miércoles, 25 de noviembre de 2020

La salud es contagiosa.

 


Apareció en su pantalla un reportaje sobre la pesca del salmón.
El submarinista le contaba a la periodista la importancia de "matar bien",
"que no se estrese el animal", decía.
"Si se asusta, su carne cambia de color, de textura, de sabor,
y ya no se puede vender a Japón;
es una carne de poca calidad que tenemos que vender más barata a EEUU,
España u otros países menos exigentes."

No es mi intención producir debates morales, aunque el contexto pueda dar pie a varios de ellos.
Me centraré ahora solo en lo que atañe al equilibrio y la salud.

Y es que parece que eso mismo les ocurre al resto de los peces
y otros animales de tierra, o de aire:
Si se estresan, su carne se toxifica en alguna forma,
pierde calidad, pierde salud.
Y lo mismo respecto a las plantas.
Unas plantas maltratadas son plantas enfermas;
no digamos ya si han sido agredidas con productos químicos.

El ser humano no es diferente, en este sentido:
Si se estresa (miedo, preocupación, ansiedad, etc.)
su organismo se ve afectado
y desequilibrado,
tanto como su mente y sus emociones.
Y de la misma manera, mi estrés desestabilizador
puede afectar a otras personas que me rodean,
no sólo emocionalmente sino también físicamente.

Mi estrés puede afectar al color de la carne, la textura, el olor
y la composición en general de mi propio cuerpo
y del cuerpo que tengo a mi lado
o en mi entorno.
Puede debilitar a las personas que me rodean
y enfermarlas,
al tiempo que sucede en mi propio organismo.

Las personas que han hecho de la pesca del salmón su fuente de ingresos
lo saben bien.
Un animal feliz y relajado
significa un cuerpo más saludable
y apreciado (si de ello depende tu economía).

Lo mismo vale para mí
y para ti.




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