jueves, 29 de octubre de 2015

Renuncia y compasión.





"En la tradición Shravaka, se enseña que los cinco agregados (el yo) son sólo sufrimiento porque son el resultado de la acción kármica impura, así como la base para el surgimiento de las aflicciones mentales, que son sufrimiento en sí mismas y por sí mismas, además de ser la causa de futuras acciones kármicas que producen aún más sufrimiento en el futuro. Por eso, el objetivo del Sharavakayana es abandonar los cinco agregados y obtener el estado del nirvana, en el que no queda ni rastro de ellos, del yo. El nirvana de la tradición Sravaka se describe como cuando la llama de una vela se apaga; es la paz que es la completa cesación de los agregados impuros y también del samsara.
Sin embargo, el Mahayana no presenta las cosas de esta forma. Desde el punto de vista de los sutras mahayanas, los cinco agregados y el sufrimiento que les acompaña tienen la naturaleza de la pureza original y perfecta. No hay ni una pizca de impureza en ninguna parte de ellos que deba ser abandonada. Por lo tanto, los practicantes mahayana no quieren desprenderse de su naturaleza samsárica, sino que aspiran a nacer en el samsara en tantos cuerpos, en tantas vidas como sea posible para ser de ayuda a los seres.
En la práctica del Vajrayana se cultiva la comprensión de que los cinco agregados tienen la naturaleza de las cinco familias de budas y de que la naturaleza del sufrimiento es la bienaventuranza (el gran gozo y la vacuidad). Siendo así, para qué querría alguien abandonarlos? Tienen la esencia misma de la iluminación".


(De "El Sol de la Sabiduría".
Enseñanzas sobre la Sabiduría Fundamental
del Camino Medio
del Noble Nagarjuna.
Khempo Tsültrim Gyamtso.
Ediciones Dharma)












Nubes como copos de algodón, blancas, y grises, en un abanico de tonalidades.
Al este, nubes como antorchas de luz.
El sol se oculta por detrás de un horizonte de tejados.
Al frente, una gran masa gris oscura en proceso de disolución, sobre un cielo azul claro;
sobre la claridad del cielo, la claridad del aire, la claridad de las montañas y las calles de la ciudad, en un día en que el viento ha limpiado el aire que respiramos y el paisaje que aparece.

(Cada instante, cada forma, cada color, aparentemente amenazador o apacible, en proceso de disolución.
La vida, ya sabes, un libro de dharma).




Algunos aviones dejan su estela en el fondo vacío del cielo azul.
Más cerca, algunos pájaros sobrevuelan los tejados.
En la cesta, recogida la ropa seca, hasta hace un momento tendida al sol.

El olor del jabón de Marsella en la ropa recogida.
Las hojas de cilantro en sus dedos.
En el paladar, la albahaca en la salsa de tomate de los espagueti y las rodajas de jengibre en el agua de la pasta.
El vino tinto en la copa.

Después de comer, subió al terrado a recoger la ropa y allí se quedó, bajo el efecto del encantamiento del Reino de los Cielos.




Los bordes de luz plateada en las nubes se hacen rosas, violetas y de un anaranjado de fuego.
Las gaviotas sobrevuelan la tarde.
Silencio.
La voz multicolor del silencio.





Quién querría huir de los cinco agregados, de los fenómenos, de las formaciones internas y externas, de lo que aparece, aquí y ahora?
Quién querría huir de lo que aparece, sea lo que fuere, si contiene la naturaleza de la bienaventuranza, el gran gozo y la vacuidad?
Si cada brizna de apariencia contiene la esencia misma de la iluminación.




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