sábado, 12 de diciembre de 2015

Con permiso para no hacer.









El calor del olor del café,
el olor cálido y reconfortante del café y el pan caliente.
Como un abrazo.
Qué te da tanto miedo de la vida humana?
El miedo, dijo ella.
La vida misma.
La atraía apasionadamente, embriagadoramente, y al mismo tiempo la dejaba pasar.
Contemplaba la vida en todos sus frutos, en todas sus apariencias, con tanto amor,
sumergiéndose en ellas,
y a veces con cansancio, qué vida tan larga...



Se torció un tobillo cuando se dirigía a la última meditación del retiro
y perdió el sentido durante unos segundos, del dolor.
O no sabe de qué. Perdió el sentido.
Aparecieron algunas imágenes que quedaron olvidadas en el momento justo en que surgían otras (por un instante, se superpusieron), un grupo de personas alrededor de ella.
Qué hacéis aquí?, dijo. Id a meditar. Estoy bien.




Se torció un tobillo y se hizo un esguince, por lo visto, y pensó, vaya, qué contrariedad!
Por un instante de falta de atención, mi guión se trastoca, y el de los demás.
Estoy bien, id a meditar -repetía.

Consiguió quedarse sola con un par de personas que vendaron su tobillo, pusieron hielo sobre él y sólo la dejaron cuando ya estaba tendida en la cama y segura.

Vaya, qué contrariedad, pensó.
Y sin embargo, enseguida entendió una lección en ese episodio, la suya.
Y dejó de doler.
Lo supo en el preciso instante en que comprendió la lección.
La fragilidad estaba ahí, pero ya no dolería.





Al volver a casa, puso lavadoras, subió al terrado, bajó, ordenó sus cosas, limpió...
Canceló algunos compromisos en la agenda. Estoy de reposo en casa, dijo.
En casa, como un centro de operaciones, resolviendo trámites.

De "reposo", en casa, con permiso para no involucrarse en las actividades externas.
Qué bien se está!

Todo lo que le preocupaba abandonar en el momento mismo de la lesión (la meditación sentada, los encuentros con la sangha, la bicicleta camino del mar, el mar, sumergirse en el mar de invierno, nadar, las clases de kárate, las cenas de grupo, las comidas familiares, la larga agenda de actividades que había que atender) era perfectamente prescindible.

Qué bien se estaba sin todos esos placeres de su vida cotidiana!




Qué bien se estaba sin ellos!
Tan bien como con ellos.

Pero ahora la vida le daba permiso para soltarlos
y qué bien se estaba!