Le tocó el testigo para compartir.
Desde el silencio donde solía instalarse y la escucha activa
(el interés por las historias que se narraban),
se dio cuenta de que se quedaba sin relato personal.
Ningún yo, ninguna vivencia que compartir.
Así que se mantuvo en silencio, esperando a que brotara algo,
si tenía que brotar.
No tenía ningún interés en compartir actividades o conflictos
o pesares cotidianos.
Qué podía compartir?
Apareció la imagen del agua cristalina y un fondo de piedras marinas,
y peces,
el baño de la mañana, la inmersión.
Desaparecer en el agua,
como agua vertida en agua.
En un contexto de relatos de dolor, pérdidas, situaciones difíciles,
miedo
y cierta ansiedad,
no podía permitirse compartir tal frivolidad.
Aunque para ella significara una intensa experiencia de transcendencia
y disolución.
Y entonces se oyó decir:
"¿Y si la felicidad fuera esto?"
Al principio, se dio permiso para evocar la tristeza, el cansancio quizás,
la acumulación de días y días de restricciones
aparentemente limitadoras
de libertad.
Esa tristeza.
Por la tristeza quizás podría conectar
con tanto sufrimiento narrado.
A veces,
cuando aparece la tristeza, o la soledad,
o la pesadez de la experiencia mundana,
de repente aparece esta pregunta:
¿Y si la felicidad fuera esto?
Y en ese instante, aquí y ahora,
automáticamente
se hace visible la abundancia,
la lluvia de regalos que esta vida me otorga;
ninguno de ellos garantizados para mañana o el día después
pero aquí están,
aquí y ahora.
El cielo claro, las nubes como gigantes copos de algodón
y estos ojos para percibirlas.
El vuelo de las gaviotas, las alas desplegadas,
de paso sobre mi cabeza.
El canto de la tórtola, la voz del viento suave.
Y estos oídos para captar su presencia.
El calor del sol cargando mi organismo de energía,
y un organismo receptor.
Y esta piel para entregarse.
El tiempo detenido, el instante eterno.
La tristeza como un peso pesado en el pecho,
la entrega de la humildad,
la humildad de la entrega.
¿Y si la felicidad fuera esto?
Y lo mismo ocurre con un dolor físico
o emocional,
la ansiedad,
el cansancio,
la preocupación,
el miedo,
la herida.
Aparece la pregunta: ¿Y si la felicidad fuera esto?
Y, asombro! Qué grata sorpresa!
Resulta que sí, que lo es.
El duelo, la pérdida, la soledad
o el rechazo.
Ninguna diferencia.
La felicidad era esto, también.
El mismo sabor.
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