sábado, 22 de octubre de 2016

El hogar.








Vajrayoguini caminando por la montaña.
Silencio.
Suena un wsp en el móvil (de requerimiento) y responde:
No puedo ir. Estoy reunida.
Y es verdad.
Reunida con los árboles, las hojas, el viento,
las campanas de alguna iglesia lejana,
las nubes grises, los claros,
los insectos a su paso, el canto de los pájaros.
Está reunida y no puede asistir a aquella otra llamada.

Vajrayoguini de paso por los 8 cementerios.
Todo es un cementerio de muerte, y de vida.
Las hojas secas en la tierra son a la vez el abono que nutre lo que ya está naciendo;
las mariposas de colores brillantes que sobrevuelan la hierba y las setas perecederas
son el mismo gusano que entraba en el sueño eterno.
Ella no tiene que buscar los cementerios para meditar en la muerte, el estado intermedio y el renacer;
el bosque es un auténtico cementerio y un vientre preñado de vida a la vez.





Vajrayoguini en su reino.
Dama conquistadora de la muerte, y de la vida,
del samsara y del nirvana,
de la risa y el llanto,
la dicha y el dolor,
la inhalación y la exhalación,
la plenitud y la carencia.

Vajrayoguini, emperadora de todos los reinos humanos y no humanos,
de la forma y sin forma.

Hestia en la casa o Vajrayoguini en los bosques y cementerios (el mismo hogar).
La misma cosa.
La misma.




lunes, 17 de octubre de 2016

El santuario.









A veces se despierta con un nido dentro lleno de miedos y amenazas y frustraciones, etc. Pero ya las reconoce como viejas amigas, sin rechazo, tan familiares que no duelen; al menos, no duelen demasiado.
Y ahí se queda, abrazando, explorando, conociéndolas, sin prisa. Sin tiempo.
Hasta que algo empuja al cuerpo y se levanta, y el cuerpo se pone en acción y empieza a desplegar los preparativos para el ritual del desayuno, y todo cambia.

El aroma del café recién molido y el cardamomo, el limón, el pan caliente; el tacto de las nueces y dátiles; la belleza de los botes de cristal, para las aceitunas aliñadas con especias, para el aceite, de la entrañable cerámica de larga vida.






Antes del desayuno, se sienta a saborear el frescor del limón exprimido, el agua caliente, ese calor fresco despertando el organismo.
Suenan los mensajes.
El Almería llueve, apenas unas gotas, y P y E hacen migas y abren el vino que quedó de su última visita.
Qué añoranza de desierto y calas y aroma de tierra mojada, y migas y Tetas de la Sacristana.
El desierto conocido, y desconocido a la vez, la llama como un imán que quizás acogerá sus últimas vidas y sus cenizas.





Después del desayuno (tictac, la sierra mecánica del carpintero como una respiración lejana, inspiro y espiro), retira los platos pero deja la cafetera caliente y vacía, que aún desprende el aroma cálido y embriagador, y abre la libreta donde, a veces, refleja sus contemplaciones.

En la ventana virtual, su amigo le envía fotos desde Sidney.
Noticias del visado a la India en proceso.

Pero Hestia está bien donde está. Allá donde despliega su templo.
Como reza la taza en su mesa:
El mejor lugar del mundo es aquí mismo.





PD: Tienes razón, querida Sonia, en estos momentos del guión, algo de eso hay.







miércoles, 12 de octubre de 2016

Plan para hoy: Dejar que las cosas fluyan.





El otoño ha vuelto a casa. Gris, silencioso.
Tictac en la estancia, y el grifo que abre la vecina y lo vuelve a cerrar.
Después de la explosión del verano, luminosa, intensa, creativa, llena de energía como un motor imparable, llega el otoño como una suave caricia gris. Como una siesta reparadora.

A veces no sabe si habla del tiempo o de ella misma.
De este instante, aquí y ahora, en su propia vivencia.
Quizás no hay separación.

Y vuelve a recordar la lectura de anoche, cuando decidió cerrar el libro como el sonido de la campana que anuncia el silencio para integrar lo escuchado.
Y dejó espacio al sueño.
El sueño de las dos verdades.

La mente clara y apacible, vacía y llena a la vez, donde se manifiestan todas las apariencias y experiencias.
Y las manifestaciones mismas.

Dónde poner el foco de su atención?

En ambas.

Y en lo que respecta a las manifestaciones, dónde poner el foco de su atención?
¿En el dolor, el miedo, la amenaza, la segregación, las heridas y resentimientos?
¿O bien en el fluir mismo de las cosas, sin juicio; si acaso, con admiración y sorpresa, dejándose fascinar?
¿En ambas, también?
¿En la contemplación misma?





Cada instante nace una nueva oportunidad para elegir cómo vives,
o qué vida vives,
quién eres
y quién dejas de ser.
O si lo eres todo, sin juicio.





Es otoño, gris y silencio, tictac y voces lejanas de obreros, lejanas.
Y ella ya no se pide a sí misma ni siquiera amar más, o mejor.
Por un instante, no siente nostalgia de la abundancia y la celebración
(el amor que llena tu vida de fiesta).
Se le acabaron los limones y esta mañana bebe un poco de pasta de miso disuelta en el agua caliente.
En la taza que le regalaron hay una caligrafía:
"Plan para hoy: Dejar que las cosas fluyan".




domingo, 9 de octubre de 2016

La contemplación.






Silencio.
Salió el sol tímidamente
y por un momento baña las plantas aromáticas en el balcón.
Y el aire suave las sacude.
Silencio de otoño.
De domingo de otoño.
De mediodía de otoño.
La amiga le recordaba que algún día ella había dicho que "las relaciones de pareja tienen el propósito de conocernos a nosotras mismas".
Y también las relaciones con las hijas e hijos, pensó ella, con las amigas y amigos, en el trabajo...
Cada vínculo, un espejo.
Un flanco de acción en esta contienda, en este encuentro.
En este misterio por desentrañar.
Decidió mirar mejor, escuchar(se) mejor.
Contemplar mejor la película de su vida.






No debería ser tan difícil, cuando el escenario donde te mueves es como un gran mirador.

Cada rincón de la casa una gompa, un santuario de meditación.
La cocina, donde crear ofrendas.
La mesa del comedor para el ágape, ese ritual de fusión.
El futón donde las puestas de sol evocadoras, como un trailer de la impermanencia.
El cuarto de nadie, de la sombra de las tardes veraniegas, la lectura y la siesta en duermevela, esa entrega a la meditación en la mente sutil.
El terrado para el baño de aire fresco bajo un techo de luces de colores tras los nubarrones grises.
En cada estancia, un santuario.
A cada paso, una nueva oportunidad, la misma y diferente.

Ya estaba de retiro, dentro de sí misma.
Fuera de sí misma.
Sin sí misma.
Podía ir a Plum Village, a Corella, a Panillo; al monasterio de Sigena o al de Barbastro; a Benarés, a Bodhgaya o al Pico del Buitre.
Pero ya estaba ahí mismo.





miércoles, 5 de octubre de 2016

Los tres aprendizajes: Humildad, amor y soltar el yo.






Una de las monjas que paseaban por el camino, entre espárragos, cerezos y ciruelos, dijo:
Yo creo que el propósito de esta experiencia humana es aprender humildad.

La más bajita dejó escapar una expresión de ligero desacuerdo.
Ésa es sin duda una enseñanza importante, comentó. Pero, aunque a veces no resulte demasiado fácil realizarla, quizás es algo básica. Porque, en definitiva, todo el mundo sufre y en un momento u otro necesita de los demás, y ahí es donde se integra la humildad de una forma automática, inevitable.
A mi parecer, añadió, lo realmente significativo y definitivo es aprender a amar.
Porque es la conexión que de verdad nos protege del sufrimiento, de la soledad y de todos los miedos.

La tercera monja hizo un gesto de aprobación.
Sin embargo, dijo, tras realizar la humildad y el amor, yo sospecho que el significado último de esta oportunidad humana reside en la disolución del ego, la desaparición; la realización, de una manera definitiva, de la vacuidad del yo y de todos los fenómenos.

Ya, pero eso es muy difícil, coincidieron las otras dos.

Pero sólo porque nos parece tan difícil, dijo la tercera.
Y las tres rieron.




Si creo firmemente en ello, tal como lo creo (que el yo, en última instancia, es sólo una construcción mental que funciona en relación proporcional a la energía que pongo en su construcción), puedo dedicar el resto de mi vida a deconstruir el yo que tanto me separa, me segrega y me hace sufrir.

Como quien deshoja una flor o desviste un muñeco de lego, capa tras capa, adornos, accesorios, piezas. Ilusión tras ilusión.

No creo que haya otro viaje más revelador, otra aventura más apasionante y útil.
Otro sentido más profundo, quizás definitivo, al que dedicar
la oportunidad de esta experiencia humana.





lunes, 3 de octubre de 2016

Todo saldrá bien.








A veces contempla la ausencia del miedo.
Al otoño (apacible y hermoso, da igual lo que anuncie), al invierno, a la soledad, a la muerte.
A la pobreza, a la escasez.
Al precioso insecto (grande, frágil) que encuentra en el cajón de las ollas. Como un hermano.
"Si ahora me fuera, todo saldría bien", le dijo una vez a su amigo muerto.
Y él le respondió: Qué tonterías dices, siempre sale bien; es sólo que no lo sabes.
Ella asintió, ya lo sabía.
Pero cuando lo olvidas, duele tanto.
Y si ahora me fuera, tan consciente (aunque dure lo que un respiro, lo que un bostezo), todo saldría bien.

Y ya que me quedo en terreno conocido, pensó, vale lo mismo para mi estancia.
Ya que me quedo, todo saldrá bien.