sábado, 27 de junio de 2020

Feliz día!









Cómo pasa el tiempo!, se lamentaba la amiga.
Ella pensó:
Podría ser peor. Aún estoy aquí.
Aunque no estar quizás también sería otra buena opción.
Pero aún amo este sueño.

No siempre ha sido así.
Ella recuerda cuando su mantra era:
"Y muero porque no muero".
Ese anhelo de casarse con Dios.
El Alto Yoga Tantra se lo ofreció como un ensayo muy vívido.
Y de repente un día empezó a ver en todo lo que aparecía
el rostro de Dios.
La mirada amorosa y seductora,
la generosidad, la abundancia, la veneración.
Las ofrendas de Dios, dándose a sí mismo,
cuando se suponía que era ella la que tenía que ofrecer
y venerar.
Y entendió que no hay separación.
Y aquí se quedó, navegando este cuerpo
sagrado.

Y aquí sigue.
Feliz cumpleaños!
Y responde, alza la copa y brinda.





No siempre la cara de Dios es amable.
En medio de un largo trayecto de superabundancia
de miradas y ofrendas de amor,
amanece un día con nubes oscuras.
El móvil se apaga, la pantalla como una nube negra,
en el transcurso de un complicado proceso de gestión de algún acontecimiento. O varios.
Inesperadamente, unas horas después recuperó la vida.
Una nueva oportunidad, dijo, un toque de atención;
te trataré bien
y te dejaré descansar.
Tomo nota.
Camino del piano, detrás de la puerta, unas sillas plegadas, de madera pesada,
pierden su equilibrio y le caen sobre el pie.
El dolor, la hinchazón y el color oscuro le hacen considerar complicaciones no previstas.
Este dolor también es la cara de Dios, reconoció.
Y desde esa mirada el dolor sólo era otra experiencia más.
Entonces empezaron a aparecer caras amigas, con instrucciones, remedios,
ofrecimientos, servicios.
Introdujo el pie en agua fría durante un largo rato y al salir había suavizado el color y la forma.
La noche fue tranquila y profundamente reparadora,
lo comprendió al abrir los ojos.

El rostro de Dios a veces es abundante y amable
y a veces punzante como un cuchillo en las entrañas,
literalmente.
Pero si reconoces a Dios en cualquier situación
los ángeles no tardan en aparecer como un ungüento sanador.


Y en esta historia de amor,
el sueño transcurre como si fuera lineal,
con su propio guión
y ritmo
y tempo.
Feliz aniversario!
Y aquí está ella, más enamorada que nunca.
Tanto como el primer día que reconoció el rostro,
el cuerpo de Dios.
O más todavía.







jueves, 25 de junio de 2020

Noche de San Juan.







Se pasa la vida haciendo el amor.
Y dicen que la muerte es una experiencia de amor aún más intensa.
Hoy toca baño de bosque, respirar los castaños, absorberlos,
sentirlos viajar en los pulmones y en la sangre,
regando este cuerpo soñado.
Y la comida en esa terraza de la montaña.
Comerse la tierra, bebérsela.
Venerar a sus compañeras de mesa, cada una un saco de tiernas experiencias, dulces y amargas,
viajeras como ella en este "pilgrimage", este viaje de aventuras.

Otras veces elige la soledad,
especialmente en las fechas más señaladas, como la noche de San Juan o el fin de año.
A solas, se reencuentra con este cuerpo y descubre una vez más la fascinación.
Si fuera estallan los petardos, cohetes, voceríos y fuegos artificiales,
puede ser que acuda a la música como una armadura de protección,
y en la "atención apropiada" todo lo demás desaparece.
Quizás ve su cuerpo bailar en el espejo y se deja seducir de amor.
O quizás se sienta en meditación, o se tumba
en meditación,
los colores del atardecer y las luces de la noche al otro lado del marco del balcón, inundando la estancia.
Las gaviotas y las golondrinas no habitan el cielo esta vez,
se esconden, como ella,
y callan.
Ella a solas consigo misma,
conteniéndolo todo.
Embriagada de amor.

Ya sea en el ágape con la sangha (mesa y vida compartidas),
en la inmersión en el mar o en el baño de bosque,
o a solas, donde está todo,
descubre que todas las situaciones tienen en común el hecho fundamental de
hacer el amor,
esa profunda intimidad,
esa expansión que se proyecta
en todas direcciones.






miércoles, 3 de junio de 2020

Todo es el cuerpo de Dios.








El abanico de Dios.

Dios se hace abanico en las copas de los árboles del Montjuic.
Las hojas verdes de los árboles danzan al ritmo del canto de los mirlos
y el acompañamiento de las tórtolas
y las conversaciones de las gaviotas.
Y el abanico de Dios acaricia la piel herida de amor por los rayos de Dios Sol.
El cabello también quiere bailar en libertad,
como las hojas del cuaderno.
Danza suave.

El mar era un espejo de agua cuando dio a luz el disco dorado.
Un espejo de agua fresco recibiendo a un cuerpo de agua.
Sin juicio ni resistencia, adaptable.
Sé agua, amiga mía.
Sé espacio.
Sé quien eres.
Eso que eres.