La despertó, cuando aún era oscuro, un canto nuevo.
Melodioso y prolongado. Aún de noche.
Era el canto del ruiseñor, a refugio entre los árboles de la montaña.
Montaña urbana pero montaña al fin.
Antes del ruiseñor, otras llamadas incisivas habían habitado su sueño.
Decidió incorporarse cuando las gaviotas empezaban a despertar.
Le parecía que había tenido un sueño lleno de sueños. Como visiones.
Pensó que las desentrañaría mejor al compartirlas con su amigo, que, como una premonición,
le había enviado un wsp durante la noche:
"Oh! Qué ganas de que me cuentes!"
Querido amigo:
Aún de madrugada, quiero contarte mi extraño viaje.
He visto, como en un teatro de polichinelas,
personajes que habían aprendido a vivir vidas enanas,
como seres pequeños, autosecuestrados en jaulas
en las que cada barrote era un pensamiento, una creencia limitadora.
Como si utilizaran cada oportunidad de vuelo y liberación
para esclavizarse un poco más,
para hacer más grande y fuerte el fantasma del miedo secuestrador,
como un amo poderoso, sin cara ni forma.
Yo misma. Mi mundo.
El mundo que me acogió
al nacer
a este mundo.
Quiero contarte que estoy meditando mucho últimamente sobre nuestras tendencias a vivir vidas enanas,
en vez de las vidas gigantes que tenemos a nuestra disposición.
Sexo enano (de control, apego, fuente de neurosis)
en lugar de experimentar el portal liberador
que también es.
Y lo mismo con la comida
(de prisa y sin conciencia,
ignorando la profunda experiencia de interser que nos ofrece);
el sueño (un secuestro, un chute de anestesia,
desechando la oportunidad para conectar con la mente sutil,
ese terreno no cartografiado, tan fértil,
frondoso y liberador).
La respiración, caminar... esos milagros.
Qué desperdicio, desaprovechar de esta manera
nuestra rutinas cotidianas!
Sospecho que todas las "necesidades" de la vida humana
que a veces consideramos como una molestia,
como un lastre, una carga,
en realidad son puertas a la liberación
A la comprensión.
Al reconocimiento de lo que Es.
De lo que somos.
Y sin embargo, a menudo lo vivimos como una esclavitud.
Y lo mismo con los miedos,
que muchas veces son también el dedo que señala la luna.
Le llegó aquel texto de Luciana Cámpora.
Desconectamos el cuerpo del corazón
y nos perdimos.
La vida se volvió turbia, fría, vacía.
Lo único que nos quedó fue el goce limitado de los sentidos.
Pero el cuerpo
desconectado del amor tampoco está pleno
y por ende, tampoco está sano.
Así como en términos del ego hace falta quitarse las corazas de lo
aprendido,
del mismo modo, hace falta devolverle el corazón a la
sexualidad.
Allí se abre su poder sagrado, lo que nos fue negado no
por oscuro sino por luminoso.
Lo peligroso no era "irnos al infierno", por pecadoras o por brujas,
sino la posibilidad de iluminarnos.
Ésta era la amenaza para ese mundo articulado.
El peligro nunca fue para nosotras,
sino para quienes necesitaron
mantenernos sumisas y esclavizadas.
Porque la sexualidad (con corazón,
la sexualidad como meditación, la
sexualidad sagrada)
es nuestro Portal más poderoso.
A través de ella llegamos a este mundo.
A través de ella obtenemos la
capacidad para crear y actuar.
A través del poder sexual podemos
abandonar los límites mundanos y reconocernos creadoras y creadores de
nuestro propio mundo.
Nos enseñaron que está mal "desear",
nos dijeron que el sexo era una
"descarga fisiológica", una "conducta animal",
lo despojaron de su dimensión espiritual
y así intentaron cerrarnos la puerta de salida de la hipnosis.
La liberación de la Mátrix.
La capacidad de conectarlo todo y abrir los ojos.
Esa puerta que se abre cuando nos fusionamos en el éxtasis prolongado
del cuerpo y el alma,
en Amor sublime (que no tiene por qué ser amor
romántico).
Pero es mucho más de lo que nos contaron.
Aunque nos quieran hacer creer que estamos aquí para vivir vidas
mundanas,
somos mucho más que eso.
Y como en todo, nos hace falta desaprender para re-aprendernos.
El sexo como una puerta de liberación de la Mátrix,
esa hipnosis profunda.
La comida, el sueño, respirar.
Caminar (cuando en cada paso ya he llegado, aquí y ahora).
Incluso el hecho de defecar
o lavar los platos
o limpiar el santuario que habitas.
La vida diaria, tan llena de pequeños ritos cotidianos,
obligaciones y necesidades que cubrir.
Cada una de ellas, una puerta de liberación
de la Mátrix.
Una oportunidad.
Si la reconocemos.
El dedo que señala la luna.
La luna misma.
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