viernes, 30 de julio de 2021

La locura budista.

 


La entrevista ya había acabado y la periodista había recogido sus cosas
cuando Tulku Lama Lobsang le sonrió con una mirada de complicidad
y dijo:
"Las personas budistas por fuera parecemos normales
pero por dentro estamos locas".

Para ella, ése era el titular de la entrevista.
Actúas dentro de la normalidad que el escenario donde te mueves requiere,
pero cómo vives lo que vives
es cosa tuya.

No lo anotó en la libreta, ya guardada.
Para la publicación decidió mantenerse fiel a la entrevista propiamente dicha
y eligió otras palabras del lama:
"Hay que aprender a sentirse a gusto en la incertidumbre".
Era una llamada de atención a la tendencia, convertida en necesidad (especialmente en Occidente),
a tener siempre una respuesta para cualquier pregunta, cualquier duda, cualquier situación,
de forma que cuando no la tienes te la inventas,
aunque solo sea para poder dormir en paz y seguir adelante con tu vida.
El lama invitaba a la humildad de aceptar que no sabes cuando no sabes
y seguir respirando en paz, seguir viviendo
cómodamente en el no-saber.
Con paciencia.
La respuesta casi siempre está en el tiempo.

Pero ella se había quedado con esa mirada del lama,
los ojos aún más achinados todavía, por la sonrisa:
"Las personas budistas por fuera parecemos personas normales
pero por dentro estamos locas".




Te levantas por la mañana y quizás tengas que ir a cumplir tu horario de trabajo remunerado;
despertar a tu hija y llevarla a la escuela
y cruzarte con otras madres, intercambiar información con las maestras.
Y luego te vas al bar habitual del barrio y pides un café
y quizás te pones a escribir o lees el diario.
Y vas a la oficina y realizas tus funciones
y de camino a casa pasas por el mercado y llenas la despensa para la semana.
Todo "normal".
Cómo vives cada gesto, cada situación, cada conflicto si surgiera,
es cosa tuya.
Es cosa de cada cual.

Quizás la persona con la que te cruzas
está viviendo los 11 yogas del Alto Yoga Tantra (por poner un ejemplo),
cuando come, cuando se va a dormir, cuando se despierta,
cuando trabaja, cuando se relaciona.
Y "la purificación de los seres migratorios" (ese yoga)
ya ha tenido lugar.

Nadie sabe lo que está pasando en la experiencia de la otra persona.
Yo, por si acaso, la venero igual.
Lo mismo en su dolor
como en la alegría.




El sentido de la "renuncia" budista no se refiere a abandonar las funciones que te has asignado en un momento dado de tu vida.
Que las abandones o no es absolutamente irrelevante,
ni bueno ni malo en sí mismo.
Cuando te planteas la práctica de la renuncia,
si eres una madre, pongamos por caso,
puedes optar por seguir siendo una madre cuidadora
o bien abandonar para irte a un monasterio o a una cueva.
Absolutamente irrelevante.
Lo que importa es por qué (la motivación)
y cómo lo haces, tu actitud.
Si tienes un trabajo como fuente de ingresos, puedes dejarlo
o seguir con él.
Absolutamente irrelevante para tu práctica de la renuncia.
Tener pareja o no,
irrelevante.

El sentido de la renuncia es mucho más profundo.
Renuncias a una manera de vivir,
en la hipnosis del ego separado, que produce tanto sufrimiento.
Renuncias al samsara.
Renuncias al culto al engaño y los dioses que produce.

Es cierto que desde la práctica de la renuncia
con el paso del tiempo ves que ciertas cosas van cambiando en tu vida,
las anotaciones en tu agenda cambian
y a veces se reducen.
Pero lo que hagas o dejes de hacer no es importante en sí mismo
sino la manera como lo afrontas:
desde el engaño, el apego y el egocentrismo
o bien como parte de tu guión kármico, que resuelves desde el Yo grande
y consciente (el Buda despierto que llevas dentro)
y poco egocentrado.




sábado, 24 de julio de 2021

Cuando parece que no pasa nada.



A veces se queja de su vida anodina.
No ha cogido ese virus que dicen asesino, ni ningún otro.
Ni ha sido arrastrado por las inundaciones, no ha perdido la vida
ni el hogar.
Hoy se ve aburrido, con la agenda vacía.
No es el día de la última quimio después de un año duro,
como el de su vieja amiga.
Su año fue tranquilo.
Es una vida de calma, de paz.
"Anodina", dice él a veces.
Tiene la nevera a rebosar
y un sitio fresco donde dormir en verano,
y cálido en invierno.

Ella dice: ¿Y si la felicidad fuera esto?
Él responde que necesita algo más.

Ella también se equivoca cuando considera que una vida de paz y confort
podría ser la felicidad.
La experiencia de plenitud no depende de lo que pasa fuera.
Pero podría ayudar.
La gratitud podría ayudar.



Llegué a esta vida sin nada, absolutamente sin nada.
Expulsada del paraíso a un entorno hostil, afrontando la aventura
de una peregrinación llena de retos
en territorio desconocido.
Llegué desnuda y con las manos vacías
y no fueron mis méritos o habilidades las que me permitieron sobrevivir
en esta selva.
Me dieron cobijo, vestido, comida, cuidados,
me enseñaron a andar y tantas cosas más.

Quien quiera que esté aquí, ahora,
no ha sobrevivido a solas,
por sus propios medios.

Y aquí sigo.
Sentada en un banco en la montaña,
que yo no he colocado justo en este lugar a la sombra;
vestida con una ropa que no he confeccionado,
a la sombra de unos árboles que no he plantado,
regalándose como un abanico perfumado.
De vuelta a casa, que no he construido con mis manos,
me encontraré el campo, que no he cultivado, en mi plato.
El mundo regalándose,
la vida como una ofrenda para degustar.

No es lo mismo vivir la vida desde la gratitud,
el privilegio y la abundancia,
que desde las exigencias victimistas
("tanto es lo que merezco y no se me da").

No es la misma vida.



sábado, 17 de julio de 2021

Sobre el amor y el miedo.

 


Querida amiga:

Tengo que reconocer que sí, que a veces entramos en conflicto,
y qué pena malgastar nuestro escaso tiempo de encuentro, tan preciado.
No siempre ha sido así.
Hubo un tiempo, una larga etapa, en que tú solías decir:
"Eres una emanación de Buda".
Y no te lo discutía porque yo vivía igual tu aparición en mi vida.
El Nirmanakaya.
Una emanación de Buda en su versión más amable y amorosa.
Tan inspiradora.
Y el amor siempre disolvía de antemano
cualquier posible situación de conflicto.

Pero parece que la emanación de Buda a veces cambia su forma
y su función.
Y qué ha pasado ahora?
Por mi parte, no siempre contemplo amorosa y pacientemente tu adicción al sufrimiento,
tu culto al esfuerzo y el dolor.
Mientras tú sostienes que el sufrimiento es la única puerta posible al despertar
("No te vas a iluminar tumbada tranquilamente en una hamaca")
y contemplo cómo lo buscas, una vez tras otra,
yo siento que el camino más directo y accesible para mí (no diré el único)
es el amor.
Por eso, cuando me cuentas que te has enamorado
siempre siento el regocijo
de la gran oportunidad que ha aparecido en tu vida.
Y luego, suele ocurrir, la tristeza de que la conviertas, una vez más,
en una de esas trampas
que nos mantienen en la hipnosis del ego sufriente, tan herido.
Y entonces es cuando te oigo decir:
"La pareja es la única experiencia en mi vida en la que siento el apego,
ese nudo que me hace sufrir tanto".
Y yo siento el mismo pellizco de tantas veces antes:
Qué desperdicio!



De tendencia a la simplicidad, recurro a menudo a la misma prueba del algodón,
esa pregunta:
Esto que estoy viviendo, ¿me hace sentir más libre y expansiva
o más presa del miedo?
Si la respuesta es el miedo
(las exigencias, las expectativas, el control,
el dolor del estrés postraumático, de otros "traumas" anteriores,
el miedo a sufrir),
en ese caso, entiendo que esta experiencia no me está haciendo más libre,
que no me acerca a la fuente,
que, por el contrario, estoy fortaleciendo la hipnosis del ego
que me mantiene atrapada en el samsara de dolor.
Otra vez repitiendo la pauta del miedo,
desarrollando el músculo del miedo,
olvidando todas mis experiencias de libertad,
el amor que desea la felicidad y la libertad de todos los seres,
empezando por el ser que me inspira,
ese regalo de la vida.

Cómo desaprovechar esa mano que me conduce al nirvana?
Al yo más expansivo,
a la muerte del sórdido yo que nunca existió.
Cómo iba a convertirla en alimento para el yo más egocéntrico y mezquino?

Cómo desaprovechar la experiencia del amor, esa llama poderosa,
y no convertirla en el fuego que destruye todas las pesadillas,
empezando por la hipnosis de separación?
Ya sabes que el amor solo es amor
si se proyecta en todas direcciones,
cuando impregna todas las formas que aparecen en este sueño,
como una lluvia de bendiciones.

Por qué iba a usar el amor como una ofrenda al ego que me esclaviza?



Como dice Alfred Font, la cuestión está en saber ver
cuándo estoy actuando desde la plenitud
y cuándo desde la carencia.

En el amor, no puedes actuar desde otro sitio que no sea
la plenitud
y la abundancia.

La carencia (la exigencia, el control)
no es un atributo del amor
sino del miedo.

Y ver dónde estoy es parte de la gran comprensión,
tan necesaria.




sábado, 10 de julio de 2021

Y de repente el momento presente.

 



La felicidad emerge en el mismo instante en que se sumerge la ansiedad,
o la distracción.
En ese instante de no-anticipación, de no-miedo,
aparece el momento presente,
la experiencia de plenitud del aquí/ahora.
Y en ese preciso momento el relato de tu vida se transforma.
Y el abanico de propuestas comparte el mismo vértice
de presencia amorosa.
Todas y cada una de ellas (de las posibilidades de tu vida)
evocando el disfrute,
el asombro ante cada nuevo amanecer
o atardecer.

Cuando el yo desde el que vives se ha despertado,
da igual que hagas esto o lo otro,
que vayas aquí o allá,
o que te quedes en quieta contemplación.
Cualquier experiencia es completa en sí misma
y ninguna elección encierra
renuncia alguna.

Cuando conoces esa forma de vivir
ninguna otra forma de vivir es válida.
Y cuando aparece (otra forma)
la atraviesas como una minusvalía,
como una lesión en proceso de recuperación.

Y la plenitud,
la comprensión
o el sentido
es
como la luna oculta,
cuya presencia no pones en duda en ningún instante.