Aún no se ha ido la noche
y los reflejos y colores de la salida del sol en el mar
llegan a su paisaje de cielo, en el marco de la ventana.
El sueño es confortable y caliente debajo del edredón pero el despertar ya es fresco.
Observa el brillo del sol reflejado en un edificio,
como una linterna encendida, como un faro.
El cielo como una acuarela de rosas y grises y celestes.
Por momentos, la tabla de colores se cubre de un fino filtro gris
y luego la cortina se corre y aparecen contrastes de luces doradas y sombras suaves.
La luz dorada del sol naciente
en pocos minutos será plateada
y seguidamente perderá su color,
tan intensa, tan presente ya, que parece que no estuviera.
Cuando algo se hace plenamente presente, se tiende a olvidar.
Es en la novedad y en la incertidumbre cuando, paradójicamente,
se hace más presente,
por la fina distancia con su ausencia.
La vida como un sueño, como un océano de olas
que nacen y mueren.
Tan impermanente.
Un otoño por delante, no dirá "otro".
Uno nuevo, lleno de regalos nuevos, aún por descubrir.
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