miércoles, 2 de diciembre de 2020

La nostalgia de los orígenes.

 


Parecen canciones de amor. Y lo son.
Parecen canciones de sexo, y quizás también lo son.
El sexo no es más que una energía arrolladora,
la llamada de ese estado de disolución.
"In love we disappear", dice Leonard Cohen.
"Muchas personas creen que buscan una pareja por amor -dice Alfred Font-.
Pero lo que buscan en el amor es la experiencia de desaparecer".

Lo que buscamos en el amor es ese estado de disolución,
lo que nos llama
es la nostalgia de los orígenes.

Y la otra persona no tiene nada que ver.
O tiene algo que ver, pero sólo como camino.
No es la causa.
Y mucho menos el objetivo.

Con la otra persona, lo que puede unirnos es un proyecto de vida,
a veces la intuición de "crecer".
Pero quién quiere hacer crecer este yo ilusorio?

Con la pareja nos une el proyecto de vida de este pequeño yo,
tan ilusorio.




Pero ése no era el tema del que quería hablar.
No la pareja.
Pero sí el amor.

A veces escuchamos canciones de amor, tan profundas,
que se convierten en parte de la banda sonora de nuestra vida.
Y damos por hecho que son canciones de amor a una persona.
Y no siempre es así.
Como los versos de amor de Teresa de Ávila, 
Juliana de Norwich, Rumi
o Juan de la Cruz.

Quién te dice que no es la ebriedad provocada por la luna
lo que inspira una canción de amor (Boig per tu),
o el arrebato de la revolución (Te doy una canción),
o el mensaje en una botella a la otra parte del conflicto,
como una mano tendida (Te molesta mi amor).

Porque el amor no discrimina
y se proyecta en todas direcciones.
Y puede estallar en cualquier situación.

Y desde luego, transciende en mucho a un ser aislado.
Y tiene muy poco que ver con un proyecto de vida.

Tan gratuito, el amor.
Que no busca una razón.
Y mucho menos una contrapartida.



Tener un proyecto de vida no tiene nada de malo
y encontrar un equipo con el que desarrollarlo forma parte de los juegos
de esta vida
(nada malo, si no acaba convirtiéndose en una distracción).
Pero no lo confundas con el amor.
Ni lo llames amor.

Y muchas de esas canciones de amor 
(o poemas, danzas, pinturas...)
no tienen nada de personal.
Aunque lo parezca.

Porque el amor nunca es personal.

El amor y lo personal se repelen.
Como el agua y el aceite.




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