miércoles, 31 de marzo de 2021

Cómo salir de la Mátrix en la vida diaria.

 


La despertó, cuando aún era oscuro, un canto nuevo.
Melodioso y prolongado. Aún de noche.
Era el canto del ruiseñor, a refugio entre los árboles de la montaña.
Montaña urbana pero montaña al fin.
Antes del ruiseñor, otras llamadas incisivas habían habitado su sueño.
Decidió incorporarse cuando las gaviotas empezaban a despertar.
Le parecía que había tenido un sueño lleno de sueños. Como visiones.
Pensó que las desentrañaría mejor al compartirlas con su amigo, que, como una premonición,
le había enviado un wsp durante la noche: 
"Oh! Qué ganas de que me cuentes!"




Querido amigo:

Aún de madrugada, quiero contarte mi extraño viaje.
He visto, como en un teatro de polichinelas,
personajes que habían aprendido a vivir vidas enanas,
como seres pequeños, autosecuestrados en jaulas
en las que cada barrote era un pensamiento, una creencia limitadora.
Como si utilizaran cada oportunidad de vuelo y liberación
para esclavizarse un poco más,
para hacer más grande y fuerte el fantasma del miedo secuestrador,
como un amo poderoso, sin cara ni forma.

Yo misma. Mi mundo.
El mundo que me acogió
al nacer
a este mundo.

Quiero contarte que estoy meditando mucho últimamente sobre nuestras tendencias a vivir vidas enanas,
en vez de las vidas gigantes que tenemos a nuestra disposición.
Sexo enano (de control, apego, fuente de neurosis)
en lugar de experimentar el portal liberador
que también es.
Y lo mismo con la comida
(de prisa y sin conciencia,
ignorando la profunda experiencia de interser que nos ofrece);
el sueño (un secuestro, un chute de anestesia,
desechando la oportunidad para conectar con la mente sutil,
ese terreno no cartografiado, tan fértil,
frondoso y liberador).
La respiración, caminar... esos milagros.
Qué desperdicio, desaprovechar de esta manera
nuestra rutinas cotidianas!

Sospecho que todas las "necesidades" de la vida humana
que a veces consideramos como una molestia,
como un lastre, una carga,
en realidad son puertas a la liberación
A la comprensión.
Al reconocimiento de lo que Es.
De lo que somos.
Y sin embargo, a menudo lo vivimos como una esclavitud.
Y lo mismo con los miedos,
que muchas veces son también el dedo que señala la luna.




Le llegó aquel texto de Luciana Cámpora.

Desconectamos el cuerpo del corazón
y nos perdimos.
La vida se volvió turbia, fría, vacía.
Lo único que nos quedó fue el goce limitado de los sentidos.
Pero el cuerpo desconectado del amor tampoco está pleno
y por ende, tampoco está sano.
Así como en términos del ego hace falta quitarse las corazas de lo aprendido,
del mismo modo, hace falta devolverle el corazón a la sexualidad.
Allí se abre su poder sagrado, lo que nos fue negado no por oscuro sino por luminoso.
Lo peligroso no era "irnos al infierno", por pecadoras o por brujas,
sino la posibilidad de iluminarnos.
Ésta era la amenaza para ese mundo articulado.
El peligro nunca fue para nosotras,
sino para quienes necesitaron mantenernos sumisas y esclavizadas.
Porque la sexualidad (con corazón,
la sexualidad como meditación, la sexualidad sagrada)
es nuestro Portal más poderoso.
A través de ella llegamos a este mundo.
A través de ella obtenemos la capacidad para crear y actuar.
A través del poder sexual podemos abandonar los límites mundanos y reconocernos creadoras y creadores de nuestro propio mundo.

Nos enseñaron que está mal "desear",
nos dijeron que el sexo era una "descarga fisiológica", una "conducta animal",
lo despojaron de su dimensión espiritual
y así intentaron cerrarnos la puerta de salida de la hipnosis.
La liberación de la Mátrix.
La capacidad de conectarlo todo y abrir los ojos.
Esa puerta que se abre cuando nos fusionamos en el éxtasis prolongado del cuerpo y el alma,
en Amor sublime (que no tiene por qué ser amor romántico).

Pero es mucho más de lo que nos contaron.

Aunque nos quieran hacer creer que estamos aquí para vivir vidas mundanas,
somos mucho más que eso.
Y como en todo, nos hace falta desaprender para re-aprendernos.



El sexo como una puerta de liberación de la Mátrix,
esa hipnosis profunda.
La comida, el sueño, respirar.
Caminar (cuando en cada paso ya he llegado, aquí y ahora).
Incluso el hecho de defecar
o lavar los platos
o limpiar el santuario que habitas.
La vida diaria, tan llena de pequeños ritos cotidianos,
obligaciones y necesidades que cubrir.
Cada una de ellas, una puerta de liberación
de la Mátrix.
Una oportunidad.

Si la reconocemos.

El dedo que señala la luna.

La luna misma.




domingo, 28 de marzo de 2021

La luna llena creciente.

 


Y mira, ahí, en la baranda,
aparece la gaviota, estilizada, blanca impoluta
(cómo se lo harán?, se pregunta,
su lavadora nunca lo consigue)
y gris, impoluto también.
Altiva, la cabeza erguida,
contemplando desde las alturas la ciudad a sus pies,
atenta a los sonidos del silencio.
La gaviota la mira, a ella y su escenario:
el desayuno recogido en la bandeja, en el poyete del terrado,
entregada al sol suave y al silencio
en esta vieja hamaca despintada.
Y parece que dijera:
Hoy te toca mi compañía.


No son voces de la chiquillería del barrio,
son las gaviotas en algarabía cuando el sol desciende, antes del atardecer.
Cuando el sol de primavera convierte su estudio en una estancia luminosa y cálida,
ese abrazo de calor tan esperado
a lo largo
del largo frío invierno.



La vida.
La tarde.
El otoño.
Los atardeceres.
La luna creciente
y la luna llena.
El canto de las gaviotas en el crepúsculo
y al amanecer.
El vuelo de las gaviotas.
El mar,
la contemplación de las olas,
de escaso recorrido. La vida tan breve.
Y la inmersión,
convertida en agua.
El baño de bosque.
El otoño, a veces la primavera.
La casa en la cima de la montaña, abierta,
de paisajes abiertos
y cielos abiertos.
Vivir para vivir.
Vivir para morir.
Vivir.
A secas.




Tan enamorada del otoño.
Y entonces, inesperadamente, llegó la primavera.

La primavera como un soplo, como un viaje.
El fin de la peregrinación.
Como una flor que se abre.
Se está abriendo.
En un presente continuo
que se despliega
sin prisa.

Parece que soltó el otoño, tan amado, para adentrarse en la primavera.
Cuando el loto en su corazón se abre de par en par.
Dejó el camino del otoño, tan amado,
e irrumpió la primavera.
Tan prometedora.

En el espacio celeste, la luna llena
y ella también, llena.
Pero mientras que la luna inicia su recorrido menguante
ella presiente la expansión.
Y se manifiesta como una luna llena creciente.

Abierta a un mundo nuevo,
cuando parecía que lo conocido ya sería su refugio final.
Y ahí está,
la luna llena creciente.



Le llegó aquel mensaje, tan mundano, que, sin embargo, la conectó
con aquellas experiencias de deleite en la meditación
del Alto Yoga Tantra.
Buscó un viejo libro, en su tiempo tan inspirador,
y lo abrió al azar:

"Las ofrendas externas son los objetos de deleite de los seis sentidos
que conceden el gozo especial no contaminado."

"Una vez que haya generado la mente de la suprema iluminación,
voy a tratar a todos los seres como a mis huéspedes
y a emprender las supremas y gozosas prácticas 
de la perfección."

"Concededme la sabiduría excelsa
nacida de manera espontánea."

Sintió que la primavera estaba abriéndose en su mente/corazón
al menos tanto como ahí fuera.
Lo mismo.




viernes, 12 de marzo de 2021

Ni ayer ni mañana, el despertar. Es ahora o nunca.

 


Silencio y quietud.
Y este concierto, esta sinfonía de cantos
de aves.
Y el abrazo del calor del sol.
Este organismo que respira, que late, en reposo.
Este cuerpo cósmico, como un corazón,
como unos pulmones.
El ritmo lento.
En contemplación.
En la entrega.
Como agua vertida en agua.
Lentamente.
Incluso la brisa de la montaña es suave, como un abanico pausado.
Tiempo, como el sueño, para la reparación,
para la recuperación,
para la sanación.

Después del día de ayer, agitado y lleno.
Hoy también
lleno, de otras cosas,
vacío de agitación.




En el encuentro con la sangha, on line, el facilitador hizo una lectura de TNH,
una vez más recordando que la espiritualidad no está fuera de la vida diaria.
Y la plenitud del despertar no es algo para considerar en una vida futura.
Aquí y ahora, la Tierra Pura en el aire que respiras,
en la tierra que pisas.
Lo escuchamos, lo suscribimos y, a menudo,
un instante después regresamos a nuestro padecimiento cotidiano,
al rechazo de lo que es
y al dolor.

Un amigo se cruzó con ella y la urgió, casi un grito:
"¡Quítate de en medio!"
Ella le miró, inquisitiva.
El amigo sonreía con un guiño de complicidad.
Te quitas de en medio y comprendes que todo está en orden.
Te quitas de en medio (ese yo tan lleno de
gustos y rechazos, objetivos, culpas y resentimientos)
y ves que el río fluye.
Incluso cuando llega al mar.
También entonces.



Salían de una celebración privada en ese restaurante en la montaña,
camino abajo, la inmersión en el baño de bosque.
Da igual los momentos pletóricos de despertar que hayas vivido en el pasado
-dijo ella.
Lo importante es: de qué te sirve ahora?
No tiene sentido estancarse en la experiencia del pasado
(y seguir dándole lustre al ego espiritual)
si no tiene un efecto aquí y ahora.
Como vivir de las rentas.

Imagina que hubo un tiempo en el que parecía que todo brillaba,
incluso en las pérdidas más profundas veías la luz,
y en las experiencias de muerte, el amor.
El desapego de la hipnosis dibujando alas.
Y entonces aparece esa pregunta:
¿Realmente me serviría todo esto si de repente apareciera en los infiernos,
en la noche oscura?
Y aparece la noche oscura.
Y todo está bien.
Y entonces
lo que importa es la noche oscura,
el orden que hay en la noche oscura.
Y las batallitas de la supuesta iluminación en el pasado
solo sirven
si sirve de algo
en el presente,
si se manifiesta en el presente,
aun en la noche oscura.



Si me hablas de tus experiencias de iluminación en el pasado, la pregunta es:
Y qué? De qué te sirve ahora?
Dónde estás ahora?
Suéltalo ya, lo que no está aquí, ahora.
Todo el mundo ha tenido un momento de gloria en su vida,
experiencias explosivas de transcendencia.
Y qué más da?
Háblame de ahora, aquí:
Cómo se manifiesta?
Es muy fácil vivir ahí, mucha gente sabe hacerlo
-en la experiencia explosiva del amor,
en la humildad de la entrega, cuando comprendes,
cuando todo fluye.
Pero, ¿y si de repente aparecieran los infiernos?
¿Te serviría todo esto?

Y aparecieron -respondió el amigo.
Y funcionó.


El despertar, cuando comprendes,
funciona siempre,
en cualquier situación.

Pero lo único que importa es cómo se manifiesta ahora,
ahí donde estás.