martes, 10 de noviembre de 2015

El wabi sabi.








En "El elogio de la sombra", Junichiro Tanizaki evoca el carácter sagrado de los cuartos de baño tradicionales japoneses, la experiencia espiritual de las evacuaciones en un entorno natural, en semipenumbra. La contemplación diaria de una parte de ti volviendo a la tierra que te alimenta, nutriéndola a su vez.
El escritor y ensayista japonés Junichiro Tanizaki se cuestiona cómo habrían sido las cosas si los avances científicos y tecnológicos se hubieran desarrollado por separado, en Oriente y Occidente, en vez de limitarse meramente (Oriente, más interesado en investigar el desarrollo interior que el exterior) a copiar la maquinaria tecnológica producida por Occidente, una cultura filosófica, artística y estética tan lejana de la propia.
Probablemente, con muchísima más lentitud y retraso, los descubrimientos habrían sido más o menos los mismos, presentados de una forma diferente.





El sonido de la campana interrumpe sus pensamientos para devolverla, aún más, al momento presente.
Inspirador el sonido del cuenco tibetano (en la aplicación en el móvil).
Inspiradoras las campanadas de la iglesia del barrio, llamando a la oración de la tarde.

Ella aprecia lo nuevo, lo limpio, reluciente, las paredes recién pintadas, la cocina impecable, los muebles nuevos, los electrodomésticos sin mancha.
Pero la apariencia de lo nuevo sólo dura mientras es nuevo, es decir, la primera vez. Unos usos más tarde, ya ha dejado de ser nuevo. Pero, ¿eso implica vivir con la frustración y el desafecto el resto del tiempo?
La fugacidad e impermanencia de los objetos, las situaciones, los fenómenos internos y externos, ¿implica vivir en el duelo permanente y el desánimo?




El wabi sabi japonés aprecia el envejecimiento de la madera en el suelo, en la mesa o en las puertas, del papel en los libros o en las ventanas.
Lo viejo y usado es hermoso.

Ella ha aprendido a amar hasta los desconchados en los muebles baratos de Ikea.

Los haikus inspirados en la naturaleza tanto como una oda a la cafetera, el bolígrafo o el ordenador.





Le gusta despertarse sin alarmas; el ritual del desayuno; recoger y ordenar el santuario en el que se mueve, limpiar, perfumar; le gusta el mar de otoño, meditar en la orilla de una playa urbana, cabalgar la bicicleta de vuelta a casa. Le gustan los atardeceres en el terrado, como una nube de tejados, terrazas y antenas parabólicas bajo un infinito cielo de luces y colores, y la banda sonora de las gaviotas.
Y le gusta por el mero hecho de que aparece.
Y aparece lo nuevo y lo viejo, lo limpio y lo sucio, una gama de aromas que puedes calificar como quieras. Da igual. Lo inspira. Y lo espira, convertido en ella misma. Como cuando, convertida en fertilizante, vuelve a la tierra de donde procede.
Inspira lo que aparece, con ecuanimidad. Y espira.
Como unos pulmones en forma humana.
Como un corazón
que parece
que aún
bombea.




1 comentario:

  1. Gracias , ha ampliado mi busqueda de este termino que me ayuda como medico , pues la gente busca la perfeccion griega y era justo lo que necesitaba , otra manera de ver el mundo ......lo aplicare en la vida

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