viernes, 29 de enero de 2016

De vuelta a la casilla de salida.






Había vuelto a la ciudad de su infancia, después de tantos años.

Hacía tiempo que apuntaba en esa dirección pero no acababan de darse las condiciones. Entonces surgió un retiro de silencio en Murcia tan cerca de su casa original.
Solicitó participar y el organizador dijo: Vienes de muy lejos. Háblame de tu práctica.
Y ella respondió: Pasé mi infancia en Almería y me siento muy bien en el silencio del desierto.
Para su sorpresa, el organizador la incluyó automáticamente en un grupo de comunicación autodenominado "Desierto".

Cuando llegó, le pareció que además del reto del silencio (el realidad, en el silencio ella se sentía como en casa), tendría que afrontar el reto de la austeridad.
Tendría que ver cómo se vive siendo Robinson Crusoe durante unos días.
¿No escuchas una y otra vez eso de lo austera que eres? Ahora veremos hasta qué punto navegas la experiencia de la austeridad.
Hay que decir que la sangre no llegó al río.

Y ya que estaba en Murcia, concluido el retiro decidió acercarse a su cuna de la infancia.




En la casa donde se instaló había un perro y un niño.
El perro era también un niño lleno de energía.
Salían a pasear por los páramos desiertos (tan familiares) y por la playa, hasta que el perro mismo la devolvía a casa, donde se tumbaba a descansar como un angelito, agotado, irreconocible.

Con el niño jugaba cada tarde, a la salida de la escuela, después del parque. A veces a hacer puzles, a veces a la Oca.
En el juego de la Oca ella siempre acababa volviendo a la casilla de salida. Tanto, que el niño empezó a preocuparse. Ya no le importaba tanto ganar él mismo como que su compañera de juegos volviera una y otra vez a la casilla de salida.
Un día le dijo la madre: No sufras tanto, a ella le gusta volver a la casilla de salida.
Ella se rió. Sí, le gustaba mucho.
El niño se tranquilizó un poco.
La madre añadió: Es otra forma de ganar.
L@s tres se rieron.



lunes, 25 de enero de 2016

El arte de vivir despierto.





Mientras asistía a aquella reunión de la sangha de Cataluña se fijó en unos adhesivos sobre los cojines de meditación. "El arte de vivir despierto".
Una sencilla caligrafía reproducida a partir de una gira del maestro años atrás.
Otra caligrafía de Thich Nhat Hanh en la pared decía: Disfruta del momento presente.
Su propio grupo de Barcelona era conocido como "la sangha del momento presente".


Pensó en otras tradiciones budistas por las que había pasado y que ponían el énfasis en que lo que importa son las vidas futuras, mucho más que el presente, tan impermanente. ¿Y por qué importan más las vidas futuras? Porque duran mucho más que la vida actual: eones de posible sufrimiento (en los múltiples y variados infiernos, como seres inferiores, espíritus ávidos o animales, o como seres humanos con vidas llenas de padecimiento, torturas inimaginables y dolor).


Según estas tradiciones, que también se denominan budistas, el significado de esta preciosa existencia humana reside en purificar todo el karma negativo acumulado en innumerables vidas pasadas (cada situación adversa en el presente, cada sufrimiento es una posibilidad de ir saldando cuentas pendientes) y poder sumar karma positivo (a través de acciones virtuosas) para evitar el sufrimiento futuro.
Así, el significado de esta preciosa existencia humana consiste en ir sembrando semillas para la futura iluminación.
Pero no llegará sola. Tienes que poner mucho esfuerzo y sembrar muchas acciones virtuosas para poder recoger algún día, en el futuro, la cosecha de la iluminación.
El despertar, que un día tendrá lugar, en el futuro.





Acarició esa preciosa caligrafía en sus manos: El arte de vivir despierto.
El despertar, aquí y ahora.
El despertar como un presente continuo.
El acto mismo de despertar, en sí mismo, no es tan importante. Lo que cuenta es vivir despierta.
Experimentar cada situación que aparece con una mirada y una mente despiertas, iluminadas.
Lo que importa es el presente, porque el pasado y el futuro no existen, son meras alucinaciones.
Y el presente es otra alucinación, pero es la única que puedes experimentar
(el pasado y el futuro sólo los puedes experimentar si los introduces en el presente).
La manera en que afrontas una situación en el presente, es la práctica que hace grande y estable la forma de afrontar cualquier situación en otros presentes (aunque los llames futuro).




El presente es lo que importa, lo demás son sueños.
Y aunque el presente es otro sueño, es el único que puedes experimentar.
Lo demás (aunque lo llames pasado o futuro) son miedos, culpas, preocupaciones, escapismos
que vives en el presente.






Mientras que unas tradiciones budistas aseguran que disfrutar del momento presente es "gastar" o derrochar el karma positivo, otras tradiciones budistas te dicen que el disfrute mismo, con entrega y atención plena, es la práctica.




Disfrutar y soltar.
Disfrutar y entregarse.
Disfrutar hasta desaparecer en el disfrute mismo.
Da igual lo que aparezca, si al final todas son apariencias sagradas en esta Tierra Pura donde ya resides. No tienes que buscarla en otro sitio.
Apariencias sagradas cambiantes, como la mejor maestra que prueba una vez y otra, con diferentes enfoques y planteamientos, con diferentes palabras e imágenes, fábulas o parábolas, una vez tras otra, incansable, hasta que comprendes.
Así, la vida te presenta situaciones diferentes, una tras otra, hasta que comprendes.
Hasta que dejas de juzgar y posicionarte, y simplemente sonríes y disfrutas, porque has empezado a comprender.





Dicen que Buda impartió 84.000 enseñanzas (un número como cualquier otro, podrían ser 84.021, o 48.002, o 184.000 millones; no creo que Buda tuviera una especial predilección por los números redondos).
Dicen que Buda ofreció miles de enseñanzas, adaptadas a diferentes personas y situaciones. Y aunque a veces parezcan contradictorias, no lo son. Porque su objetivo es el de ayudarte a comprender, allí donde estés y como puedas. Buda, como la mejor maestra, como la vida misma, adapta sus enseñanzas a tu situación concreta, para que puedas comprender.

Así que si lo que sientes es que lo que importa son las vidas futuras, y el sufrimiento o el disfrute del presente no son irrelevantes, ahí tienes un abanico de tradiciones para seguir.

Y si sientes que lo que importa es la práctica del momento presente, vivir en la Tierra Pura aquí y ahora, reconocerla, desarrollar el arte de vivir despiert@ cada situación que la vida te presenta, aquí y ahora; si sientes que no hay otra opción para ti que disfrutar el instante presente hasta fundirte y desaparecer, sin dualidad ninguna, sin juicios ni preferencias, con entrega y confianza absolutas, ahí tienes un abanico de tradiciones para experimentar.
O ninguna.
Si has descubierto que todas ellas están en ti.




sábado, 2 de enero de 2016

No puede haber un nuevo año sin un nuevo yo.






El cielo se ha nublado y amenaza tormenta, cuando ya tiene dos lavadoras tendidas.
Pide al cielo que hoy no derrame sus lágrimas, que espere a la noche, cuando le escucha mejor.
Que deje cantar y planear a las gaviotas sobre los tejados.
Al llegar la tarde, la lluvia limpiará las deposiciones blancas
sobre el suelo y la baranda del terrado.
El orden de las cosas.
Hoy será un día tan bueno como otro cualquiera. Con lluvia o sin lluvia.


Dos de enero.
Hoy es un día tan bueno como otro cualquiera.
Thich Nhat Hanh dice que no es posible un nuevo año sin un nuevo yo.




Al empezar el último retiro de silencio (con Thay Doji), ella se sentía embarazada de algo que no acababa de nacer.
Quizás la alegría explosiva que suele sentir en cada retiro, como entrar en nuevos espacios de la Tierra Pura; la experiencia profunda de estar donde tienes que estar.
Sintió que quizás se sentía embarazada de esa experiencia que no acababa de nacer.
Como en una especie de sala de espera apacible, acogedora.
Le gustan los retiros de silencio.
Para oír mejor.
Para comprender mejor.




Sentía su embarazo, sin saber de qué.
Hasta que el maestro quiso jugar al juego del diálogo de voces (Big Mind) y llamó al bebé, y ella sintió una fuerza que le empujaba adelante.
Ella era el bebé mismo. Que había de nacer.




Cuando alguien le hablaba al bebé vulnerable, ella dijo: Vulnerable no.
Se sentía un bebé seguro y confiado, fascinado ante el nuevo mundo.
Sentía tanta fuerza dentro, tanto poder, que se sentía un nuevo ser recién nacido pero no vulnerable.
Vulnerable no.

Entonces se torció un tobillo y mientras caía al suelo (se dejó caer al estilo de su aikido, para no golpear el tobillo torcido y dañarlo más), mientras caía, pensaba: Vulnerable sí.




Aquí toca todo o nada, el pack completo.
Y así nació el bebé vulnerable.

Y aquí está, en contacto con el nuevo ser de mirada fascinada y absoluta vulnerabilidad.

Y de la vulnerabilidad nace la humildad y la compasión.

Nuevo ser, nuevo mundo por descubrir.




Elige el mundo en el que quieres vivir.

Y ella se pregunta a cada instante: Por qué he creado esto?
Cada instante, creando el mundo en el que le toca vivir.

Thay dice: No puede existir un nuevo año sin un nuevo yo.
Ella abraza al bebé vulnerable que acaba de nacer.
El pack completo: nuevo y vulnerable.

Abraza al bebé vulnerable que acaba de nacer
en un mundo nuevo.