martes, 31 de enero de 2012

Desenmascarar lo que no funciona; descubrir lo que funciona.

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En las clases de Sant Antoni seguimos con
el libro
Budismo Moderno.
http://www.budismomoderno.com/

Todo empieza mirando nuestra vida, cómo nos hemos pasado la vida (las vidas) cambiando las condiciones externas en la búsqueda del bienestar, de la felicidad: más estudios, más trabajos, un trabajo mejor, una pareja, dejar la pareja, una pareja mejor, una casa mejor...
Pero cambiar las condiciones externas nunca nos garantiza esa felicidad que deseamos, sólo nos cambia el tipo de problemas (en la forma, en el fondo siempre es el mismo).
De los problemas de no tener trabajo pasamos a los problemas de tener trabajo; de no tener pareja pasamos a resolver los problemas de tener pareja; de no tener hij@s pasamos a los problemas de tenerlos; de no tener dinero pasamos a los problemas de tenerlo, etc.










De nada te sirve que te toque la lotería (esa cantidad que puede comprar todos tus deseos materiales de por vida) y que te vayas
a hacer el viaje
que siempre habías soñado
con la persona que siempre habías soñado,
si una vez allí te enfadas (da igual el motivo), o sientes celos, o no soportas que la persona que te acompaña no sea como tu quisieras que sea; si algo te decepciona o te frustra o te altera; o no gestionas bien el dinero y eso te llena de ansiedad, o sientes que se aprovechan de ti, o...


Cambiar las condiciones externas no garantiza la felicidad.

El cambio de las condiciones externas no nos garantiza la felicidad porque la felicidad es un estado mental. Lo único que nos garantiza la felicidad es conocer la mente y aprender a adiestrarla para conseguir nuestro objetivo (la felicidad) en cualquier circunstancia.

En la meditación, aprendemos a conocer la mente, a observar los pensamientos que dirigen nuestra vida y controlan nuestras emociones; aprendemos a identificar los pensamientos positivos que inducen paz y los negativos que la perturban.
Y aprendemos a adiestrarla.





Como hemos aprendido a adiestrar las piernas para caminar, las manos para utilizar los objetos, etc., ahora aprendemos a conocer, primero,
y seguidamente a
adiestrar
la mente.










La paradoja: Todo el sufrimiento surge de desear la propia felicidad.

Y en la investigación, descubrimos que el egocentrismo marca nuestra vida,
la ilusión de que todo gira a mi alrededor.
Y que el pensamiento "yo", "yo primero", la exagerada importancia personal,
es la auténtica responsable de todo el sufrimiento,
la insatisfacción, la decepción, el dolor
porque no se cumplan mis deseos al cien por cien, durante el día y la noche, todos los segundos de mi vida.
Expectativa difícil, imposible de cumplir, verdad?
Irracional
y condena definitiva al sufrimiento.










Shantideva dice
en su "Guía de las obras
del bodisatva":
Todo el sufrimiento
surge

de desear
nuestra propia felicidad.








Toda la felicidad surge de estimar a los demás.

Y descubrimos también que los momentos de paz
y felicidad más intensa (de apertura, conexión, fusión, alegría)
surgen del amor.

Toda la felicidad de este mundo surge del deseo de que los demás sean felices,
dice también Shantideva en su libro,
"Guía de las obras del bodisatva".

Todo eso lo descubrimos explorando en la propia vida,
en las propias experiencias,
en la propia
mente.
















Qué difícil es amar!...

OK, de acuerdo, amar es la clave,
todo lo que necesitas es amor, como decía la canción.
Y qué pasa cuando no lo tenemos, cuando no sale?

Si amar nos resulta difícil, tendremos que hacer lo mismo que hemos hecho con todo lo que nos resulta difícil: aprender.
Y practicar.




Y cuando aprendemos
y practicamos,
lo difícil
se convierte
en algo
fácil.












Desenmascara
las desventajas
del egocentrismo.


Para ello hemos empezado a hacer unas meditaciones, unos pensamientos que nos van a inducir a sentir amor.
Descubrimos que la incapacidad de amar no surge porque sí, naturalmente, sino como consecuencia de unos pensamientos que inducen competitividad, envidia, exigencias, crítica y juicio, miedo,
mucho miedo,
segregación, separación, soledad,
mucha soledad...



Son todos esos pensamientos
que nacen
del "yo primero",
la exagerada importancia personal,
el egoísmo.








Ahora queremos empezar a cambiar de lente y pensar de otra manera que nos induzca a amar.
Para ello, hemos contemplado, y meditado,
en la bondad de todos los seres,
en las desventajas de la estimación propia (el egoísmo, la exagerada importancia personal)
y las ventajas del amor que estima a los demás.


Y descubre las ventajas del amor.

Contemplamos las desventajas del egoísmo (el yo primero que hace daño, que trata a los demás sin consideración, que nunca tiene bastante, que se enfada cuando las cosas no son como desea, que siente celos que duelen tanto, victimismo, que duele tanto, depresión, que duele tanto; ese yo superimportante que duele tanto...)
y las ventajas del amor
(el mejor antídoto contra la envidia, los celos, el enfado; el amor que destierra de tu vida todo ese veneno emocional que te sume en la miseria; el amor que desea la felicidad y la libertad del otro y te hace libre y feliz, y mejora tus relaciones y mejora tu vida).

Y es tan obvio,
que el egoísmo está lleno de desventajas
y de ventajas el amor.
Y sin embargo, por qué no sale?
Sigue sin salir -dice C.













Son obvios, están llenos de razones y de verdad, estos pensamientos, pero de qué nos sirven si no salen?
Por qué no salen?

Porque lo que tenemos integrado, a fuerza de uso, es justo lo contrario:
Que el egoísmo te hace fuerte y te protege;
y que el amor te hace débil y vulnerable, y duele.

Ésa es la mirada del ego, que se ha metido ya en nuestra venas, en nuestra sangre, en nuestra mirada, en nuestra mente, a fuerza de uso:
las ventajas del yo primero, que te protege
y las desventajas del amor, que te hace débil y vulnerable y duele.


El egoísmo no te protege
sino que te hace frágil;

el amor no te hace vulnerable
sino que te
hace fuerte
y te libera.




Cuando
nuestra
experiencia
diaria
es justamente
la opuesta:
que el egoísmo te hace frágil y te condena al sufrimiento
(porque nunca tienes bastante,
te separa y te hace ver el mundo como una amenaza,
condenándote al miedo y a la soledad)
y el amor te hace fuerte
porque te libera de todos los venenos emocionales (el odio, la envidia, los celos, el resentimiento, el miedo...)
y hace posible que tus relaciones sean más fáciles,
que tu vida cambie,
que tu mundo cambie,
que tú
cambies.

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miércoles, 25 de enero de 2012

Después del éxtasis, la colada.









Quise entrevistar a Lee Lozowick cuando vino a Barcelona porque era el maestro de Mariana Caplan, a quien admiro. Una persona con su trayectoria espiritual, Mariana Caplan, y tan humilde a la vez, como si en cada palabra de su interlocutor/a, en cada apariencia en el camino tuviera algo nuevo que aprender.
Amable, sencilla, atenta y cuidadora, feliz, Mariana es un modelo inspirador.
La trayectoria de su maestro, Lee Lozowick, es aún más larga e intrincada. Ha fundado varios ashrams en diversas partes del mundo (Arizona, Francia, India) y allá donde va le acompaña una corte de preciosas e interesantes seguidoras (la mayoría mujeres). Algo tendrá.
En la entrevista lo supe, lo vi, que había tenido profundas experiencias y tal vez realizaciones de expansión de la conciencia en meditación. Hay quien le llama iluminación.
Y sin embargo, sus formas pueden ser a veces hostiles y de menosprecio, en especial hacia esas personas instaladas en su zona de confort que se niegan a soltar, y avanzar. O sea: la mayoría de los seres humanos. (Quizás tú y yo).
Alguien podría confundirle con un misántropo.

Una vez acabada la entrevista (cuando yo ya estaba recogiendo mis notas), le pregunté, ya fuera de cámara:
Y de qué nos sirven todas las realizaciones espirituales y profundas experiencias de transcendencia, si no se manifiestan en la vida cotidiana?
Él me miró fijamente y dijo:
Yo al amor todavía no he llegado;
mis estudiantes creen que sí, pero no he llegado. ¿Tú sí?
Le miré a los ojos y sonreí:
En ello estoy.

De qué te sirve?






El camino espiritual
no es uno, singular y concreto.
Seguramente hay tantos caminos espirituales como personas.
Cada cual conoce su propia experiencia.
Hay personas que han estado ahí, han tenido profundas realizaciones.
Han despertado por un momento,
o por un año, o por diez.
Han visto la verdad.
La Verdad (lo dicen en mayúscula).
Y qué?
Rabjor dice: de qué te sirve?
De qué te sirve, eso es lo que importa.


¿Y tú? ¿Ya has llegado al amor?

Si una noche mirabas el cielo estrellado en el desierto de Arizona, o de Almería,
o en lo alto de la montaña más alta de Sierra Nevada, o en el mismo Everest,
o entrabas en el agua más cristalina del planeta
y te sentiste disolver,
diluir,
fundirte, mezclarte,
ser Uno
con Dios
o ser Nada,
nada, en minúscula.
Si has sentido el amor crecer en tu pecho
hasta romperlo
y ves que no hay pecho,
sólo amor, Amor en mayúscula
o en minúscula, da igual.
Todo eso está muy bien
y me regocijo -como dirían mis amig@s budistas.



Pero la prueba del algodón llega luego.
Después del éxtasis, la colada
-como dice otro amigo budista al que llaman Jack.

Has estado ahí, OK, bien.
Y luego qué?
¿Has vuelto relajad@, liger@, suelt@?
¿Ya no te da miedo la vida, y cuando te da miedo lo ves y sueltas?
¿Ya no te enfadas, y si te alteras
lo ves, y lo cambias por amor sin apenas esfuerzo;
o con esfuerzo, pero lo cambias?
¿Es más fácil amar que antes
del viaje
o por el contrario esta vida contaminada que ya no deseas aún duele más, porque sigue presente
y duele más?



















La adicción al bienestar.

Hay personas que, después del éxtasis, ya no aguantan la colada.
Y tener que estar en la colada les produce una rabia enorme, que a veces desemboca en la depresión, adicciones varias (hay maestr@s espirituales que cuando han perdido la "gracia" se han sumido en el alcoholismo y otras drogas, buscando abrir de nuevo la puerta que los estupefacientes nunca van a abrir)
y hasta la misantropía.
A veces, la pérdida del amor puede ser tan frustrante que se convierte en odio, un odio intenso,
como una rabieta infantil
y peligrosa.







Pero todo eso no es más que una manifestación más
del apego
a que se cumplan tus deseos,
el egocentrismo,
la adicción al bienestar
que es la causa de todos tus sufrimientos.
Y de esto no se escapa ni el camino espiritual.
Porque el ego (el "yo primero") se disfraza de lo que se tenga que disfrazar
para sobrevivir,
y da lo mismo el camino que tomes, allí estará.


Lo importante es lo que haces con ello.

A no ser que entiendas que eso no es lo importante, el éxtasis no es tan importante
(como pasártelo bien durante la proyección de una buena película o en el transcurso de una excursión o una inspiradora noche de amor y sexo).
Pasárselo bien es sólo eso: pasárselo bien
cuando se dan las condiciones.
Eso no tiene mucho mérito.

Lo importante es lo que haces con ello.

Mira tu vida. Contémplala
sinceramente, abiertamente, sin miedos ni prejuicios.
Y observa si el éxtasis que alcanzaste, el nirvana donde crees estar,
está en tu vida cotidiana.
Si aún sigue en tu mirada.
Y te permite ver la tierra pura
que siempre ha estado ahí, rodeándote;
si te cruzas con auténticos héroes y heroínas cada día,
si los ves.
Si te postras ante ellos
(aunque nadie lo vea, o tal vez sí).

Y es que, amigo mío, lo que importa no es el éxtasis
sino la colada.


Si la colada
ya ha pasado a formar parte
del éxtasis.















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domingo, 15 de enero de 2012

Gracias, mamá.

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Por lo general, cuesta agradecer a quien más te da. Quizás porque,
a fuerza de darte, ya parece que fuera lo "natural", tal como la vida funciona.

En esta cultura nuestra
cuesta agradecer sobre todo a la madre,
como si fuera lo "natural". "No tiene ningún mérito, todas las especies lo hacen", me dijo hace poco una amiga (cosa que habría que matizar).
Y como es lo "natural", lo aceptamos sin cuestionarlo, dándolo por hecho (por merecido);
de hecho, nunca tenemos bastante.
Por más que te dé, siempre hay alguna factura pendiente, alguna deuda contraída de esa madre que lo hizo, y lo sigue haciendo, tan mal.


Si hoy te salvaran la vida...

Si ahora mismo estuvieras a punto de ahogarte y alguien se lanzara al mar a salvarte la vida, cómo te sentirías?, nos planteó una vez Rabjor.
Si alguien te salvara la vida ahora mismo seguramente se lo agradecerías, quizás nunca lo olvidarías y te sentirías en deuda con esa persona el resto de tu vida.
Tu madre no sólo te ha dado la vida, ha permitido que estés en su vientre, parasitándola, durante nueve largos meses, nada cómodo por cierto; te permitió nacer (nada cómodo, por cierto), te crió, alimentó, educó
y te salvó la vida muchas veces cada día, durante muchos años.
Da igual todos los errores que tú creas que ha cometido, a ella le debes que estés aquí hoy, disfrutando de esta preciosa existencia humana que tal vez no valoras como podrías hacerlo.


Por mi cumpleaños, yo le hago un regalo a mi madre.

Cuando vivíamos en Miami, nos hicimos con una preciosa furgoneta con la que llevaba a mi hija a la escuela cada día, a ella y a algunas otras de la zona.
En cierta ocasión llegó al vecindario una familia procedente de Australia, pero originariamente de China, y empecé a llevar también a la niña, compañera de clase de mi hija.
Una vez escuché una conversación entra las dos.
X. le preguntaba a mi hija si su madre le hacía regalos por su cumpleaños.
M. le dijo que claro (M. solía tener muchos y grandes regalos),
¿tú no?, le preguntó a X.
No, dijo ella. Por mi cumpleaños yo le hago un regalo a mi madre. Ella me ha dado la vida, después de eso ya no tiene que dar más. Ahora soy yo quien debe agradecerle su regalo.


Aprender de la aldea global.

Culturas diferentes dan lugar a mundos diferentes.
No quiero decir que unas sean mejores que otras, pero en esta especie de aldea global donde dicen que empezamos a vivir, podríamos observar con mirada abierta y sin prejuicios al "otro" en la otra cultura; ver cómo funcionan los otros mundos y aprender, tal vez integrar lo que pueda mejorar el propio.

En nuestra cultura, tendemos a no agradecer a la madre, ni al padre
ni a la maestra o el maestro
todo lo que nos han dado.
Me atrevería a decir que todo lo contrario: tendemos a guardar buena memoria de todo lo que hicieron "mal", desde una perspectiva muy personal y en la distancia.

Yo, tengo que confesarlo, siempre he sido muy crítica
con mi madre, con mis profesor@s en la escuela, en el instituto, en la universidad.
Mi gran afición parecía ser cuestionarlo todo, rebatirlo.
Desde mi punto de vista, nunca sacaban buena nota, casi siempre se equivocaban.

Hasta que me introduje en las artes marciales y, no sé cómo, todo cambió.
Me acostumbré a saludar (una ligera postración con la cabeza, en señal de respeto), al entrar en el dojo (literalmente, dojo: lugar donde se aprende). Con respeto ante el lugar donde se aprende.
Me acostumbré a pararme, juntar los pies, las manos al cuerpo y hacer una ligera inclinación de cabeza ante el maestro o maestra, antes de comenzar la clase. Ante el compañero o compañera, antes de iniciar cada ejercicio de entrenamiento y al acabarlos, antes de empezar a combatir, y al acabar.
Dejé de cuestionar al instructor, y si había que repetir una técnica veinte o doscientas veces, simplemente lo hacía.
No sé cómo, entrar en las artes marciales fue aprender a confiar en el maestro o maestra
y agradecer.
Y agradecer siempre a l@s compañer@s junto a los que aprendía, al practicar y explorar.

Aún así, con el guía espiritual aún lo tenemos más difícil.
El guía espiritual (él o ella) es como la madre, de quien aprendes, te cambia la vida, o te la da,
y no sé cómo lo haces pero consigues saltártela en la cadena de agradecimientos.
Hizo lo que debía.
La madre hizo lo que tenía que hacer;
el guía espiritual simplemente te ha transmitido el camino, pero no lo ha inventado.
Como un mero puente, si no lo hubiera hecho ella, o él, lo habría hecho otra persona.
Al guía espiritual (con la iglesia hemos topado) cuesta agradecerle.
Y sin embargo, ha sido él, o ella, quien ha aparecido en tu mundo (de confusión, sufrimiento no identificado, egocentrismo e ignorancia) para mover las estructuras y hacerlas caer como un castillo de naipes.

Yo creo que deberíamos aprender a empezar a ver, apreciar y agradecer
de corazón
todo lo que han hecho y hacen, cada día,
todas las madres
y padres,
maestras y maestros
y, por qué no,
también
todos los guías espirituales
que han pasado por nuestra vida.


Querido Gueshe-la: Gracias por existir.

Quiero compartir con vosotr@s la dedicación que se hacía en la última Celebración del Dharma, el pasado mes de diciembre, en el KMC España, en Alhaurín el Grande, Málaga.









Querido
Gueshe-la:

Gracias por existir aunque sólo sea convencionalmente.

Gracias por aparecer en nuestro mundo y decirnos la verdad.Gracias por mostrarnos la salida de esta vida contaminada que duele como si existiera.Gracias por imaginar maestros perfectos, centros de Dharma y un Budismo Moderno.

Por favor, ayúdanos a desear por encima de todas las cosas liberar, para siempre, a todos los seres del sufrimiento. Ayúdanos especialmente a realizar la vacuidad antes de morir,
e inspíranos, por favor, para que al entender la vacuidad, nos emocionemos tanto como tú, y de esta manera nos unamos para siempre, y por completo, con todos los seres en la tierra pura del gozo y la vacuidad.

(Autores: María Ballesteros, David Tudela y Kelsan Rigden).
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