sábado, 20 de noviembre de 2021

Sé un Dios dichoso.

 


"Al identificarse con la persona limitada, surge el concepto de esclavitud
y de que ha estado sufriendo todo el tiempo.

Deje a un lado su propio nombre y forma
y descubra quién es.

Usted cree que se encuentra lejos de dicha cima.

Aquel cuyo ego es destruido se percata de que su verdadera naturaleza es vasta e ilimitada
y de que no hay que preocuparse por perder la sensación de ser.
Tememos perder la vida porque consideramos que abandonar el concepto de individualidad
equivale a la muerte.
En la medida en que uno se identifica con el cuerpo,
padece los frutos de sus propias acciones.

Nunca estamos incompletos en ningún sentido.

Distánciese de la vida y de la muerte".



"Mientras se conciba a sí mismo como una persona,
estará esclavizada y todos sus logros serán irrelevantes.

Todos los problemas son causados por nuestra implicación
cada vez mayor
en la conciencia del cuerpo.
Si percibe que esta conciencia es falsa,
su mundo también perderá realidad.

El estado en el que usted vive como si fuese el cuerpo y la mente
tan solo es pura distracción,
que no contiene ninguna realización
o satisfacción real.
Solo es insatisfacción.
Pero al conocer la semilla de este descontento,
deja de preocuparle.

Despierte su consciencia y sea un Dios gozoso".

(Nisargadatta Maharaj)




Yo no soy este cuerpo, según parece,
pero me sirve para transitar esta experiencia.
A veces el frío, la brisa cálida,
los aromas del mar y de la montaña.
Las degustaciones inspiradoras, como ofrendas de néctar.
La experiencia de ligereza y elevación,
y también el descenso
y la desaparición.

Logros irrelevantes, quizás.
Pero al fin y al cabo, parte del caudal de experiencias
del Ser que soy.
Distracciones,
podría ser,
y también oportunidades de vislumbre,
de acercarse al Ser gozoso
que ya somos.

La Vida.
En esta forma o en otra.
O sin forma.
La Celebración.
La disolución,
como agua vertida en agua.

In love we disappear.

Sé cómo es con este cuerpo.

Ni idea
de cómo es
sin él.




martes, 16 de noviembre de 2021

Maravillarse solo ante lo eterno.

 


Querido amigo:

Me preguntas por mi práctica actual,
el tema central de mi vida, en estos momentos,
la investigación donde pongo el foco.
Y te diré que tiene que ver con nuestra última conversación,
aunque entonces aún no sabía ponerle palabras.
Este cansancio por lo perecedero, te dije entonces,
este desinterés, que a veces parece que raya la depresión
o la transciende.
Esta llamada hacia lo estable y eterno.
Esa incógnita.
Invisible.
Ese terreno no cartografiado.

Y no es casual que, entonces,
empiecen a caerse los castillos de arena de mi mundo,
que parecían de piedra.
Y, dado que la vida es un libro de dharma,
empiezan a brotar mensajes y señales en esa dirección.
Como comentarios ilustrativos
que ayudan a comprender
un poco mejor.

"Lo importante es discriminar entre lo eterno y lo transitorio".

"La verdadera vairaya o renuncia
es ser capaz de diferenciar entre lo eterno y lo perecedero,
lo verdadero y lo falso.
Y entonces se pierde la confianza
y el interés
en lo transitorio".

(Enseñanzas sobre la no-dualidad
de Nisargadatta Maharaj)



Y contemplo la aparente contradicción a veces.
Por una parte, la llamada del asombro, la fascinación,
de vivir esta vida en la maravilla
ante lo que acontece.
Enamorada del Nirmanakaya,
el cuerpo manifestado de Dios.
Y por otra parte, el desinterés por todo lo perecedero,
que aparece destinado a morir;
la búsqueda de lo estable y eterno.

Quizás la respuesta está en conseguir identificar lo eterno
en todas las formas,
para vivir la fascinación de lo eterno
y no por las manifestaciones cambiantes.
El asombro ante la esencia.
El Sambhogakaya.
Que solo Dios te maraville.
El Dharmakaya.



No se trata de entristecerse por el desinterés ante lo mundano
sino poner el foco en el interés por lo eterno,
identificarlo
y maravillarse ante ello.
Y solo con ello.

Ahí es donde estoy ahora,
en medio de los cataclismos,
los movimientos de tierra,
el cambio de escenario.

Ya estaba en ello (lo que tu llamas mi práctica) mucho antes
y diría que todos los movimientos bajo mis pies han aparecido
para ponérmelo más fácil,
la clase práctica,
el escenario perfecto para aprender a "discriminar
entre la ilusión de lo perecedero
y lo eterno/esencial".

Y ahí estoy.
Agudizando la mirada.
Contemplando más allá.
O más acá.

Viviendo esa aventura.




miércoles, 10 de noviembre de 2021

El refugio.

 


El hogar. Su santuario.
Nada que envidiar.
El escenario y las rutinas son austeras
pero ya está acostumbrada y disfruta de la austeridad cotidiana.
Se siente más en paz que en el despilfarro del primer mundo -así nombrado.
Guarda un recuerdo ancestral de la tribu,
la vida en la calle, la red de apoyos,
la libertad.
Y ahí es donde se encuentra cómoda.
Y en este derroche de luz natural, del día y de la noche.
Como si en alguna vida anterior hubiera hecho voto de pobreza,
esa abundancia
que no requiere hipotecar presentes.




El frío. El otoño. El gris. El vacío.
Los sonidos del silencio,
el motor de la calefacción de alguna casa vecina.
La llamada en el móvil, que no atiende.
Cada una de esas experiencias puede evocar la alegría liberadora
o bien el pozo de la depresión.
No es lo que aparece fuera, es lo que se manifiesta dentro.

La amenaza, el sueño interrumpido, que no es reparador.
El cansancio, el desinterés.
El frío.
Es una parte del viaje como otra cualquiera.
Solo hay que atravesarla, con paciencia.
Y alegría, si es posible (siempre lo es).
Solo hay que atravesar la tarde, hacer lo convenido,
entregarse a la noche.
Esta vez el sueño la vencerá,
como una muerte reconstituyente,
como un viento
quizás molesto pero limpiador,
barriendo apegos y obsesiones.
Los efectos secuestradores de la hipnosis.



Atravesar la tarde,
rendirse a la noche,
entregarse al nuevo día.
Con energías renovadas.
Siempre es así.
Todo pasa.
Todas las olas se acaban disolviendo,
en este océano del samsara.

Y busca lo que es estable, lo que es eterno,
como una tabla de salvación.
Como un ancla.
Como un refugio.
El refugio.

Pero no siempre lo encuentra.
Como la luna nueva,
cuando no se ve.