lunes, 4 de agosto de 2014

La naturaleza está en todas partes.






Gris apacible.
Debe estar pasando algo bueno porque las hojas de los árboles bailan llenas de vida.
Le resulta inspirador,
su manera de entregarse al viento.
Si alguna de ellas cae, no es
un drama.
Alguien de paso celebrará
la belleza de las hojas
secas.


El cuerpo del mar se ha rizado hoy.
Su epidermis brilla como la plata bajo los reflejos tímidos del sol.
Este mar a veces cristalino y liso como un espejo,
a veces poblado de los restos de la tormenta.
A veces ensalzado y a veces vilipendiado
pero él no es ni el uno ni el otro, y es todo a la vez.




La naturaleza está en todas partes.
La vida está en todas partes. Y la muerte también.
Si es que hay vida y muerte.

Los gorriones cantan en la Plaza del Mar de la Barceloneta y las gaviotas planean
sobre la arena.
Y sobre los terrados y las antenas de la ciudad.
Aquí como en las calas más recónditas.
En el Montjuic y en el Tibidabo, como en las cimas más inaccesibles.
La vida está en todas partes.
Y todo lo que echas de menos
es una pérdida de tiempo.
Una pérdida de lo que tienes de más.
De lo que tienes.





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