miércoles, 25 de junio de 2014

Las sandalias de playa.






Soñó que estaba entre la audiencia de una clase de su viejo maestro.
En el descanso salió al pasillo y se cruzó con el maestro, que la buscaba con algo en las manos. "Te olvidaste esto", dijo, y le tendió algo como unos zapatos. Ella los cogió y vio que tenían arena en la suela. Eran unas sandalias. Reconoció sus sandalias de la playa. Se despertó.

Por qué me da mi antiguo maestro unas sandalias que nunca llevé por allí? -se preguntó.
Aún tenían en la suela arena y le hizo evocar su primera gompa abierta
después de abandonar las gompas oficiales de meditación.
La playa, la meditación, la contemplación, la libertad, la disolución, la fusión.
Ser agua, ser aire, ser cada una de las apariencias y todas a la vez, en el mundo mundano al que la habían devuelto.
El amor, la libertad, la disolución, el regreso a casa en meditación formal
e informal.




Su antiguo maestro le devolvía las sandalias de la playa -que ni siquiera era consciente de que había perdido.

Pero sí, últimamente había echado en falta esa experiencia profunda de éxtasis,
fundida como estaba ahora con la experiencia apacible de aceptación/contemplación.
No estaba mal.
Había perdido la intensidad.
Y no pasa nada -se decía.
O quizás sí.



Cuando se lo explicaba a su amiga, ella le preguntó:
Y qué ha cambiado, entre entonces (cuando esas experiencias profundas) y ahora?
Ella dijo: creo que es algo en lo que tengo que investigar.



Pero no era urgente.
Su falta de apegos incluía toda clase de experiencias, incluidas las experiencias místicas.
No hay que darle muchas vueltas.





Entonces murió la madre de su amiga y ella volvió a explorar la muerte, en meditación y en lecturas.
Y apareció aquel libro, y ella lo abrió al azar:

Bhakti Yoga: el camino de la devoción.
El amor divino.
Maestros con grandísimas realizaciones, "a pesar de ello, no tenían paz en su corazón, les faltaba algo".
La razón es que no sentían el amor de Dios.
El amor de Dios no tiene ningún elemento de deseo, ya que posee la naturaleza de la renuncia; cultiva el amor en forma de servicio; percibe todas las cosas como Dios; no depende del curso ordinario de las actividades; te vuelve indiferente a la dualidad, y experimenta serenidad y templanza en la felicidad y en la tristeza, en el honor y en el deshonor.
El amor tiene tal poder de atracción que no sólo atrae a los seres humanos, sino que incluso Dios es atraído por el devoto.




Así lo cuenta Sri Aurobindo:
"Cuando me hallaba encaramado en crestas cada vez superiores de Su dicha, me pregunté a mí mismo si esta dicha creciente no tendría límite y casi tuve miedo de los abrazos de Dios.
Puede que la monogamia sea lo mejor para el cuerpo, según dicen, pero el alma que ama a Dios en los hombres mora aquí siempre como el polígamo más ilimitado y extático; a pesar de ello, siempre -he ahí el secreto- está enamorado de un sólo ser.
La alegría de Dios es secreta y maravillosa; es un misterio y un rapto del cual se burla el sentido común.




Llámale Dios, Krishna, Buda, Vajrayoguini, Tao, Conciencia, el Ser, el Karma, la Vida, la Madre Tierra. Llámale como quieras, pero enamórate.
Y el amor (ya has leído de qué clase de amor hablamos)
hará todo lo demás.





sábado, 21 de junio de 2014

Yo sólo creo en lo que veo.




El chico dijo:
Yo sólo creo en lo que veo.
Lo que toco.
Esta pared es sólida, y este cuerpo (se agarraba el brazo). Esto es real.
Lo demás son fantasías de la mente.
M. le respondió: Cuando sueñas también ves cosas
y cuando te despiertas no están ahí, no son "reales".
Este argumento no sirve.


Imagínate que sueñas que estás de excursión por la montaña. La ves, y la persona que está a tu lado (en el sueño) también la ve.
Hueles el aroma del tomillo y el romero. El aire fresco acaricia tu piel. Degustas las hojas de menta que encuentras en el camino. Escuchas el sonido del aire en las hojas de los árboles, el canto de los pájaros, tus pisadas sobre la tierra. En el camino de piedras, pierdes el equilibrio y caes, una rodilla sangra y la mano también. Ves la sangre y sientes el dolor.
Todo es real. Lo ves, lo tocas, lo hueles, lo saboreas, lo sientes en la piel. Y si te caes, duele.
Y la persona que está a tu lado coincide contigo en que es real.
Pero te despiertas y la montaña no está en tu habitación.
Ni la persona que hace un momento estaba a tu lado y convenía contigo en que todo era "real".

"Creo lo que veo" es un argumento que no sirve.
(Y "todo el mundo lo ve", tampoco)

1. Hay cosas que ves y no están "ahí".





Imagina que estás en una habitación, aquí mismo, con tu gato y una mosca que da vueltas por el aire.
La misma habitación no es el mismo mundo para ti y el gato y la mosca.
Lo que tú ves (hueles, degustas, valoras) no es lo que ven el gato y la mosca.
La caca de vaca (o de perro) que tú ves en la calle para la mosca es una delicia para degustar.
El chico le rió la gracia y era una forma de asentir.
Dicen que los delfines escuchan sonidos que tú y yo no escuchamos.
Se supone que existen, porque los escuchan. Pero ni tú ni yo los percibimos.

2. Hay cosas que no percibimos y están "ahí".




Por otra parte, tú mismo decías hace unos momentos que el ser humano es básicamente agua (en un 65%, decías), pero tú no ves agua, ves algo sólido.
Y ahora aparece la física cuántica y nos dice que tu cuerpo (y los animales y los objetos y el agua y el fuego y el aire incluso) son quarks en movimiento en el espacio.
Así que miras tu cuerpo y ves algo sólido, cuando se supone que deberías ver espacio.

3. Vemos lo que la fisiología y anatomía de nuestros ojos y las redes neuronales de nuestro cerebro y la experiencia previa de nuestra conciencia nos permiten ver.





En definitiva, yo percibo lo que la anatomía y fisiología de este organismo me permite percibir y lo que las experiencias de mi mente me permiten interpretar/percibir.
Te vas a la salida de un cine y preguntas a las personas que han visto la película y es probable que te cuenten películas diferentes (aunque hayan visto la misma) y, sobre todo, experiencias personales diferentes.
En realidad, cada persona ha estado proyectando su propia película.

Personalmente, cuando veo lo que veo (lo que aparece ante mí), considero que es una proyección de mi mente, una experiencia kármica.





Pero esto no es una mera teoría intelectual o filosófica sino que tiene consecuencias
en tu vida, en tus relaciones con las personas
y con el mundo en el que vives.

Por ejemplo, si te enfadas, porque la persona que tienes delante ha dicho o hecho algo que te molesta,
si eres de las personas que creen que el vaso está ahí porque lo ves y tu cuerpo es sólido porque lo tocas,
es posible que pienses que esa persona es idiota o mala persona, porque así es como lo ves.
Si eres de las personas que piensan que hay cosas que no ves, que no comprendes (de esa persona) y cosas que ves que son una mera interpretación de tu mente, la película que te cuentas, es posible que no te hagas un juicio cerrado de la otra persona.





Y la vida se aligera.
Sin juicios. Sin prejuicios.
Sin dolor (porque no hay nadie ahí fuera que nos hiera).
Sin necesidad de perdón.
Porque todo lo que veo
es una mera
proyección
kármica
de mi mente.





jueves, 19 de junio de 2014

A qué te estás resistiendo?




A la hora del
tecito del dharma exploraban el miedo.

C. consideraba que todos los miedos
se fundamentan en "el miedo original", cuando irrumpes en este mundo como un recién nacido dependiente y frágil. Sin cuidados, no puedes sobrevivir. Necesitas los cuidados para sobrevivir
y ése es el origen de la necesidad de los demás (cuidados, supervivencia) y en especial de la búsqueda de la pareja.
Buscas a alguien que te cuide para sobrevivir.
Y ésa es la raíz original de todos los miedos: no tener quien te cuide y no sobrevivir.





L. dijo: Ya, pero en ambos casos es una batalla perdida. Especialmente cuando dejas la infancia. No hay nadie que pueda cuidarte, sólo tú. En lo esencial, sólo tú. Los cuidados de los demás son meras anécdotas pero sólo tú puedes cuidarte en lo esencial:
tu capacidad de ser feliz, tu comprensión de la vida, tu aceptación, tus recursos.
Nadie puede ocuparse de esto excepto tú misma.
Es una batalla perdida esperar que alguien se haga cargo de ti, porque nadie puede.
Y es una batalla perdida el deseo de supervivencia, porque es cuestión de tiempo.
Este cuerpo y esta mente van a desaparecer, es cuestión de tiempo.
Es una batalla perdida querer retenerlos.




Así que mantener estas necesidades es una batalla perdida y te hace una víctima propicia del miedo, porque nunca podrás satisfacer o garantizar esas necesidades.
La única victoria contra el miedo consiste en aceptarlo, en dejar de resistirse.
Así que cuando yo advierto esa experiencia en mi vida, el miedo, lo único que puede ayudarme es preguntarme a qué me estoy resistiendo.
Porque ésa es la única victoria contra el miedo, dejar de resistirme, aceptar la vida tal como es.





Y luego está esa creencia latente de la vida "como debe ser" -apuntó L.
Quizás crees que la forma de vida correcta consiste en tener pareja, o no tenerla, o ser madre, o una buena profesional, o lo que sea. Y si no tienes eso en tu vida, tu vida es un fracaso. Y ahí aparece el dolor de la frustración y el vacío. El fracaso.
Pero yo no creo que exista una forma "incorrecta" de vivir, al menos en esos términos.
Tener pareja o no tenerla, estar sola o acompañada, ser madre o no, ser una profesional o vivir una vida contemplativa. Cualquier ocupación, cualquier personaje que te toque o hayas elegido vivir es "correcto".
Lo importante es apreciar todo lo que aparece en un momento dado. Ya nos falta tiempo para apreciar con consciencia plena todo lo que aparece en un momento dado como para perderlo pensando en lo que no está.




Todo es "correcto"; tener pareja o no tenerla (así que no tengo que sentirme fracasada o sola en ningún caso), ser madre o profesional o vivir de las rentas.
Incluso el miedo es "correcto". Porque tiene una función:
Darte cuenta de que estás oponiendo resistencia en una batalla perdida,
porque es cuestión de tiempo.





















miércoles, 18 de junio de 2014

El sueño de morir. (2)




Mozart consideraba la muerte "la llave que abre la puerta de la verdadera felicidad".
Shakespeare escribió que "la vida es más dulce cuando estamos preparados para la muerte".
El psiquiatra suizo Carl Jung dijo que, "desde un punto de vista, la muerte es un proceso gozoso; a la luz de la eternidad es una boda,
como si el alma alcanzara su otra mitad, alcanza su totalidad".
Otro psiquiatra, Robert Jay Lifton, afirmó que "se debe conocer la muerte para poder vivir con una imaginación libre" y que "la clave para vivir una vida sin represiones (sin miedos) consiste en tener conciencia de la inmortalidad".
El filósofo francés Michel de Montaigne decía que "practicar la muerte es practicar la libertad".
Y para Sócrates, practicar la muerte consiste en aprender ahora a "afrontar la muerte fácilmente".
Michael E. Tymn, editor literario de "El libro Kundalini de la vida y de la muerte" (Ravindra Kumar y Jitte Kumar Larsen), considera que aunque parezca una gran paradoja, no lo es: practicar y abrazar la muerte es la mejor manera de aprender cómo vivir el ahora.





La primera vez que su maestro anunció que iban a estudiar la meditación en la muerte, ella sonrió entusiasmada, casi excitada. Entonces su maestro le preguntó el motivo de esa alegría, ¿acaso no sabía que iban a hablar del sufrimiento de las vidas futuras, los infiernos y otros reinos inferiores, el karma negativo y la necesidad de acumular méritos y purificar? Ella respondió: Pero meditar en la muerte es también abandonarse a la experiencia gozosa de la muerte, como cuando meditas y sientes tanta intensidad, como tocando techo, como si sólo el abrazo de la muerte pudiera darte alas y sabes: "si ahora me fuera, todo saldría bien".






Cuando ella volvió de viaje, avisada de que su madre estaba en la UCI, supuestamente en coma y a punto de irse, cuando entró en la estancia, su madre abrió los ojos y ella preguntó: ¿duele?, y su madre hizo un gesto de dolor (o a ella se lo pareció) y ella le dijo: Deja este cuerpo, que haga lo que tenga que hacer; tu cuerpo es de luz y no duele. Entonces la madre cerró los ojos y la máquina de los gráficos vitales empezó a sonar con sus alarmas y las enfermeras corrieron a reanimarla gritando su nombre y bombeando el corazón a golpes de masajes. Mientras ella se alejaba de la cama, de espaldas, la mirada fija en la situación que acababa de provocar, aterrada: he estado a punto de matar a mi madre.
Pero su madre volvió y se mantuvo aquí unas semanas más, obediente a las llamadas, a las demandas, a la insistencia (no te puedes ir), afrontando durísimas batallas de dolor para obtener minúsculas conquistas.
Un día, cuando ya podía dejarse sentar en una silla de ruedas y su hija la animaba a ejercitar las piernas, la madre se dejó caer, agotada, sobre la silla. Cómo es este sueño, mamá? Duele mucho? La madre cerró los ojos, como agotada. Pues vamos a soñar otro sueño mejor, más feliz y apacible -le dio tiempo a decir a la hija justo cuando llegaba la persona que la sustituiría para acompañar a la madre en las horas de visita.
Por la noche sonó el teléfono: ya se había ido.
Esta vez aprovechó el momento en que nadie estaba presente para exigirle que se esforzara más. La enfermera entró en su guardia nocturna y todo estaba en orden. Salió de la habitación y cuando volvió a entrar ella ya había dejado este cuerpo. Y quizás soñaba un sueño más apacible y feliz.





A ella le gustaba tener en su vida (en la de vigilia y en el sueño de la noche) esa voz presente que le recordaba que todo lo que aparecía era una proyección de su mente
y que no había motivo para temer.


martes, 17 de junio de 2014

El sueño de morir.




Recibió un sms de su amiga: "Mi madre ha muerto esta noche".
La madre, tan celosa de su intimidad, había abierto las puertas en los últimos días a las personas que la amaban y la admiraban y deseaban despedirse de ella.
Antes había dado instrucciones sobre cómo quería su funeral.
Laico, como había sido toda su vida.
Republicano, como su pueblo, como esa plaza donde tendría lugar la despedida.
Y quería que sonara la Internacional, que tantas veces había cantado y la había inspirado.

Nadie nunca había celebrado un funeral de esas características en ese pueblo, que se recuerde.
Así que mucha gente pensaba que esta mujer moría rompiendo esquemas y abriendo brechas, como había vivido siempre.
Junto a su cuerpo, algunas de sus pinturas, quizás su última exposición de cuadros para obtener fondos para el pueblo saharaui o la casa de acogida de mujeres maltratadas o cualquier otra causa.




Ella no estaba en el pueblo, así que se sentó a meditar y se dejó guiar por la powa de Avalokiteshvara.
Daba igual si J. no era cristiana ni budista; no le haría mal que ella se sentara a su lado (aunque virtualmente) a acompañarla en el trayecto.
Como antes había acompañado a la amiga en la llegada de su hija, ahora acompañaba a su madre en la partida. Al menos así lo vivía ella.





Una de las cosas que más le impactaron de la lectura del Libro tibetano de los muertos fue cuando se le recordaba a la persona moribunda que cualquier imagen que aparecía ante ella era una mera proyección de su mente. No tengas miedo, todo eso que ves son meras proyecciones de tu mente, como en el sueño.




Era la primera vez que ella oía algo así. Las personas que hablaban de su experiencia de la muerte solían contarlo como algo "real". Había quien había visto cielos y quien había visto infiernos. Ella se preguntaba por qué las personas que creían en Dios, Jesús o la Virgen María, veían a Dios, Jesús y a María, y quienes creían en Mahoma o Buda veían a Mahoma o a Buda. Y todo el mundo lo contaba como algo real, su experiencia, lo que veían. Y los demás estaban equivocados.
Y ahora leía: No tengas miedo, porque todo eso que ves son sólo proyecciones de tu mente.





Por primera vez oía que no existe algo real que te espera ahí fuera, en el momento de la muerte, y por lo tanto lo podía cambiar. Y ésa era la función de la persona acompañante, recordarle que lo podía cambiar,
y ayudarla a proyectar cielos acogedores y experiencias apacibles.











A ella le gustaba tener en su vida (en la de vigilia y en el sueño de la noche) esa voz presente que le recordaba que todo lo que aparecía era una proyección de su mente
y que no había motivo para temer.




jueves, 12 de junio de 2014

La pereza activa.






Querido amigo:

A veces no importa tanto lo que haces o no haces, las decisiones a tomar,
como la insatisfacción persistente que nos mantiene en continua búsqueda. (O debería decir huida?)
Lo importante no es si trabajo o me voy de retiro, si mantengo mi vida familiar o bien opto por la renuncia mundana.
Lo que cuenta es mi satisfacción (la aceptación, el amor, la práctica allí donde me encuentro) o la insatisfacción, esa estrategia del ego para mantenerme distraíd@ y permanentemente "en el camino", buscando siempre la oportunidad en otro lugar.
Pero la única oportunidad con la que contamos es el momento presente, la situación que está apareciendo aquí, ahora.





Él estaba agradecido a la vida y feliz. "Sóc molt feliç", había confesado en el compartir, tras la última meditación.
Cuando se quedó sin trabajo, dos semanas atrás, se había hundido un poco.
A pesar de que estaba en sus planes dejar su empleo, quería que fuera su decisión
y en el momento que él lo dispusiera, quizás tres o cuatro meses más adelante.
Claro que así llevaba ya algunos años, dejándolo para unos meses más adelante.
Pero de repente estaba fuera, sin que hubiera sido decisión suya, y eso dolía.
Por otra parte, su matrimonio, que ya había empezado a hacer aguas en los últimos años, ahora parecía que se ahogaba definitivamente.




Así que dos semanas atrás parecía estar en las últimas. Cuando se lo contaba a su mejor amigo, éste le escuchaba con interés y le acompañaba, pero en el menor resquicio se echaba a reír: la vida está decidiendo por ti y te está echando a empujones de tu dolorosa zona de confort; ahora te molestan las contrariedades pero vas a ver que todo lo que está pasando es bueno para ti.

Dos semanas más tarde compartía con su sangha que "es muy feliz".
Le han ofrecido dos trabajos que de momento ha rechazado porque siente que necesita algo más de tiempo para estar ahí, en sus retiros de silencio, en su práctica. Dedicar algo más de tiempo a centrarse, este proceso que le está devolviendo la paz y la armonía.
Y han pasado cosas que le han llevado a estar más cerca que nunca de su pareja, y con nuevos proyectos de futuro a compartir. "Soy muy feliz", dijo.




Eso fue ayer.
Hoy le contaba a su amigo que aún guarda dentro una silenciosa frustración: quizás debería dejarlo todo y dedicarse en soledad a su práctica individual. Aún se debate en una maraña de decisiones: si debería aceptar uno de esos trabajos o no y todas las demás disyuntivas que se le presentan.

Yo creo que todas esas alternativas que te traen de cabeza, tan importantes en tu vida, son meras anecdótas -le dijo el amigo.
Lo que importa es la insatisfacción latente.
Yo no pondría tantas energías en pensar sobre las decisiones a tomar (esa distracción del ego) como en investigar esa insatisfacción latente.
Esa ansiedad que te hace creer que en el otro autobús está la felicidad.
Esa distracción del ego que es, muchas veces, la búsqueda (en realidad, la huida) constante.
Lo que estás buscando ya está donde estás
y para encontrarlo sólo hay que desprenderse de la búsqueda,
de la acción que nos mantiene en el engaño de "estar en camino".
También le llaman "pereza activa":
mantenerse ocupado en lo urgente
o en lo superfluo
para evitar lo importante.





Querido amigo:

No digo que no sea importante pensar en las decisiones a tomar, pero quizás gastamos demasiada energía en pensar en las decisiones y muy poca en comprender el sentido profundo de la insatisfacción que nos mantiene en la búsqueda/huida permanente. Y ya sabes aquello de que "las actividades mundanas no se acaban nunca". Así que el único momento de practicar es aquí, ahora, en vez de esperar a las maravillosas oportunidades que nos deparará el futuro. O pasarnos los días y las noches pensando cómo debería ser ese futuro ideal.
Querido amigo,
el mejor lugar del mundo es aquí mismo
y el único momento, ahora.





miércoles, 4 de junio de 2014

La insoportable gravedad del ego espiritual.






Querida amiga:

A veces estalla la luz.
Te ríes porque llueve y es gris.
Qué luz?, dices, y te ríes.
A veces estalla la luz en el corazón.
Todo es perfecto.
Te despiertas de un sueño profundo profundo, qué ha pasado, dónde he estado?
Subes la persiana y ves la tormenta.
A veces, con la tormenta, hay algo en
el aire o en la presión el aire que te lleva
a un sueño profundo.
Ella sonríe al recordar a su maestro de kárate cuando dice:
Hay que dormir como si te murieras.
Como todo lo demás. Hay que hacer cada cosa como si fuera lo único posible en ese momento, como si te fuera la vida en ello.
Y de hecho es cuestión de vida
o de no vivir.

Así que se despertó de un sueño profundo y reparador y contempló una lluvia de bendiciones en su balcón y en su calle.
Aun así, preparó la mochila camino de su cita con el mar.
Cuando bajó las escaleras ya había parado de llover.
El camino en bici por el puerto era fresco, lleno de turistas y grupos escolares celebrando sus salidas de fin de curso. Grupos en corro jugando juegos en el puerto y en la playa.
En la cafetería, donde el desayuno de cada mañana, había música de saxos y trompetas, y decidió quedarse en el interior a degustar su café y la magia del hacer humano -la música, el arte, la cultura, las emociones, el amor, el dolor...
Recordó aquella cita de Goethe:
"Todos los días deberíamos oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y, si es posible, decir algunas palabras sensatas".

Recordó la primera vez que sintió: Si ahora me fuera, todo saldría bien.





A veces compartimos momentos de plenitud.
(Y ella recordó otra cita, esta vez de Rumi:
Whatever happens, just keep smiling and lose yourself in Love).
A veces toca la celebración de la vida. Pase lo que pase, puedes seguir sonriendo y desaparecer, quitarte de en medio, disolverte en amor.
Y eso es lo que compartes.
A veces toca compartir la alegría de la Tierra Pura en esta vida.
Y, a veces, toca compartir la dificultad.
La amiga que te cuenta su dolor de abandono, los conflictos de pareja o con l@s hij@s, las dificultades en el trabajo, los duelos... A veces, tus amig@s espirituales comparten sus dificultades en el camino, también en el camino espiritual. Las instrucciones que integran mejor y las que entienden peor. A menudo comparten la alegría del camino espiritual y a veces el dolor.




Periódicamente se reúnen para lo que ell@s llaman el tecito del dharma.
Como una sangha de sanghas, en el ágape confluyen distintos caminos espirituales
y disfrutan del compartir.

Estimada sangha -dijo ella:
Cuando comparto las alegrías del camino espiritual es una auténtica celebración, para mí misma y para l@s demás. Resulta amable e inspirador.
Cuando comparto las dificultades mundanas de la existencia humana, también vale. Como una práctica cotidiana del loyong.
Cómo superar los conflictos en nuestras relaciones, en el trabajo, en la familia...
Pero que no me cuestionen mi camino espiritual.
Ese dolor, que no me lo cuestionen.
Con la iglesia hemos topao -dice J, involucrado con el cristianismo comprometido.
Si cuestionas la iglesia de los demás, no hay problema -continúa ella.
Las arcas del Vaticano o el control mental de algunas sectas (siempre que yo no sea pro-Vaticano o de la secta en cuestión), pero que no me cuestionen la gestión de mis arcas o la obediencia, la entrega y la "des-estimación propia" que demanda mi tradición.
Y es que la importancia personal es muy peligrosa, allá donde se meta -comenta A, practicante del budismo mahayana.
Que no me toquen lo mío. Y, especialmente, que no me toquen mi camino espiritual.
Es que el ego espiritual es intocable -comenta B, advaita.
Y eso por qué?
Porque lo ponemos en un altar -responde B.
Y tod@s estallan en una risa cómplice.
Y ahí fue cuando apareció el maestro Linji y dijo aquello de "Si te encuentras con Buda, córtale la cabeza" -aporta C, practicante zen.
Y "No conviertas un Dios en un demonio" -recuerda S, del budismo tibetano.
Y así continuaron, riendo, irreverentes, practicantes sincer@s y valientes, en el empeño de desprenderse de
la insoportable
gravedad
del ego
espiritual.