(De Shobogenzo.
Tesoro del Verdadero Ojo del Dharma.
Volumen 1.
Autor: Eihei Dogen).
Keisei-sanskiki.
Keisei-sanshiki significa "las voces del valle del río y la forma de las montañas".
(Kei: valle del río;
sei: sonido o voz;
san: montaña;
shiki: forma).
Para el budismo, este mundo es la verdad misma.
La naturaleza, que es el lado material de la realidad,
siempre manifiesta la ley del universo.
Así, desde los tiempos antiguos, se dice que los sonidos de los ríos y la forma de las montañas son la enseñanza y el cuerpo del Budha Gautama respectivamente.
Las voces del valle del río son la ancha y larga lengua del Budha;
la forma de las montañas no es otra que la de su cuerpo puro.
A través de la noche, ochenta y cuatro mil versos.
Otro día, cómo podría contárselo a otros?
A menudo nos engañamos buscando la Tierra Pura (la alegría, la felicidad) en otro sitio.
Lo hacemos en nuestra vida cotidiana, mundana,
y en nuestra vida espiritual.
Como si la felicidad, el objetivo o el sentido de nuestra vida estuviera siempre en otro lugar.
Pero el maestro Linji enseñó:
"Hay peregrinos que suben al monte Wutai para hallar a Manjusri. Eso es un error.
Cómo puede estar Manjusri sólo en Wutai san?
Eso significa que no está en otras montañas, como Putuo, porque allí sólo se encuentra Avalokiteshvara.
Ni en el monte Emei, porque es la casa de Samantabadra.
Pero no es así.
Queréis conocer a Manjusri?
Manjusri es la maravillosa función que tenéis ante vuestros ojos.
Siempre ha estado ahí. Ése es el Manjusri vivo."
A veces nos cuentan que esto que aparece ante nuestros ojos es Samsara, y que no es Manjusri, el Buda de la sabiduría.
Que son apariencias engañosas con la única función de hacernos sufrir.
Pero esa afirmación sólo es válida para un tipo de mirada, un tipo de mente abducida.
Hay otra mente que sabe que lo que aparece ante nuestros ojos es el cuerpo de Buda, es una realidad sagrada, una oportunidad para despertar.
Lo que ves es siempre el cuerpo de Buda.
Y lo que oyes es la voz de Buda.
Y si no lo ves no es porque no esté ahí; es simplemente que no lo ves.
No te dejes convencer de que donde estás es Samsara
y la Tierra Pura está en otra parte
y los Budas habitan en otro lugar,
porque esa creencia te impedirá verlos allá donde estás.
Allá donde están.
Se cuenta que Asanga se retiró a una cueva en soledad para meditar, decidido a no abandonar hasta ver a Buda Maitreya.
A veces se desmotivaba y salía de la cueva para no volver, pero siempre se encontraba con alguna situación que le hacía replanteárselo y, finalmente, volver a la cueva, a seguir meditando.
Pasados doce años de retiro en soledad, optó por darse por vencido y abandonó.
Al salir de su cueva, encontró una perra enferma tendida en el suelo, el cuerpo lleno de llagas cubiertas por gusanos que ya habían empezado a devorarla.
La compasión fue instantánea y le llevó a quitarle los gusanos uno a uno, con suavidad; según se cuenta, con la lengua, para no dañar a los gusanos.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que la perra era el mismísimo Buda Maitreya.
Dónde has estado?, le preguntó el monje. He pasado doce años esperándote.
Siempre estuve a tu lado, dijo el Buda, lo que ocurre es que no me veías.
Manjusri, el Buda de la sabiduría, es la maravillosa función que tenéis ante vuestros ojos, dice el maestro Linji.
Siempre ha estado ahí.
Lo mismo que Buda Maitreya.
No los busques en otro sitio.
El hecho de que no los veas no significa que no estén aquí,
es sólo que no los ves.
Abre los ojos.
Porque todo está aquí.
Lo que llevas innumerables vidas buscando, ya está aquí.
Siempre ha estado aquí.
Y si sigues buscando en otro lugar, difícilmente podrás comprenderlo.
Durante treinta años, un viajero buscando una espada.
Cuántas veces han caído las hojas y germinado los brotes?
Tras una mirada a los melocotoneros en flor,
he llegado directamente al presente y no tengo más dudas.
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