martes, 26 de febrero de 2019

Día de colada.








Las sombras de la ropa tendida danzando en el suelo del terrado.
La lavadora de ropa blanca (el kimono, las toallas)
y la de ropa de color,
las prendas se unifican en el color sombra
bailando en las baldosas color tierra.

Una tórtola canta sin mucha pasión, al calor del sol.
La sierra eléctrica de algún taller del barrio
recuerda que el motor del mundo continúa imparable.
Y las campanas de la iglesia anuncian la hora, avanzada la mañana.

Un día perfecto para perderse por la montaña
y celebrar en ese restaurante de la cima,
con vistas al valle.

Un día perfecto también para parar
y desaparecer
en la contemplación.
Cada ingrediente del instante presente,
aquí, ahora,
rayando la perfección.
El sabor embriagador de la plenitud.






lunes, 25 de febrero de 2019

Vida y muerte.






Nace la primavera y en la celebración
ya siente el dolor de su partida.
Uno de sus yos.
Ese que se deleita en la anticipación (de la primavera)
en el invierno.

Como cuando se va a dormir con la ligereza del estómago vacío
y la placentera evocación del desayuno de la mañana.

Ligereza y evocación/anticipación,
en el ayuno nocturno.
Soledad y buena compañía, en la contemplación.
Cuando todo está aquí.

Nace la primavera y, con ella,
nace la muerte de la primavera.
Como la luna creciente, noche tras noche.
Otra luna menos por vivir.

Cómo vivir la vida de este mundo sin la muerte,
si en cada aparición ya está el germen de su desaparición?





Otra cosa es el instante eterno,
la imagen fija,
el fotograma.
Como pedalear en la noche por el puerto,
después del entreno,
bordeando los barcos atracados
bajo la luna
y, al frente, el faro de la iglesia iluminada
en la cima de la montaña.
Crees que te mueves,
que vas a alguna parte
y vienes de alguna parte,
pero también es una imagen fija
en un instante eterno.

Hay instantes eternos y situaciones en proceso de disolución,
dependiendo del yo que lo vive.
Tal como lo reconoce la ciencia cuántica.
Y la sabiduría milenaria
de todos los tiempos.
De acceso directo
hoy
mismo.






miércoles, 20 de febrero de 2019

Presencia.






Orfandad.
Cómo sentirse huérfana abrazada por el calor del sol.
Acunada por el canto de las tórtolas
y las gaviotas.

Esa forma de dar,
de darse,
que no es generosidad,
ni amor,
ni lealtad.
Mera naturaleza del ser.
Inteligencia cósmica.


Los juegos del patio del colegio.
El sonido de los trabajos en el barrio.
Todo sigue su rumbo sin ella,
tan poco necesaria.

Y en esa experiencia, en esa conciencia,
es cuando siente que todo está en orden.
Entonces puede percibirlo.
De ninguna otra manera.


Qué paradoja!
Sólo en la Presencia
es cuando comprende que su ausencia
es
tan
irrelevante.




lunes, 18 de febrero de 2019

La pereza.






Así que otro día de pereza
maravillosa,
de retiro en casa.
La llama el sol de invierno en el terrado,
rodeada de bosques y montañas.
Un mirador al cielo,
los bosques
y las montañas que rodean los terrados de la ciudad.

Siente la llamada del sol,
el calor reconfortante del sol, durante el día.
Y la luna creciente, al llegar la noche.
Tan poderosa, la luna.
Y la noche.
Y los colores del cielo al atardecer.
Dónde mejor que aquí mismo?

La enamoran los aromas de casa.
El incienso, la ropa recién lavada.
La luz, la enamora.
El sol de invierno bañando ese cuarto en la mañana,
esos otros en la tarde.
El cuerpo de sol y el cuerpo de sombra en los espacios que habita,
la enamoran.

El olor del café recién hecho,
la taza de avena y frutos secos.
La cerámica a la que un día dieron forma unas manos,
ahora en sus manos.
El bol de frutas del bosque, tan colorido.

Su organismo vaciándose.
La serotonina invadiendo este cuerpo y esta mente.
La inspiración, como si la hubiera tocado una varita mágica,
una lluvia de bendiciones.
Este continente de amor rebosando un contenido de amor.






Inspira un aire cargado de bosque y de canto de pájaros.
El aire en la piel y en el cabello
y en cada célula,
y en el espacio entre sus quarks.

Otro día de pereza.
Otro día de celebración.
Otro día de contemplación,
de esta vida,
tan llena,
tan intensa,
tan habitada.






jueves, 14 de febrero de 2019

El silencio atronador.








Los sonidos del silencio.
Silencio atronador,
por fuera y por dentro.

Fuera, el canto de las gaviotas, el aleteo,
las tórtolas,
los motores del trabajo, las obras,
el ascensor, una moto,
el aire en la ropa tendida.
Y tanto más.
Atronador,
el sonido del silencio.

Por dentro, emerger de emociones.
Como un océano de olas,
todas están ahí.
El dolor, la alegría,
la tristeza, el duelo,
el miedo.
Silencio atronador de emociones,
olas que emergen en este océano
que se va calmando,
calmando,
hasta llegar a ser ese mar plano como un espejpo
que tanto le gusta,
donde entra y se disuelve,
en el espejo de agua.

Silencio atronador de sensaciones, de cuerpo.
El latir de los intestinos,
el pulso en las venas como ríos,
la incondicionalidad del corazón.
Alguna tensión muscular,
el estómago en reposo.
Silencio atronador
de sensaciones físicas.
De cuerpo.

Tan vacío y tan lleno,
el silencio.






El silencio atronador solo se nuestra en la ausencia de palabras,
la ausencia de pensamientos,
en la escucha atenta
y profunda.

En el silencio conceptual
emerge el silencio
atronador,
tan habitado.
Revelador.

Como un puente hacia el océano en calma,
el espejo de agua,
el silencio
despierto.
Plenitud.





martes, 5 de febrero de 2019

El instante de no-problema.







Sol y viento suave en la ropa tendida.
Perfecto.
Instante de perfección, para la ropa tendida.
Todo está completo.
Plenitud.


Sol suave en su piel,
sentada sobre el cojín, las piernas extendidas,
la libreta en su regazo.
La montaña al frente.
en su cabello, en sus pulmones,
corriendo por sus venas,
regando de aromas de montaña
y nutrientes de montaña
su organismo
soñado.
Todo él.
Apaciguando su mente.
La montaña fundiéndose con su mente
apacible.
Instante perfecto.
Completo.
Plenitud.

Una gaviota blanca sobrevuela la baranda
y su aleteo, al pasar, hace bailar el cabello de ella
y su contemplación.
El canto de la tórtola.
Instante
perfecto.





Ninguna fiesta a la que acudir en este "día libre",
La agenda vacía.
Vacía significa libre, abierta, disponible.

Hoy hace un día precioso para pasear, dice su amigo.
Hace un día precioso para fundirse con él en cualquier lugar,
aquí mismo.
Dónde mejor que aquí mismo?

La tórtola, el baño de bosque, el canto de las gaviotas.
La visita de alguna gaviota, uniéndose a su contemplación.
Esa energía multiplicada.

El sol suave, el cielo claro,
la ropa tendida en un instante de perfección,
bañada por el sol y danzando al aire ligero.
Tan perfecto.
Tan completo.
Tan pleno.
Tanto.





domingo, 3 de febrero de 2019

Sobre cambiar el orden de las 4 Nobles Verdades.






El maestro dijo:
Las 4 Nobles Verdades funcionan aunque cambies el orden.
En este caso, el orden de los factores no altera el producto.

Sintió que una puerta se abría en su corazón.
Ella también estaba tentada muchas veces a cambiar el orden,
aunque solía verse como una transgresión inapropiada.

Por eso, porque sabía de lo que hablaba, consideró los matices.
Sí que lo altera, pensó.
El orden de los factores altera el resultado.
No es lo mismo partir de la 1ª Noble Verdad (la vida es sufrimiento)
que partir de la 3ª: la vida es Nirvana.
Plenitud.
La vida es perfecta tal como es.
Aunque a menudo no lo parezca.
En nuestra percepción/interpretación.

Esta vida misma ya es el Nirvana (3ª Noble Verdad)
y hay una manera de estabilizarlo (4ª Noble Verdad, el óctuple sendero).
Pero si lo olvidas y te dejas arrastrar por la ignorancia,
por la ilusión de separación, el egocentrismo
(los orígenes del sufrimiento, 2ª Noble Verdad),
en ese caso, la vida es sufrimiento (1ª Noble Verdad).





No es lo mismo partir de la 1ª Noble Verdad
(la vida es sufrimiento, pero podemos llegar al Nirvana al final del camino)
que hacerlo desde la 3ª Noble Verdad:
la vida es Nirvana.
Pero si lo olvidamos, lo obviamos, lo ignoramos
o prestamos atención inapropiada
(los orígenes del sufrimiento),
entonces, ese camino nos conduce al sufrimiento.






Como casi siempre, el grupo de estudio se centraba en los obstáculos,
las dificultades, la insatisfacción, la frustración;
la vida es sufrimiento
y el dharma nos ayuda a gestionarlo mejor,
hasta la eventual liberación.

Como cuando miramos atrás y nos obcecamos en ver a la niña herida, el niño herido,
la infancia traumática.
Aquella vez que la madre no estaba y te sentiste abandonada,
las exigencias imposibles del padre,
lo que sea.
Cada cual tiene su propia lista de reproches y facturas pendientes.

Qué fácil es ver ahora todas las veces que nos salvaron la vida,
los cuidados,
las comidas que nos prepararon, los trajes con los que nos vistieron
y todo lo demás.
Con suerte, aprendemos a cambiar el relato histórico
y cambiamos el pasado.
La historia que nos contábamos repetidamente, que llegó a parecer tan real,
ya no es válida.
Y dio paso a otra.

Y nos sentimos personas adultas porque lo hemos comprendido.

Pero quizás estamos haciendo lo mismo con el presente.





Thich Nath Hanh plantea:
Es normal que duela
el dolor de muelas,
pero qué pasa con todos los no-dolores de muelas?
¿Celebras cada instante de no-dolor de muelas?

Por supuesto que hay que afrontar los problemas que aparecen, gestionarlos,
comprenderlos, resolverlos.
Pero qué pasa con todos los instantes de no-problema?
Cuando todo es perfecto y paladeas la plenitud.
Cuando respiras y puedes respirar, sin problema.
Cuando comes tu almuerzo, porque tienes comida en la mesa,
y tienes mesa,
y aún puedes masticar y tragar,
y degustar el campo y las cosechas,
el agua, el sol, el viento y la lluvia,
ese interser
con las células, el agua y el espacio que te conforman.
Cuando caminas y puedes caminar.
Cuando lees un libro o escuchas música, o el canto de los pájaros
o el sonido del viento.
Cuando sientes el aire o la lluvia en tu piel.
Cuando respiras el aroma de la tierra mojada o el tomillo del camino.

Cada día de tu vida está lleno de más instantes de no-problemas que de problemas.
Instantes perfectos, de plenitud.
y ni los vemos.
Para concentrarnos en el conflicto. (La vida es sufrimiento).





Es una cuestión de práctica.
Con la práctica de percibir los instantes de no-problema,
los momentos perfectos, de plenitud,
podría ser que lleguemos a encontrar la misma perfección
en cada instante de las situaciones que aún consideramos conflictivas.
Como cuando cambiamos el relato de la infancia.

Puede ser que en la distancia lo veamos con claridad
(cuando tiene lugar la reconciliación con los ancestros).
Pero quizás seguimos haciendo lo mismo en el presente.





Hay muchos caminos y todos son personales e intransferibles
-dijo alguien, en el grupo de estudio.
Lo que es incuestionable es que todas las personas que estamos aquí sentimos ese anhelo por la Verdad,
somos buscadoras de la Verdad.

Quizás.
O quizás ya somos la Verdad (3ªNV),
y podemos instalarnos en ella (4ªNV).
Ser lo que somos.

Pero si lo olvidamos
(con la ilusión de separación y amenaza, el miedo y todo lo demás,
los orígenes del sufrimiento, la 2ªNV),
pasamos a convertirnos en simples
y sufrientes
buscadoras de la Verdad. (1ªNV)

Y es que el cambio de los factores
a veces
sí cambia el resultado.