sábado, 27 de abril de 2013

Cuando no te gusta ni comprendes tu función en la función.









Querida amiga,

la vida es un misterio, como bien dices cuando hablas de "los hilos invisibles que mueven el carrusel".
Yo soy un misterio para mí mismo,
los hilos invisibles que mueven mis reacciones en ciertas ocasiones.
Y eso que puedo vanagloriarme de no esconderme y de estar bastante en contacto conmigo mismo. Pero a veces siento una fuerza que me induce a hacer algo que no deseo hacer y creo que sería demasiado fácil catalogarlo como una mera "perturbación mental" a la que oponerme, y ya, dejarlo así.
Como me ha pasado hace unos días. Te cuento:




En la casa que comparto, un compañero de piso empezó a invitar con demasiada frecuencia a una amiga, que ha pasado a venir cada noche en las últimas semanas, prolongándose durante el día hasta pasada la hora de comer. Su habitación individual se ha convertido en una habitación de uso doble, sumándose una persona más a la convivencia en la casa sin que ésta participe en los trabajos compartidos, gastos y demás.
De hecho, la pareja ha decidido buscar un piso
para irse a vivir juntos y a solas.

Habitualmente, esta situación no me afectaría, dado que siento un gran aprecio por mi compañero de piso, tanto como por su pareja, que me cae muy bien. Y sin embargo, en los últimos días he empezado a sentirme muy incómodo y molesto por la presencia de la visita que ha acabado instalándose en casa de una forma sutil y transgrediendo los compromisos de convivencia acordados.
Mi primera reacción ante esta "incomodidad" mía fue catalogarla como una PM, la inercia de mis tendencias egoístas, así que debía contraatacar con el oponente del amor, que ya siento hacia ellos. Porque en ningún momento he dejado de sentir mucho afecto y un gran deseo de ayudarles en lo posible. Y sin embargo, cada vez era más intensa esta fuerza que me empujaba a ser "franco" y "claro" y decirles lo que sentía. Y eso fue lo que hice finalmente, por mucho que mi mente racional me pedía que no hiciera ni dijera nada que pudiera hacerles sentir incómodos y complicar la convivencia que nos quede por compartir. Pero lo hice.
Y hablé.
Qué alternativa propones? me respondieron. Yo no estoy dispuesto a dejar de verla o dejar de dormir con ella cada noche, y en el piso donde ella está no se siente bien, así que preferimos estar aquí.
Bien, propuse: que deje el piso donde en realidad ya no está y que pague una parte simbólica por compartir tu habitación doble, así como los trabajos comunitarios, durante el tiempo que estéis aquí hasta que encontréis un piso privado.

Tengo que decir que en este preciso instante (como a lo largo de todo el proceso de la conversación) estaban surgiendo diversas emociones y reacciones: por mi parte, una gran incomodidad con la situación y disgusto conmigo mismo; por la de ella, yo no tengo dinero para pagar esta habitación; por la de él, ella no tiene sus cosas aquí y (quizás de una forma tácita) no caben en mi habitación y no me apetece que las traiga.
En fin, no es necesario seguir relatando el desenlace de la historia.




Lo que sí quiero manifestar es que me sentí muy incómodo a lo largo de la conversación, como si estuviera interpretando un papel que no deseaba. Y seguí sintiéndome incómodo después.

Por qué me he metido en esto? Por qué no he podido "controlar mi mente" y estar bien, sin hacer ni decir nada, hasta el final, el resto del tiempo, quizás un mes, dos, los que necesiten?
Por qué he convertido en un problema (al sentirme molesto y afectado)
algo que podría no haberlo sido (de no sentirme afectado)?


Hasta que de repente cambié el enfoque y lo vi de otra manera.

¿Y si yo no he sido más que un mero instrumento? ¿Y si en realidad me he sentido empujado por la fuerza de una función que alguien debía realizar, en esta historia? ¿Y si en realidad mi personaje (el personaje que me ha tocado interpretar, aun a mi pesar) tenía una función que realizar? Cuál? No lo sé. No siempre tenemos que saberlo. Pero creo que a veces nos sentimos impelidos a hacer algo que no comprendemos conscientemente, pero que quizás hemos de hacer.
Como si en esta vida humana fuéramos "almas" o personajes que a veces les toca hacer de "condición" para que algo emerja y alguien afronte y resuelva.
Como si fuéramos "almas" o personajes con una conexión kármica con las demás almas o personajes, provocando situaciones, a veces aparentemente favorables y a veces aparentemente adversas, pero en cualquier caso una función, una misión. Una nueva oportunidad.












Y, sabes? De repente, verme como el personaje al que le ha tocado hacer de "malo" en la película, pero con una función precisa en la vida de estas dos personas, me ha permitido sentirme mucho mejor.

Porque el afecto
y las ganas de ayudarles no han estado ausentes en  ningún momento, y sin embargo esa fuerza invisible e incomprensible que me empujaba a "complicarles la vida", quizás formaba parte del plan.
Quizás va a ayudarles a que se planteen cosas que antes no habían visto. O previsto.
O no.
No lo sé. Pero sospechar que aunque mi actitud les resulte una "adversidad" y yo un "enemigo que les perjudica", aunque eso sea lo que aparentemente está ocurriendo, sospechar, digo, que lo que he hecho (me he visto empujado a hacer, como una marioneta) tiene una función, no sabes cómo me tranquiliza.




En cualquier caso, lo hecho hecho está. Y a veces, cómo duele el misterio de los hilos invisibles que mueven el carrusel.

Querida amiga, gracias por escucharme.

Fdo: L.



Querido amigo,

no sé qué más decirte que no me hayas enseñado tú a mí ya con esta carta, con esta ilustración.
Si acaso, que más sobre el tema que planteas puedes encontrarlo en:
http://crecejoven.com/espiritualidad--olga_menendez
y en
http://crecejoven.com/autoayuda--colin-tipping

Un abrazo fuerte y gracias por compartir.

Fdo: M.






















viernes, 26 de abril de 2013

Buda no se peleará por los derechos de autor.













No puedo evitar traer a esta casa más reflexiones de TNH que creo que nos haría mucho bien contemplar
y, finalmente, reconocer como propias.
O quizás ya son tuyas -y ni Buda, ni TNH, se pelearán por los derechos de autor. Si ya son tuyas.
Porque, por lo que yo sé del Buda histórico, no fue un inventor ni un creador ni un artista, más bien sería algo así como un visionario (o un iluminado), un ser que supo comprender la mente humana, tu mente, la mía. Mucho más que un filósofo que se hace preguntas sobre la vida. Alguien que supo comprender la mente humana.
Y TNH lo explica de la siguiente manera, una y otra vez:

"Aquello que estamos buscando está aquí mismo.
Somos Buda, somos el dharma, somos la sangha rodead@s de la sangha y del dharma y de budas.
Tenemos nuestra maravillosa función.
Estamos vivos.
Y, sin embargo, vamos de aquí para allá buscando cosas.
En cualquier momento tenemos la capacidad y la oportunidad de estar en contacto con las maravillas del universo,
de ser libres,
de experimentar paz y alegría.
Pero no lo hacemos porque pensamos que carecemos de valor.
Somos Buda y nuestra vida merece ser vivida plenamente.
Debemos recordarnos esto a nosotros mismos una y otra vez".

Cómo hacerlo?
Párate y mira con ojos que ven.
Huele con olfato que huele.
Toca con piel que percibe.
Escucha con oídos que disciernen.
Saborea con el gusto que se entrega.
Suelta juicios y prejuicios y contempla con la mente abierta.
Lo encontrarás todo aquí mismo (el presente, el pasado y el futuro),
todas las posibilidades,
todos los mundos.





jueves, 25 de abril de 2013

Ahora o nunca.




























Aquí está 
la Tierra Pura.
La Tierra Pura está aquí.
Sonrío con atención plena
y habito en el momento presente.
Buda es la hoja otoñal,
el dharma es la nube del cielo,
la sangha está en todas partes;
mi verdadero hogar está aquí.
Inspiro y las flores se abren.
Espiro y el bambú se balancea.
Mi mente es libre.
Disfruto todo momento.


Ahora mismo podemos estar en contacto con las Tres Joyas.
Buda, el dharma y la sangha están en nuestro interior y en todo cuanto nos rodea,
en las hojas de los árboles y en las nubes.
La sangha no son un pequeño grupo de personas que piensan igual que tú
(los miembros selectivos de tu club personal),
son todos los seres humanos
y también todos los árboles, los pájaros, los arroyos.
Nuestro auténtico hogar es el momento presente, el aquí y el ahora.
No necesitamos ir a otro lado en busca de la felicidad.
Éste es el auténtico refugio.


Si en el momento presente no podemos estar en contacto con la Tierra Pura,
no hay esperanzas de que en el futuro haya una Tierra Pura.

En cambio, si podemos estar en contacto con ella en el momento presente, no cabe la menor duda de que habrá una Tierra Pura en el futuro.







Todas las maravillas con las que entramos en contacto cuando regresamos al momento presente
pertenecen a la Tierra Pura.
Nuestro propio cuerpo pertenece a ella,
es algo igual de maravilloso y milagroso que esa tierra.
Es lo mismo.

La Tierra Pura no es algo externo a nuestro cuerpo y a  nuestra mente.





Qué utilizamos y cómo
para caminar por la Tierra Pura?
La atención plena, 
porque la atención plena
disipa el olvido.
Disipa el caos y hace emerger la sabiduría y la comprensión.
La comprensión y la sabiduría nos permiten tener una visión profunda
y saber que en el instante presente estamos viviendo un momento maravilloso,
en la Tierra Pura que hay en nuestro interior
y a nuestro alrededor.



Podemos contemplar este ghata (este poema, esta oración con la que comenzábamos)
en meditación, sentad@s o al caminar, o mientras comemos.
No buscamos una tierra pura ni la felicidad en ningún otro lado.
Tenemos la oportunidad de caminar, o sentarnos a meditar o a comer
con atención plena. Inmers@s en el dharma, con Buda y la sangha original.
No están en el pasado, están aquí presentes, en este preciso instante.
No hay ni un sólo momento en que no podamos estar con Buda, el dharma y la sangha.


(TNH).


sábado, 20 de abril de 2013

Nirvana en samsara.





Y lo amaba todo de su vida mortal.
La luz del mediodía en su estudio
casi tanto como la luz del crepúsculo como una fiesta interminable.
Amaba el derroche, la abundancia de esta vida generosa,
por mucho que se empeñara en mantener una experiencia ascética
y una fortaleza estoica.
Por mucho que quisiera sumergirse en el placer profundo en los desiertos y calas vírgenes de su tierra natal,
la vida se las apañaba para hacer brotar, a su paso, vergeles y huertas fecundas y montañas frondosas.
Lo amaba todo de su vida mortal,
el mar como un abrazo de agua,
el sol como una caricia envolvente (no me ames tanto),
los días grises como una mano que la impulsaba a la transcendencia,
como un haiku,
como una canción de cuna.
Lo amaba todo
de este viaje,
de esta habitación de hotel
de paso.
La voz del viento,
Dios, cómo la enloquecía la voz del viento,
cómo la embriagaba
su promesa:
yo te rescataré,
espera un poco y verás,
esta magnífica historia
se acaba.
Lo amaba todo
de samsara y de nirvana,
nirvana en samsara.
Los adagios de Bach y Albinoni y Pachelbel que acunaban las noches con su niña pequeña,
las canciones de Battiato y los accesos místicos de Teresa de Ávila
(tu corazón es una piedra cubierta de musgo, nada la corrompe, y tu cuerpo es columna de fuego...)
La meditación sentada, la meditación caminando
y la meditación
bailando.
Desde que se había metido el dharma en sus venas había empezado a bailar
y aún no había parado.
Amaba a sus compañer@s de sangha con quienes compartía interminables ágapes del dharma
y a su amigo epistolar (aun cuando silenciaba, una eternidad de silencio, una orfandad)
y a su amor de batalla,
su compañero cotidiano.
Comerse el monte y el campo
(las especias aromáticas, las hojas verdes);
degustar el regalo de sus hermanas
(los huevos de gallinas en libertad, el queso azul sobre la ensalada);
los helados,
el agua pura
como un río que regaba todas sus células a lo largo del día,
el vino tinto como un viñedo en su mesa
y el vino blanco.
Lo amaba todo
de su aventura humana,
también las pérdidas y los duelos y el corazón roto
y el nudo en la garganta
y el pellizco en la boca del estómago.
Y los mensajes del vientre.
(De todos sus agregados físicos, los intestinos eran su mejor chivato).
Todo, lo amaba
y la fascinaba.
El misterio de los hilos invisibles que mueven el carrusel.
Cuando era bienvenida y cuando era expulsada,
todo tenía un sentido,
todo era
el mismo regalo.
Dios, cómo la embriagaba la vida.
Las mañanas de primavera y las tardes de otoño
y las noches de invierno
y hasta el verano plomizo bajo el sol del desierto
de Almería,
o a cubierto
a la hora de la siesta.
No había nada que no amara
de su vida humana.
Así que cuando le hablaban de renuncia,
lo soltaba todo
y seguía amando.

















Lo soltaba
y seguía
amándolo.



viernes, 19 de abril de 2013

Estoy enferm@.







Me llama mi amiga:
Siento un odio muy fuerte hacia una profesora;
sé que es irracional y sé que me está perjudicando mucho,
y más que me va a perjudicar
porque estoy a punto de suspender la asignatura.
¿Tiene el budismo alguna clase o algún remedio que me pueda ayudar?


Me encuentro a un amigo en una exposición de pintura.
Cómo estás?
Mal -dice. Fatal.
Están pasando ciertas cosas en mi entorno y estoy sintiendo muchos celos y envidia
y me están destrozando. Ni siquiera puedo dormir.
Y lo peor es que aún lo peor está por venir
y puedo decir o hacer cosas que me van a dejar en evidencia
y puedo estropearlo todo tanto...
Estoy fatal. Ya sé que el antídoto de la envidia es el amor (he hecho mi búsqueda en internet),
pero qué puedo hacer, si no siento amor?
No está el momento como para sentir amor.
(Por un momento la voz le tiembla, de rabia contra sí mismo).
Vaya fracaso de vida. Miro alrededor y veo que todo el mundo tiene algo, muchas cosas (éxito, pareja...)
y yo no he conseguido nada.
Ni siquiera la capacidad de amar.
Por no saber no sé ni cómo se hace, para sentir amor.
No he aprendido nada, no tengo nada.


Por mucho que sufran (por mucho que suframos),
siento una inmensa alegría al contemplar que aun cuando nos duelen las miserias propias,
cuando vemos perturbada nuestra paz,
ya sabemos tanto como para comprender
que estamos enferm@s.
Que no tiene la culpa la profesora que odio, de mi malestar,
ni el amigo que triunfa en el trabajo o mantiene una buena relación con su pareja,
o la colega profesional que tiene buenas ideas.
Que ni siquiera tengo la culpa yo
de estar enferma.
Como no tiene la culpa quien ha contraído una enfermedad terminal.











Cuando alguien que está mal reconoce humildemente: estoy enferm@
y ya no dispara más golpes ni acusaciones contra diestro y siniestro,
me hace ver una vez más el paso de gigante
que ya hemos dado
en esta condición humana.








El reconocimiento (estoy enferm@)
es el primer paso
para empezar a sanar.













Entropía y sintropía.









Viernes.
Final de semana
o principio del fin de semana.
Battiato dice:
nunca hemos muerto, nunca 
hemos nacido.
Luces y sombras
del sol filtrado por una cortina suave y translúcida.
Silencio.

Y me gustaba todo de mi vida mortal, incluso el olor que le daban los espárragos a mi orina.
Todo, de mi vida humana, era hermoso.
Simplemente porque "era".
El olor de los espárragos en mi orina era el olor de la vida,
el aroma del milagro de la vida:
de cómo los espárragos del huerto, que alguien sembró
(o de las orillas de la carretera o junto los rieles de los trenes, donde brotaban naturalmente),
acabaron formando parte de las células de este cuerpo y de los nutrientes de esta mente.
De este continuo mental.
El aroma de la simbiosis.
El aroma que me recuerda que el huerto, la montaña, el mar y yo somos herman@s siames@s.

Viernes y no es el final de nada ni el principio de ninguna otra cosa, aunque lo parezca.
Es el instante en que puedo ver la conexión que me entrelaza al cosmos.
Aun cuando me parezca ser una célula (una partícula, una onda) enferma y débil, dolorida,
aun entonces sigo siendo parte del cuerpo cósmico,
parte del cuerpo de Buda,
de este cuerpo sabio que por sintropía siempre acaba restableciendo el orden.
Y mañana seré una partícula sana y fuerte, fuertemente conectada, generosa, entregada y feliz.
Quizás no de forma estable y definitiva, todavía bajo la hipnosis de la entropía.
Esa hipnosis, esa creencia, que hace que, antes o después,
algo en ella se desestabilice
y otra vez el dolor de la resistencia,
de la pataleta (qué mal se está estando mal)
que debilita las conexiones
y agudiza la sensación de segregación dolorosa.

Hasta que de nuevo la rendición,
la entrega que favorece la sintropía,
el orden, la salud -física, espiritual.

Aún, todavía, este baile cansino de
entropía
y sintropía.
























miércoles, 17 de abril de 2013

No necesitas coger el avión para buscar a Manjusri.











El maestro Linji enseñó:
Hay peregrinos que suben al monte Wutai para hallar a Manjusri, el bodisatva de la gran sabiduría. Eso es un error. ¿Cómo puede estar Manjusri en Wutai Shan?

Eso signifiacría que Manjusri no está presente en otras montañas, como Putuo, y que en el monte Putuo sólo se encuentra el bodisatva Avalokiteshvara, y que en el monte Emei sólo se encuentra el bodisatva Samantabhadra, etc. etc.
Y así vamos hilvanando una eterna peregrinación
-también le llaman consumo espiritual.

Queréis encontrar a Manjusri? Queréis conocerle?
Manjusri es la maravillosa función que veis ante vuestros ojos.
Siempre ha estado ahí.
No tenéis que moveros de donde ya estáis.

Manjusri no se ha "instalado" en Wutai. Por lo tanto, no deberíamos gastarnos el dinero en un billete de avión. Malgastaremos el dinero y perderemos el tiempo.
Si queremos conocer a Manjusri basta con que miremos lo que tenemos ante nuestros ojos. Nuestra mente lúcida puede estar en contacto con los budas y bodisatvas, con nosotros mismos, con el cielo azul y las nubes blancas. Aquí mismo, sentados, estamos presentes de un modo maravilloso y eso es Manjusri.

O Tara
o Avaloliteshvara.

Sólo hay que abrir los ojos aquí mismo.
No hay que cruzar el mundo para buscar ninguna otra iniciación, ningún otro encuentro.
Ninguna otra distracción.
Ninguna otra estrategia de la pereza.
Ningún otro escapismo.
Ningún otro
aplazamiento.

Aquí mismo,
ahora,
está Manjusri.













Nada que hacer,
ningún lugar 
adonde ir.
Despierta
a tu verdadero 
yo.





martes, 16 de abril de 2013

Todos los logros ya están en ti.










El maestro estaba diciendo:
Vosotros, los que estáis aquí escuchándome hablar sobre el dharma
porque tenéis la esperanza de poder encontrar a vuestra persona auténtica
que es capaz de practicar,
no necesitáis hacer nada de todas esas cosas, todas esas prácticas
que pensáis que "funcionarán" y os liberarán.

Ya estáis liberados y ya sois maravillas de la vida
y sin embargo pensáis que no sois nada.
Sufrís y buscáis algo que creéis no tener.
Pero ya estáis completos y contenéis todo el cosmos.
Y si no podéis ver esto,
no podréis ser felices, hagáis lo que hagáis, porque no habéis
despertado.
Estáis ahí sentados escuchándome dar enseñanzas
para averiguar cómo vuestra persona puede practicar y obtener logros
(el amor, la compasión, la vacuidad, la liberación, la iluminación),
pero vuestra persona no puede practicar para obtener logros.
Porque ya están todos los logros dentro de vosotros.

Amigos y amigas, si os aferráis a las palabras de los maestros
y decís que son el auténtico camino,
si decís que estos maestros son buenos amigos espirituales de capacidades inconcebibles
y si, al mismo tiempo,
pensáis que vuestra propia mente es tan profana que no podéis atreveros a evaluarlos,
estáis realmente ciegos.
Cargaréis con este complejo lleno de prejuicios toda vuestra vida.
No veis lo que vuestros propios ojos podrían mostraros.








(Para J,
de TNH).













sábado, 13 de abril de 2013

El testigo.












Querido amigo:

Creo que
no te sentiste tan cómodo en la sesión de ayer porque se trataba de sentarse a meditar. En silencio. Soltar.
No te resultó tan productiva
como sentarse a escuchar una clase.

Querido amigo, nos podemos pasar la vida leyendo libros, asistiendo a clases, escuchando repetir lo mismo (en distintas versiones) una y otra vez. Pero cuándo vas a empezar a hacer algo, compañero? Por ejemplo, dejar de hacer (escuchar, leer, asentir, debatir). Por ejemplo, parar y soltar.
Así, como dicen que hizo el Buda histórico y, quizás, todos los Budas:
pararse (sentarse, acostarse, como quieras)
hasta soltar.

Eso es lo más difícil, verdad, compañero?
Como una apuesta: a ver quién puede más, mi ansiedad o yo?
(Porque aún estoy yo, en este momento, decidiendo)
¿Mi ego nervioso, buscando artimañas para emerger victorioso
o yo? (Quienquiera que sea ese yo).












Así que aquí estamos, compañero,
asustad@s ante la práctica que nos hace parar. Y soltar.
Reclamando las clases, las instrucciones, los maestros, que rompan el silencio,
que nos mantengan entretenid@s. Distraíd@s.
Porque quedarse a solas con el silencio es lo más duro.

Porque a veces ese yo se ha endurecido con el tiempo
(como la grasa en las arterias, como las heces en las paredes del intestino)
y no se disuelve fácilmente sino que hay que romperlo a trozos.
Como cuando hay que echar abajo las paredes de la vieja cocina.
Y entonces llega el trabajo difícil (más difícil todavía):
no construir ninguna nueva cocina en su lugar.
Porque en esta práctica no hemos roto lo viejo para construir algo nuevo.
No hemos destruido un viejo yo
(una construcción mental hecha de conceptos mundanos)
para dar forma a un nuevo yo igualmente segregado, formado de conceptos espirituales.
Ésta es la parte más difícil, compañero:
no construir ningún nuevo yo después del acoso y derribo de lo viejo.








Así que, amigo mío, sea como sea, llega un momento en que toca parar.
Soltar los libros, las clases, las instrucciones, los rituales (postraciones, ofrendas, iniciaciones) y parar.
Y ver qué pasa cuando te encuentras a solas, frente a frente con el silencio.
Si sigue apareciendo la ansiedad, el miedo o las ganas de llorar.
El "me duele la pierna", "tengo ganas de ir al baño", "qué voy a hacer de cenar esta noche" o "espero que no me suenen las tripas esta vez".

Dejar que el testigo vea donde estamos, una y otra vez.
Para saber dónde estamos.
Qué ciudad hemos elegido de todas las que están aquí, en este mismo punto del mapa.
(Porque, al final, todo el mapa está en el mismo punto).




Pero para eso hay que parar y callar.
Y que callen las clases, las instrucciones, los rituales.
También todos los maestros. Y todos los Budas.
Que se callen de una vez. Por una vez.
Incluso el que llevas dentro,
el Buda que llevas dentro, que se calle.
Para que aparezca de una vez
el Buda
apacible
y definitivo
que llevas dentro.









viernes, 12 de abril de 2013

Ahora mismo, aquí mismo.









La mente es un mago y todo el mundo viviente
es un espectáculo mágico, una ilusión;
incluso el nirvana
es como una ilusión mágica, como un sueño.
En realidad,
Buda y Mara (la sabiduría compasiva y los engaños destructivos) no son más opuestos que la mano izquierda respecto a la derecha.
Y todo está aquí, en este mismo instante.

En el Sutra del Corazón de Prajnaparamita se dice que no hay nada que sea impuro ni nada que sea inmaculado. A una cara la llamamos sagrada y a la otra profana. Pero es mera designación. Y la misma hipnosis.

El maestro Linji enseñó:
"El pasado no existe, y tampoco existe el presente".
El Buda histórico nació hace dos mis seiscientos años y tal vez creamos que si hubiésemos nacido en tiempos de Buda seríamos muy afortunados. Pero él está tan presente hoy como lo estaba entonces. Buda no está condicionado por el tiempo. Nosotros tampoco necesitamos estar condicionados por el tiempo; no es preciso que transcurran veinte o treinta años (o veinte o treinta eones) para convertirnos en Budas. No se trata de acumular años de práctica. Podemos ser Budas ya mismo, en este preciso instante.


Bendecido, he soñado con gotas de rocío
que brillaban con la luz de galaxias remotas.
He dejado mis huellas en montañas celestiales
y he gritado desde las profundidades del infierno de Avici,
exhausto y loco de desesperación,
porque estaba muy hambriento, muy sediento.
Durante millones de vidas
he anhelado verte
pero no sabía dónde mirar.
Sin embargo, siempre he sentido tu presencia
con una certeza misteriosa.
Sé que durante miles de vidas
tú y yo hemos estado unidos
y que la distancia que nos separa

no es mayor que el fugaz destello de un pensamiento.



(De la canción "Looking for each other")















Todo el mundo es libre de entrar en todos los mundos sin obstrucción.
Convertirnos en budas,
entrar en los infiernos,
habitar el pasado
o el futuro.
Podemos hacerlo ahora mismo, inmediatamente.
Si queremos estar en contacto con nuestr@s niet@s, que todavía no han nacido,
podemos hacerlo aquí mismo y ahora mismo.

Dónde están nuestro padre y nuestra madre, nuestro abuelo y nuestra abuela?
Aquí mismo.
Nuestra propia muerte
y nuestro nacimiento.
El niño o la niña
y la anciana
o el anciano
-que hay en ti.
















Dónde está la Tierra Pura?
Está aquí.

El mundo dual (lo bueno y lo malo; lo que es y lo que no es)
se manifiesta en función de nuestra consciencia.
Si sabemos cómo usar nuestra consciencia, podemos crear cualquier cosa.
Nuestro poder es incluso más rápido que el ordenador o el móvil.
En un abrir y cerrar de ojos podemos acceder al mundo del dharmadhatu.

El maestro Linji enseñó:
"Si seguís buscando sin cesar es sólo porque vuestra confianza es inmadura.
Os quitáis la cabeza y luego vais por ahí buscándola y no podéis detener la búsqueda".








A menudo
nos ponemos un objeto delante
para ir tras él.
Ese objeto puede ser el nirvana o Dios o la riqueza material,
el éxito o la fama.
Nos agotamos persiguiendo ese objeto de nuestra búsqueda.




Pero todo cuanto tenemos que hacer es
detenernos.

La comprensión se da ahora, en este momento; no hay que esperar a que surja otra oportunidad.
Porque todo está teniendo lugar
ahora mismo,
aquí mismo.


(De "Nada que hacer, ningún lugar adonde ir",
del maestro vietnamita Thich Nhat Hanh)


miércoles, 10 de abril de 2013

¿Eres más libre que ayer?











El maestro Linji preguntó:
"¿Queréis saber quién es Buda, vuestro maestro?
Buda sois vosotros mismos,
que estáis aquí de pie ante mí, escuchándome mientras enseño el dharma".

Esta afirmación es muy revolucionaria -dice
Thich Nhat Hanh en su libro
"Nada que hacer, ningún lugar adonde ir".
Nuestra persona auténtica es Buda y es el maestro,
y esa persona auténtica está justo dentro de nosotros.
Todos los budas y todos los mundos de los que se habla en los sutras
son producto de nuestra mente, de la consciencia. No deberíamos buscarlos fuera,
en el espacio ni en el tiempo.
Cuando estudiamos los sutras y los comentarios, cuando escuchamos el dharma, debemos conservar nuestra libertad. Si nos dejamos arrastrar, fascinar y seducir por las imágenes que nos muestra la gente, nos perdemos a nosotros mismos. El único Buda que importa.

Un maestro llamado Manh Giac escribió:
"Ya no hay Sutra del Diamante.
La puerta zen desaparece y me quedo sin palabras".

Thich Nhat Hanh cuenta que, para fastidiar un poco a su compañero de práctica y amigo en el camino, reescribió su propia versión:
"Nos han echado a patadas del templo.
Tenemos la boca entumecida y somos incapaces de decir nada".








TNH explica
que lo que quieren decir
ambos poemas
es que si nos dejamos engañar por los demás nos perdemos a nosotros mismos.
No deberíamos correr detrás de nada
ni de nadie,
ni siquiera de un maestro budista.


Todas las cosas que aprendemos y escuchamos deben poder hacernos regresar
a nosotros mismos e incrementar nuestra capacidad de ser libres, de ser felices,
de experimentar estabilidad.





Da igual la religión o creencias (desígnalo como quieras) que practiques,
lo importante es hacer una pequeña evaluación periódica,
pongamos una vez al mes, o a la semana, o al día:
Todo esto que creo y pongo en práctica,
¿me hace más libre que ayer,
más feliz,
más ecuánime y estable?

¿Se ha reducido el miedo
y la soledad?

¿Es mayor la alegría
y mi confianza
en la vida?

¿Es menor
la resistencia,
el rechazo
y el dolor?

¿Ya no me valen las viejas palabras
para designar las nuevas
experiencias?
¿Me faltan palabras?

¿Me sobran
todas
las palabras?























domingo, 7 de abril de 2013

Todo merece un haiku.




En el fondo de todas las cosas hay algo que busca nuestro encuentro. Y el haiku nos invita a ese encuentro.




Si fuéramos capaces de percibir de un golpe todo lo que hay ahí fuera, reventaríamos. Por eso se nos da la oportunidad de hacer un proceso, un camino de agigantamiento de nosotros mismos, vía para aumentar nuestra capacidad de sentir. Sentir más, ser más lo de fuera y menos lo que ahora somos. Un verdadero haijin (poeta de haiku) lo primero que debe hacer es buscar la inocencia dentro de sí. Sólo o con ayuda. El haiku no son sólo palabras. La mirada limpia es esencial, el saber estar sin esperar nada es esencial, la ausencia de juicio al género humano es esencial. Todo es necesario en el haiku. Todo merece un haiku, pero hay asombros más imperceptibles que otros. Se trata de que nuestra atención sea plena y eliminemos los obstáculos entre nuestra percepción y eso que hay ahí fuera y se llama “mundo”. Pero para que todo eso sea posible, necesitamos quitarnos de en medio. Extinguir el yo.

Son palabras de Vicente Haya en su blog http://blogs.periodistadigital.com/ elalmadelhaiku.php en la presentación de uno de sus libros, “La inocencia del haiku. Selección de poetas japoneses menores de 12 años”. Su último libro, “Aware. Iniciación al haiku japonés” (Kairós), nos acaba de convencer, por si ya no lo sabíamos antes, de que el haiku es un camino espiritual, sí, lo que significa en la práctica cotidiana, una forma de vida.





- Qué es un haiku?
Es una forma poética japonesa muy breve
(17 sílabas)
que reproduce la emoción que hemos sentido ante algo
de la Naturaleza.


- Qué es “aware”? 
Aware significa “profunda emoción”. Más que un estado de conciencia sería un estado de presencia.

- Dónde reside su dimensión mística?
En la Naturaleza hay algo que nos espera desde siempre. En el fondo de las cosas hay algo que busca nuestro encuentro. Y el haiku nos invita a ese encuentro.


- Cómo nos enseña a vivir mejor el haiku? En qué sentido es un camino espiritual?
Los japoneses llevan siglos demostrando que estas poesías breves que nos hablan de la Naturaleza son capaces de transformarnos por completo, por eso se constituyen en un haiku-dô, en un camino espiritual. 

- Cómo leer un haiku?
Con silencio. Sin silencio no hay haiku. “Silencio” no es ausencia de sonido sino ausencia de ruido.

- Cómo contemplar el mundo para escribir un haiku?
Como si fuera de cristal.



- A través de la práctica del haiku (escribir y leer), ¿podemos aprender a vivir el presente, en presencia en el aquí/ahora? Cómo?
La hipersensibilidad que vas desarrollando te hace estar muy atento a todo. Y la atención te coloca en presente.

- Qué le aporta a la persona vivir de esta manera?
Vivir. No meramente haber nacido y dejar pasar el tiempo, sino vivir de verdad.


Cómo me ayuda el haiku a ver la perfección del instante presente?
Oliendo, viendo, sintiendo, oyendo, comprobando cómo los sentidos se entrelazan para sostener entre todos una sola impresión... ¡Lo simple y lo perfecto que es el mundo!



- En la cultura occidental nos cuesta vivir en el presente (sin el peso del pasado y los proyectos de futuro) y mucho más sentir la satisfacción o la perfección del momento presente. La práctica del haiku (leerlos o escribirlos), ¿puede ayudarnos a estar más presentes y satisfech@s? Cómo?
Mostrándote lo poco que necesitas para estar satisfecho.

Qué puedo hacer para abrirme a esta percepción? Como aprender a “emborracharme de ahora mismo”?
La primera condición es el agradecimiento; a todo lo que te ha traído hasta el momento presente siendo tal como eres. La segunda, la cortesía; cortesía con todo lo que te rodea.

- Si el haiku trata de aware, de estar presente, y al mismo tiempo de la extinción del yo, quién o qué está presente?
Lo que está presente no es un yo sino un afinadísimo instrumento que percibe lo que le rodea. Se trata de vaciarse para reflejar lo que hay ahí fuera y se llama mundo.

Por qué es tan importante la extinción del yo (en el haiku y en la vida)? Cómo se consigue?
Siguiendo un camino espiritual con rigor. Puede ser el haiku o cualquier otro de los que hace siglos hemos comprobado que funcionan para extinguir el yo. Un camino espiritual seguido con rigor siempre implica una gran autoexigencia y, a menudo, pasa por encontrar un maestro. No es imprescindible pero te ayuda a no estar perdido ni desconsolado. Más que conocimiento un maestro te da consuelo.


De la entrevista a Vicente Haya, 
autor de "Aware. Iniciación al haiku japonés" 
y "Haiku-dô: El haiku como camino espiritual", 
ambos en Editorial Kairós.





miércoles, 3 de abril de 2013

Presencia en verso libre.











Hoy la clase de kárate
se convierte
en una contemplación
activa.

El cuerpo cansado se entrega a la luz
del atardecer.

La mente que anhela presente
y presencia
se queda en casa.

Es esta hora apacible de la casa desierta a las 8 de la tarde. El tiempo inmóvil.
El crepúsculo sigue su curso en su película de luz. El viento sacude la ropa tendida
y el cristal de las ventanas. Una persiana cierra. Y luego otra. El motor de un coche
se aleja. Quietud. Shizukesa. Los evocadores sonidos del silencio cuando nadie los escucha.

Cómo puedes cerrar los ojos para meditar?
Es la hora
violeta.

Nubes de algodón sobre el horizonte, abrazando cálidamente a la montaña que cambia su traje de negro y luces. Una minúscula chimenea de humo de incienso sobre la mesa. El pareo de mar y la toalla cuelgan de las bisagras de la ventana, impregnando el aire
de olor a salitre y cloro de la piscina y gel de ducha. Cada objeto de este mandala habla de la tierra pura. El paraíso terrenal.

Silencio.

Los motores del aire acondicionado de las casas vecinas se acallan
con la llegada de abril.

Pero al perro que llora y llora
no le importa la primavera
ni la hora del día.

La voz del viento cuando se encuentra con el toldo verde en el balcón
cuando el sol ya se ha ido.

La voz del viento en el crujir de la puerta
o en el interior del armario.

La voz del viento en el planear
y aletear
de las gaviotas.
Aunque yo no la oiga.

La voz del viento en las nubes que se desplazan en silencio.

La voz del movimiento,
de la impermanencia.
De la muerte.

La voz de la vida.

Ahora sí, las gaviotas saludan
al crepúsculo.