero de 2010

Sobre el apego y el amor.




Qué es el apego? Por qué me apego a las personas, a las cosas, a las situaciones, hasta que las convierto en "necesarias" en mi vida? Por qué me hago dependiente de ellas hasta doler?

El budismo dice que el apego es un estado mental que distorsiona el objeto (de apego) exagerando sus cualidades. Llego a convencerme de que el objeto es exactamente así, imprescindible en mi vida, y eso, antes o después, me va a llevar a sufrir, porque no hay nada que pueda estar siempre, permanentemente, en mi vida.
Por otra parte, esta exigencia respecto al objeto (persona o situación) hace que priorice mis intereses sobre los suyos en todo momento, mi bienestar sobre el suyo, mi necesidad sobre las suyas.
Y encima, llego a autoconvencerme de que lo que siento es amor.
Pero el apego, en realidad, es antiamor; así como el amor es el mejor antiapego.

Pero no el único.

Para combatir el apego, el budismo nos propone varios métodos. Aquí te presentamos tres de ellos, que puedes utilizar como objeto de meditación.
Con la práctica, estos nuevos puntos de vista acabarán siendo integrados en tu vida reduciendo paulatinamente hasta eliminar la tendencia al apego.




1. La impermanencia.


Todo es impermanente y está en continuo cambio, así que no tiene sentido apegarse a una cosa que antes o después ya no existirá, será diferente (de hecho, cada instante es diferente aunque no lo perciba). Desde ese punto de vista, el deseo de retener a una persona (o situación) es irracional y está condenada al fracaso, a la insatisfacción y al dolor. Porque nunca lo conseguiré.




2. Igualarse.


Pero además, en mi experiencia, uno de los mejores métodos de controlar la tiranía del apego cuando se dirige a las personas, consiste en la meditación básica de "igualarse": recordar que la otra persona desea ser feliz y no sufrir, exactamente igual que yo; que su felicidad y libertad son importantes, al menos tanto como las mías.
Igualarme y generar el amor que desea de que la otra persona disfrute de la felicidad y la libertad que quiero para mí, es uno de los mejores métodos antiapego que conozco.

3. La vacuidad.

El otro, el definitivo, me remite al principio de este texto, al recordar que las cosas no son como las veo, como las creo (de creer y de crear); que los objetos, tal como yo los percibo, no existen, porque son una mera distorsión de la realidad: si exagero sus cualidades, me apego, y si lo que exagero son sus faltas, lo rechazo, creo aversión, me molesta y lo quiero fuera de mi vida. Como si lo que me gusta y lo que me disgusta (o me hace enfadar, sufrir o deprimirme) existiera fuera de mi mente, de mi mera percepción de la realidad.

Comprender que las cosas que vemos y con las que nos relacionamos (tal y como las vemos) no son más que una mera percepción mental y personal nos libera de la tiranía de nuestros propios conceptos, puntos de vista y opiniones y nos ayuda a ser más felices y libres y a estimar de una forma sana: esa forma de amor que desea de corazón la felicidad y la libertad de los demás.

Meditar en la impermanencia, en el amor que nos iguala y en la vacuidad son tres formas muy eficaces de liberarnos del sufrimiento del apego y transformarlo en una experiencia de libertad y amor respetuoso.