sábado, 30 de octubre de 2010

Cuando el amor da miedo.




  • Interesantes las consideraciones que hace Deepak Chopra sobre el amor en su libro Reinventa tu cuerpo, resucita tu alma.
    Para él, el cuerpo es conciencia;
    al igual que el alma, o la mente, es conciencia.
    Insiste en que el cuerpo es ficción -y eso ya empieza a sonarnos.

    Pero hay cosas que expanden el alma y sanan y fortalecen el cuerpo, esta apariencia;
    entre ellas (y quizás por encima de todas ellas), el amor.

    Hay que hacer avances a nivel de conciencia si queremos salir de las limitaciones que nos aprisionan. Y si avanzamos en nuestro nivel de conciencia, automáticamente se expande el amor.
    De la misma manera, si se expande el amor avanzamos en nuestro nivel de conciencia.
    Y, así, como un motor que se alimenta a sí mismo, esto no hay quien lo pare.

    Disfrutas del amor que puedes manejar.

    La conciencia (o el alma, o el continuo mental) toma el amor infinito de Dios y lo baja a escala humana, dice.
    Pero la medida óptima para cada cual varía.

    La intensidad, abundancia o escasez del amor que recibes depende de muchas cosas.
    La mayoría de la gente desearía que hubiera más amor en su vida pero en realidad experimentan el nivel o cantidad o calidad de amor que pueden manejar en ese preciso momento, al que se han adaptado.
    Por ejemplo, no todo el mundo se sentiría cómodo si se enfrentara de pronto a una avalancha de amor incon
    dicional. Probablemente se preguntarían qué esconde ese nuevo tipo de amor y lo observarían con desconfianza.
    Y, quizás, en el fondo, les preocuparía la idea de no merecer un amor tan abierto y completo; como si les llegara a destiempo (antes de tiempo) o por equivocación, como si la otra persona se hubiera equivocado de persona.


    Por otra parte, mucha gente prefiere vivir sin amor, por diferentes motivos.

    Porque sienten demasiado miedo de arriesgar la comodidad con la que cuentan, esa zona privada y segura de confort, donde nadie más puede entrar a ponerla en peligro.
    O porque sienten que han fracasado anteriormente o se sienten heridas o se han aburrido de alguien a quien amaron alguna vez.
    Para todas estas personas, el amor ha llegado a su fin, lo cual significa que un aspecto del alma se encuentra adormecido.
    Ésa es su opción.
    Así lo han decidido.

    Conexión vs. separación.

    La buena noticia es que puedes recuperarlo, pero sólo si quieres, si haces esta elección.
    En este caso, tienes que optar por la creatividad.
    El amor no se interesa por la repetición de viejas pautas ni por acomodarse en una zona de confort,
    quiere ir a un nivel más profundo,
    quiere más intensidad, más significado, más expansión.
    Quiere que te arriesgues.
    Quiere que cambies.
    Que transciendas tus limitaciones.
    Que sueltes tus defensas.
    Que tiendas la mano con confianza.

    Pero nada de eso será posible si te identificas con un ego separado, herido, fragmentado, asustado y hostil.
    El ego y el amor son incompatibles.
    Por qué?
    Porque el ego está separado, es separación. Se construye en la separación.
    Y el amor es conexión.
    Y la separación y la conexión son incompatibles.
    Por eso, para amar,
    ese viejo cuerpo, como un disfraz pasado de moda y que se te ha quedado pequeño, tiene que ser abandonado.

    Quién o qué ser, entonces?

    Si quieres abrirte al amor, experimentar el amor,
    sólo puedes ser una cosa.
    Adivínalo.













domingo, 24 de octubre de 2010

El dinero es virtual.


Ella dijo: no te preocupes por eso, para mí el dinero es virtual.
Bueno, en realidad todo es virtual pero el dinero más;
dado que suelo pagar con tarjeta, el dinero ni siquiera pasa por mis manos, así que no es más que un acto de fe creer que lo tengo o que no lo tengo, que tengo más
o menos.
Hasta el día de hoy, en este sueño, entrego este trocito de cartón o digo un número como una clave mágica y funciona. Claro que, para no tentar a la suerte, mi consumo es mínimo,
tampoco necesito tanto.

La amiga la miró pensando: esa despreocupación por el dinero sólo es propia de quien no ha sufrido preocupación por el dinero.
Pero, en cierta forma, se equivocaba.
Ella había conocido etapas en la infancia en las que no había qué comer en casa. Pero entonces las vecinas aparecían con un plato de comida.
En cierta forma, también, había sido una "sin techo", dado que el techo de su casa se caía y había que buscar un lugar donde dormir. Pero alguien de la familia tenía una casa fantástica, así que siempre había una cama fantástica donde dormir.
Un amigo muy personal (que sí se preocupaba por el dinero, aunque nunca había pasado hambre y siempre había tenido un techo bajo el que dormir) le había dicho algún tiempo después:
nunca te sentiste pobre porque sabías que vendrían los tuyos a rescatarte.
Y ella dijo: sí, eso es.
Y luego pensó: pero quiénes eran "los míos"?
Esa pregunta quedó sin responder.

Luego, en la universidad, tampoco fue fácil: había que pagarse los estudios y la vida, pero ella ya sabía que la naturaleza humana aguanta algunos días sin comer. Y, después de todo, era tan romántico como en las novelas, poemas y biografías de poetas y artistas que había leído.
Nunca se sintió pobre.

Pasado el tiempo, el dinero seguía siendo algo virtual.

Quizás por eso, meditar en la bondad de todos los seres no resultaba una práctica difícil.

Todo te ha sido regalado.

¿Has pensado alguna vez -le preguntó a la amiga- que llegaste al mundo desnuda y con las manos vacías?
No trajiste nada. ¿Y qué pasó?
Encontraste vestido y cuna y comida, unas manos que te cuidaban. Un mundo de abundancia, regalado.
Y así ha seguido siendo hasta el día de hoy.
Mírate: esos zapatos, no te los has hecho tú con tus manos, ni tus pantalones, ni la silla donde estás sentada, ni la cama donde dormirás esta noche, ni la casa que te da refugio, no la has construido con tus manos ladrillo a ladrillo, ni la mesa donde desayunarás, ni el café y las tostadas o la fruta o las verduras, tú no has amasado el pan que te llevas a la boca ni has cultivado ni uno sólo de los alimentos con que te nutres, ni has conducido el camión que los transporta ni has construido el vehículo ni las carreteras que hacen posible que lleguen los productos hasta tu mesa.



Has llegado aquí desnuda, con las manos vacías, no trajiste nada contigo y todo te ha sido regalado desde el principio y aún hoy, y así será hasta el final.
¿No sientes gratitud?

La amiga dijo: es una forma de verlo. Diferente.
Normalmente tendemos a pensar que nos explotan en el trabajo, que nos pagan poco
a cambio de lo mucho que damos, que se aprovechan de nosotros...
Es una mirada desde la separación y crea separación, desconfianza, victimismo, competitividad.
Pero no es más cierto que el hecho de que todo te ha sido regalado, que no has tejido con tus manos el vestido que te cubre ni la toalla con que te secas al salir de la ducha, ni le has dado forma con tus manos desde el barro al vaso en el que bebes el agua, ni has instalado las cañerías que hacen que ese agua llegue a tu grifo y a las células de tu piel.

Cómo sentirse pobre
o desagradecida?

Gratitud.

Si piensas en la generosidad
y en la bondad de los demás (esa red de seres que hacen posible que todo esté a tu alcance)
sólo puedes sentir gratitud
y un deseo imperioso de devolver algo, lo que sea, lo que esté en tu mano,
devolver todo lo que puedas, a la menor ocasión,
a la fuente que te nutre.

Y esa mirada de no-separación crea conexión,
confianza,
solidaridad,
colaboración,
gratitud,
amor.
Todos esos invitados a los que tiene tanto miedo
el miedo,
y por eso permanece tan lejos.


El miedo
no tiene nada que hacer en esta reunión de invitados,
en esta fiesta.

El miedo, la avaricia, la codicia,
se quedan al otro lado de la puerta,
tan lejos...

miércoles, 20 de octubre de 2010

Aceptar la derrota y ofrecer la victoria.








La meditación sobre aceptar la derrota y ofrecer la victoria nos anima a practicar la paciencia.
En este mundo tan competitivo, suena mal a primera oída, ya lo sé,
eso de "ofrecer la victoria",
y peor aún lo de "aceptar la derrota".
Y ya ni te cuento si te digo que lo de "aceptar la derrota" se refiere a aceptar el sufrimiento.
El propio, primero, y el ajeno después.

Quizás te preguntas: ¿Pero esto del budismo no va de liberarse del sufrimiento,
de la búsqueda de la felicidad permanente?
Esto de aceptar el sufrimiento, ¿no suena a contradicción?
Pues no. Porque el budismo te demuestra que es precisamente la obsesión por el bienestar, por estar bien, por
que todo esté en orden y concierto, como a mí me gusta, siempre,
y, si no, no lo puedo soportar y lo paso mal,
pues que es esa obsesión precisamente la causa principal de pasarlo mal.
La ínfima tolerancia a la frustración.
Por el contrario, si aceptas ese "sufrimiento", si aceptas el hecho de que las cosas no sean como quieres, cuando no lo son,
si aceptas que tu felicidad (esa "felicidad", ese deseo de salirte con la tuya siempre)
no es lo más importante
y no es obligado que así sea,
esta aceptación
reduce mucha tensión y mucho sufrimiento.
Aceptas la derrota con paciencia.
Y con alegría.

(En esta alegría está la clave -la prueba del algodón-
de la práctica espiritual)


La práctica de aceptar la derrota es, en sí misma, una práctica de la paciencia.
Aceptas con paciencia
y alegría
y todo (esa contrariedad, cualquier cosa) acabará disolviéndose.

Y sigues ofreciendo la felicidad que esté en tu mano ofrecer (la victoria).

Pero esta práctica a menudo tiene trampa, especialmente entre las personas budistas,
que a veces creemos que estamos practicando el ofrecer la victoria (hacer felices a los demás) cuando sólo estamos asegurándonos de que piensen bien, de proteger nuestra imagen, o de mantener una amistad, o de que te dejen en paz (si haces lo que desean) o
a saber...

Qué te mueve?

Rabjor dice que para hacer un buen uso de la práctica de ofrecer la victoria
no podemos perder la perspectiva del objetivo último
(el despertar,
la iluminación, la nuestra y la de los demás, esa felicidad)
y vigilar una y otra vez cuál es la motivación que nos mueve:


si es meramente mundana
o no lo es.

domingo, 10 de octubre de 2010

Cómo purificar tu adn físico-mental-espiritual.








¿Dudas a veces de tu fuerza mahayana, de la pureza de tu bodichita?
Cuentan que hasta Shariputra tembló.
Ocurrió cuando un ser hambriento (quizás un espíritu ávido) le pidió algo de comer y Shariputra, que no tenía nada, se cortó su brazo derecho y se lo dio. Entonces el ser hambriento se enfadó: cómo te atreves a ofrecerme algo con tu mano izquierda?
(Es sabido que en la India la mano izquierda se utiliza para las cosas "impuras", como limpiarse después de pasar por el baño, etc.)
Así que Shariputra le mandó a tomar por... lo que sea, a él y, de paso, a todos los demás seres,
además de confusos desagradecidos,
y se hizo hinayana, un conquistador solitario.
Se fue a su propia Tierra Pura
y abandonó el deseo de liberar a todos los seres sintientes.




La psicogenealogía.




Querido amigo,

la psicología al uso viene a decir que todas las respuestas están en las experiencias de la infancia,
el budismo me dice que la causa de todo está en el karm
a
y la psicogenealogía afirma que todos los dolores de familia tienen su origen en secretos y errores generacionales y nudos no resueltos.
Esta parte es la que siempre me ha inspirado menos curiosidad.
Es este pragmatismo mío y esta resistencia al malgasto de energía que
me lleva siempre por el camino fácil: purifica
y ya.
El amor lo purifica todo. Tira p'alante.
La vacuidad lo resuelve todo: ves cómo todas las heridas se sanan
(lo visualizas en detalle, literalmente)
y todo se convierte en una tierra pura llena de seres puros.

Pero, a veces, siento que es como si la misión, el sentido de la vida
fuera
no sólo sanar tu propio ser, tu propio continuo mental, sino también el karma colectivo.
Al fin y al cabo, nadie está separado de lo demás.


Tomar.




En realidad, pienso que todo está bastante ligado.
Esta mente, mirando y sintiendo la llamada de Keajra, es la "conquistadora solitaria".
La otra mente que desea aportar su granito de arena para sanar el karma colectivo (empezando por mi propia familia, la responsabilidad más directa, que en realidad son todas las familias porque todas arrastran igualmente sus secretos, vergüenzas y dramas particulares), es la mente mahayana.
Cómo hacerlo? Quizás no sea tan difícil.

Por ejemplo,
cojo a mi gato (que viene y se tira a mis pies, tanto que a veces
en vez de Apolo le llamo Felpudo),
y le regalo los masajes que me pide, le acaricio, le beso, le abrazo
y en esos abrazos siento que conforto a todas las generaciones que me precedieron,
y alivio esa "sed de piel" que dice Manuel Lucas que es el origen de todas las guerras,
y estallan las tensiones contenidas -en todas las generaciones previas, y en las que aún no han aparecido.
En mi gato están todas las generaciones que me precedieron y las que me seguirán. Abrazo su dolor y lo conforto y lo hago mío.
(Y me doy cuenta de que no es otra cosa que la práctica de tomar).

Primer paso.


Purificar para Cambiar.

Rabjor (Gueshe-la, Buda) dice que es la compasión lo que nos induce a cambiar. A Cambiar, en mayúscula.
Quizás si abrazo el dolor de quienes me precedieron, los nudos empezarán a disolverse y yo empezaré a dejar de causar dolor.
A Cambiar.
A purificar todas las tendencias que se ocul
tan en mi sombra.
Si confieso todos mis errores (los de las generaciones que me precedieron, presentes en mi adn físico-mental-espiritual), quizás quienes me siguen empezarán a sentirse libres de culpas. Quizás empezarán a sentirse libres
y un poco más sanos.

Y de repente, la familia aparece como una herramienta para ayudarme a comprender y a integrar un poco más el significado de la compasión,

a hacerme un poco más mahayana.

(La psicogenealogía quizás no es más que otro enfoque que ha aparecido en mi vida para ayudarme a comprender mejor la compasión,
lo mismo que la física cuántica me ayudó a dar el primer paso para entender
-intelectualmente-
la vacuidad.)


Porque, como mínimo, me induce a "Cambiar" un poquito más, más a fondo.




Y no dudo que me ayudará a atravesar este temporal que
me
está llegando.



viernes, 1 de octubre de 2010

La gratitud.





Profunda, inspiradora, casi catártica, la última clase sobre
"cómo transformar las circunstancias adversas".
En concreto: cómo sentir amor incluso por la persona que me perjudica.
O, en palabras de Rabjor: cómo transformar las circunstancias adversas de forma que mi amor pueda seguir sobreviviendo.

Apenas unos minutos antes, E. me hablaba de su difícil proceso de separación.
Ella se va de casa, ya está con otra pareja y encima me lo está ponieno tan difícil con los niños...
Le veo más delgado, tan dolido, no es difícil imaginar el dolor del rechazo, el despecho, la rabia a veces.
Le digo: todo empezará a ser más fácil cuando consigas convertir la rabia en gratitud.
¿Gratitud? ¿Encima?
Claro. Ahora toca sufrir (se fustiga: qué idiota soy, no controlo mi mente);
no lo juzques: sufres
y ya,
pero si miras con perspectiva y entiendes que es lo mejor que podía pasar en tu vida, te sentirás agradecido
a que ella haya dado el paso que alguien tenía que dar.
De eso no tengo la menor duda, dice, esto hacía tiempo que no fucionaba y estábamos fatal.
Ahora toca sufrir el duelo, pero no pierdas la perspectiva
y la gratitud aliviará tu rabia y tu dolor
y te protegerá contra realizar acciones negativas que no desearías hacer.

Abraza con gratitud las situaciones adversas.


Gueshe-la (Buda) va mucho más allá:
Consíderale como tu guía espiritual y muéstrale tu gratitud.
Porque esa persona te está dando la oportunidad de practicar la paciencia, de comprender un poco más la impermanencia y la renuncia
y de recordar la ley del karma.

A veces, quienes te lo ponen fácil todo el tiempo, acarician tus oídos (y tu ego) con las palabras que quieres oír y te comprenden tan bien que no te contradicen nunca,
a veces
no te ayudan demasiado.
Aunque parezca que sí, aunque sea eso (esas personas) las que queremos en nuestra vida.
Así, desarrollamos nuestra complacencia
(no se está tan mal donde estoy)
pero no siempre nos induce a crecer.

Y, además, nos estacionamos en una mentira (no se está tan mal)
porque, antes o después, van a acabar apareciendo circunstancias adversas y personas que nos "perjudican".
Así que, por qué no aprender a utilizarlas?

Cuando puedes contemplar la oportunidad que te ofrece la persona que, supuestamente, te está perjudicando,
no puedes evitar la gratitud
y el dolor disminuye,
cambia de calidad y se hace más dulce
y sabio,
menos peligroso.

A eso se le llama: transformar las circunstancias adversas
con alegría.

Qué difícil es ser ese tipo de ayuda para los demás.

Thais, mi compañera de debate esta semana, sólo tiene 25 años y una extraordinaria tendencia mahayana, de bodichita, de compasión,
de consideración por los demás.
Es un lujo de compañera de estudio.
En menos de una semana ya me ha planteado dos veces, sin apenas darse cuenta, el "más difícil todavía" en un par de prácticas.
(Ver entrada anterior sobre el apego).
Lo contemplo una vez más cuando me dice:
qué difícil es ser ese tipo de ayuda para los demás.

Mientras yo me concentro en mi propia práctica (transformar las circunstancias adversas, proteger el amor por las personas que me "perjudican"),
sus palabras me recuerdan una vez más el reto más difícil;
el profundo egoísmo que encierra, a veces,
querer ponérselo fácil a los demás:
decirles lo que quieren oír, hinchar su autoestima, hacerles "felices", contentarles, ponérselo fácil...
A eso también le llamamos amor, cuando muchas veces sólo es amor
a que me quieran,
a que me respeten,
a que piensen bien de mí,
a que tengan un alto concepto de mí,
a que no me abandonen.

Dejar de ser esclava
del amor a mí misma.


Tomo nota:
ver el maestro o maestra,
la enseñanza, la oportunidad
que encierra cada situación difícil,
cada persona que me lo pone difícil,
pero, también,
ser la persona que no es esclava
de su reputación,
de su imagen,
del qué pensarán de mí,
de si me aceptarán
o dejarán de aceptarme;
en otras palabras: de la obsesión por sí misma.

Ser la persona que protege el amor por la otra persona,
da igual en el lugar en el que esté,
el papel que me toque interpretar.