viernes, 17 de julio de 2015

Interespiritualidad.








Sidharta no había querido quedarse con el maestro Buda Gautama, a pesar de ver en él la compasión y la sabiduría.
No se quedó entre sus seguidores porque sentía que no se podía despertar a través de una doctrina, de una tradición, como el mismo Buda no había despertado a través de ninguna doctrina.
Así que le escuchó, le amó, y después se alejó para seguir su propio camino.
Con el paso del tiempo, Buda volvió a pasar por su camino y él quiso verlo.



Su amigo Govinda le preguntó si había cambiado de opinión respecto a Buda y Sidharta le dijo que no.

"El que realmente quiere encontrar, y por ello busca, no puede aceptar ninguna doctrina.
Pero el que ha encontrado, ya puede aceptar cualquier doctrina, cualquier camino u objetivo;
a éste ya no le separa nada de los miles de seres que ya viven en lo eterno, que respiran lo divino".

Quien ha encontrado, puede relacionarse con todos los seres, con todas las doctrinas,
Da igual el camino seguido.
Ya no juzga ni discrimina.
Ya nada le separa de ningún ser.




(Siddharta. 
De Hermann Hesse).













miércoles, 15 de julio de 2015

La danza.







Hace calor, sí -dijo ella.
Mi organismo se adapta al calor porque hace calor.
No me quejo. No deseo que sea de otra manera.
No anhelo la llegada del otoño;
por qué voy a querer empujar la rueda del tiempo, acelerar el ritmo del proyector?
Si acaso, en la sensación de calor evoco anteriores experiencias de calor en otros lugares
(el desierto de Almería camino de la Isleta del Moro, los mediodías norteafricanos en una plaza frente al té de menta o el zumo de mango recién exprimido en La Habana).
El calor de hoy trae a mi experiencia el calor de antaño en situaciones de libertad y plenitud.
Aparecen solas. No hago nada por atraerlas.




Así, el calor de hoy genera la experiencia de viaje, libertad y plenitud.
Da igual si está en el supermercado, fregando los platos, esperando turno en la sala para la ecomamografía de control o haciendo gestiones supuestamente molestas.
El calor como hilo conductor a la plenitud.




Podría ser el recogimiento del frío.
O la embriaguez del café de la mañana.
O la inspiración de la copa de vino como una lluvia de bendiciones sobre el ágape, la ofrenda del universo en su mesa.
O el mudra.
O la ausencia de mudra, como una danza de dakinis en este mandala corporal.
Que dancen.
Que no paren de bailar.
Que sigan danzando hasta morir
de amor,
entrega
y vacuidad.



lunes, 13 de julio de 2015

El orgullo.






Su amiga de la sangha le dijo:
Mi gran problema es el orgullo.
El orgullo? Qué clase de orgullo?, preguntó ella.
El orgullo de saber, de ser especial, de tener realizaciones espirituales, respondió la amiga en voz baja.
Ah, ese orgullo! Eso no es un problema.
La amiga la miró como si no entendiera.
Es un orgullo fácil de desmontar, dijo ella.
Cómo?, preguntó la amiga con la mirada.
La vida tiene sus recursos. En cualquier momento te toca empezar a sufrir, la prueba de que no sabes tanto. Orgullo desmontado.

Si sufres (te preocupas, tienes miedo, te deprimes, te frustras o simplemente te aburres),
tus realizaciones no valen nada -sonrió ella.
No hay nada de qué presumir.
Orgullo desmontado.
Recuerda la vieja canción:
Si tú no tienes felicidad, de sabia no tienes ná.  :)

Aun cuando te crees iluminada, la vida se encarga de darle la vuelta a la tortilla cuando menos te lo esperas, para que seas consciente de tus zonas de oscuridad.
Muchas veces la "iluminación" que interpretamos es sólo un pequeño cuarto iluminado.
Pero aún quedan muchas estancias en la oscuridad, o en la penumbra.
A veces.

Y a veces no.
Pero si tienes una cierta sabiduría, te garantizo que no aparecerá el orgullo, al menos no esa clase de orgullo.
Así que el orgullo mismo es la prueba de que no hay motivo para orgullo alguno.




martes, 7 de julio de 2015

Este mundo es la verdad misma.





(De Shobogenzo.
Tesoro del Verdadero Ojo del Dharma.
Volumen 1.
Autor: Eihei Dogen).



Keisei-sanskiki.


Keisei-sanshiki significa "las voces del valle del río y la forma de las montañas".
(Kei: valle del río;
sei: sonido o voz;
san: montaña;
shiki: forma).

Para el budismo, este mundo es la verdad misma.
La naturaleza, que es el lado material de la realidad,
siempre manifiesta la ley del universo.
Así, desde los tiempos antiguos, se dice que los sonidos de los ríos y la forma de las montañas son la enseñanza y el cuerpo del Budha Gautama respectivamente.


Las voces del valle del río son la ancha y larga lengua del Budha;
la forma de las montañas no es otra que la de su cuerpo puro.
A través de la noche, ochenta y cuatro mil versos.
Otro día, cómo podría contárselo a otros?





A menudo nos engañamos buscando la Tierra Pura (la alegría, la felicidad) en otro sitio.
Lo hacemos en nuestra vida cotidiana, mundana,
y en nuestra vida espiritual.
Como si la felicidad, el objetivo o el sentido de nuestra vida estuviera siempre en otro lugar.

Pero el maestro Linji enseñó:
"Hay peregrinos que suben al monte Wutai para hallar a Manjusri. Eso es un error.
Cómo puede estar Manjusri sólo en Wutai san?
Eso significa que no está en otras montañas, como Putuo, porque allí sólo se encuentra Avalokiteshvara.
Ni en el monte Emei, porque es la casa de Samantabadra.
Pero no es así.

Queréis conocer a Manjusri?
Manjusri es la maravillosa función que tenéis ante vuestros ojos.
Siempre ha estado ahí. Ése es el Manjusri vivo."




A veces nos cuentan que esto que aparece ante nuestros ojos es Samsara, y que no es Manjusri, el Buda de la sabiduría.
Que son apariencias engañosas con la única función de hacernos sufrir.
Pero esa afirmación sólo es válida para un tipo de mirada, un tipo de mente abducida.

Hay otra mente que sabe que lo que aparece ante nuestros ojos es el cuerpo de Buda, es una realidad sagrada, una oportunidad para despertar.
Lo que ves es siempre el cuerpo de Buda.
Y lo que oyes es la voz de Buda.
Y si no lo ves no es porque no esté ahí; es simplemente que no lo ves.

No te dejes convencer de que donde estás es Samsara
y la Tierra Pura está en otra parte
y los Budas habitan en otro lugar,
porque esa creencia te impedirá verlos allá donde estás.
Allá donde están.




Se cuenta que Asanga se retiró a una cueva en soledad para meditar, decidido a no abandonar hasta ver a Buda Maitreya.
A veces se desmotivaba y salía de la cueva para no volver, pero siempre se encontraba con alguna situación que le hacía replanteárselo y, finalmente, volver a la cueva, a seguir meditando.
Pasados doce años de retiro en soledad, optó por darse por vencido y abandonó.
Al salir de su cueva, encontró una perra enferma tendida en el suelo, el cuerpo lleno de llagas cubiertas por gusanos que ya habían empezado a devorarla.
La compasión fue instantánea y le llevó a quitarle los gusanos uno a uno, con suavidad; según se cuenta, con la lengua, para no dañar a los gusanos.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que la perra era el mismísimo Buda Maitreya.
Dónde has estado?, le preguntó el monje. He pasado doce años esperándote.
Siempre estuve a tu lado, dijo el Buda, lo que ocurre es que no me veías.




Manjusri, el Buda de la sabiduría, es la maravillosa función que tenéis ante vuestros ojos, dice el maestro Linji.
Siempre ha estado ahí.
Lo mismo que Buda Maitreya.
No los busques en otro sitio.

El hecho de que no los veas no significa que no estén aquí,
es sólo que no los ves.





Abre los ojos.
Porque todo está aquí.
Lo que llevas innumerables vidas buscando, ya está aquí.
Siempre ha estado aquí.

Y si sigues buscando en otro lugar, difícilmente podrás comprenderlo.




Durante treinta años, un viajero buscando una espada.
Cuántas veces han caído las hojas y germinado los brotes?
Tras una mirada a los melocotoneros en flor,
he llegado directamente al presente y no tengo más dudas.


domingo, 5 de julio de 2015

Caminar de noche en la montaña.





Disfruta del aire caliente, africano, que corre por la casa. Como un abanico que apacigua eso que llaman la ola de calor.
Hoy lo disfruta y siente que algo en su energía mental, y física, se ha vivificado.




Anoche regresó a casa pasadas las 3, de vuelta de la caminata nocturna por la montaña. Llena de retos.
A oscuras, con la única luz del cielo, a medias cubierto, y una luna tardía,
a oscuras pasaban por caminos, a veces atajos poco marcados;
a un lado la ladera que sube y al otro la ladera que baja, el precipicio lo adivinaba por las copas de los árboles en descenso.
A oscuras recorrieron trayectos que, viendo los detalles a la luz del día, quizás ella no se habría atrevido a pasar.
Pero, a oscuras, simplemente miraba donde ponía los pies y seguía avanzando.
Bañada por la gama de aromas de la montaña y el aire relativamente fresco en la piel.
Hubo un tramo que había que hacer sola
y por un momento, o varios, pensaba que se había perdido, porque no había camino y la montaña resbalaba.
Lo único que la mantenía tranquila y la animaba a seguir avanzando era la confianza en la guía.
Ella conocía bien el camino y nunca se habría atrevido a pedirles cosas que no pudieran hacer.