domingo, 21 de junio de 2009

Los infiernos existen.



Hoy he leído la noticia del ciberpederasta (o ciberdepredador, como le llaman) que buscaba chicas en internet, de entre 12 y 17 años. Se las ingeniaba para convertirse en su “amiga” virtual mientras introducía un “troyano” en su ordenador (un sistema de control, con acceso directo a toda la información de su disco duro), obtenía fotos muy privadas (de "amiga" a amiga) y acababa chantajeándolas bajo la amenaza de difundirlas, exigiendo desnudos o grabaciones embarazosas frente a la webcam.
Niñas que lloraban mientras accedían a masturbarse frente a la cámara, pensando que así, finalmente, las dejaría en paz. Niñas que veían difundidas por el instituto y entre sus amistades sus fotos e información privada, si se negaban a ir a más. Que acababan dejando los estudios bajo la presión del acoso y el miedo, que se sumían en la depresión durante meses y hasta en la idea del suicidio.
Unas 250 adolescentes han estado sufriendo esta pesadilla en silencio y en secreto durante los últimos meses.
"Mamá, no aguanto más. La única salida que veo es suicidarme", le escribía una chica de 16 años en una carta a su madre después de 8 meses de habitar en los infiernos.


Los infiernos existen.
Escribo esto cuando preparo una clase sobre la meditación en los infiernos.
El dolor que presenciamos a nuestro alrededor (y a veces en nosotr@s mism@s) es algo más que el humo que nos avisa de la presencia del fuego, algo más que indicios de que los infiernos existen. Es el fuego mismo.

En budismo, la dedicación de los méritos (por cada acción o intención positiva, o tras la meditación) es muy importante.
Propongo que dediquemos los méritos (la energía positiva que generamos) cada vez que sintamos la paz y la alegría interior en la meditación, para que todos los seres que sufren (las niñas acosadas, violadas y asesinadas; las mujeres maltratadas que conviven durante largo tiempo con el enemigo en casa; los presos de Guantánamo y todas las personas torturadas en el mundo; las personas refugiadas de los países en guerra; las que sufren sequías y hambrunas; las que padecen dolores crónicos…) para que todos los seres que sufren en el mundo puedan sentir esa intensa paz y alegría que experimentas en meditación, de alguna manera, aunque sea por un instante, en medio de su sufrimiento.

martes, 16 de junio de 2009

Que tu mayor deseo sea la paz interior.


Todo es cuestión de que te lo creas o no.
A eso que te crees, le das poder; lo que no te acabas de creer de corazón, lo ignoras.
Si crees que la felicidad y el sufrimiento dependen de lo que te pase, de las personas que te rodean, a eso le darás poder.
Le darás el poder a lo que te pasa,
dependerás de las personas que te rodean.

Pero el budismo dice que la felicidad y el sufrimiento son estados mentales que están en tu interior
y lo que pasa fuera son sólo condiciones para hacer aflorar esto que tú ya tienes dentro.

Los problemas externos (del samsara), no vas a pararlos nunca
porque siempre seguirán apareciendo, uno detrás de otro.
Pero tus perturbaciones mentales (causas del sufrimiento) sí puedes reducirlas y eliminarlas.
Y desarrollar tu paz interior, causa última de tu felicidad.

El budismo dice: la causa de tu felicidad es tu paz interior;
la causa de tu sufrimiento, tus perturbaciones mentales (odio, apego, ignorancia).

Si de verdad te lo crees, siempre le darás prioridad a tu paz interior, por delante de cualquier anécdota que pase fuera.


Protege tu paz interior más que tus posesiones materiales.

Lochani dice:

Cada vez que algo empieza a alterarme (una crítica, una decepción, las cosas no son como deseo, etc.) pienso:
¿Qué me importa más, esto o mi paz mental?
Y mi malestar se reduce
automáticamente.
Porque cualquier cosa que no me guste (lo que piensen de mí, el inconveniente de perder un trabajo y tener que buscar otro, etc.)
no es tan importante como mi paz mental, mi alegría interior.

Así que vuelve a tu paz interior
(protégela
más que a cualquier posesión material o situación externa;
mima tu paz mental, vuelve a ella)
y haz lo que tengas que hacer
desde tu alegría
imperturbable.

Vivir para crecer. Crecer para ser más felices.

Rabjor dice:

El sufrimiento te avisa de que hay perturbaciones mentales que no has pillado.
Cada vez que sufres por algo, hay un apego detrás (a una persona o situación, a estar bien, a que ocurra lo que deseas), una aversión (todo lo que no quieres en tu vida) o indiferencia
(el aburrimiento del sinsentido, quizás).

¿Sufres? Míralo de esta manera: la vida te presenta la perfecta oportunidad para detectar lo que hay en tu mente.
Transforma esta experiencia en algo que te mejore.
En el momento en que consigas sentirte bien ante una dificultad,
te habrás convertido en un héroe o una heroína.
(La verdadera heroicidad no consiste en matar o destruir seres o situaciones que de todas formas van a morir
sino en destruir los engaños de tu mente, que nunca morirían de manera natural; por el contrario, cada vez se afianzan más y se hacen más grandes, si los dejas.)




Y, así, dejarán de darte miedo los problemas y empezarás a acogerlos con alegría, como oportunidades de crecimiento.

viernes, 5 de junio de 2009

Sé feliz y haz felices a los demás.




Por qué sufrimos?
El budismo responde que la única causa es interna, no externa:
la manera en que reaccionamos a las cosas, dirigid@s por nuestras perturbaciones mentales, nuestros engaños.

Lochani dice:
quieres ser feliz
sin abandonar
los pensamientos que destruyen
tu felicidad
y eso no es posible.


Lo que más te hace sufrir es tu obsesión
por el bienestar.

Lochani nos confronta con una realidad ineludible:
Quieres ser feliz en el samsara, y eso no es posible.
(Samsara es una manera de mirar la vida, de relacionarse con la vida. Una actitud. Una mente perturbada).

Lo que más sufrimiento te causa es dar por hecho que todo te tiene que salir bien aquí, en este mundo. Siempre.
Que puedes tenerlo todo controlado a tu gusto y a tu favor.
Que las personas que te rodean van a ser como tú quieres y hacer lo que tú quieres.
Que el universo tiene un plan perfecto para que todo cuadre en tu vida. En todo momento.
Y no es así.
Y esperar que sea así, lo único que te garantiza es una sucesiva cadena de frustraciones, enfados, sufrimiento.

Lo cierto es que en este mundo y en la realidad humana que vives, todo es muy frágil. Tu cuerpo es frágil, las situaciones de riesgo de accidentes, enfermedades y muerte son innumerables. El equilibrio familiar, profesional, con l@s amig@s, en cualquier tipo de relación, es muy frágil. Especialmente si las personas implicadas están dirigidas por el egocentrismo y el empeño en que las cosas sean exactamente como cada cual quiere que sean.
Poco racional, si tenemos en cuenta que los deseos de cada cual difieren, porque todos ellos están dirigidos por su propio egocentrismo.

No te engañes: lo que más te hace sufrir es ese deseo equivocado, imposible, de querer controlarlo todo, que todas las cosas que pasen en tu vida sean exactamente como tú quieres que sean.
Lo que más te hace sufrir es tu obsesión por el bienestar.
Lo que más te hace sufrir es tu obsesión por no sufrir.

Buda dice: Relájate, hijo mío, y acepta las cosas como son, porque no puedes cambiarlas.
Te enfrentas a efectos de causas anteriores, y eso ya ha pasado.
Lo que sí puedes hacer ahora es aceptarlas con paciencia y crear causas beneficiosas que tendrán efectos beneficiosos.

Lo único que depende de ti ahora es la manera en que decides reaccionar:
Puedes elegir entre el enfado, odio, orgullo, resentimiento, victimismo…
o bien, puedes aceptarlas con paciencia, amor y alegría,
y aprovechar tu oportunidad de crear causas beneficiosas para efectos posteriores.

Sé feliz practicando la paciencia
voluntariamente
y con alegría.

Quieres ser feliz cambiando todo lo que te rodea, una y otra vez
(a las personas, las situaciones),
lo cambias todo excepto
los pensamientos que destruyen tu felicidad.
Y ése no es el camino.
Lochani dice que la diferencia entre una persona espiritual y otra que no lo es reside en que la primera se esfuerza por cambiar su mente (destruyendo las perturbaciones egoístas) y la segunda sólo busca estar bien, aún esclava de su adicción al bienestar (que, inevitablemente, será causa de nuevos sufrimientos, antes o después).

La consigna de una persona espiritual podría ser: Sé feliz y haz feliz a los demás.

Sé feliz.
Cómo?
(Buda nunca nos deja colgados, dice Lochani: nos muestra el camino y, seguidamente, nos ofrece el vehículo).
Practicando la paciencia.
Cómo?
Acepta lo que es,
voluntariamente
y con alegría.


Y haz felices a los demás.
Cómo?
Con amor.
Ese amor que te lleva a cuidarles,
a recordar que tienen derecho a la libertad y a su propia felicidad
y te induce a cambiar para ayudarles mejor.

miércoles, 3 de junio de 2009

Vacuidad vs. autoengaño.

Pregunta a foro abierto.

Cómo saber cuándo hacemos un buen uso de nuestra (por pequeña que sea) comprensión de la vacuidad y cuándo, simplemente, nos estamos escaqueando de la situación.
Cuándo nos estamos evadiendo,
cuándo nos estamos autoengañando.

Rabjor dice:
Cuidado, el ego es muy perverso, le da la vuelta a todo para autoprotegerse.
Al Dharma también.
Y cuando el ego manipula el Dharma, es muy peligroso.









Como dice Mariana Caplan(http://www.crecejoven.com/mente/mariana_caplan/salud.php),
el camino espiritual está lleno de trampas engañosas y más nos vale detectarlas y afrontar nuestros autoengaños con humildad.

.