jueves, 6 de octubre de 2011

El lenguaje bocina.

(De la colección de
"repasos")


















En una de las confrontaciones, suaves, con mi hija (hace ya algún tiempo), observaba cómo se disparaba con el clásico
tú (tienes la culpa),
tú (me haces sentir),
tú (me has enseñado... mal),
tú, tú, tú...
Le dije: a eso le llaman "el lenguaje bocina".
Ella dijo: no te inventes lenguajes; eso no existe.
Y nos echamos a reír.

Ayer tuve una comida fabulosa, como siempre, con mi hermano del alma.
Cuando caminábamos hacia el metro, a punto ya de despedirnos,
él decía,
sólo me importa, de verdad, tres cosas en la vida:
mi hija,
mi hijo
y la tercera es
mi crecimiento personal, mi crecimiento espiritual, mis realizaciones, mi práctica, mi...
mi... mi... mi...
Entonce se calló un momento y me miró:
qué mal suena esto, no? mi, mi, mi, mi...
Creo que es la otra versión del lenguaje bocina, dije,
y nos echamos a reír.


El "yo primero".

Es lo mismo. Dos caras de lo mismo.
Del ego.
Del egocentrismo.
Del "yo primero".
En budismo se le conoce como la "estimación propia"
o la excesiva importacia personal.
El "yo primero".

Yo.
Mi (vida), mis (intereses), mi (punto de vista), mis (ideas), mis (razones), mi (crecimiento), mis (proyectos),
mi, mi, mi, me, me, mec, mec, mec...

Y
tú (tienes la culpa), tú (interfieres en mis proyectos), tú (me complicas la vida), tú (me lo pones difícil), tú (me haces sentir mal), tú (eres un estorbo), tú (eres desconsiderada, egoísta...),
tú, tú, tú, tuc, tuc, toc...

Cambia el tono del claxon pero es el mismo lenguaje bocina.




Y cuando
lo ves
(lo oyes)
y te ríes,
has empezado
a despertar
un poco.











El lenguaje bocina sí existe;
sólo tienes que escuchar
a tu alrededor
y escuchar
te.


Despertar con una carcajada o

la carcajada del despertar.

Leí en un cuentecito zen que un maestro muy serio y muy disciplinado, un practicante sincero y abnegado, un día, mientras meditaba, empezó a reír,
se levantó carcajeándose como un loco
y dicen que todavía sigue por ahí,
partiéndose el pecho.







Le dije a mi amigo:
quizás la iluminación no sea más que eso,
una explosión
de risa.
Una sonora carcajada que rompe,
que hace añicos
todos los esquemas
previos.

Tanto sufrir por naderías
cuando puede que todo
lo que hay detrás
de nuestra complicada experiencia como una montaña rusa,
en realidad no sea más
que
una explosiva risa
de amor.
.

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