martes, 26 de febrero de 2019

Día de colada.








Las sombras de la ropa tendida danzando en el suelo del terrado.
La lavadora de ropa blanca (el kimono, las toallas)
y la de ropa de color,
las prendas se unifican en el color sombra
bailando en las baldosas color tierra.

Una tórtola canta sin mucha pasión, al calor del sol.
La sierra eléctrica de algún taller del barrio
recuerda que el motor del mundo continúa imparable.
Y las campanas de la iglesia anuncian la hora, avanzada la mañana.

Un día perfecto para perderse por la montaña
y celebrar en ese restaurante de la cima,
con vistas al valle.

Un día perfecto también para parar
y desaparecer
en la contemplación.
Cada ingrediente del instante presente,
aquí, ahora,
rayando la perfección.
El sabor embriagador de la plenitud.






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