jueves, 30 de octubre de 2014

Es el karma un placebo espiritual?






Querido amigo:


Definitivamente,
el karma funciona.
Miro una película.
El protagonista se desentendió de sus hij@s, de su familia. Su profesión, su proyección social era más importante.
Pasa el tiempo y vuelve a enamorarse de una mujer con una relación conflictiva con sus hijas.
Antes o después toca implicarse y resolver los temas pendientes. La vida no se va a cansar de ponerte delante la misma pauta, una y otra vez. Hasta que resuelvas.
Todos los guionistas de cine y teatro saben que el karma funciona -aunque no lo llamen así.
Tú y yo, y todos los demás seres (incluidos los animales, las plantas, todo), todos los demás guionistas, cronistas de la vida, utilizamos, sin ni siquiera saberlo, la ley de causa y efecto en la creación y relato de la propia historia, o de cualquier historia.
Ya sabes que dicen que la vida es un libro de dharma.
O quizás es el dharma un libro de vida.  :)





Personalmente, nunca he interpretado el karma como un mecanismo de premio y castigo sino más bien como una ley de causa y efecto.
Si insultas a alguien, es muy probable que te devuelva el insulto, ya sea inmediatamente o más tarde. Da igual si proviene de esa persona o de otra.
Si te enfadas, intensificas tu tendencia al enfado; tu enfado de ahora es el efecto de enfados anteriores y la causa de enfados posteriores, esa inercia.
Si haces daño, eres consciente de ese dolor y, de alguna manera, se queda dentro de ti la experiencia, la semilla del dolor, que antes o después va a brotar en forma de dolor en tu vida.
Y eso ocurre así porque todos constituimos un mismo cuerpo y si atacas a alguien te estás atacando a ti mism@.



Quizás te parecen palabras extrañas, vacías, pero cuanto más lo contemplas más claro lo ves: que el árbol de enfrente y la persona de la mesa de al lado y la mesa misma y esa persona que te cae tan mal, son parte de tu mismo cuerpo.















Desde este punto de vista, el karma funciona.

Desde el punto de vista del yo separado (el personaje con el que me identifico), la ley de causa y efecto suele funcionar, en este mundo, en este sueño. En el sueño onírico y en el de la vigilia.
Si por la noche sueñas una serie de situaciones, personajes y emociones, no es casual. Es el efecto de situaciones y experiencias anteriores. De la misma manera, las experiencias (externas e internas) que aparecen en la vigilia son efecto de experiencias previas, y causas de experiencias posteriores.

Yo no lo veo como una forma de justicia impuesta por ningún Dios o Buda, o sentencia cósmica.
Más bien lo veo como uno de los mecanismos de funcionamiento de este juego, en esta experiencia humana.
Quizás para ayudarnos a comprender (a este yo que se cree separado) que esto que parece tan múltiple y diverso en realidad son simples manifestaciones de un cuerpo único y, por eso, cuando atacas a alguien de hecho te atacas a ti mismo.






Querido amigo:

Sospecho que cualquier cosa que convirtamos en un concepto es una ficción, un relato. Un lastre. Un obstáculo. El karma también.
Pero la mayoría vivimos la mayoría del tiempo en un mundo de conceptos, y a veces funciona utilizar conceptos para aproximarnos a la experiencia.
Aunque luego habría que soltarlos, como quien utiliza una barca para ir a la otra orilla y luego la deja para caminar por tierra firme, otra etapa del trayecto. No carga con ella encima hasta el final del camino, hasta llegar a su objetivo.




De la misma manera, usemos los conceptos para aproximarnos a comprender la ley del karma, pero luego hay que soltarlos. Y puedes creer (o no) en la ley del karma, para comprender mejor la vida (la historia) que se nos presenta, pero antes o después habrá que soltar también esa creencia.
Porque antes o después, quizás, también dejará de funcionar.



Y cuándo dejará de funcionar?
Empezará a dejar de funcionar cuando empieces a contemplarlo con la mirada consciente, como en el sueño lúcido. Lo contemplas, todas las situaciones y personajes que aparecen, pero eres consciente de que es un sueño, un guión proyectado por la mente a partir de las semillas kármicas.
Ves la película y la comprendes -sus causas, su significado, su sentido.
La comprendes y la dejas pasar, sin drama, con compasión. Porque cuando comprendes tu propia película (tu propio karma) comprendes la de todos los demás seres.
Y poco a poco se van disolviendo los efectos. Presentes.
Y futuros (si futuro hubiera).
Si dejas de crear más causas, dejas de crear más efectos.





lunes, 27 de octubre de 2014

La depresión y otros dolores de la mente.






Ella no sabe nada sobre la depresión. O muy poco, a veces le toca su sombra.
Ha conocido a unas pocas personas bajo la influencia aplastante de ese dolor, personas muy cercanas.
Un día, una buena amiga se encontró con una explosión psicótica de su hijo adolescente, que le condujo a ser ingresado en el pabellón psiquiátrico de un hospital de la ciudad. Ella hizo una selección de libros en la estantería y le regaló varios ejemplares sobre bipolaridad, depresión y otros, además de los contactos personales de algunos especialistas inspiradores (Eduardo Grecco, investigador de "el don de la bipolaridad", más que de sus perjuicios y prejuicios). Miradas nuevas, alternativas, creativas, sobre ciertas situaciones especiales de la mente humana. Cuando su amiga pasó por casa, se sorprendió: Cómo es que tienes tantos libros sobre la depresión y la bipolaridad? Ella ni se había dado cuenta. Quizás porque desde pequeña vivió esas experiencias muy cercanas, en algunos seres queridos.
Sólo en los seres queridos?
Bueno, quién no ha conocido alguna vez la experiencia de la derrota más absoluta, el desinterés, la desmotivación, el dolor de despertar a un nuevo día. A un nivel u otro, tod@s sabemos un poquito de qué va eso. Sin ánimo de frivolizar.
Cuando su madre murió, ella era una niña. Todo lo que representaba la alegría de vivir se esfumó. Su padre se hundió en una profunda depresión. Dejó de entrar dinero en casa, y como nadie se ocupaba de encalarla y pintarla una vez al año, según la tradición, los techos y paredes se empezaron a caer, y así se convirtió en una familia casi "sin techo". Pero siempre había una vecina que traía un plato de su olla del día y una cama de alguien de la familia donde dormir al llegar la noche. Los años pasaron y las circunstancias cambiaron, un poco.
Ella recordaba largos años de invierno, oscuros, fríos, de un fuerte viento. Ya que mamá no vuelve, como esperaba (papá se había aferrado a su fe en la resurrección, literalmente), qué te parece si nos tomamos unas pastillas y nos vamos con ella?
Años más tarde, su mejor amiga de la universidad pasó de la euforia y el éxito más espectacular en los medios a la depresión profunda. Le llevó años, duros. Hasta que cerró página con el suicidio. Ella fue la última persona con la que habló, por teléfono, a las 4 de la noche. Luego le escribió una carta de despedida y se fue a dormir. La encontraron al día siguiente y la rescataron en el último momento.
Tras la muerte de su padre, su hermana no podía soportarlo y amenazaba con irse. Vivir no tiene sentido, qué sentido le ves a soportar este dolor, para qué?
Ella a veces la acompañaba, la escuchaba, la abrazaba, o la zarandeaba. Un día le respondió, en tono de broma, "yo ya me he ido". Si tan poco te gusta esto, vete, pero nadie se tiene que enterar. Yo ya me he ido.
Te puede parecer una frivolidad. Y su hermana aparentó descartar seguidamente ese raro despropósito. Pero quizás la idea se instaló como una semilla en su mente-corazón. Posteriormente empezó a mostrarse más relajada.
Ella personalmente no sabía mucho de la depresión, pero algo había contemplado.
En los peores momentos, a ella la había ayudado la práctica del loyong (transformar las dificultades en el camino). Y sobre todo la compasión: ahora ya sé lo que sienten tantas personas que sufren este dolor (una dolorosa enfermedad o situación, cualquiera que sea). Tomar y dar: ya que me toca pasar por esta experiencia de sufrimiento, lo absorbo todo, todo el dolor de millones de personas que padecen esto que yo experimento. Tomar, tomar, hasta que acabe conmigo. Imaginaba que liberaba de todo el dolor a los demás, a millones de personas que están sumidas en el negro pozo de la depresión en estos mismos momentos, en el mundo entero, en el dolor del cáncer, en la debilidad del hambre, el ébola, la malaria...
Abriendo pecho. Que duela más, que duela todo, hasta acabar con todo el dolor del mundo, de todos los mundos. Hasta acabar conmigo, si puede ser. Una forma como otra cualquiera de suicidio. Para ella, en ese preciso instante, no se trataba de frivolizar el suicidio; si lo estaba cometiendo, en secreto, de la forma más dura. O al menos así le parecía.
Que duela. Que duela más. Que duela todo. Que acabe con todo el sufrimiento del mundo -éste que siento en mis propias vísceras y duele tanto.
A veces perdía el conocimiento, de dolor. A veces lloraba, mucho. A veces se dormía. A veces explotaba algo dentro y se reía, reía y lloraba a la vez. A veces era como volar, como un salto al vacío. Como un globo que se deshincha y sale disparado por la presión. Como un sueño que estalla como una pompa de jabón. A veces nada. Nada.
Y a veces, aburrida de su propio dolor, de la pesada historia que se contaba a sí misma, decidía irse. Ya mismo. Total, es cuestión de tiempo. Antes o después, esta historia de X se va a acabar. Y con ella, sus problemas, conflictos, relaciones, objetos de apego y rechazo, sus dolores y alegrías, sus libros, su casa, sus asuntos pendientes... "Yo ya me he ido", decía. Y lo soltaba todo. Era un ritual personal, nadie más tenía que saberlo. Pero ya he tenido suficiente de esto.

Pero esa era su historia, personal e intransferible. Dios la libre de darle instrucciones a alguien. Porque cada cual es único y cada experiencia es única. Y cada cual ha de explorar su propio camino para salir de la pesadilla. De la hipnosis.





Ella sabe poco de la depresión y otros dolores de la mente, o del cuerpo, y si alguna vez lo ha sabido ya casi lo ha olvidado. Cómo iba a atreverse a darle consejos o instrucciones a nadie?
Pero otr@s sí tienen mejor memoria.
Como Eckhard Tolle, Pema Chodron, Jeff Foster y tant@s otr@s que aseguran que gracias a caer en una gran depresión pudieron dar el salto al vacío.
Jeff Foster explica que gracias a la depresión y a la grave enfermedad física por la que pasó pudo finalmente "suicidar" o "asesinar" al viejo Jeff y a su depresión. A la historia que daba vida al viejo Jeff y a la historia que daba vida a su depresión.

Aunque ella sospecha que quizás no es necesario pasar por los infiernos para dar "el salto al vacío", ni siquiera para aprender algo. Porque la compasión y la empatía nos permiten aprender también del sufrimiento de los demás, como si fuera propio, o casi.
Pero tampoco le parece que las dificultades físicas o mentales supongan una minusvalía que nos impida la posibilidad de despertar a una vida apacible y en armonía.
Digamos que, en sí mismo, no se trata necesariamente de una gran suerte u oportunidad ni tampoco una gran desgracia que imposibilite la experiencia apacible de la conexión, el amor y la unidad.
Una vez más, depende de lo que hagamos con ello.






Con todo mi amor y respeto (y la humildad de quien no sabe casi nada), 
para C. y todas las personas que sufren los dolores de la mente. Y los del cuerpo.
Con mis mejores deseos.











viernes, 24 de octubre de 2014

La ligereza.




Fin de semana. Sol y suave brisa. Pasar por las cosas sin abducción. Hacer lo que toca. Sin más implicación personal. Sin drama añadido. Detectar el miedo cuando aparece, la preocupación, la separación, el yo como un niño empecinado y caprichoso. Detectarlo cuando aparece, cuando empieza a emerger, cuando presientes la sombra de su acercamiento.
Contemplar las viejas tendencias kármicas, las viejas impresiones autoprotectoras, la huida al refugio, el espejismo de la amenaza.
El espejismo de la separación.
Las viejas tendencias a luchar por la victoria. Como si hubiera posibilidad de victoria, o de derrota.
La resistencia, el miedo a equivocarse,
como si algo dependiera de ti, como si algo estuviera bajo tu control.
El miedo a perder, como si realmente poseyeras algo.
Vaya castillo de naipes que hemos construido!
Y aquí estamos, protegiendo muros y riquezas soñadas, cuando un débil soplido podría desmoronarlo todo. Es cuestión de tiempo.
Qué alivio recordar que no hay nada que proteger, qué ligereza!
Qué libertad!




Éste es el milagro que tanto nos hemos esforzado en buscar a lo largo de toda nuestra vida... y que siempre ha estado delante de nuestras narices.
(Jeff Foster)







Y sus discípulos le preguntaron:
Cuándo llegará el Reino?
Y Jesús replicó:
No vendrá como las personas esperan;
Nadie dirá: "Mira, aquí está!", o "Mira, allí está!".
Porque el Reino de los Cielos ya se extiende por la tierra
pero las personas no lo ven.


jueves, 23 de octubre de 2014

Qué te falta por aprender?





Las moscas. Esta terraza. El cruasán de almendras. La botella de agua. Conversaciones en las mesas de alrededor, como una torre de Babel. El chico con la pala hace su escultura en la arena, cerca del paseo, para que la gente de paso haga su donación. Al fondo, entre las boyas, dos personas pasan nadando. Un chico con una guitarra colgada del hombro. A ratos se levanta un poco de viento y vuelan por el suelo algunas hojas del diario. Presión en la cabeza. Un estornudo, dos. Se suena la nariz. Recoge sus cosas y se acerca a la orilla a darse un baño. Pasar por el día, por las estaciones del día. Por la hipnosis de luces y colores y sombras. Estar en el día. En la vida. Bajo la hipnosis y a la vez consciente. De la hipnosis. Pero no fuera. Para bien o para mal, no fuera. Dentro. Profundamente dentro. Si es lo que toca.





Nada especial. Totalmente ordinario pero, al mismo tiempo, absoluta y totalmente extraordinario, porque todo ya está aquí.
Ya lo ves, la búsqueda mintió: afirmaba que la vida era un problema y que era posible escapar.
Pero no hay forma alguna de escapar porque la vida no es ningún problema.

(Más allá del despertar. 

El final de la búsqueda espiritual.
Jeff Foster)







Sólo te falta, en este instante,
reírte a carcajadas.

(Proverbio zen)




viernes, 17 de octubre de 2014

Budismo y nihilismo.






Querido amigo:

Buena pregunta.
No porque el budismo y el nihilismo tengan algo que ver (más bien todo lo contrario) sino porque, por alguna razón (y eso está dentro del capítulo de las trampas del camino espiritual, que tanto nos importan en este blog), algunas personas, en algún momento del camino, experimentan la práctica budista (especialmente de la renuncia y la vacuidad)
como una especie de "pasar de todo", indiferencia hacia las cosas de este mundo, por una equivocada interpretación de que, al fin y al cabo, "nada existe", o bien "son peligrosos objetos de apego", o "son distracciones", o cualquier otro argumento parecido
Es fácil caer en esa confusión, en algún momento del camino.
Y entonces toca resolverlo.




Y para ello, nos ayuda recordar que el budismo (la experiencia del dharma, el despertar) se equipara a un pájaro con dos alas: la compasión y la sabiduría de la vacuidad.
Sin una de estas dos alas, el pájaro no vuela, la práctica no funciona.













En cuanto a la compasión, es poco sospechosa de nihilista.
La compasión es ese sentimiento que hace que te importen los demás seres, todos; un tipo de empatía, de conexión, que te hace consciente de su sufrimiento (la enfermedad, la vejez, la muerte, las pérdidas y duelos, la frustración, la insatisfacción, la ansiedad... larga lista) y desearía liberarles del mismo.
En el proceso de esta práctica, de esta experiencia, aparecen inevitablemente otras como la ecuanimidad (compasión por todos los seres: los cercanos y los lejanos, los que te caen bien y los que no, los amigos y enemigos), el amor que te iguala (todos los seres desean los mismo, ser felices, y hacen lo que pueden), tomar y dar (el deseo de tomar su sufrimiento, como una madre siente por su criatura enferma, y proyectar toda la felicidad posible), y un largo etcétera de prácticas de amor universal que incluye, a la cabeza, la bodichita, la mente de la iluminación (cambiarme a mí mism@, todo lo que tenga que cambiar, despertar, para poder ayudar mejor a todos los seres, hasta la meta final de liberarles del sufrimiento).
La bodichita es el motor que hace que sueltes al viejo yo para conectar con tu naturaleza de Buda y renacer nuev@ y libre.

La compasión es el antídoto más potente del nihilismo.
Donde hay una no puede estar el otro.




La sabiduría de la vacuidad tiene más riesgo de ser mal interpretada.
Si la vacuidad nos dice que las cosas (personas, situaciones) no existen, para qué preocuparse por ellas? Para qué perder el tiempo amando y cuidando algo que no existe?

Porque lo que está equivocado es nuestro concepto de cómo son las cosas; lo que no existe son esas cosas que creemos que están ahí fuera, inherente e independientemente de todo lo demás (en especial de mí mism@).

Empezamos a entender la vacuidad cuando comprendemos que las personas, situaciones y todo lo demás no son exactamente como a mí me parecen (de acuerdo a mis gustos y disgustos, a mi apreciación e intereses personales), sino que lo que yo veo y con lo que me relaciono son meras percepciones personales.
Y la prueba está en que las percepciones e interpretaciones de los demás a menudo son diferentes.
Las cosas no existen tal como yo las veo, de acuerdo a mi interpretación egocéntrica.
Las cosas con las que me relaciono son meras percepciones de mi mente.





Pero las apariencias (kármicas) que aparecen en mi vida y las experiencias que vivo, tienen un significado y una función.
Y no podemos desentendernos de ellas.

De hecho, la experiencia de la vacuidad te hace comprender que todo está conectado.
Desentenderse del mundo, de lo que te rodea, no es posible.


Como dice Thich Nhat Hanh,
"no existe el ser (independientemente) sino el interser".
"Ser es interser".
Todo es
conectado y dependiente de lo demás.

En realidad, la experiencia de la vacuidad es, también, el antídoto más potente del nihilismo.
Donde hay una no puede estar el otro.




martes, 14 de octubre de 2014

La iluminación es divertida.




Para eso estoy yo, velando
-le dijo a su hijo, en silencio. Nadie la oyó.

Ella siempre tuvo vocación de Buda. O de madre.
O de superheroína de los tebeos.
Cuando era pequeña leía los tebeos que le gustaban a su padre, del Jabato y el Capitán Trueno.
Por algún motivo, eran personas fuera del sistema,
de la vida cotidiana normal,
de la normalidad (en especial el primero, al que seguía tanto). Y ya que estaban fuera, se dedicaban a ayudar a los más débiles, a los oprimidos.
A impartir un poco de justicia, aunque fuera
fuera de la ley.
(O quizás estaban fuera precisamente por eso, para cumplir mejor su función).



"Yo ya me he ido", le decía a su amiga depresiva cuando amenazaba con el suicidio.
Aburrida de sufrir, amenazaba con abandonar este mundo.
"Yo ya me he ido", decía ella.
No siempre, no para siempre, pero a veces puede resultar un descanso
irse, como de vacaciones. Por un tiempo.
Pongamos que este mundo no te importa mucho, que no merece la pena tanto sufrimiento.
Por qué ser la causa de más sufrimiento, haciendo daño a las personas que nos aman, con un suicidio?
Si no te gusta este mundo, déjalo. Pero nadie tiene que saberlo.
Que se quede aquí tu cuerpo (la profesional, la amiga, la madre, la hija)
haciendo sus funciones.
Y quizás las harás mucho mejor, una vez que te has quitado de en medio.
Sin tus intereses egocéntricos de por medio.
Una vez que ya te has ido.




Por qué suicidarte y añadir más sufrimiento a las personas que amas?
Si de verdad no tienes interés en esto, quítate de en medio y tira p' alante.


Los superhéroes de su infancia podían ayudar tanto a los demás porque estaban fuera, ya se habían ido.
Como Robin Hood. Como el Che Guevara. Como el Jabato.
A veces revolucionarios, a veces proscritos, guerrilleros o bandoleros.
Y a veces parecía que se quedaban, como Teresa de Calcuta. Pero también tenían que sufrir algunos exilios.




Una vez escuchó decir a una periodista (una de las primeras profesionales en España, que había tenido que abandonar su pueblo y a su familia para perseguir su sueño) que "una mujer tiene que perder la reputación para empezar a ser libre".
Tomó nota.





Ella siempre tuvo vocación de superheroína, aunque para ello tuviera que moverse fuera de la ley (fuera de sistemas de vida establecidos). O mejor: en el límite; dentro y fuera.
Como cuando estás a caballo entre este mundo y el tuyo propio.
(Una vez, en una entrevista, el Lama Lobsang le dijo que
"l@s budistas por fuera son gente normal pero por dentro están loc@s".
Lo dijo riendo cómplice, como orgulloso de su locura).



Tenía vocación de madre coraje. De Buda.
Cuando su hija empezó a ir a la guardería, imaginaba (como tantas otras madres) que, en vez de irse a casa o al trabajo, se quedaba fuera de la puerta y miraba por el ojo de la cerradura. Y podría protegerla, llegado el caso.

Cuando su hijo se fue a vivir lejos, pensó que quizás morirse no estaba tan mal, si le daba la oportunidad de estar presente, invisible, transmitiéndole las decisiones correctas, inspirándole el soplo de la comprensión y el amor que le protegería como la mejor armadura.
Y ya que no podría hacerlo ella personalmente, le regaló "El libro tibetano de la vida y de la muerte", para que le acompañara, como un alter ego.





Ella era de ese ejército de personas con vocación de Buda, ese superhéroe capaz de multiplicarse en emanaciones invisibles para ser lo que necesitas en esos instantes cruciales de tu vida.

Una vez oyó decir a un maestro en el púlpito:
Quizás tú eres de esas personas que creen que la iluminación es aburrida. Sin grandes alegrías, sin esa montaña rusa emocional. Pero imagina que tu madre está enferma y puedes emanar como el mejor enfermero que la cuida, como la mejor medicina que la cura, como el agua que calma su sed y reduce su fiebre. Puedes emanar como quieras, para ayudar.
¿No te parece divertido?
Desengáñate: la iluminación no es aburrida.





lunes, 13 de octubre de 2014

La luna en la tierra.







La poesía es tan real como la prosa.
Lo cotidiano es tan real como la ebriedad de los sentidos, o del alma.
Las experiencias místicas de Teresa de Calcuta eran tan reales como sus hospitales y centros de acogida.
Aun así, a veces ella confesaba que hacía su trabajo como en un sueño (como en un infierno), cuando no sentía la presencia de Dios en su vida.
Sin la "presencia", su vida no era real. No era vida.





A veces surge el miedo de que entrar en un camino espiritual nos aleje del mundo "real",
de las personas y los asuntos de nuestro mundo.
A veces surge el temor de que irse de viaje a otro universo (espiritual, transcendente) acabe convirtiéndonos en una persona marginal, fracasada e incluso depresiva. Sin ilusiones, sin proyectos mundanos.
Yo no lo veo así. No siento ese riesgo.




Pongamos por ejemplo a Thich Nhat Hanh, el maestro zen de la compasión y la vacuidad:
Aquí y ahora.
No necesitas ir a Vimala para encontrar a Manjusri.
La tierra pura está dentro de ti, y fuera de ti, en todo lo que se manifiesta.
Tu cuerpo no eres tú. Tu cuerpo es la tierra pura manifestada en forma de cuerpo.
Tu cuerpo es el aire que respiras, la tierra (la madre tierra) que pisas y te alimenta; los árboles, las montañas, los ríos, los océanos, las estrellas que ves y las que no ves, el universo que ves y los que no ves. Ése es tu cuerpo.
La muerte es una ilusión.

Pero el transcendente Thich Nhat Hanh también está aquí. Nunca ha dejado de estar aquí.
No se pasa la vida sentado meditando o en sus paseos contemplativos.
El maestro budista que muchas personas consideran Buda (un ser despierto, iluminado)
lleva más de treinta años trabajando por la paz en este planeta.
En su currículum personal, éstas son algunas de las empresas en las que ha intervenido, y aún lo hace:




Activista por la paz; oposición y manifestación contra las guerras.
Construcción de escuelas, albergues y hospitales.
Reconstrucción de poblaciones destruidas por las bombas.
Rescate en el mar de personas que huían de la guerra de Vietnam en rudimentarias embarcaciones; evacuación de heridos en zonas de combate; organización de albergues para poblaciones refugiadas de guerra;
asilo, comida y cuidados para niñas y niños huérfanos, hambrientos o enfermos.
Producción y difusión de artículos, cartas y libros sobre la paz;
entrenamiento de voluntari@s por la paz y trabajadores sociales,
y un largo etcétera que hoy continúa él mismo y much@s de sus seguidor@s, en las cárceles, hospitales, etc.

En sus propias palabras: "Gracias a la práctica de la meditación -detención, calma y búsqueda profunda- he sido capaz de alimentar y proteger las fuentes de mi energía espiritual y continuar con esta obra".


En su libro "Un canto de amor a la tierra", el maestro nos invita a que cada persona sea el modelo de un mundo mejor. Respetar el planeta no es una mera cuestión de respeto al "medio ambiente" para proteger el aire que respiramos, el agua que bebemos y la comida de la que nos alimentamos, esa visión segregada y utilitaria, antropocéntrica. Como si el ser humano fuera el dueño y señor del Universo.
Respetar y cuidar el planeta es una simple cuestión de respetar y cuidar el propio cuerpo porque el planeta, el universo, es tu cuerpo. Y es Dios. Y tú eres parte de Dios. Y eres Dios. Ni más ni menos. Como cada célula de tu cuerpo eres tú y a la vez es polvo de estrellas,
del sol, de la luna, de los océanos, de la ensalada en tu plato.




Es esto poesía? O es prosa?
El budismo me separa del mundo o me une a él?



Es precioso que nos hagamos todas esas preguntas (que a veces encontramos por aquí, en este blog)
y también que encontremos las respuestas.
Cada cual la suya.
Porque es la única que cuenta.
Sin adoctrinamientos.
Porque la respuesta de ningún maestro o maestra te va a servir a ti, ni a mí.

Tal como dicen que dijo Buda:
No creas lo que digo
sólo porque lo digo;
investígalo
y experiméntalo.

En tu propia experiencia, ahí es donde está la luna.
Lo demás son sólo dedos
que señalan la luna.






domingo, 12 de octubre de 2014

Open heart, Open mind.





Se cuenta que, en lo más crudo del invierno,
san Francisco le gritó a un almendro: "Háblame de Dios!". Y el almendro de repente floreció.

"Empieza a florecer, cristiano congelado!
-se gritó a sí mismo el místico Angelus Silesius-. La primavera está al alcance de la mano. Cuándo florecerás, si no es aquí y ahora?"

Lo decía un sacerdote católico y lo dicen los grandes maestros y maestras zen ("no hay otro lugar fuera de aquí y ahora") y otr@s budistas realizad@s ("la tierra pura está aquí mismo", "un día te sorprenderás"...)




En su libro, "Cruzando el umbral de la esperanza",
Juan Pablo II escribe:
"Cristo es absolutamente original y absolutamente único. Si sólo fuese un sabio como Sócrates, si fuese un profeta como Mahoma, si estuviese iluminado como Buda, sin ninguna duda, no sería lo que es: el mediador entre Dios y la humanidad."

Thich Nhat Hanh le respondió así:

"Claro que Cristo es único. Quién no lo es? Sócrates, Mahoma, Buda, usted y yo somos únicos. Sin embargo, la idea que hay tras esta afirmación es la noción de que el cristianismo proporciona el único camino de salvación y que todas las demás tradiciones religiosas no sirven. Esta actitud excluye el diálogo y fomenta la intolerancia religiosa y la discriminación. No es de ninguna ayuda".




No es sólo en el cristianismo donde podemos encontrar este profundo dogmatismo que considera equivocadas todas las demás ideas y creencias. También en el budismo es bastante habitual.

Ante la proliferación de escuelas y tradiciones budistas (como en otras religiones), podemos encontrar dos posiciones radicalmente diferentes:

1. Mi linaje es el único correcto y todos los demás están equivocados.

2. La adaptación a las diferentes circunstancias (de la misma manera que Buda impartió 84.000 enseñanzas adaptadas a las diferentes circunstancias) produce una diversidad enriquecedora.




He conocido algunos maestros budistas que, desde el trono donde imparten sus clases, suelen ser bastante duros con las "perturbaciones mentales" que les presuponen a los demás. Pueden ser críticos, irónicos, profundamente sarcásticos acerca de la ignorancia de la gente, las ideas "de moda" o las antiguas, las creencias de cualquier tradición que no sea la propia. Suelen provocar explosiones de risas de complicidad en la audiencia, que reconocen el ingenio sarcástico del maestro.
Monopolizan de tal manera el Dharma (y al Buda y a la Sangha), de forma que no se puede ser irreverente con "las tres joyas" (las suyas), "ni siquiera en broma", bajo pena de eones de karma negativo purgando en los infiernos.
No obstante, criticar, ironizar, utilizar el sarcasmo que ridiculiza y humilla a los demás (incluidas otras tradiciones budistas), eso está considerado correcto y está libre de mancha alguna. De hecho, su crítica voraz forma parte de su función "evangelizadora", su compromiso personal y espiritual de liberar a todos los seres.




Por otra parte, otros maestros y maestras budistas insisten en la necesidad del diálogo sincero y el encuentro.
"Cuando se entra en contacto con alguien que representa auténticamente una tradición, no sólo se entra en contacto con su tradición sino también con la propia" -dice Thich Nhat Hanh.

"En el budismo también se han producido muchos cismas -explica-. Cien años después de la muerte de Buda, la comunidad de sus discípulos se dividió en dos partes; cuatrocientos años después existían veinte escuelas y desde entonces han aparecido muchas más. Afortunadamente, estas separaciones no fueron, en su mayoría, demasiado dolorosas, y en la actualidad el jardín del budismo está lleno de muchas y hermosas flores, cada escuela representando un intento de mantener vivas las enseñanzas de Buda bajo nuevas circunstancias. Los organismos vivos necesitan adaptarse a las nuevas condiciones, cambiar y crecer.
Reconociendo las diferencias en el interior de nuestra propia iglesia y viendo cómo dichas diferencias nos enriquecen, estamos más abiertos para poder apreciar la riqueza y diversidad de otras tradiciones".




En cierta ocasión, en una visita a Occidente, alguien le preguntó al Dalai Lama si debería dejar su propia religión para hacerse budista y el DL le respondió que profundizar en las raíces de su propia tradición y practicar de corazón es un camino tan bueno como otro cualquiera.
Esta ausencia de proselitismo fue algo que a ella, personalmente, la acercó más al budismo.
Luego escuchó hablar a Thich Nhat Hanh sobre la importancia de reconciliarnos con nuestros ancestros, familiares, culturales, espirituales. Sanar las heridas y conflictos que hayamos podido arrastrar con nuestros antepasados familiares, culturales y espirituales. Hacer las paces. No puedes huir de una familia a otra, de una cultura a otra, de una religión a otra, con un saco lleno de resentimientos, odio o culpa en el corazón.

Como aquel cuentecito del viajero que se acerca a un pueblo, buscando un nuevo lugar donde instalarse, y le pregunta a una anciana que labra la tierra a la entrada del mismo: Cómo es la gente en este pueblo? Y ella le responde: Cómo es la gente allá de donde vienes? Es envidiosa y mala, mala gente -responde el viajero. Pues aquí igual -dice la anciana.
Y el viajero se va, buscando otro sitio mejor.
Más tarde aparece otra persona de paso y le hace la misma pregunta: Cómo es la gente en este pueblo? Cómo es la gente allá de donde vienes? Amable, hospitalaria, generosa... Buena gente -responde el viajero. Pues aquí igual -dice la anciana.
Y el viajero se queda.




"La gente mata y son matados porque se aferran demasiado a sus propias creencias e ideologías -escribe TNH en su libro "Buda viviente, Cristo viviente"-. Cuando creemos que la nuestra es la única fe que contiene la verdad, entonces la violencia y el sufrimiento son el resultado asegurado. El segundo precepto de la Orden del Interser, fundada en la tradición budista zen durante la guerra de Vietnam, trata acerca de abrir los puntos de vista: "No creas que el conocimiento que posees en el presente no está sujeto a cambios, no creas que es la verdad absoluta. Evita ser de miras estrechas y aferrarte a los puntos de vista presentes. Aprende y practica el no apego a las consideraciones a fin de estar abierto para recibir los puntos de vista de otras personas". Para mí -concluye Thay-, ésta es la más esencial práctica de la paz".





"Nuestra capacidad de hacer las paces con otra persona y con el mundo depende enormemente de hacer las paces con nosotros mismos -continúa Thay.
Si estamos a la greña con nuestros padres, familia, sociedad o con nuestra propia iglesia, con toda probabilidad hay también una guerra desencadenada en nuestro interior, por lo que el camino básico consiste en regresar a nosotros mismos y crear armonía entre los elementos interiores: nuestras sensaciones, percepciones y estados mentales. Por ello es tan importante la práctica de la meditación, de la mirada profunda. Debemos reconocer y aceptar los elementos conflictivos que están en nuestro interior y las causas subyacentes. Todo ello requiere tiempo, pero el esfuerzo siempre fructifica. Cuando alcanzamos la paz interior, entonces se hace posible el diálogo con los demás".




















jueves, 9 de octubre de 2014

Tushita.







Precioso día gris y apacible.
El sol sale a ratos y dibuja en el suelo de la plaza tímidas imágenes de árboles y toldos cerrados.
La superficie del mar plana como el horizonte.
Una gama de grises, verdes y marrones, y blancos.



En su otra gompa, al atardecer, una gama de azules y violetas y grises y anaranjados, y rojo fuego.
A dónde ir, por qué buscar otra fiesta cuando una fiesta de luces se despliega así,
cuando el cosmos se entrega para compartir confidencias
y este ágape abundante.
Llámame perezosa, pero no necesito ir a Tushita si Tushita está aquí.





A veces abre los ojos, inhala las fragancias del día o de la noche, del mar o la montaña urbana, de su habitación sagrada; inhala los olores y los colores, las formas;
las bebe, las degusta, las ingiere.
Y luego se disuelve en el océano de apariencias que la envuelve.
El cosmos contemplando el cosmos, fundiéndose en el cosmos.

Y a veces cierra los ojos y aparecen universos paralelos.
Todos los viajes están aquí. Todos los lugares.
La experiencia vacía de experiencias
también.






martes, 7 de octubre de 2014

Cuando dormir es algo más que dormir.




"Los gatos duermen en algunos casos hasta 20 horas diarias, posiblemente porque el mundo onírico es más interesante que el mundo de la vigilia,
ya que, igual que en los seres humanos, existen universos superpuestos en el cerebro y los sueños lúcidos abren las puertas a estos universos".

(Jorge Blaschke. 
Los gatos sueñan con física cuántica y los perros con universos paralelos.)


Como un gato, cada vez le gustaba más dormir. Y meditar.

Recuerda su primer retiro de mahamudra, sobre la mente sutil y muy sutil.
Entonces no entendía demasiado lo que se contaba allí pero en las sesiones se entregaba completamente al viaje, plenamente consciente y despierta. Curiosa y entusiasta ante el nuevo terreno a explorar. Pero en cuanto acababa la meditación se retiraba a su cuarto y se metía en la cama a dormir hasta la siguiente sesión. Y ahí estaba de nuevo, despierta, entregada al viaje, curiosa, entusiasta. Y su retiro personal se repetía en casi todos los descansos entre sesiones. Empezó a sentirse culpable porque parecía que evitara el trabajo voluntario en el que se ocupaba la mayoría de l@s asistentes entre sesiones (preparar las mesas, hacer la comida, fregar los lavabos...) Ella no era una vaga. Y en las sesiones de meditación estaba plenamente despierta y concentrada. Y sin embargo, al salir solo deseaba retirarse a dormir. Se sentía culpable; entonces, aún preocupada por la opinión que sobre ella tenían los demás.
Y así transcurrió su primer retiro de mahamudra.

Como Shantideva, a quien sus compañeros del monasterio llamaban "el monje de las tres realizaciones": comer, dormir y defecar. Un auténtico vago, en apariencia.





Cuando volvió a casa recuperó su anterior normalidad.

Últimamente, sin embargo, el cambio había ido teniendo lugar casi sin darse cuenta, su agenda cada vez más vacía. Le gustaba descansar.

Como un gato, cada vez le gustaba más dormir y meditar.
En cualquier posición, sentada o tumbada. Empezaba soltando equipaje, soltando yo (lo mío, mis opiniones, mis problemas y alegrías, mis asuntos). Y abriéndose, receptiva. Y a veces era como si cayera en el sueño.

Como un gato, cada vez tenía menos interés en las actividades, en hacer, excepto esos inevitables compromisos kármicos de servicio -con sus allegad@s, con el mundo o con su cuerpo, que había que mantener en funcionamiento.




Curiosamente, no deseaba ese estado para sus hij@s o sus amig@s, por el riesgo de depresión.
Prefería que se mantuvieran activ@s, con proyectos y mucha ilusión.
Pero no era su caso.
Sentía que ella no necesitaba todo eso.
Natural y espontáneamente se sentía bien en el no-hacer.
Y quizás en el no-ser.
Así que ahí estaba otra vez la impostora (Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga).
Como una madre permisiva, buscando la fórmula fácil para que la gente que ama esté contenta.
Y no cause problemas.
Si tú estás bien yo estoy bien.
Si tú estás bien, dejas de molestar. Y yo estoy bien.




Mejor dejar de decirle al mundo lo que tiene que hacer.
Dejar de desear.
Dejar de intervenir.
Qué sabe ella, para intervenir.
Sincera, honestamente, no sabe nada de nada.




Thich Nhat Hanh (que sí sabe, un poquito más) dice:
Yo no quisiera para mis hijos un mundo sin sufrimiento.

No mud, no lotus.

Hay que tener un gran corazón mahayana y una profunda realización de la bodichita
para no tenerle miedo al sufrimiento de tus hij@s
en este preciosa
experiencia
humana.






viernes, 3 de octubre de 2014

Sueños.




Con unas tenazas alguien sacaba pedazos de su interior, trozos de órganos de su cuerpo. Aterrorizada, se despertó, apenas.
Un instante, milésimas de segundo de conciencia de vigilia. Volvió al sueño y la situación era la misma, pero ahora no le dolía ni tenía miedo. No sentía nada.
Bueno, sí, sentía la alegría de no sentir los efectos del karma (de la pesadilla que aparecía).

Después de eso, cada noche se dormía deseando volver a entrar en un "sueño lúcido".
Que madure todo el dolor y no sentirlo.
Que aparezcan las guerras, las enfermedades, la crueldad, los espíritus malignos, sin ningún efecto en la experiencia. Verlos disolverse. Contemplar su vacío.
Contemplar el espejismo, su naturaleza alucinatoria.
No creer en ello era la única manera de derrotarlo.
Como cuando Campanilla perdía la vida si dejabas de creer en las hadas.
Así, el mal (y todos los demonios) pierden su fuerza si ya no te lo crees.
La mirada clara es la única victoria.




Cuando era niña, durante la semana santa solía ver las películas de la tele.
Los romanos perseguían a los grupos cristianos que se reunían para su culto en las catacumbas.
Aunque les dieran la opción de negar sus creencias, centenares de mujeres y hombres y criaturas preferían morir en el circo, devoradas por los leones.
Siempre se preguntaba qué haría ella en una situación parecida.
Y entonces ocurrió. Estaba en medio del circo romano, a su corta edad, con su madre y otras personas. De una de las puertas salió un león hambriento, se paró un momento a mirar a su alrededor y se avalanzó hacia el pequeño grupo de personas, la niña en primera línea. Cuando el león estaba a un palmo, la boca abierta y dispuesta para cerrarse sobre ella, la escena desapareció, como un globo que estalla.
Se despertó con el corazón alterado. Había sido tan real.
Y sin embargo, ahí estaba ella, a salvo y descansando cómodamente en una cama (de no ser por ese sueño).
Pensó: qué desperdicio, sufrir tanto por nada.
Desde entonces, duda de la muerte.
Y si todo fuera una alucinación?
Y cuando sientes el dolor de irte, despiertas y comprendes que sólo era un sueño?
Qué desperdicio,
sufrir tanto
por nada.