domingo, 21 de agosto de 2022

Agosto de 2.022

 


Pasa por el cuarto, la cama aún deshecha sobre el tatami, aireándose,
el balcón abierto, la verja de hierro negro que enmarca el paisaje humano,
el espejo que multiplica el espacio y la luz
y el paisaje celeste.
Camina el pasillo y sube la corta escalera al terrado,
el silencio de las vacaciones, la ausencia.
Abre la puerta y ahí está: el aire fresco de la mañana.
Que se pare el tiempo, se escucha pensar.
O al menos, que se pare la presencia,
que se quede. Estable.

Los pájaros son más gregarios que ella,
se oye pensar mientras escucha el coro que surge de la montaña verde,
de entre los copos de los árboles.
Pero también soy gregaria en los pájaros, concluye.



En mitad de la noche abre los ojos solo para seguir la trayectoria de la luna menguante.
Tan poderosa.
Su luz transformadora, tan poderosa.

Por la mañana se despierta aún en la oscuridad del balcón abierto,
presintiendo la llegada de algo.
Se levanta y camina el pasillo hasta las cristaleras de la galería
y ahí está.
Hoy, una bandada de copos de algodón sobrevolando el cielo,
rosas y violetas, blancos y anaranjados.
Y una fuente de luz que surge del horizonte de mar invisible.
Si estuviera en la playa sería espectacular, se escucha pensar.
Es igualmente espectacular sin ella en la playa.
Y la experiencia de asombro es la misma,
sin ese centímetro de paisaje de mar inaccesible
que adivina, por detrás de las tres chimeneas.
Tomó asiento en la galería 
contemplando la magia en el cielo
y la maravilla en su experiencia propia.
La magia, la maravilla.

Que se pare el tiempo, sonó
como una oración.
O mejor: que se pare este estado
de conciencia,
la libertad,
el asombro,
la maravilla.
El amor sin objeto.
El amor alado, sin objeto.
Que se quede la conciencia, libre de lastre,
navegando lo que sea
que tenga que acontecer.





sábado, 13 de agosto de 2022

El purgatorio.

 


De repente, comprende que ha llegado a una especie de purgatorio.
Sabe que no es el infierno porque podría ser mucho peor
y lo sabe porque está al alcance de su vista, el infierno, en algunos barrios adyacentes.
Ve las llamas de los incendios,
el calor extenuante, el frío inmovilizador,
las bombas aniquiladoras, el odio, la persecución...
Lo ve. El infierno existe y no está lejos.
Pero ella aún se mantiene en una relativa zona de confort.
No es el reino de los dioses. Lo sabe porque también ha estado allí.
Ni siquiera el de los semidioses.
Es el purgatorio, que acoge a seres de diferentes reinos:
humano, animal, vegetal
y probablemente algunos más.
Así que ahí está,
"purgando" karma negativo, se podría decir.
Profundamente hipnotizada, bajo los efectos de la hipnosis
de esa maga traviesa que es la Mente.
Atrapada en una pantalla virtual,
sufriendo alucinaciones que duelen
como si existieran.
Y existen, de esa manera.

Así que parece que en este momento del viaje, en esta nueva reencarnación,
le toca transitar el purgatorio.
Y se pregunta si hay algo que pueda hacer para disfrutar de esta parte del trayecto,
con presencia, 
sin el dolor añadido
de querer escapar de ella.
Viviendo con entrega y consciencia
las experiencias que le regala el purgatorio.
Hasta comprender que no hay nada de lo que autocompadecerse.
Cuando reconoces que, en el fondo de todo,
es el mismo sabor.
Un solo sabor.
En cualquier reino que transites.
El mismo sabor.
Simplemente la Vida.





sábado, 6 de agosto de 2022

La plenitud.

 


¿Y si la plenitud fuera esto?

El aire cálido en la piel,
cargado de evocaciones de pasado (la libertad, el esplendor de la vida).
El aire cálido en la piel, presente,
a la sombra del terrado cuando aún contiene el refugio de sombra.
El abanico verde y suave de la montaña.
El coro de pájaros en la banda sonora del silencio.
El vuelo de la gaviota, la tórtola
sobre las cuerdas del tendedero, su canto pertinaz.
¿Y si la plenitud fuera esto?

Después de múltiples reencarnaciones en esta misma vida humana,
tan ocupada en resolver aventuras indescifrables,
llega a esta tierra de nadie.
La contemplación que reconoce algunas luces
y también sombras.
El centro aún parece lejos pero, sin prisa ni anhelos,
se hace a un lado del camino
simplemente para parar,
sin objetivo alguno.

¿Y si la plenitud fuera esto?
Esta parada en el tiempo.
Esta aparente parada en el tiempo aparente.

Soltar relatos ajenos y comparaciones,
preguntas, dudas y conflictos.
La parada.
El silencio. 
La contemplación.
Esa voz en la sombra que dice: la muerte.
La otra voz, de la mano, que dice: la vida.

Después de todo, no hay separación.

Ni siquiera hay nombre.