domingo, 12 de octubre de 2014

Open heart, Open mind.





Se cuenta que, en lo más crudo del invierno,
san Francisco le gritó a un almendro: "Háblame de Dios!". Y el almendro de repente floreció.

"Empieza a florecer, cristiano congelado!
-se gritó a sí mismo el místico Angelus Silesius-. La primavera está al alcance de la mano. Cuándo florecerás, si no es aquí y ahora?"

Lo decía un sacerdote católico y lo dicen los grandes maestros y maestras zen ("no hay otro lugar fuera de aquí y ahora") y otr@s budistas realizad@s ("la tierra pura está aquí mismo", "un día te sorprenderás"...)




En su libro, "Cruzando el umbral de la esperanza",
Juan Pablo II escribe:
"Cristo es absolutamente original y absolutamente único. Si sólo fuese un sabio como Sócrates, si fuese un profeta como Mahoma, si estuviese iluminado como Buda, sin ninguna duda, no sería lo que es: el mediador entre Dios y la humanidad."

Thich Nhat Hanh le respondió así:

"Claro que Cristo es único. Quién no lo es? Sócrates, Mahoma, Buda, usted y yo somos únicos. Sin embargo, la idea que hay tras esta afirmación es la noción de que el cristianismo proporciona el único camino de salvación y que todas las demás tradiciones religiosas no sirven. Esta actitud excluye el diálogo y fomenta la intolerancia religiosa y la discriminación. No es de ninguna ayuda".




No es sólo en el cristianismo donde podemos encontrar este profundo dogmatismo que considera equivocadas todas las demás ideas y creencias. También en el budismo es bastante habitual.

Ante la proliferación de escuelas y tradiciones budistas (como en otras religiones), podemos encontrar dos posiciones radicalmente diferentes:

1. Mi linaje es el único correcto y todos los demás están equivocados.

2. La adaptación a las diferentes circunstancias (de la misma manera que Buda impartió 84.000 enseñanzas adaptadas a las diferentes circunstancias) produce una diversidad enriquecedora.




He conocido algunos maestros budistas que, desde el trono donde imparten sus clases, suelen ser bastante duros con las "perturbaciones mentales" que les presuponen a los demás. Pueden ser críticos, irónicos, profundamente sarcásticos acerca de la ignorancia de la gente, las ideas "de moda" o las antiguas, las creencias de cualquier tradición que no sea la propia. Suelen provocar explosiones de risas de complicidad en la audiencia, que reconocen el ingenio sarcástico del maestro.
Monopolizan de tal manera el Dharma (y al Buda y a la Sangha), de forma que no se puede ser irreverente con "las tres joyas" (las suyas), "ni siquiera en broma", bajo pena de eones de karma negativo purgando en los infiernos.
No obstante, criticar, ironizar, utilizar el sarcasmo que ridiculiza y humilla a los demás (incluidas otras tradiciones budistas), eso está considerado correcto y está libre de mancha alguna. De hecho, su crítica voraz forma parte de su función "evangelizadora", su compromiso personal y espiritual de liberar a todos los seres.




Por otra parte, otros maestros y maestras budistas insisten en la necesidad del diálogo sincero y el encuentro.
"Cuando se entra en contacto con alguien que representa auténticamente una tradición, no sólo se entra en contacto con su tradición sino también con la propia" -dice Thich Nhat Hanh.

"En el budismo también se han producido muchos cismas -explica-. Cien años después de la muerte de Buda, la comunidad de sus discípulos se dividió en dos partes; cuatrocientos años después existían veinte escuelas y desde entonces han aparecido muchas más. Afortunadamente, estas separaciones no fueron, en su mayoría, demasiado dolorosas, y en la actualidad el jardín del budismo está lleno de muchas y hermosas flores, cada escuela representando un intento de mantener vivas las enseñanzas de Buda bajo nuevas circunstancias. Los organismos vivos necesitan adaptarse a las nuevas condiciones, cambiar y crecer.
Reconociendo las diferencias en el interior de nuestra propia iglesia y viendo cómo dichas diferencias nos enriquecen, estamos más abiertos para poder apreciar la riqueza y diversidad de otras tradiciones".




En cierta ocasión, en una visita a Occidente, alguien le preguntó al Dalai Lama si debería dejar su propia religión para hacerse budista y el DL le respondió que profundizar en las raíces de su propia tradición y practicar de corazón es un camino tan bueno como otro cualquiera.
Esta ausencia de proselitismo fue algo que a ella, personalmente, la acercó más al budismo.
Luego escuchó hablar a Thich Nhat Hanh sobre la importancia de reconciliarnos con nuestros ancestros, familiares, culturales, espirituales. Sanar las heridas y conflictos que hayamos podido arrastrar con nuestros antepasados familiares, culturales y espirituales. Hacer las paces. No puedes huir de una familia a otra, de una cultura a otra, de una religión a otra, con un saco lleno de resentimientos, odio o culpa en el corazón.

Como aquel cuentecito del viajero que se acerca a un pueblo, buscando un nuevo lugar donde instalarse, y le pregunta a una anciana que labra la tierra a la entrada del mismo: Cómo es la gente en este pueblo? Y ella le responde: Cómo es la gente allá de donde vienes? Es envidiosa y mala, mala gente -responde el viajero. Pues aquí igual -dice la anciana.
Y el viajero se va, buscando otro sitio mejor.
Más tarde aparece otra persona de paso y le hace la misma pregunta: Cómo es la gente en este pueblo? Cómo es la gente allá de donde vienes? Amable, hospitalaria, generosa... Buena gente -responde el viajero. Pues aquí igual -dice la anciana.
Y el viajero se queda.




"La gente mata y son matados porque se aferran demasiado a sus propias creencias e ideologías -escribe TNH en su libro "Buda viviente, Cristo viviente"-. Cuando creemos que la nuestra es la única fe que contiene la verdad, entonces la violencia y el sufrimiento son el resultado asegurado. El segundo precepto de la Orden del Interser, fundada en la tradición budista zen durante la guerra de Vietnam, trata acerca de abrir los puntos de vista: "No creas que el conocimiento que posees en el presente no está sujeto a cambios, no creas que es la verdad absoluta. Evita ser de miras estrechas y aferrarte a los puntos de vista presentes. Aprende y practica el no apego a las consideraciones a fin de estar abierto para recibir los puntos de vista de otras personas". Para mí -concluye Thay-, ésta es la más esencial práctica de la paz".





"Nuestra capacidad de hacer las paces con otra persona y con el mundo depende enormemente de hacer las paces con nosotros mismos -continúa Thay.
Si estamos a la greña con nuestros padres, familia, sociedad o con nuestra propia iglesia, con toda probabilidad hay también una guerra desencadenada en nuestro interior, por lo que el camino básico consiste en regresar a nosotros mismos y crear armonía entre los elementos interiores: nuestras sensaciones, percepciones y estados mentales. Por ello es tan importante la práctica de la meditación, de la mirada profunda. Debemos reconocer y aceptar los elementos conflictivos que están en nuestro interior y las causas subyacentes. Todo ello requiere tiempo, pero el esfuerzo siempre fructifica. Cuando alcanzamos la paz interior, entonces se hace posible el diálogo con los demás".




















2 comentarios:

  1. Desconfía de cualquier maestro reiterádamente sarcástico, independientemente de su capacidad de concentración, ha olvidado la compasión. El sarcasmo no deja de ser una forma de agresión camuflada surgida del deseo de tener razón.

    Un abrazo.

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  2. Gracias por compartir.
    Yo también encuentro el sarcasmo muy peligroso, independientemente de la complicidad de las risas q provoque en la audiencia.
    O precisamente por eso.

    Abrazo fuerte.

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