domingo, 25 de diciembre de 2022

El poder de la bondad.

 


Y el cielo se abre cuando temes por una tormenta
y sale el sol.
Parece una redundancia, verdad?
Tan obvio. Una perogrullada.
Míralo en tu vida diaria.

Has dicho o hecho algo que podría provocar una respuesta airada,
defensivo-agresiva, un mal rollo.
Tu corazón se encoge ante el previsible desenlace de los acontecimientos.
Y sin embargo, la otra persona te responde con amabilidad,
comprendiendo tu enfoque.
Y qué ocurre en tu interior?
Una experiencia de alivio, de gratitud,
el corazón abierto, sin miedo ahora,
la profunda paz
(ante la posibilidad previa de un escenario de guerra).

El cielo se abre cuando temes por una tormenta y sale el sol.
El poder de la bondad.

No siempre funciona así, ya lo sé,
pero a veces funciona así.
Y es bueno saber verlo.
Alguien te lanza lo que tú consideras una ofensa.
Pero no respondes de inmediato.
Miras la situación, miras a la persona.
Y qué ves?
Podría ser que encuentres miedo (al conflicto abierto),
o la herida que la llevó a actuar así,
o cualquier otra cosa.
Y a eso es a lo que respondes, no a la "ofensa" en sí.
Si hay miedo, estrechas la mano, o quizás un abrazo.
No quiero decir literalmente, sino metafóricamente, en tu respuesta.
Si hay dolor, acaricias.
En cualquier caso, acompañas,
no machacas de vuelta, la reacción automática.
No se manifiesta la agresión de tu ego herido.
No aparece el ego herido.
El amor te ha protegido,
a ti y a la otra persona.

El amor es siempre la mejor defensa, en todas las direcciones.
Me protege a mí misma y protege a mi entorno,
las personas, la situación.
Protege a la comunidad.




viernes, 23 de diciembre de 2022

Celebraciones familiares.

 


En un sentido, la navidad es como la muerte.
Se acerca y te pone de bruces con tu vida,
con lo que has construido, con lo que tienes en estos momentos.
Toda tu trayectoria se despliega en un sinfín de fotogramas,
algunos más significativos, otros menos.
Se activan los viejos dolores, los errores cometidos,
las agresiones recibidas y las que tú misma lanzaste.
Y esa extraña tendencia a las comparaciones en la que mayoritariamente 
sales perdiendo.

Podrías aprovechar este tiempo para hacer balance.
Pero, sobre todo,
para ver si te protege el amor
o te domina el miedo.
Y para verificar
si tu mirada es la del sueño lúcido
o la hipnosis te ha engullido como un tsunami.
Un mero sueño.
Otro más.




domingo, 18 de diciembre de 2022

La impermanencia.

 


El sonido del viento,
su voz de aire, a veces como un silbido.
A veces su presencia invisible se manifiesta en un golpe sutil en la ventana
o en el temblor del toldo de la terraza.
La voz del viento, como una ola de aire.
El tren que pasa.
Atardece.
El sol se aproxima al horizonte de mar
y al horizonte de montaña,
abandonando la masa de nubes grises y blancas en lo alto.
Desciende lenta y silenciosamente sobre una franja de cielo claro.
Silencio y quietud en su refugio
mientras el mundo continúa su danza imparable.

Aunque no hagas nada, la Vida continúa su devenir.
Aunque no hagas nada, el guion de tu vida no se detiene.
No tienes que hacer nada para que el flujo continúe con su propio ritmo,
de acuerdo a la ley de la impermanencia.
Cada vida como un bardo entre otras dos vidas en transición.
No hace falta que hagas nada, la película continúa su desenlace;
el libro sigue escribiendo su relato, 
trazado por una mano invisible.

Le gusta sentarse y contemplar.
Al atardecer es tan explícito.
Al amanecer también.
Especialmente cuando la voz del viento le pone sonido
al movimiento que no ve.
O la lluvia, limpiando escenarios viciados.

El silencio y la quietud en realidad no existen,
no son experiencias de este mundo, tan lleno.
Tan llenos, el silencio
y la quietud.
Como el espacio vacío, tan lleno de sueños.
Tanta energía en movimiento.
A veces siente vértigo.

Descansar, para ella, es disolverse en el misterio de este océano.
Como agua vertida en agua.





sábado, 10 de diciembre de 2022

El paso de las estaciones.

 



Silencio.
Sacando la vida guardada en la maleta.
Le llegó un texto en el que decía que a veces viajamos por la vida
como si lleváramos otra vida en la maleta.
Se detuvo un momento en el camino y abrió la maleta.
Ya no le quedaba otra vida guardada en el bolsillo (viajaba sin bolsillos)
así que le tocaba vivir ésta.
Miró a su alrededor y contempló con ojos nuevos.
No es que esta vez el otoño haya pasado sin hacerse notar
sino que este otoño es otro.
No es el del año pasado, por ejemplo.
Se viste de otros colores, de otras formas,
de otras temperaturas.
Pero aquí está.
Son sus expectativas, aguardando un diseño conocido,
las que le impiden ver un nuevo otoño.
Y lo cierto es que el otoño llegó cargado de regalos.
Algunos le gustaron más, otros menos.
Pero al fin y al cabo las preferencias personales son bastante irrelevantes.
Miró el otoño que quedaba atrás como una tierra fértil, cargada de frutos.
Era solo un sueño, sí,
bajo los efectos de la hipnosis de esta maga que es la mente.
O quizás simplemente el juego de la Vida,
el juego de Dios, divirtiéndose.
Y la Vida decía: Ahora otoño, ahora invierno.
No por mera diversión, seguramente, sino para que no olvidemos
nuestra mortalidad.

Se pasa los días rezando, casi suplicando, como un mantra:
"Que no me olvide".
Y sin embargo, el recordatorio está siempre presente.
La Vida ya hace su trabajo, sin que le reces.
La Vida te pone las condiciones para que no olvides que estás en el sueño;
el huracán de Samsara (la hipnosis) secuestra al personaje,
que siente que todo es muy real,
lleno de amenazas,
y se llena de miedos.
Como la vieja lucha entre ángeles y demonios que le enseñaron en la infancia.
Así que decide hacer una alianza con los dos.
Qué otra cosa podría hacer?
Acoger los miedos tanto como las celebraciones.
Y ver cómo se disuelven sin resistencia.
Ambas.



viernes, 2 de diciembre de 2022

La impermanencia.

 


Aún no se ha ido la noche
y los reflejos y colores de la salida del sol en el mar
llegan a su paisaje de cielo, en el marco de la ventana.
El sueño es confortable y caliente debajo del edredón pero el despertar ya es fresco.
Observa el brillo del sol reflejado en un edificio,
como una linterna encendida, como un faro.
El cielo como una acuarela de rosas y grises y celestes.
Por momentos, la tabla de colores se cubre de un fino filtro gris
y luego la cortina se corre y aparecen contrastes de luces doradas y sombras suaves.
La luz dorada del sol naciente
en pocos minutos será plateada
y seguidamente perderá su color,
tan intensa, tan presente ya, que parece que no estuviera.
Cuando algo se hace plenamente presente, se tiende a olvidar.
Es en la novedad y en la incertidumbre cuando, paradójicamente,
se hace más presente,
por la fina distancia con su ausencia.

La vida como un sueño, como un océano de olas
que nacen y mueren.
Tan impermanente.
Un otoño por delante, no dirá "otro".
Uno nuevo, lleno de regalos nuevos, aún por descubrir.






jueves, 1 de diciembre de 2022

El otoño.

 


El otoño ya ha llegado a casa, discreto.
Este año le costó mostrarse.
Apenas se le oyó venir
ni notó su presencia.
Así que se sienta en silencio y se sumerge en la escucha atenta, la contemplación.
Escucha su voz en el soplido del viento,
la respiración del Cosmos.
La respiración de Dios.
Observa sus colores en los árboles de las islas verdes de la ciudad, bajo sus pies.
En la piel rugosa del horizonte de montañas.
Y en el horizonte de mar, que se ha vuelto azul y gris y rizado.

Lo contempla todo desde su atalaya.
Reconoce el otoño también en el cielo cubierto, como un techo de nubes.
Despejado a medias en la franja que besa el horizonte de montañas
y el horizonte de mar,
por donde se cuela la luz del sol
que desciende a la hora del crepúsculo.
Los colores a punto de estallar en un despliegue de magia. Otoñal.
Otro año abriéndose camino, haciendo camino.
El sueño que no cesa.