sábado, 12 de diciembre de 2015

Con permiso para no hacer.









El calor del olor del café,
el olor cálido y reconfortante del café y el pan caliente.
Como un abrazo.
Qué te da tanto miedo de la vida humana?
El miedo, dijo ella.
La vida misma.
La atraía apasionadamente, embriagadoramente, y al mismo tiempo la dejaba pasar.
Contemplaba la vida en todos sus frutos, en todas sus apariencias, con tanto amor,
sumergiéndose en ellas,
y a veces con cansancio, qué vida tan larga...



Se torció un tobillo cuando se dirigía a la última meditación del retiro
y perdió el sentido durante unos segundos, del dolor.
O no sabe de qué. Perdió el sentido.
Aparecieron algunas imágenes que quedaron olvidadas en el momento justo en que surgían otras (por un instante, se superpusieron), un grupo de personas alrededor de ella.
Qué hacéis aquí?, dijo. Id a meditar. Estoy bien.




Se torció un tobillo y se hizo un esguince, por lo visto, y pensó, vaya, qué contrariedad!
Por un instante de falta de atención, mi guión se trastoca, y el de los demás.
Estoy bien, id a meditar -repetía.

Consiguió quedarse sola con un par de personas que vendaron su tobillo, pusieron hielo sobre él y sólo la dejaron cuando ya estaba tendida en la cama y segura.

Vaya, qué contrariedad, pensó.
Y sin embargo, enseguida entendió una lección en ese episodio, la suya.
Y dejó de doler.
Lo supo en el preciso instante en que comprendió la lección.
La fragilidad estaba ahí, pero ya no dolería.





Al volver a casa, puso lavadoras, subió al terrado, bajó, ordenó sus cosas, limpió...
Canceló algunos compromisos en la agenda. Estoy de reposo en casa, dijo.
En casa, como un centro de operaciones, resolviendo trámites.

De "reposo", en casa, con permiso para no involucrarse en las actividades externas.
Qué bien se está!

Todo lo que le preocupaba abandonar en el momento mismo de la lesión (la meditación sentada, los encuentros con la sangha, la bicicleta camino del mar, el mar, sumergirse en el mar de invierno, nadar, las clases de kárate, las cenas de grupo, las comidas familiares, la larga agenda de actividades que había que atender) era perfectamente prescindible.

Qué bien se estaba sin todos esos placeres de su vida cotidiana!




Qué bien se estaba sin ellos!
Tan bien como con ellos.

Pero ahora la vida le daba permiso para soltarlos
y qué bien se estaba!




lunes, 30 de noviembre de 2015

La práctica de amar la vida.





Sally iba en bicicleta cuando un coche le dio por detrás y sufrió un fuerte traumatismo.
El médico preparó a su marido para lo peor porque no parecía que fuera a sobrevivir y, en caso de lograrlo, tendría que empezar a reeducar su memoria y aprender a caminar de nuevo. Por supuesto, que se olvidara de correr, su gran pasión.
Según el historial médico, Sally falleció.
Y sin embargo, lograron recuperarla.
Cuando salió de la clínica, Sally tenía por delante un durísimo reto de rehabilitación.
Pero, por encima de todo, llevaba consigo una experiencia interior que cambiaría su vida para siempre.

Como todo el mundo tiene derecho a su parcela de escepticismo, Sally no es muy dada a contar lo que ocurrió en su experiencia personal mientras el equipo médico la consideraba muerta, o incluso mientras "se estaba yendo".




Pero el hecho es que esta mujer que tendría que afrontar duras sesiones de rehabilitación para empezar a aprender a caminar y que probablemente nunca volvería a correr, apenas un mes después de recibir el alta del hospital participó en una carrera de 10 kilómetros. Y la acabó.

Pocos años después, en la década de los 80, Sally aparecía en el Libro Guinness de los Récords por sus tiempos asombrosamente cortos en carreras de largo recorrido.
Entre sus logros, destaca haber corrido 1000 kilómetros entre Sydney y Melbourne en ocho días, sin descanso, ni siquiera para comer o dormir.
Y hace poco, con más de 60 años, hizo una carrera "breve" de 64 kilómetros para recaudar fondos para una organización benéfica.




Pero todo esto son meras anécdotas, porque lo que Sally realmente valora es que, desde lo que ella considera aquella "experiencia cercana a la muerte", ha dejado de tener miedo.

Ya no le tiene miedo a la muerte, dice. Sabe que es apacible, liberadora y embriagadoramente amorosa.
Adora la vida. Vivir cada día, cada instante del día, desde que se levanta de la cama hasta que se vuelve a levantar.
"Y sé que también amaré igualmente cualquier vida después de la muerte, incluida la muerte misma."





La práctica del disfrute diario, del amor a la vida, quizás es la mejor inversión que podamos realizar. El mejor aprendizaje, la mejor práctica.
Si practicas el miedo, eso es lo que te vas a encontrar en todo momento, con motivos o sin ellos.
Si vives la vida diaria con miedo, dormirás con miedo, y probablemente aparecerán las pesadillas, producidas por tu mente creadora, por tu miedo creador.
Y morirás con miedo, y aparecerán los infiernos que tu mente produzca.

Porque allá donde vayas la ciudad va contigo, como decía el poeta griego Kavafis.

Si crees que la tierra pura o el paraíso están en otro lugar, en el futuro, probablemente nunca las vas a encontrar. Porque la práctica del presente es la que vale. Lo que practiques ahora es lo que se estabiliza y se afianza dentro de ti.
Si no puedes ver la tierra pura allá donde estás, difícilmente la vas a encontrar en ningún otro lugar.
Si aquí, y ahora, practicas el amor y el disfrute en cualquier situación,
es muy probable que en el futuro experimentes el amor y el disfrute en cualquier situación.


"Amo esta vida -dice Sally.
Y sé que también amaré la otra vida.
No le temo en absoluto a la muerte."




Ella quiere ser como Sally,
tan enamorada de la vida,
tan enamorada,
que ya le da igual lo que aparezca,
no le preocupa lo que aparezca
porque todo será
igualmente
ecuánimemente
amado.




jueves, 26 de noviembre de 2015

La hipnosis colectiva.


(Repasando...  :)





Gris y suave.
Las mensajeras del invierno se adelantan para avisar de que ya se está aproximando.
Y ella ve la vida como un montaje virtual en el que cambian las luces, colores y formas del decorado,
o al menos eso parece, como bajo los efectos hipnóticos de un mago.
Cambian las luces, colores y formas (o eso parece) sobre una misma, única pantalla.
Parece que cambian las situaciones, los personajes, ella misma.
A veces enferman, sufren, desaparecen. Y a veces participan en fiestas multitudinarias, o personales. A veces viajan y miran, escuchan, huelen y saborean el mundo con sentidos nuevos, y creen que todo es nuevo, y lo celebran.





Comparten la experiencia humana como una hipnosis colectiva; como un viaje transoceánico en el mismo barco aunque con diferentes equipajes personales.
El equipaje es el que se ve, sí (maletas pequeñas o grandes, baúles de lujo o mochilas gastadas de enésima mano, camarotes privados confortables o hacinamiento en la borda), pero también hay una parte del equipaje que no se ve: la película virtual que cada uno lleva en su experiencia, la historia que se cuenta, cada cual el protagonista de su propia narración.




Los objetos como nudos de energía, como nubes de energía (cree que les llaman quarks en movimiento en el espacio), los perciben como objetos sólidos, de formas limitadas y perímetros recortados. Cuerpos fragmentados y separados. Incluso el propio cuerpo y el propio yo, como una pieza separada. Y así, sienten el frío o el calor, el dolor o la alegría, dependiendo de los aparentes cambios en el escenario y sus efectos en la pieza separada, en la construcción mental en la que designan "yo".
Esa hipnosis colectiva.




Y vuelve a buscar a Calderón de la Barca en su biblioteca de papel, o en la fuente mágica on line, y se disuelve una vez más en el soliloquio de Segismundo:


Es verdad. Pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos:
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


lunes, 16 de noviembre de 2015

El círculo sagrado.






Luna nueva, creciente.
Primer día de luna, como una línea curva en el cielo claro.
Cielo azul y amarillo, rosa y violeta, al atardecer.
Al fondo, la montaña sagrada, oscura sobre un fondo de luz; puntos iluminados en su falda, como luciérnagas; la noria de colores en la cima, a los pies del templo.
Y de banda sonora, las gaviotas.


Cabalgaba la bicicleta de vuelta del mar cuando se encontró "la fira de la terra", al llegar a su barrio.
Estos rábanos tan grandes y el hinojo, son ecológicos?
Claro, dijo la tendera, son de mi huerto; yo cuido la tierra. Y sonrió.
Son muy tiernos y dulces, explicó su compañero.
Lo eran, doy fe.

Y el queso?
Sí, claro, ahí tienes el sello de acreditación ecológica.
De ovejas en libertad?
Bueno, eso... Las ovejas ya no suelen vivir en el monte. Generalmente.
Pero sí, pasan varias horas al día en los pastos, al aire libre.

Acalló su conciencia por un rato.




En casa, preparó la mesa, como una ofrenda.
Cuando el queso se deshacía en su paladar, ella (de tendencia vegana, poco dada a consumir productos de explotación animal) daba las gracias a las ovejas e imaginaba su propio cuerpo como abono de la hierba que pasturaban.
Todo está aquí.
Presente y futuro, y pasado.
Ella ya no creía en un guión lineal.





El hinojo tierno y crujiente se hacía agua en su paladar, las hojas verdes del rábano, el cilantro.
Y la copa del mismo vino (un reserva de Ribera) con que en cierta ocasión celebró aquel ágape singular junto a su yídam.
Todo está aquí.

Todo está aquí.
Ayer era un plato vulgar de arroz, y ella se convertía en fertilizante para el sugerente paisaje del Delta del Ebro.
Era el aire, el sol, la lluvia, la tierra nutrida, el abono que nutría la tierra.

Cada vez que se alimenta de los frutos de la tierra, ella se convierte en nutrientes, fertilizante para los frutos de la tierra.
Su cuerpo nutriente.
Como un círculo sagrado.
No puede ser de otra manera.




Cada vez que se funde con la tierra, con los frutos de la tierra en su paladar, en su respiración, en su contemplación, su propio cuerpo se convierte en abono para la tierra, para los frutos de la tierra.
Y su mente en el soplo que les da vida.
Y ya no puede nacer ni morir.
Ya no puede morir.
Ni volver a empezar, porque todo es un continuo.

No puede aceptar la ofrenda sin ofrecerse a sí misma como ofrenda.
Como un circulo sagrado.
Es cuestión de tiempo.
Todo está aquí.





Subió al terrado a despedir el día y allí estaba esa línea apenas de la luna nueva, creciente.
Primer día de luna, mágico.
Mera continuación.




jueves, 12 de noviembre de 2015

La continuación.





El amigo le contaba que en esta tradición siente un vacío, como una carencia.
Por qué se habla tan poco de la muerte, la reencarnación y las vidas futuras?

Ella puso cara de sorpresa. A su parecer, Thich Nhat Hanh habla a menudo de la reencarnación. Lo que él llama la "continuación", del cuerpo y de la mente. Aquí y ahora, en cada instante.
Cómo las células mueren y se desprenden (en la piel, el pelo, las uñas, en los intestinos, el hígado, el cerebro o el corazón) y cómo otras están naciendo a cada instante. Y cómo cada acción que realizas (de cuerpo, palabra y mente) te está sobreviviendo, ya, ahora y aquí mismo. Cómo te expandes a cada instante en el cuerpo y la mente de los demás, en las situaciones, sociales e históricas.
Ya estás muriendo y resucitando y reencarnándote aquí y ahora, en cada instante.
Y las vidas futuras ya están teniendo lugar, aquí y ahora.




El amigo echaba de menos rituales de acompañamiento en la muerte pero ella siente que las instrucciones, los poemas y relatos de Thay están llenos de ellos; su vida misma en estos momentos es una perfecta ilustración.

Que la mirada y la práctica de Thich Nhat Hanh partan siempre de la experiencia de la vacuidad y el interser (no de la hipnosis de la separación y el miedo), no las hacen menos profundas, sino todo lo contrario.




El amigo echaba de menos más prácticas del método, rituales imaginativos y creativos de acompañamiento ("magia blanca", como él la llamaba), mantras, cánticos, oraciones y ofrendas, postraciones y ruegos. Prácticas tranquilizadoras que te hacen pensar que purificas el karma negativo, ahuyentas los sufrimientos y te mantienen en el camino de la Tierra Pura.
Pero Thich Nhat Hanh, su maestro Linji y su larga tradición budista te dicen que la Tierra Pura está aquí.
De hecho, es ahora o nunca.
Mientras que lo estés dejando para después, no vas a poder verla.
Porque el después nunca es ahora.
Mientras que te identifiques con un ego separado en camino, no vas a poder comprender que ya estás donde quieres llegar.





En las prácticas del método y la sabiduría del maestro zen vietnamita, casi nunca hay separación; la una está siempre implícita en la otra. En especial, la sabiduría del interser siempre está presente en todas las prácticas del método, porque éstas se asientan siempre en la experiencia del amor y la interconexión.
Si te centras en el amor, no hay lugar para el miedo a los infiernos y sufrimientos de las vidas futuras.
Si, con la práctica del amor y la interconexión (el interser), consigues que el amor se estabilice en tu experiencia, ya no hay lugar para el miedo a los sufrimientos de las vidas futuras.





















Tal como ella lo entiende, Thich Nhat Hanh habla a menudo de la reencarnación, la "continuación", del cuerpo y de la mente.
Claro que probablemente no es la reencarnación del "yo" (cualquiera que sea el nombre con el que designas el pack de tu cuerpo y mente) al que quizás el amigo se refiere.

Quizás en la tradición budista zen no existe un "alma" (en lenguaje cristiano) o un "continuo mental" (en términos budistas) separado, sino que todo forma parte de la misma fuente (vacía de contenido inherente, vacía de yo). Y a ella volvemos.
O quizás no hemos dejado de serlo nunca.






martes, 10 de noviembre de 2015

El wabi sabi.








En "El elogio de la sombra", Junichiro Tanizaki evoca el carácter sagrado de los cuartos de baño tradicionales japoneses, la experiencia espiritual de las evacuaciones en un entorno natural, en semipenumbra. La contemplación diaria de una parte de ti volviendo a la tierra que te alimenta, nutriéndola a su vez.
El escritor y ensayista japonés Junichiro Tanizaki se cuestiona cómo habrían sido las cosas si los avances científicos y tecnológicos se hubieran desarrollado por separado, en Oriente y Occidente, en vez de limitarse meramente (Oriente, más interesado en investigar el desarrollo interior que el exterior) a copiar la maquinaria tecnológica producida por Occidente, una cultura filosófica, artística y estética tan lejana de la propia.
Probablemente, con muchísima más lentitud y retraso, los descubrimientos habrían sido más o menos los mismos, presentados de una forma diferente.





El sonido de la campana interrumpe sus pensamientos para devolverla, aún más, al momento presente.
Inspirador el sonido del cuenco tibetano (en la aplicación en el móvil).
Inspiradoras las campanadas de la iglesia del barrio, llamando a la oración de la tarde.

Ella aprecia lo nuevo, lo limpio, reluciente, las paredes recién pintadas, la cocina impecable, los muebles nuevos, los electrodomésticos sin mancha.
Pero la apariencia de lo nuevo sólo dura mientras es nuevo, es decir, la primera vez. Unos usos más tarde, ya ha dejado de ser nuevo. Pero, ¿eso implica vivir con la frustración y el desafecto el resto del tiempo?
La fugacidad e impermanencia de los objetos, las situaciones, los fenómenos internos y externos, ¿implica vivir en el duelo permanente y el desánimo?




El wabi sabi japonés aprecia el envejecimiento de la madera en el suelo, en la mesa o en las puertas, del papel en los libros o en las ventanas.
Lo viejo y usado es hermoso.

Ella ha aprendido a amar hasta los desconchados en los muebles baratos de Ikea.

Los haikus inspirados en la naturaleza tanto como una oda a la cafetera, el bolígrafo o el ordenador.





Le gusta despertarse sin alarmas; el ritual del desayuno; recoger y ordenar el santuario en el que se mueve, limpiar, perfumar; le gusta el mar de otoño, meditar en la orilla de una playa urbana, cabalgar la bicicleta de vuelta a casa. Le gustan los atardeceres en el terrado, como una nube de tejados, terrazas y antenas parabólicas bajo un infinito cielo de luces y colores, y la banda sonora de las gaviotas.
Y le gusta por el mero hecho de que aparece.
Y aparece lo nuevo y lo viejo, lo limpio y lo sucio, una gama de aromas que puedes calificar como quieras. Da igual. Lo inspira. Y lo espira, convertido en ella misma. Como cuando, convertida en fertilizante, vuelve a la tierra de donde procede.
Inspira lo que aparece, con ecuanimidad. Y espira.
Como unos pulmones en forma humana.
Como un corazón
que parece
que aún
bombea.




sábado, 7 de noviembre de 2015

El desacuerdo.







Mientras hablaban, notó que su amigo se iba alterando. Así que cambió de tema y se dirigió a otras comensales en la mesa. Después de unos minutos, el amigo volvió a intervenir y dijo: Estoy enfadado.
Ella iba a preguntar, ¿Con la situación? (habían estado hablando de cómo el barrio se había ido deteriorando en los últimos tiempos),
pero le salió: ¿Conmigo?
Él se dio un instante para pensar y dijo: Sí.
Por qué?, preguntó ella.
Porque no has hecho ningún esfuerzo por comprenderme, respondió él.
Porque no me has dicho: Siento mucho cómo te está afectando el deterioro del barrio.

Ella dijo, llevándose la mano al corazón, para dar aún más énfasis a sus palabras:
Siento muchísimo cómo te está afectando el deterioro del barrio.
Y él dijo: Gracias.
Pero seguía enfadado.
Y a ella le dolía el dolor de su enfado
pero esta vez no se hizo responsable.
No añadió ese dolor.




Por qué puede molestarle a un compañero de la sangha (un compañero en el camino espiritual) una simple opinión, un punto de vista?
Mi punto de vista no tiene ninguna importancia; antes o después cambiará, como el tuyo.
Los puntos de vista son como olas, pero tú y yo somos el agua. Que nuestros puntos de vista no coincidan, en alguna parte, en algún momento, no es personal. Y es absolutamente irrelevante.

Pensó todo eso pero no lo dijo.
Presentía que no era el momento de explicarse, o de justificarse, sino de acompañar a un compañero herido.




Una vez tuvo una amiga que era como un espejo. Se acababan de conocer y coincidían en todo. En su manera de ver la vida, su relación con la naturaleza, su afición por la comida sana y la salud natural. Mantenían una fórmula similar de pareja (poco que ver con la convencional), que había dado fruto a sus hijas, de la misma edad. Incluso habían vivido varios años en el mismo país extranjero, sin conocerse. Como almas gemelas con una trayectoria tan semejante.
Un día, surgió el primer desacuerdo. Y si bien no era un desacuerdo en el tema de fondo, sí en la forma de afrontarlo. El hecho es que ahí estaba: el desacuerdo.

Al final de la conversación, se hizo el silencio unos instantes, y luego ella dijo: Me encanta.
Hasta ahora era como relacionarme con una prolongación de mí misma, tan iguales, tan de acuerdo en todo.
Y por fin es como ver a "la otra", amar a la amiga, diferente, tal como es. Me encanta.

La amiga dijo: Pues yo no lo siento así. A mí me aleja mucho. Porque no me siento apoyada y es lo mínimo que espero de una amiga. Es como una traición. Me siento decepcionada y dolida.




Eso la hizo pensar.
Le dio información sobre su amiga, otra, diferente.
Tenía que cuidarla, tal como era.

Y si hay que tender puentes, se tienden.
Y si hay que pedir disculpas, se piden.
Porque entre la "verdad" (las "razones", esa cosa tan subjetiva y cambiante) y el amor,
que siempre venza el amor.

O, como decía una vieja amiga:
Cada vez que empiezo a alterarme (yo, o alguien), pienso,
qué es más importante, esto (tener la razón) o la paz interior?
(La mía o la de la otra persona, la misma paz interior).




A veces surgen desacuerdos.
En realidad, a cada instante están surgiendo pensamientos, como olas en el mar.
Pero un pensamiento es sólo eso, una sucesión de palabras (incluso una emoción, o una sucesión de emociones) que surgen por inercia, por repetición. Por karma.

Ella observa los pensamientos como meros pensamientos.
Y no como creencias.

Ya le quedan pocas creencias.

Una de ellas, de las pocas que le quedan:
Entre la "razón" y el amor, que siempre venza el amor.

Otra:
Cada vez que empiezo a alterarme (o veo que alguien se altera), pienso:
Qué es más importante, esto o la paz interior?

Pues eso.



lunes, 2 de noviembre de 2015

Lunes






Amaneció gris. Había llovido un poco durante la noche. Recordó con tristeza que había olvidado la planta de albahaca en el balcón y quizás el frío nocturno había acabado con sus limitadas fuerzas. Pero, para su sorpresa, nuevas hojas habían brotado. Gris. Nada que hacer, ningún lugar a donde ir.


Cuando anoche se iba a la cama, después de la cena con algun@s de sus compañer@s de la sangha, vio aquel libro en su estantería. Hacía tanto tiempo que no leía una novela. Decidió que se dejaría contar un cuento para dormir. Algun@s habitantes de un pequeño pueblo del interior empezaban a recibir llamadas telefónicas de sus seres queridos que ya no estaban en esta vida. ("Si supiéramos lo que aparece después, no sufriríamos tanto en la vida, como nos hace sufrir el miedo a la muerte").
En el camino a la cama con la novela en la mano, vio los discos en la torre de cds, en un ángulo escondido de su cuarto. Ella, tan aficionada a los sonidos del silencio, hacía tanto tiempo que no escuchaba música que no fuera de una sadhana tántrica, para meditar. Tomó nota.
Se dejó contar un cuento y luego se durmió. Le gustaba tanto dormir, ese abandono. Esa contemplación.





Cuando se despertó, el día era gris y a ratos lluvioso. Lo contemplaba por detrás de la ventana mientras se ofrecía al ritual del desayuno.
Gris. Y lluvioso a ratos. Un buen día para ir al mar. El trayecto por el puerto sin duda mucho más vacío de lo habitual, de paseantes y turistas. El viento golpeaba las plantas en los terrados. Imaginó las grandes olas. Ayer había surfistas con cometas coronando la espuma blanca de olas gigantes.

Gris y viento. Un buen día para quedarse en casa a terminar de editar la última entrevista. En los descansos, salir al mercado a abastecer la despensa.




Gris, viento y lluvia. Un buen día para meditar, para que te cuenten cuentos, para escuchar música, para escribir. Para limpiar la casa y perfumar los rincones y pasillos. Para llamar a los amigos enfermos, cansados o tristes. Quizás visitarles.
Gris, lluvia y viento, un buen día para casi todo.
Cualquier cosa menos perder la conciencia del instante, aquí, ahora mismo.
Un instante eterno, como un vientre preñado de promesas, si las dejara nacer.
Si las dejara abrirse paso y aparecer.



Se quedó quieta y en silencio. Aguardando. escuchando los sonidos, las pistas. Como una detective.
Como Penélope.
Como Teresa invocando al Amado.
Como Battiato abrazado a los pies de su ángel.
Y no me dejes nunca más.










jueves, 29 de octubre de 2015

Renuncia y compasión.





"En la tradición Shravaka, se enseña que los cinco agregados (el yo) son sólo sufrimiento porque son el resultado de la acción kármica impura, así como la base para el surgimiento de las aflicciones mentales, que son sufrimiento en sí mismas y por sí mismas, además de ser la causa de futuras acciones kármicas que producen aún más sufrimiento en el futuro. Por eso, el objetivo del Sharavakayana es abandonar los cinco agregados y obtener el estado del nirvana, en el que no queda ni rastro de ellos, del yo. El nirvana de la tradición Sravaka se describe como cuando la llama de una vela se apaga; es la paz que es la completa cesación de los agregados impuros y también del samsara.
Sin embargo, el Mahayana no presenta las cosas de esta forma. Desde el punto de vista de los sutras mahayanas, los cinco agregados y el sufrimiento que les acompaña tienen la naturaleza de la pureza original y perfecta. No hay ni una pizca de impureza en ninguna parte de ellos que deba ser abandonada. Por lo tanto, los practicantes mahayana no quieren desprenderse de su naturaleza samsárica, sino que aspiran a nacer en el samsara en tantos cuerpos, en tantas vidas como sea posible para ser de ayuda a los seres.
En la práctica del Vajrayana se cultiva la comprensión de que los cinco agregados tienen la naturaleza de las cinco familias de budas y de que la naturaleza del sufrimiento es la bienaventuranza (el gran gozo y la vacuidad). Siendo así, para qué querría alguien abandonarlos? Tienen la esencia misma de la iluminación".


(De "El Sol de la Sabiduría".
Enseñanzas sobre la Sabiduría Fundamental
del Camino Medio
del Noble Nagarjuna.
Khempo Tsültrim Gyamtso.
Ediciones Dharma)












Nubes como copos de algodón, blancas, y grises, en un abanico de tonalidades.
Al este, nubes como antorchas de luz.
El sol se oculta por detrás de un horizonte de tejados.
Al frente, una gran masa gris oscura en proceso de disolución, sobre un cielo azul claro;
sobre la claridad del cielo, la claridad del aire, la claridad de las montañas y las calles de la ciudad, en un día en que el viento ha limpiado el aire que respiramos y el paisaje que aparece.

(Cada instante, cada forma, cada color, aparentemente amenazador o apacible, en proceso de disolución.
La vida, ya sabes, un libro de dharma).




Algunos aviones dejan su estela en el fondo vacío del cielo azul.
Más cerca, algunos pájaros sobrevuelan los tejados.
En la cesta, recogida la ropa seca, hasta hace un momento tendida al sol.

El olor del jabón de Marsella en la ropa recogida.
Las hojas de cilantro en sus dedos.
En el paladar, la albahaca en la salsa de tomate de los espagueti y las rodajas de jengibre en el agua de la pasta.
El vino tinto en la copa.

Después de comer, subió al terrado a recoger la ropa y allí se quedó, bajo el efecto del encantamiento del Reino de los Cielos.




Los bordes de luz plateada en las nubes se hacen rosas, violetas y de un anaranjado de fuego.
Las gaviotas sobrevuelan la tarde.
Silencio.
La voz multicolor del silencio.





Quién querría huir de los cinco agregados, de los fenómenos, de las formaciones internas y externas, de lo que aparece, aquí y ahora?
Quién querría huir de lo que aparece, sea lo que fuere, si contiene la naturaleza de la bienaventuranza, el gran gozo y la vacuidad?
Si cada brizna de apariencia contiene la esencia misma de la iluminación.




martes, 27 de octubre de 2015

Un sorbo de té.





El maestro zen vietnamita Thich Nhat Hanh, en la recta final de su larga vida, sufrió una hemorragia cerebral grave que parecía señalar el final de su paso por esta existencia humana.
El amor de sus monjas y monjes, pendientes en todo momento de sus necesidades, y los cuidados del equipo médico, le retuvieron, aunque él afrontaba grandes retos incluso para el mero hecho de respirar. Durante meses, no podía ingerir alimentos por sus propios medios ni comunicarse. Evidentemente, no era fácil para Thay, pero aquí se quedaba, un tiempo más.
Había quienes pensaban que no se iba porque aún le necesitaban en la sangha de Plum Village y en su comunidad internacional, como cabeza de la organización, como maestro y líder espiritual.
Ella sospechaba que este bodhisatva (este Buda) aún permanecía en este planeta para seguir mostrándonos con su ejemplo la forma de afrontar la vida, la enfermedad y la muerte.
Él estaba perfectamente preparado para irse o quedarse (esa ilusión).




Según el budismo, existen tres clases de seres en el camino hacia la iluminación.
El ser inferior, que, consciente de las vidas futuras, opta por una conducta virtuosa y la acumulación de karma positivo por temor al sufrimiento de los infiernos y para poder acceder en el futuro a una existencia en el reino de los dioses, o de los Budas.
El ser medio, que opta a la renuncia al sufrimiento del samsara, en todas sus formas. Incluida la apariencia de una cómoda vida temporal en los reinos superiores.
Y el ser superior que ha perdido todo interés egoísta; le da igual los sufrimientos o disfrutes (esa mente dual conceptual) y simplemente se ofrece al servicio de los seres sufrientes.

Para ella, TNH era un ser superior.
Irse o quedarse era irrelevante.
Pero aquí estaba, todavía, enseñándonos cómo afrontar las alegrías y las dificultades de la vida, la enfermedad y la muerte. Esa ilusión.






Sus monjas y monjes le amaban tanto, que a veces quizás llegaban a olvidar algo de lo aprendido, por el miedo a perderle y la resistencia a que esto ocurriera.
Se preocupaban, sufrían, se aceleraban, por el deseo de verle mejorar.
Entonces, antes de una de sus primeras grandes recaídas, él les había dicho:
Para qué tanta ansiedad? Si de verdad os importo, cuidad vuestra paz interior. Cuidaos a vosotr@s mism@s.

Durante algún tiempo estuvo inmovilizado en la cama, alimentado vía intravenosa y aparentemente inconsciente, aunque por lo visto nunca llegó a necesitar la respiración asistida (casualidad o tal vez él aún permanecía en su práctica de la respiración consciente: inspiro y estoy en casa; espiro y sonrío, estoy en casa).
Aún semiinconsciente, en cierta ocasión, observando al equipo médico afanado en su labor, consiguió llevar el dedo a sus labios. Silencio. Sonrió. Y señaló el cielo al otro lado de la ventana.
Quiere que paremos un momento, dijo una de sus discípulas.
Como cuando, en meditación caminando, sonaba la campana.
Stop. Inspira, espira; regresa aquí, ahora (si los pensamientos te han llevado a otro lugar).
Quiere que paremos un momento. Silencio. Y que miremos el cielo.

Cuentan que un médico se acercó a la ventana. Y se puso a llorar.
Nunca antes había mirado el cielo de esta manera, dijo. Tan ocupado en los asuntos de mi vida.
Nunca antes había visto el cielo.
La inmensa claridad del cielo.
Lloraba.
(Como si por un instante, por primera vez, hubiera percibido la inmensa claridad de su propia mente, de su propia vida, de su propio ser.)



Otras veces, en medio de la actividad de sus cuidador@s, Thay conseguía llamar la atención de alguien y, con gestos, pedía que prepararan un té para todo el equipo médico presente en su habitación.
Té. Sentarse. Parar. Degustar.
El té, el sol, las nubes, la lluvia, el aire, la tierra, las abejas en sus flores, el trabajo humano...
Hacer el amor con el universo en tu paladar.
Fundirse.
Desaparecer.



A lo largo de toda su vida, Thich Nhat Hanh tenía presente en cada meditación, en cada instrucción, por prosaica que pareciera, la visión de la vacuidad. Y que "ser es interser".
Y a lo largo de su dura enfermedad (quizás decidió permanecer un poco más para mostrarnos cómo afrontar los peores momentos) seguía revelándonos, con una sonrisa, la práctica de hacer el amor con la vida,
fundirse,
desaparecer
en un simple sorbo de té.