lunes, 27 de octubre de 2014
La depresión y otros dolores de la mente.
Ella no sabe nada sobre la depresión. O muy poco, a veces le toca su sombra.
Ha conocido a unas pocas personas bajo la influencia aplastante de ese dolor, personas muy cercanas.
Un día, una buena amiga se encontró con una explosión psicótica de su hijo adolescente, que le condujo a ser ingresado en el pabellón psiquiátrico de un hospital de la ciudad. Ella hizo una selección de libros en la estantería y le regaló varios ejemplares sobre bipolaridad, depresión y otros, además de los contactos personales de algunos especialistas inspiradores (Eduardo Grecco, investigador de "el don de la bipolaridad", más que de sus perjuicios y prejuicios). Miradas nuevas, alternativas, creativas, sobre ciertas situaciones especiales de la mente humana. Cuando su amiga pasó por casa, se sorprendió: Cómo es que tienes tantos libros sobre la depresión y la bipolaridad? Ella ni se había dado cuenta. Quizás porque desde pequeña vivió esas experiencias muy cercanas, en algunos seres queridos.
Sólo en los seres queridos?
Bueno, quién no ha conocido alguna vez la experiencia de la derrota más absoluta, el desinterés, la desmotivación, el dolor de despertar a un nuevo día. A un nivel u otro, tod@s sabemos un poquito de qué va eso. Sin ánimo de frivolizar.
Cuando su madre murió, ella era una niña. Todo lo que representaba la alegría de vivir se esfumó. Su padre se hundió en una profunda depresión. Dejó de entrar dinero en casa, y como nadie se ocupaba de encalarla y pintarla una vez al año, según la tradición, los techos y paredes se empezaron a caer, y así se convirtió en una familia casi "sin techo". Pero siempre había una vecina que traía un plato de su olla del día y una cama de alguien de la familia donde dormir al llegar la noche. Los años pasaron y las circunstancias cambiaron, un poco.
Ella recordaba largos años de invierno, oscuros, fríos, de un fuerte viento. Ya que mamá no vuelve, como esperaba (papá se había aferrado a su fe en la resurrección, literalmente), qué te parece si nos tomamos unas pastillas y nos vamos con ella?
Años más tarde, su mejor amiga de la universidad pasó de la euforia y el éxito más espectacular en los medios a la depresión profunda. Le llevó años, duros. Hasta que cerró página con el suicidio. Ella fue la última persona con la que habló, por teléfono, a las 4 de la noche. Luego le escribió una carta de despedida y se fue a dormir. La encontraron al día siguiente y la rescataron en el último momento.
Tras la muerte de su padre, su hermana no podía soportarlo y amenazaba con irse. Vivir no tiene sentido, qué sentido le ves a soportar este dolor, para qué?
Ella a veces la acompañaba, la escuchaba, la abrazaba, o la zarandeaba. Un día le respondió, en tono de broma, "yo ya me he ido". Si tan poco te gusta esto, vete, pero nadie se tiene que enterar. Yo ya me he ido.
Te puede parecer una frivolidad. Y su hermana aparentó descartar seguidamente ese raro despropósito. Pero quizás la idea se instaló como una semilla en su mente-corazón. Posteriormente empezó a mostrarse más relajada.
Ella personalmente no sabía mucho de la depresión, pero algo había contemplado.
En los peores momentos, a ella la había ayudado la práctica del loyong (transformar las dificultades en el camino). Y sobre todo la compasión: ahora ya sé lo que sienten tantas personas que sufren este dolor (una dolorosa enfermedad o situación, cualquiera que sea). Tomar y dar: ya que me toca pasar por esta experiencia de sufrimiento, lo absorbo todo, todo el dolor de millones de personas que padecen esto que yo experimento. Tomar, tomar, hasta que acabe conmigo. Imaginaba que liberaba de todo el dolor a los demás, a millones de personas que están sumidas en el negro pozo de la depresión en estos mismos momentos, en el mundo entero, en el dolor del cáncer, en la debilidad del hambre, el ébola, la malaria...
Abriendo pecho. Que duela más, que duela todo, hasta acabar con todo el dolor del mundo, de todos los mundos. Hasta acabar conmigo, si puede ser. Una forma como otra cualquiera de suicidio. Para ella, en ese preciso instante, no se trataba de frivolizar el suicidio; si lo estaba cometiendo, en secreto, de la forma más dura. O al menos así le parecía.
Que duela. Que duela más. Que duela todo. Que acabe con todo el sufrimiento del mundo -éste que siento en mis propias vísceras y duele tanto.
A veces perdía el conocimiento, de dolor. A veces lloraba, mucho. A veces se dormía. A veces explotaba algo dentro y se reía, reía y lloraba a la vez. A veces era como volar, como un salto al vacío. Como un globo que se deshincha y sale disparado por la presión. Como un sueño que estalla como una pompa de jabón. A veces nada. Nada.
Y a veces, aburrida de su propio dolor, de la pesada historia que se contaba a sí misma, decidía irse. Ya mismo. Total, es cuestión de tiempo. Antes o después, esta historia de X se va a acabar. Y con ella, sus problemas, conflictos, relaciones, objetos de apego y rechazo, sus dolores y alegrías, sus libros, su casa, sus asuntos pendientes... "Yo ya me he ido", decía. Y lo soltaba todo. Era un ritual personal, nadie más tenía que saberlo. Pero ya he tenido suficiente de esto.
Pero esa era su historia, personal e intransferible. Dios la libre de darle instrucciones a alguien. Porque cada cual es único y cada experiencia es única. Y cada cual ha de explorar su propio camino para salir de la pesadilla. De la hipnosis.
Ella sabe poco de la depresión y otros dolores de la mente, o del cuerpo, y si alguna vez lo ha sabido ya casi lo ha olvidado. Cómo iba a atreverse a darle consejos o instrucciones a nadie?
Pero otr@s sí tienen mejor memoria.
Como Eckhard Tolle, Pema Chodron, Jeff Foster y tant@s otr@s que aseguran que gracias a caer en una gran depresión pudieron dar el salto al vacío.
Jeff Foster explica que gracias a la depresión y a la grave enfermedad física por la que pasó pudo finalmente "suicidar" o "asesinar" al viejo Jeff y a su depresión. A la historia que daba vida al viejo Jeff y a la historia que daba vida a su depresión.
Aunque ella sospecha que quizás no es necesario pasar por los infiernos para dar "el salto al vacío", ni siquiera para aprender algo. Porque la compasión y la empatía nos permiten aprender también del sufrimiento de los demás, como si fuera propio, o casi.
Pero tampoco le parece que las dificultades físicas o mentales supongan una minusvalía que nos impida la posibilidad de despertar a una vida apacible y en armonía.
Digamos que, en sí mismo, no se trata necesariamente de una gran suerte u oportunidad ni tampoco una gran desgracia que imposibilite la experiencia apacible de la conexión, el amor y la unidad.
Una vez más, depende de lo que hagamos con ello.
Con todo mi amor y respeto (y la humildad de quien no sabe casi nada),
para C. y todas las personas que sufren los dolores de la mente. Y los del cuerpo.
Con mis mejores deseos.
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Para navegar entre tantos nubarrones en lo personal me ayudó la lectura de:
ResponderEliminarEl despertar de la mente luminosa de Tenzin Wangyal Rinpoche y Reflexiones-de una estudiante budista.
Abrazo desde Colombia
Abrazo fuerte, Colombia.
ResponderEliminarBuscaré el libro de Tenzin Wangyal Rimpoche.
:)
el tema del dolor es un poco complicado en lo personal me ha servido para encender el fuego interno lo que a su vez me impulsa a salir de ahí, no se si es algo necesario cómo dicen algunos, creo mas bien como tu dices cada uno recorre su camino y vive sus experiencias e intenta sacarle el maximo provecho. A mi leerte me ayuda mas que a salir del dolor, a salir de la confusión, gracias
ResponderEliminarQué sorpresa tan agradable saber de ti, Peca! Y que aún nos visitas por aquí!
ResponderEliminarUn abrazo fuerte fuerte. :)
Todos hemos pasado o pasaremos por momentos difíciles, pero hay alguna mejor oportunidad para ponernos a prueba o poner en pråctica lo que supuestamente hemos aprendido? Se dice que cuando la escucha es buena las obstrucciones disminuyen, de forma que si no disminuyen es que símplemente estamos acariciando el dharma sin penetrar en él. En cuanto al suicidio si fuese el final podría ser tenido en cuenta, pero como sabemos que no lo es, que solo es el comienzo de un estado intermedio entre una vida y otra, y que la próxima vida está muy condicionada según acabes esta, cualquier otra opcion es mejor.
ResponderEliminarCreo muy recomendable leer libros de dharma cuando uno se encuentra con estas situaciones angustiosas, ayudan a relativizar todo lo mundano y encauzar nuestra mente a estados mentales libres de sufrimiento y provechosos para uno mismo y los demas.
Abrazo fuerte
Buen apunte.
ResponderEliminarGracias por aportarlo.
Abrazote. :)
La depresión es perder la esperanza
ResponderEliminarUn abrazo, Luis.
Sí, Luis.
ResponderEliminarY sin embargo, también, perder la "esperanza" puede ser la mayor liberación. Cuando el presente es suficiente, tan abundante, sin carencias, y no hay nada que esperar.
Las dos cosas son ciertas.
Depende de lo que podamos hacer con ello.
Un abrazo fuerte y mis mejores deseos.