viernes, 30 de diciembre de 2011

Por qué no comienzas el año perdonando?

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Un año más.


En el KMC de Barcelona entran en el nuevo año celebrando
las 24 horas de Tara, integrando,
después de una cena muy especial,
una meditación muy especial con un ritual muy especial para que
el año nuevo signifique un nuevo yo.
Año nuevo, nuevo yo.

(Yo me lo perderé. En cuerpo, aunque de alguna manera en mente estaré también allí, donde estará gran parte de mi familia más significativa).

Para mucha gente, el año nuevo, como la noche buena, como el día
de la madre, o del padre, como el 8 de marzo y todas las demás celebraciones, no son más que un día cualquiera.
Por qué no dar a luz un nuevo yo cada día del año? ¿O agradecer a la madre, o al padre, etc. etc.?
Sencillamente, porque no lo hacemos. Y si lo haces (si celebras, si aprecias, si luchas por la igualdad, la justicia y la felicidad) cada día de tu vida, te felicito
y me postro ante ti, como diría un buen amigo mío.
Y si no es así, no está de más que, al menos, un día al año
te lo recuerde.
Los ritos (especialmente los ritos de paso) han tenido su función en todas las culturas de todos los tiempos. Y por algo será.


Propósitos de año nuevo.














Muchas personas comienzan el año nuevo con un saco lleno de buenos propósitos, pequeñas o grandes cosas que mejorar. La más grande de todas es ser una nueva persona.
De todas formas lo somos,
cada día, cada segundo nace una nueva persona, aun sin percibirlo.

(La prueba está en que ya no existe el bebé que fuiste, la niña o el niño, la adolescente...
Cuándo ocurrió ese cambio, para pasar a ser la persona que eres hoy?
Si buscas un instante concreto no lo encontrarás, porque han sido todos los instantes de tu vida los que han cesado para dar lugar a uno nuevo. Lo que ocurre es que nos repetimos tanto que apenas resulta perceptible.
Hasta que pasa a ser perceptible).

Pero cómo puedo ser una nueva persona? Qué nueva persona?
Cómo?


Bajar de esta
montaña.




Para nacer, hay que morir.
Para darse una nueva oportunidad, hay que soltar lo viejo.
A menudo hay que quemar las naves, para no volver
-a lo viejo.
Para sanar, hay que curarse.
Para sanar las viejas heridas, hay que perdonar.

Por qué no probamos a empezar el nuevo año perdonando?
Perdonándolo todo (como si aún creyéramos en la alucinación de que hay algo que perdonar).
Por qué no comprendemos (las heridas que arrastraban, que aún arrastran)
a todas las personas que creemos que nos hicieron daño?
Por qué no dejamos por un instante de mirar nuestro ombligo para mirar a nuestro alrededor y contemplar lo que nos rodea,
las personas que nos rodean, que no son "otras", "ellos" o "ellas",
sino otros "yo"?
Por qué no bajamos por un instante de esta montaña que llamamos "yo"
para subir a aquella montaña (que llamamos "tú", o "él" o "ella"),
y vemos cómo aquella montaña pasa a ser esta montaña?
Y era tan fácil.
Siempre lo había sido.
Sólo había que bajar de este yo y subir al otro
yo.

Algún día comprenderemos que este "yo" que consideramos tan importante no es más que una mera designación.
Y si designo "yo" en lo que hasta ahora he designado como "tú" o "ella",
si empiezo a sentir que tú y yo somos la misma cosa,
todo va a empezar a ir sobre ruedas.

Quizás es demasiado pedir.

OK. Entonces, podemos empezar, meramente,
perdonando.
Abriendo los ojos, dejando espacio para ver a los demás,
en especial a aquéllos que nos hicieron tanto daño (!!!);
verles como los seres frágiles que son, vulnerables
(al fin y al cabo, humanos, como tú y como yo),
heridos y con pocos recursos
para sanar sus propias heridas,
dando palos de ciego
(como tú y como yo).
¿No te parece que, más que resentimiento, merecen empatía
y que alguien les tienda una mano amiga?
Por ejemplo, la tuya.
La mía, por ejemplo.

Empieza el año perdonando (si tienes algo que perdonar)
y verás cómo se sanan todas tus heridas
y en la experiencia de alivio te haces grande.
Es tu nuevo yo.



http://reflexionesdeunaestudiantebudista.blogspot.com/2010/12/propositos-de-ano-nuevo.htmlEnlace

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viernes, 23 de diciembre de 2011

La iluminación es divertida.

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En la introducción de la reciente Celebración del Dharma, en Málaga, centrada en las enseñanzas sobre la vacuidad,
guen Rigden (el maestro residente) nos decía:
Hay que poner entusiasmo en conseguir la iluminación.
Hay que ponerle ganas, convencernos de que nos conviene, de que nos lo vamos a pasar bien. Y nos lo vamos a pasar bien porque la iluminación es divertida. ¿Te imaginas que tu madre se pone enferma y tú emanas como un enfermero y la curas? ¿O te metes en la mente del enfermero y la acoges y la ayudas? Y lo mismo con todos los seres, empezando por aquellos con los que tienes más conexión kármica. Emanas como lo que haga falta y les ayudas. ¿Te imaginas algo más divertido?


Cuando no puedes ayudar.












A veces estás ahí, durante mucho tiempo, acompañando a alguien, contemplando su sufrimiento (sus enfados, su segregación, sus preocupaciones, sus miedos, su dolor), y no puedes hacer nada.
Tú ves que todo eso que le hace sufrir es sólo una fantasía, producto de su imaginación, una hipnosis. Pero no puedes hacer nada. Sólo estar ahí. Dices algo y no te escucha, o lo que escucha le altera aún más. Así que dejas de decir y sólo escuchas sus crónicas, la narración de sus intereses mundanos (que te importan muy poco), de sus distracciones (la manera de distraer su dolor). Incluso escuchas la narración de los fantasmas que causan su dolor fantasma.
Contemplas ese alarde de imaginación que parece tan "real", tan sólido, a fuerza de construirlo día a día, segundo a segundo.
Acompañas y ya.


Cuando sí puedes ayudar.







Imagina que un día esa persona te tiende la mano y dice "ven" y te toca y todo cambia.
Y dice: cómo he podido no verte?
Y dices: pero yo he estado aquí todo el tiempo.
Y dice: cómo he podido no escucharte?
Y tú te ríes.
Quizás porque dejé de hablar.
Y de repente parece que lo entiende todo (al menos todo lo que tú tienes dentro): lo que dijiste
y lo que callaste.
Y eres feliz porque ahora sí, puedes ayudar a la otra persona
y de esta manera ella te ayuda tanto, tanto.
Se ha convertido en un compañero o una compañera junto a la que crecer, que te estimula a ser coherente, a ser mejor persona
o lo que sea que tengas que ser.

Como cuando eres un buda y tu madre está enferma y emanas en un enfermero que la cura.


Cuando sólo puedes ayudar
de otra manera.




Pero imagina que la otra persona no tiende la mano y dice ven,
y sigue sin verte
y cree que te escucha pero no,
lo que dices no tiene ninguna fuerza para cambiar las cosas
dentro de ella
(de la otra persona).
Y entonces haces como buda y miras a tu alrededor y buscas enfermeros y enfermeras
(o lo que la otra persona necesite)
que realicen la función que tú no puedes hacer.
Buscas otras emanaciones, otras apariencias
donde esa persona ponga su confianza
y se abra
a recibir la ayuda que tiene que recibir
para que algo se mueva dentro.
Como cuando buda busca un enfermero para ella y se mete en su mente y la hace apacible
y cálida y amorosa
y lúcida
para ayudar a tu madre
como necesita ser ayudada.


Todos somos un poco como budas.

A veces te ven
y a veces no te ven.
Y cuando no te ven (si quieres ayudarles)
tienes que buscar a alguien a quien sí vean,
en quien sí puedan confiar,
que responda a las pautas que cada persona necesita
en cada momento dado
para abrirse
y ser ayudada.


Todos somos un poco como budas, si queremos.

Con la diferencia de que buda nunca se equivoca
y tú,
quizás sí.

Quizás buscas la emanación que la otra persona necesita en este momento para crecer,
para jugar mejor su juego,
para soñar su sueño.
Y confías, sólo confías,
en que no olvidará que el objetivo último
(ya lo sabe, lo sabe tan bien como tú)
es dejar todos los juegos
(peor o mejor jugados, da igual),
abandonar todos los sueños
y despertar.




















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viernes, 16 de diciembre de 2011

Ve que esto funciona, tonto no es.

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Hacía tiempo que no nos encontrábamos en los retiros.
Estaban a punto de comenzar las oraciones de la Gema del Corazón en la gompa y vino a sentarse a mi lado. Durante el día la había visto con su marido y las niñas. ¿Y tu marido?, le pregunté. Ha cogido el coche y se ha ido al pueblo a ver el partido del Madrid-Barça. Bastante hace con acompañarme; y no se pierde ninguna sesión de las enseñanzas.
Me contó los problemas que había tenido al principio para asistir a festivales y retiros porque a su pareja no le gustaba nada. Ahora él la acompaña. Y se traen a las niñas. Y cómo ha sido ese cambio?, le pregunté. Ve que esto funciona, tonto no es.

La evaluación de tu progreso (personal y espiritual) la encontrarás, entre otras cosas, si las personas a tu alrededor ven que "funciona".


Cómo evaluar el progreso
en tu vida.







Si la relación con tu pareja es más fluida y amorosa, si te sientes más enamorad@ que nunca, más consciente de sus cualidades y poco obsesionad@ con sus faltas (nadie es perfecto), es que funciona. No importa que lleve 33 años a tu lado o sea la enésima pareja en tu vida; si una vez más es tu primer amor, el mejor de todos, es que funciona.

Si aún puedes pasarle el brazo por el hombro a tu ex, o cogerle de la mano y contarle tus confidencias. Si todas las "negociaciones" son fáciles y te alegras de su felicidad como si fuera la tuya propia,
eso en lo que crees (el dharma o cualquier otra cosa) funciona.

Si has empezado a reducir las exigencias con tus hij@s casi hasta la eliminación; si te interesa más su felicidad que sus "éxitos" (o tus miedos); si has empezado a ser su acompañante en este segmento de vida en común.

Si ya no necesitas "perdonar" a tu madre, o a tu padre, porque solo sientes gratitud.

Si tu salud ha mejorado ostensiblemente.
Si tu sistema inmunológico se ha fortalecido y ya tu cuerpo no
te habla tanto de frío (si has empezado a administrar bien tu energía), ni de calor.

Si has dejado de ser un@ esclav@ del culto al bienestar
porque cada vez son más las situaciones externas que reflejan el bienestar
que ya sientes dentro.

Si cada vez te quejas menos de las condiciones externas
y de las personas
porque esto cada vez se parece más a eso que llaman la tierra pura.

Si cada vez tu concentración al meditar es más fácil y gozosa.



Si mantienes la sonrisa de corazón
por mucho que maduren temporales, tormentas y tsunamis,
aunque parezca que la tierra se resquebraja bajo tus pies
y aun así no te engulle,
es que funciona.

Si aparece una sonrisa en tu rostro cuando contemplas los avances de otra persona,
su liberación progresiva,
la conquista de nuevos espacios de paz,
su madurez y sabiduría,
su confianza,
los miedos diluyéndose como maras fantasmas que ya no tienen ningún poder;
si puedes verlo (porque ya sientes todo eso dentro de ti);
si puedes contemplar la liberación, cada vez más,
de más y más seres a tu alrededor,
es que eso en lo que crees funciona.


Observa cómo es la vida de los miembros
de tu club.















Una recién llegada a la sangha de Barcelona me dijo una vez: "Esto está lleno de ex
bien avenidos".
Son parejas separadas que siguen cuidándose mutuamente.
Y eso es porque funciona.

En una de sus enseñanzas sobre la bondad de todos los seres, tus madres, Kunsang levantó los ojos del libro, miró a la audiencia por encima de sus gafas y dijo:
pero quizás tú eres una de esas personas convencidas de que nunca tuvieron una madre bondadosa y llevas años de terapia para superar los resentimientos contra tu madre, culpable de todos tus males; enhorabuena porque estás en el sitio adecuado y en cinco minutos te vas a curar para siempre de ese terrible daño que te infligieron en tu infancia y está envenenando tu vida.

Personalmente, no conozco otra terapia mejor que el dharma para sanar todas las heridas del "niño herido".
Y eso significa que el dharma funciona.

Pero para que funcione no basta con llegar, "pillar ideas" y salir
a picotear ideas a otras fuentes.
Lo sabemos porque no funciona.

Investiga en tu propia vida
y observa sin prejuicios las vidas de los demás, en cada club en el que te metes,
y observa si funciona.
Y utiliza lo que funciona.

No hay más.






Estas fiestas familiares serán una buena oportunidad para evaluar si tus creencias funcionan.
Si tu vida
funciona.












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jueves, 15 de diciembre de 2011

Cómo afrontar las fiestas familiares.

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Qué peligro tienen las fiestas familiares.


Anoche tuvimos
la cena de navidad
en el Centro Budista Mahakaruna de Barcelona
-cualquier excusa es buena para reunirnos en torno a una mesa después de contemplar y meditar.
¿A ver si adivinas el tema de la conferencia?
"Cómo afrontar las fiestas familiares", o algo así.
Bueno, vale, no así exactamente. En realidad era:
"Una velada por la paz en el mundo.
Enseñanzas sobre el buen corazón para unas fiestas felices en cualquier circunstancia".
Pero ya nos entendemos: cómo mantener un buen corazón
en cualquier circunstancia.

Y es que las fiestas familiares (y en realidad cualquier tipo de fiestas, celebraciones, reuniones, familiares o no) dan pie a mucho despliegue de "importancia personal".
Mucho más las reuniones familiares extensivas, donde tienden a emerger todas las "heridas", complejos, competitividad, guerras personales solapadas, facturas y resentimientos que se arrastran desde la más tierna infancia.

Pues bien, cómo afrontar esta prueba de fuego en esta contienda
de egos?


Protégete con una buena armadura de amor.

Rabjor nos dio varias herramientas:




1. Para empezar,
pide ayuda
y protégete
con una buena armadura
de amor, de estima.
Y a quién pedir ayuda? A los budas, a los seres sagrados. Quién otro podría ayudarte a generar amor profundo "a prueba de bombas"?


2. Aprecia, aprecia y aprecia. Aprende a apreciar lo que tienes, las personas con las que cuentas, el acopio de amor y cuidados que te ha protegido desde que llegaste a este mundo y a quienes les debes tu supervivencia y tu vida. Y ahí les tienes, todavía.

3. Aprovecha la ocasión para meditar, con más intensidad que nunca, en la bondad de todos los seres. En cómo llegaste desnud@ y con las manos vacías a este mundo y todo lo que la vida te ha regalado y sigue regalándote -la comida con que te alimentas, la ropa con la que te vistes, la casa que habitas, las personas con las que practicar y crecer y caminar tu camino espiritual...

Y 4. Y si te pillas que ya estás empezando, otra vez, a poner la atención en las faltas de los demás, dale la vuelta a tu lente y reconoce las tuyas, porque ya sabes que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Y recuerda que has decidido adiestrar tu mente y empezar a mejorar. Así que empecemos a poner la atención en las cualidades de los demás, que eso sí que nos sirve de inspiración y ayuda.

El secreto está en generar buen corazón, amor y gratitud. Y todo irá sobre ruedas.

¿Que se cae una vez más en la cháchara de hablar temas sin sentido? Sonríe, y ya.
Tú, ni caso. Sonríe, y ya.
Y, si es posible, deja que el dharma hable por tu boca cuando sea oportuno (y cuidado con no ser "plasta", avisa Rabjor).
Ámales, sonríe, y no hay mucho más que hacer.
Disfruta de tu aprecio por las personas que te rodean y de las condiciones con las que cuentas (de tu preciosa existencia humana), y de tu gratitud.
Practica el dharma de estimar a los demás y todo irá sobre ruedas.




















"Amor Victorious",
de Michelangelo Merisi

(Caravaggio).
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martes, 13 de diciembre de 2011

Borracha de bendiciones.

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La miraba delante de mí, en la mesa, tomándose un respiro -cosa poco habitual. Estábamos en la recta final del retiro de lamrim en el KMC
de Barcelona y todo había ido sobre ruedas como de costumbre. Tengo que confesarlo, que yo la echo de menos en las clases, en el PF de los martes y jueves y en el de los fines de semana. Ahora es directora administrativa
y ya no imparte clases (gran pérdida) ni asiste a ellas. Demasiado trabajo tiene con dirigir, coordinar y sacar adelante un proyecto como el KMC Mahakaruna, un nuevo centro para el estudio, meditación y retiros en Barcelona. Generalmente ni la vemos en las mesas a la hora de comer. Pero ya estábamos en la recta final y ahí estaba, sentada y alargando la sobremesa. Hace calor, dijo, y la miré, sonrosada, con esa expresión apacible eterna en su rostro, aún cuando esté enferma, como si las huellas del estrés no fueran con ella, como una manifiesta realización de la vacuidad del cuerpo.
La miré, pálida (ni tiempo tiene para salir y saludar al sol de paso)
y sonrosada por el calor. La expresión apacible, la sonrisa estable, la mirada clara. Como una virgen. Como una santa. Como una emanación de Tara. De Vajrayoguini. O de Heruka, qué más da; las dos caras de lo mismo. De Prajnaparamita.
Me levanté para dirigirme a la siguiente sesión del retiro. Pasé por su lado y la rocé con las yemas. Siempre lo hago, como para absorber, en el contacto, algo de su energía, una corriente de sus bendiciones.
Ya estaba bajando las escaleras hacia la gompa cundo algo me hizo volver sobre mis pasos, abrir la puerta y abrazarla por detrás. Abrazarla, acariciar su cabeza rasurada, besarla. Vi que la escasa audiencia que aún quedaba en el comedor me miraba. Devolví la mirada y dije, ¿os habéis fijado en que esta mujer es lo más, lo más...? No es que me hubiera quedado sin palabras, es que no quería ser demasiado explícita en mi veneración.
Ella sonrió como siempre, un poco más al dejarse abrazar, y dijo:
M. está borracha de bendiciones.

Es cierto.
No seré yo quien lo niegue.
Las bendiciones están ahí todo el tiempo, lloviendo a cántaros.
Los budas hacen bien su trabajo, día y noche, sin descanso. Lo único que tenemos que hacer tú y yo es descubrirnos (soltar ese paraguas de apegos, aversiones y confusión) y dejar que
nos toquen; abrirnos, entregarnos y dejar que se filtren, que nos empapen, que nos inunden hasta desbordarnos

de bendiciones.

Yo la llamo "mi hermana grande".
Se supone que es más joven que yo (oficialmente,
al menos en este cuerpo, en esta vida),
pero no tengo ninguna duda de que es mi hermana
grande.
Ésa en la que confías porque sabes que ha llegado más allá, que sabe más, que ha estado en más partes. Y es tu hermana
grande.





Para mí, Lochani es uno de esos cuerpos de luz
que sólo proyectan luz
de amor
y sabiduría.
Y no es el único en esta sangha
de Barcelona
llena de cuerpos de luz
que sólo proyectan luz
de amor
y sabiduría.





Qué gran suerte,
ser parte
de esta familia.









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viernes, 2 de diciembre de 2011

Samsara y nirvana, la misma hipnosis.

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Querido amigo:


Hoy hace un día precioso.
Hoy es
un día precioso.
Un día perfecto para morir.
Pero esto tiene toda la pinta de que hoy tampoco será,
así que lo que queda es que
hoy es
un día perfecto para vivir.

Un día precioso de cielo nublado, de nubes blancas y azules y grises,
y bajo este cielo de otoño, el mar era plano y diáfano.
En cada baño en el mar, una práctica de la vacuidad, ya sabes,
un ensayo del viaje.
En cada desplazamiento en el vientre de agua de la piscina, un paso más cerca de la amiga
que se me resiste.

Este samsara que habito
a menudo se disfraza de paraíso.
O quizás es la auténtica tierra pura y yo no me lo acabo de creer.

Amigo, esta carta es para decirte hasta luego.
Me voy de viaje, ya sabes, uno de esos retiros míos.
Al lamrim;
a los aledaños de la permanencia apacible, al extrarradio, a ratos a los suburbios más caóticos (donde a veces me pierdo, para qué negarlo), pero aun así, cada vez un poco más cerca;
a la disolución.
Y de ahí a la vacuidad con Chokga.

Será un viaje interesante, no lo dudo.

A veces me pregunto si la sangha es una ayuda o un lastre,
un apego que me engancha, de tanto amor,
de tantas risas,
de tanto que me enamoran las apariencias en el camino.
Como auténticos héroes y heroínas,
como auténticos
dakas
y dakinis
(tranquilo, Jesús, paciencia,
quizás tendremos tiempo para responder a algunas de todas las preguntas que te roban la paz,
como un niño emocionado, demasiado
emocionado).

Samsara y nirvana, la misma hipnosis.

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jueves, 1 de diciembre de 2011

Sobre el apego bueno (como el colesterol).

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Qué mala prensa tiene
el apego,
como el colesterol.








Amar suena bien;
el apego suena fatal.
Y sin embargo, quizás, no existe amor sin apego.
El apego de "tú eres especial", que
no siempre es necesariamente un apego egoísta.
Y no causa sufrimiento sino que, por el contrario, realiza su función,
porque a través de algo
o alguien
tenemos que aprender.
De alguna manera tenemos que dejar que surja esta experiencia
(de amor),
y quizás entonces resulta mucho más fácil proyectarla a todos los seres.


1. El amor llena tu vida de fiesta.







Cuando entras en el budismo, no tendrás que esperar mucho tiempo para empezar a oír hablar del "amor que estima a todos los seres",
esa forma de amar en la que desapareces,
esa forma de amar que aniquila tu ego (tu estimación propia) y te hace libre.
Y ves con claridad que sí, que parece que en el amor está la liberación
de todos los tipos de sufrimiento (ausente el "yo primero", el "siempre yo").
Que,
como siempre habías sospechado,
el amor llena tu vida de fiesta;
y que el amor
es la diferencia
entre una vida mediocre (sosa, adormecida, sin sentido)
y una vida de calidad.

Y ahora, qué?
Cómo se aprende a amar?
Cómo se abre un@ a esa experiencia?




Tan ocupado el espacio mental
y existencial
de tanto yo-yo-yo-yo... y mi-mi-mi-mi...
(el lenguaje bocina, ¿te acuerdas?)
cómo hacer espacio para alguien más,
otro,
diferente?









El apego, como el colesterol,
bueno.


Y entonces ocurre el "milagro" y aparece alguien, o algo
en la mirada de alguien,
o en el cabello suelto de alguien
o qué sé yo...
Aparece algo en alguien,
como un campo de práctica,
y empiezas a amar.

Y ahora ya sabes de qué va eso
del amor.
Y una vez que lo tienes ya sabes lo que hay que proyectar
a todos los seres.
Una vez que lo tienes dentro, esa experiencia,
espontánea y naturalmente acabará proyectándose
a todos los seres.




Apareció el apego, como un imán,
y lo convertiste en tu campo de práctica.







Es lo que yo llamo el apego bueno,
como el colesterol
bueno.




2. Segundo enfoque: el ejemplo.

Pongamos un ejemplo.

Pongamos que siempre has amado de la forma al uso, es decir, egoísta,
demandante, exigente,
con un objetivo claro e incuestionable: que te hagan feliz.
Y cuando él o ella no es como desearías,
no hace lo que desearías,
no responde a tus expectativas,
entonces te entristeces, tal vez te enfadas,
sufres
y quizás das por acabada la relación.

Imagina ahora que empiezas a conocer el loyong, la manera budista de amar (más detalles en "Ocho pasos hacia la felicidad",
de Gueshe Kelsang Gyatso, Editorial Tharpa),
tan diferente al amor que conoces:
igualarse, cambiarse, ofrecer la victoria, tomar y dar...
De qué sirven las palabras?
De nada, si no hay un campo de práctica.






Imagina que aparece alguien en tu vida para que puedas poner en práctica, paso a paso, cada uno de los versos
de las ocho estrofas
de la manera budista de amar.
"Alguien" no es cualquiera, es alguien concreto,
es un apego.
Es un imán.
Es alguien especial
(una apariencia que tu mirada convierte en alguien especial)
que surge en tu camino
como un campo de prácticas.
La inspiración que permite que hagas espacio al amor,
que construyas el amor
que te libera,
dentro de ti.
Y una vez que está dentro, ya es tuyo.


3. Tercer enfoque. De "Confidencias epistolares":
Como si pudieras ponerle puertas
al monte...



Querida
amiga:
Qué mala prensa tiene el apego, como el colesterol.
Amar suena bien; el apego suena fatal.
Pero para experimentar la manera budista de amar (esa fiesta de disolución personal) necesitas alguien a quien amar. La apariencia que te inspira y te permite generar dentro el amor que te libera. Y te da alas (como red bool). Te da fuerzas. Y te empuja, te impulsa, te catapulta. Esa apariencia es importante (al menos, en mi experiencia). Ese "apego" es indispensable para que una pueda desarrollar ese amor infinito. Y una vez que lo sientes ya es tuyo. Y puedes aplicarlo a todos los demás. Ya está dentro, ya sabes cómo relacionarte con los demás. Ese amor es el referente para desarrollar ecuanimidad. Sin él, la ecuanimidad parece pobre; está por definir -la ecuanimidad de qué. Imparcialidad de juicio, sí, actitud equilibrada, pero qué actitud? Qué juicio? Cuando tienes el amor ya tienes el juicio, ya tienes la actitud que quieres mantener equilibrada y constante.
Y así es como esa ecuanimidad se hace grande, gigante.
Ese amor, que ya está dentro, es el que te permite meditar con otros (sin que la presencia del otro te moleste o interfiera), reírte con otros, mirar a otros a los ojos y reírte. Antes del amor, de este amor (esta experiencia de expansión de la conciencia), no habrías podido hacerlo. Estabas segregada. Engañosa experiencia, como si pudieras ponerle puertas al monte.
Este amor es el que te ha conectado con todos los demás.
Sin este amor no hay conexión.

Como lamer miel en el filo de una navaja.

Y aun así, dicho esto,
mantente vigilante
siempre,
porque dicen que el apego es
como lamer miel en el filo
de una navaja.


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