martes, 29 de noviembre de 2016

La mirada no dual.







Se cuenta que Padmasambhava, en una de sus vidas, nació en una flor de loto cuando ya contaba 8 años de edad.
Puedes preguntarte por qué tardó tanto en eclosionar; quizás antes no estaba preparado, quizás aún sentía con fuerza algunas inercias kármicas de miedo, preocupación, dolor... Quizás sabía que tenía que esperar.
El hecho es que se abrió la flor de loto y el niño contaba ya 8 años de edad, y era un niño feliz, sonriente, inocente, fascinado con todo lo que veía.

Cuenta la historia que muy próximo al lago vivía un rey que no había podido tener hijos, y cuando descubrió al niño decidió adoptarlo.
El chico vivió una vida llena de placeres en palacio, fascinado ante todo lo que veía, entusiasta con los deportes, los placeres de la comida, los juegos infantiles, la adolescencia, la sexualidad, la vida en pareja, la paternidad...
Pero pasó algo y tuvo que abandonar el palacio.




El motivo del exilio no viene al caso; lo que cuenta aquí es que se vio obligado a abandonar su vida de lujo y confort.
Y marchó.
Vagabundeó, mendigó y finalmente decidió instalarse en el cementerio.
Y mientras vagabundeaba, mendigaba y residía en los cementerios, contemplaba con alegría y fascinación todo lo que encontraba a su paso.
Los árboles, la lluvia, las piedras, los harapos, el trabajo duro en el campo, los huesos, los gusanos, los insectos, el frío, el calor...
Todo resultaba tan fascinante y lleno de interés como antes lo habían sido los lujos y comodidades de palacio.

Las circunstancias habían cambiado pero Padmasambhava mantenía su alegría, su inocencia y su admiración ante la vida, da igual lo que ésta tuviera para ofrecerle.

Porque hay muchas maneras de vivir la vida.
Y quizás vivir no es un camino hacia la muerte sino un generador de vida.
Y no vives para morir sino para nacer.
Si consigues "que tu vida sea un proceso constante de nacimiento y no un agotamiento".
Tal como lo explica Chögyam Trungpa en su libro "Loca sabiduría".




viernes, 18 de noviembre de 2016

La loca sabiduría de Padmasambhava.








En el transcurso de uno de sus retiros, sobre "Padmasambhava y la Loca Sabiduría", uno de los asistentes le preguntó al maestro:

- Rinpoche, a propósito de la devoción, a veces me siento tan feliz cuando puedo vivenciar el aspecto vivo del dharma! Es una alegría tan grande, como una sensación de euforia, de plenitud. Pero a continuación puede venir un bajón, y me encuentro en una especie de terreno baldío, un lugar desértico. He llegado a pensar que quizás sería mejor evitar esos extremos (de euforia y plenitud) porque siempre parecen conducir a lo opuesto.

Se puede decir que hay dos tipos de actitud de la persona practicante ante el dharma, y también ante el maestro o maestra, explicó Chögyam Trumgpa.

La primera se basa en la sensación de pobreza. En este caso, tienes la sensación de que te falta algo que otras personas poseen, y admiras la riqueza de "aquello": la realización, el guru, las enseñanzas. Con tal actitud de pobreza y de carencia, todas estas cosas te parecen maravillosas porque no las posees. Ésta es una actitud materialista, propia del materialismo espiritual, que se deriva esencialmente de una falta de cordura, de no tener suficiente confianza y sentido de la riqueza.
El segundo tipo de actitud nace de la sensación de que tú ya posees ese "algo", que ya está en ti.
Cuando admiras algo, no es porque le pertenezca a otra persona, porque te parezca lejano o inalcanzable, sino porque lo reconoces, porque está muy cerca, en el propio corazón.
En este caso, valoras lo que realmente eres. Eres consciente de que tienes tanto como el maestro o maestra.
Por lo demás, en todo momento eres consciente de que estás en el camino del dharma, de modo que no tienes que contemplar el dharma desde fuera.
Éste es un planteamiento sano y fundamentalmente rico, en el cual no cabe el sentido de pobreza o carencia.
Es la fuerza más grande que hay, el motor más poderoso.






Cuando tienes una actitud de pobreza -siguió explicando el maestro-, puedes ser como un pordiosero que pide comida. Alguien te da algo de comer y disfrutas mientras comes, pero luego tienes que mendigar de nuevo, y entre una limosna y otra puede ser que te sientas bastante desgraciado. Esa forma de relacionarse con el dharma se basa aún en la tendencia a percibirlo como algo externo, en vez de sentir que ya lo posees. Cuando la persona se da cuenta de que el dharma es ella misma y que ya está en el dharma, entonces no siente una gran alegría, ni tampoco una gran decepción. La persona no se siente más contenta ni más eufórica. Y si llega a sentir euforia, es una euforia estable, sin un punto de referencia para establecer comparaciones. Tu vivencia no la defines como alegría o euforia o plenitud, todo es extraordinariamente común y corriente.


(Del libro "Loca sabiduría, de Chögyam Trumgpa)







jueves, 3 de noviembre de 2016

El amor no necesita de la aprobación de nadie.






Al final del retiro, una mujer se le acercó al maestro. Estaba muy triste. "En toda mi vida, he sido incapaz de amar a mi propio hijo", le confesó.
Quién te ha dicho eso?, le preguntó al maestro.
Mi hijo, respondió ella.

¿Aceptaste llevarlo dentro de ti durante nueve meses?, preguntó él.
Sí, respondió ella, sorprendida por la pregunta.
¿Le diste a luz?
Sí, claro.
¿Le diste de comer, te levantabas en la noche cuando tenía pesadillas?
Sí.
¿Le enseñaste a hablar, a caminar, a comer...?
Sí.
Todo eso es amor verdadero, dijo el maestro.
Eso son hechos, actos de amor, dijo él.
Lo demás, son interpretaciones de tu hijo, sus proyecciones; son cosa suya.
Las criticas de tu hijo tienen que ver con su estado mental, y no necesariamente con lo sucedido. Ni mucho menos con lo que tú sientes.

Eso es amor.

Y el amor no necesita la aprobación de nadie.
Ni siquiera de la persona amada.




La ingratitud es lo contrario del despertar, de la mente clara.
Porque la ingratitud procede de una mente estrecha y limitada, que pone el foco y se aferra a unos cuantos recuerdos desagradables.
Así es como funciona el ego.
Al ego le encanta transportar heridas emocionales y las convierte en la base de su existencia. Vive de eso.
Ken Wilber lo explica muy bien:

"El ego transporta heridas emocionales como la base misma de su existencia.
Diligentemente, colecciona afrentas (insultos, heridas), incluso cuando esto le produce dolor,
porque sin estas heridas simplemente no existiría".




La claridad mental, el despertar -continuó el maestro-,
consiste en abrirse, en ver el cuadro completo. Y comprenderlo.
Comprender es amar. Y amar es comprender

Pero mientras decida quedarme en mi sufrimiento, expresaré ingratitud.

Sólo cuando dejo de identificarme con ese sufrimiento,
cuando comprendo que ese sufrimiento no soy yo
sino que está basado en una parte selectiva e interesada de mis recuerdos
(interesada por parte de mi ego, desesperado por estar aquí, en primer plano),
sólo entonces, con una visión libre de perspectivas egóticas,
es cuando me libero de mi sufrimiento, de mi ignorancia, y me acerco al despertar.

Que el estado mental de tu hijo no sea tu espejo.
No caigas en la trampa. No te lo creas.
Basta con que comprendas (su estado mental, y el tuyo propio)
y sigas presente.
Estoy aquí para ti.

Eso es amor.






(Thay Doji.
Retiro de Corella, 2016)