Hoy he leído la noticia del ciberpederasta (o ciberdepredador, como le llaman) que buscaba chicas en internet, de entre 12 y 17 años. Se las ingeniaba para convertirse en su “amiga” virtual mientras introducía un “troyano” en su ordenador (un sistema de control, con acceso directo a toda la información de su disco duro), obtenía fotos muy privadas (de "amiga" a amiga) y acababa chantajeándolas bajo la amenaza de difundirlas, exigiendo desnudos o grabaciones embarazosas frente a la webcam.
Niñas que lloraban mientras accedían a masturbarse frente a la cámara, pensando que así, finalmente, las dejaría en paz. Niñas que veían difundidas por el instituto y entre sus amistades sus fotos e información privada, si se negaban a ir a más. Que acababan dejando los estudios bajo la presión del acoso y el miedo, que se sumían en la depresión durante meses y hasta en la idea del suicidio.
Niñas que lloraban mientras accedían a masturbarse frente a la cámara, pensando que así, finalmente, las dejaría en paz. Niñas que veían difundidas por el instituto y entre sus amistades sus fotos e información privada, si se negaban a ir a más. Que acababan dejando los estudios bajo la presión del acoso y el miedo, que se sumían en la depresión durante meses y hasta en la idea del suicidio.
Unas 250 adolescentes han estado sufriendo esta pesadilla en silencio y en secreto durante los últimos meses.
"Mamá, no aguanto más. La única salida que veo es suicidarme", le escribía una chica de 16 años en una carta a su madre después de 8 meses de habitar en los infiernos.
"Mamá, no aguanto más. La única salida que veo es suicidarme", le escribía una chica de 16 años en una carta a su madre después de 8 meses de habitar en los infiernos.
Los infiernos existen.
Escribo esto cuando preparo una clase sobre la meditación en los infiernos.
El dolor que presenciamos a nuestro alrededor (y a veces en nosotr@s mism@s) es algo más que el humo que nos avisa de la presencia del fuego, algo más que indicios de que los infiernos existen. Es el fuego mismo.
Escribo esto cuando preparo una clase sobre la meditación en los infiernos.
El dolor que presenciamos a nuestro alrededor (y a veces en nosotr@s mism@s) es algo más que el humo que nos avisa de la presencia del fuego, algo más que indicios de que los infiernos existen. Es el fuego mismo.
En budismo, la dedicación de los méritos (por cada acción o intención positiva, o tras la meditación) es muy importante.
Propongo que dediquemos los méritos (la energía positiva que generamos) cada vez que sintamos la paz y la alegría interior en la meditación, para que todos los seres que sufren (las niñas acosadas, violadas y asesinadas; las mujeres maltratadas que conviven durante largo tiempo con el enemigo en casa; los presos de Guantánamo y todas las personas torturadas en el mundo; las personas refugiadas de los países en guerra; las que sufren sequías y hambrunas; las que padecen dolores crónicos…) para que todos los seres que sufren en el mundo puedan sentir esa intensa paz y alegría que experimentas en meditación, de alguna manera, aunque sea por un instante, en medio de su sufrimiento.
Propongo que dediquemos los méritos (la energía positiva que generamos) cada vez que sintamos la paz y la alegría interior en la meditación, para que todos los seres que sufren (las niñas acosadas, violadas y asesinadas; las mujeres maltratadas que conviven durante largo tiempo con el enemigo en casa; los presos de Guantánamo y todas las personas torturadas en el mundo; las personas refugiadas de los países en guerra; las que sufren sequías y hambrunas; las que padecen dolores crónicos…) para que todos los seres que sufren en el mundo puedan sentir esa intensa paz y alegría que experimentas en meditación, de alguna manera, aunque sea por un instante, en medio de su sufrimiento.