jueves, 15 de julio de 2010

Cuídate mucho.








Nos pasamos las clases desenmascarando
a la estimación propia (el egocentrismo)
y profundizando en meditaciones sobre el amor a los demás.
La consigna (ya lo dijo Geshe-la) es: cambia tu objeto de estima;
deja de estimarte a ti mismo para empezar a estimar a los demás.

Acaba la clase,
sonrisas y despedidas: cuídate mucho, disfruta de la semana.
Cuídate. Disfruta.
¿Es una contradicción? ¿No estamos hablando de dejar de poner la atención en una misma?
Claro, y eso es precisamente lo que ocurre cuando una persona deja de poner la atención en sí misma: que disfruta, que se cuida de verdad.

Rabjor lo dijo bien claro en una clase: se trata de cuidar a las personas, no sus perturbaciones mentales.
Se trata de cuidarme a mí misma, no los engaños egoístas que tanto me hacen sufrir.

El "yo" impostor.

Desde el principio de los tiempos he dedicado mi energía y atención a satisfacer las demandas de mi estimación propia. Desde el principio de los tiempos, parece que la función de mi vida sea asegurar la protección y la felicidad de este "yo". Cada pensamiento, palabra y acción están encaminadas a conseguir ese objetivo.
¿Y lo he conseguido?
Definitivamente, no.
Este "yo" está cada vez más engordado y más insatisfecho, más arraigada su adicción al bienestar que nunca consigue
y en su lugar aparece una frustración permanente.
Como un niño mimado y caprichoso que pide y pide sin parar y me someto, esclava de sus caprichos, para tenerle contento. Y nunca
lo está. Ni lo estará.
Por qué?
Porque este "yo" al que le estoy dedicando toda mi vida
no existe.
Es una construcción mental que he ido dando forma y consolidando a lo largo de mi vida:
Marié, periodista, madre, hermana, hija, etc, etc.
Empiezas a escuchar, desde pequeña, que eres guapa, o fea, y guapa o fea forma parte de tu propia construcción mental; inteligente o cortita, generosa o "casasola", rebelde o buena o mala persona, lo que sea.
Construyes un "yo" y dedicas tu vida a alimentarlo,
a cuidarle, a protegerle, a tenerle contento.
Pero esto, todo este trabajo que te mantiene ocupada las 24 horas del día, ¿te hace feliz a ti? ¿Consigues tus objetivos?
Definitivamente no.
Lochani te lo dice, conmovida de compasión: ¿no lo ves? Estás dedicando tu vida a un "yo" que no existe.
Y, mientras tanto, estás descuidando y manteniendo en el sufrimiento al yo que sí existe, el que experimenta las consecuencias de tus acciones e intenciones.

Como Lochani, no puedes evitar que se te salten las lágrimas cuando lo contemplas:
tanto trabajo, tanto sacrificio, tanto sufrimiento, las personas agotadas, estresadas, malhumoradas, separadas, haciéndose daño entre sí ... para qué?
Para contentar a un "yo" que no existe y por eso no podrá contentarse nunca.

Disfruta.

Cuando acabo un carta o me despido de alguien y digo "cuídate mucho", digo bien.
Cuando digo "disfruta" es mi corazón quien habla.
Desde el fondo de mi corazón deseo que te cuides, que disfrutes mucho del día, de la semana, de la vida, que seas feliz.
Tú, no ese impostor que se ha colado en tu vida.
Cuando seas feliz,
en esos momentos en los que (por un milagro de la vida, porque conectas con la esencia o por las bendiciones de los budas, llámalo como quieras) eres feliz,
no puedes hacer daño a nadie, ni siquiera a ti misma.

Entonces y sólo entonces, fíate de ti;
de tus pensamientos, de tus instintos, de tu corazón,
sólo entonces créete.
¿Fue Gueshe Potowa quien lo dijo?: Depende sólo de una mente feliz.
Confía
sólo
en una mente feliz.

Así que, insisto y digo bien: disfruta, cuídate mucho.
Cómo?
No dejes que el "yo" que no existe (el ego, la estimación propia) sabotee tu vida.

Cambia tu objeto de estima y cuidados.

Y cómo hacerlo?
Sé cual es el "yo" que no existe: al que le he dedicado toda mi vida y me hace infeliz, el que está presente en mi mente las 24 horas del día.
Pero, cómo sé cuál es el "yo" que sí existe? Cómo puedo hacerle feliz?
De momento no le conocemos, verdad? Tan ocupadas con el otro, que se ha adueñado de todo el espacio.
De momento, no sé a quien hacer feliz, pero sí sé a quién quiero dejar de contentar:
ese "yo" que me ha controlado toda mi vida.
Y la manera más fácil de dejar de pensar en él es empezando a pensar en los demás.

Ése es el camino. Yo no conozco otro camino.

Cuando dejo de pensar en mí y empiezo a pensar en los demás,
cuando dejo de dedicar mi vida a cuidarme a mí y deseo de corazón cuidar a los demás (no a sus perturbaciones mentales; no sus engaños, de la misma manera que no deseo alimentar los míos)
entonces, como por arte de magia,
por un milagro de la vida,
por la conexión,
por las bendiciones de los budas,
llámalo como quieras,
aparece la alegría, la felicidad, el gran gozo
profundo.


Y en esa experiencia reconozco
al yo
que existe.

viernes, 9 de julio de 2010

Ésta es la meditación que necesitas para el día de hoy.











A veces parece que suena mal tanta santurronerría y tanta bondad, verdad?

A veces, suena poco moderno y hasta empalagoso, en la sociedad de la individualidad y la arrogancia donde triunfan títulos como
"Sé mala", "Las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes", etc.
Una buena persona puede parecer tonta y, sobre todo, poco interesante.
Los personajes auténticamente atractivos de las películas suelen ser los malos.
Y sin embargo, qué poco funciona esto, en última instancia, en la salud emocional.

Si se lleva el egoísmo, seamos egoístas, pero de una manera inteligente.
Y estimar a los demás es la forma más inteligente de ser egoísta.
Para empezar, porque estimar a los demás es el mejor antídoto preventivo de enfados, odios, celos, envidias, apegos, deseos de control, exigencias, etc. Todos esos sentimientos negativos que nos hacen sufrir y tanto hacen sufrir a los demás, especialmente a los que "queremos" -a los que queremos controlar.
Cuando estimas, respetas
y ese amor, ese respeto, te impide ponerte siempre por delante, dar prioridad a tus deseos sobre los de los demás.
Cuando estimas de verdad, no hay espacio para todos esos sentimientos malsanos que tanto dolor producen en todas direcciones.
Y en su lugar, qué queda?

Cuando no surge el enfado, el odio, los celos, la envidia, las exigencias... qué queda?

Queda la paz.
Queda espacio para la paz, la satisfacción, el bienestar.



Por otra parte, sólo cuando estimas a una persona de verdad te resulta fácil, espontáneo y natural practicar la paciencia y la generosidad. Y eso da lugar a un comportamiento de consideración hacia los demás que les beneficia, que les hace felices. Y qué ocurre cuando las personas a tu alrededor son felices? Que da gusto convivir, verdad?
Si tú estás relajada, sin la tensión de "perder" (de que se aprovechen de ti), si das sin miedo, qué ocurre?
Que las personas a tu alrededor responden de la misma manera: sin tensiones, sin desconfianza, sin miedos. Se liberan. Y dan
con generosidad.

Y, por último, la gran noticia: y es que amar hace la diferencia.
El amor es lo que marca la diferencia entre una vida mediocre y una vida de calidad.
Sin amor, la vida es aburrida, la indiferencia está presente en todos tus pensamientos, actividades, emociones.
Pero aparece el amor y surge la conexión, la alegría, las risas.
La desdramatización de las pequeñas tonterías obsesivas que van amargando la vida.

Estimar a los demás no tiene más que ventajas.

Si meditas en las ventajas del amor que estima a los demás, es posible que sientas, como Mercè (una alumna nueva, en la última clase):
Ésta es la meditación que necesitaba para el día de hoy; salgo con una sonrisa de oreja a oreja. Gracias.


Yo también, Mercè.

Ésta es la meditación que necesitaba para el día de hoy.

martes, 6 de julio de 2010

El yoga de las acciones cotidianas.







Si contemplas
una puesta de sol entre las nubes grises,
el sol irradiando por detrás de todas las nubes
-tal y como yo la estoy contemplando ahora-,
absórbela,
deja que te saque de tu cuerpo
(ese cuerpo prestado)
y ofrécesela a tu yídam
en tu corazón
-no lo digo yo, lo dice el tantra.
Si te gusta la rúcula con pasas de Málaga y olivas negras de Aragón y queso curado de oveja y semillas de calabaza
y un vino de crianza,
degústalo como si cada segundo fuera el último de tu vida
y quisieras morir ebrio
de gozo, grande,
y ofréceselo a tu yídam
para que te dé la mano en el camino de transición.
Si te gusta el saxo suave de Sonny Rollings
o la voz de pájaro triste de Lena Horne,
cierra los ojos y vuela y ofréceselo a tu yídam
en tu corazón.

Vajrayoguini, Tara, Heruka, Vajrasatva, da igual,
ponle cara a tu yídam y dáselo todo.

Disfruta de todo para dárselo todo
-cuando ya no eres tú.

Quizás no hayamos entrado aún en la ciudad del Tantra, pero ya vamos pisando algunos barrios de los suburbios, en la periferia. Un poco más cerca.
Cada vez un poco más cerca.









Nota:
Crees que la puesta de sol es una puesta de sol; y la rúcula y el vino, rúcula y vino; y el saxo de Rolling y la voz de la Horne, saxo y voz,
pero has de saber
que todas las formas visuales son en esencia manifestaciones de las diosas Rupavajras;
que todos los gustos son diosas Rasavajras;
que todos los sonidos son diosas Shaptavajras;
todos los olores, diosas Ghendevajras,
y todos los tactos
diosas Parshavajras.
No lo digo yo,
lo dice
el yoga de experimentar néctar,
tal como lo cuenta la Guía al Paraíso
de las Dakinis.













Cada vez
un poco más cerca.