jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Y si la felicidad fuera esto?



¿Y si la felicidad fuera esto?
Era el título de algo, una novela quizás.
¿O lo había escrito ella misma, tiempo atrás?
El caso es que se quedó como un mantra recurrente.

¿Y si fuera esto?
El sol de otoño en la piel, su calor
reconfortante.
El viento en la ropa tendida y limpia.
Las nubes como copos de algodón sobre un cielo azul claro.
Estos ojos,
capaces de ver un paisaje de hojas caídas en un hayedo,
la salida del sol en el mar
y el cielo de colores en la hora violeta.
Estos ojos que contactan con un haiku
y estalla el milagro,
ese estado de alteración de la conciencia.

¿Y si la felicidad fuera esto?
Esta tristeza, como un mar sereno,
como la quietud de un lago.
Este silencio tan habitado.
Esta presencia, cuando todo está aquí.
Esta noche oscura,
esa luz tan mágica
de la oscuridad.




En las reuniones on line, puede apreciar cómo la imagen de su pantalla personal
va oscureciéndose conforme cae la tarde.
Alguien de la sangha le pide que encienda la luz, que no se la ve,
que está demasiado oscuro.
Pero a ella le gusta la luz natural del día
y la luz natural de la noche.
Quién ha dicho que en la noche no hay luz?
En la noche hay la luz de la noche.

Como una gata, ha adaptado sus ojos a ver en la noche
y a apreciar la luz de la noche. Tal como es.
La luz de la luna,
la luz de las estrellas
o la luz que desprenden las nubes.
El cielo, el aire,
están impregnados de luz,
también en la noche.

Le gusta estar receptiva a la luz natural. Tal cual es.
Tal como son las cosas.




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