lunes, 19 de octubre de 2020

Aquí, ahora.

 


Hizo inmersión en el fin de semana sin ningún otro objetivo que el descanso, la recuperación,
como si fuera un tiempo de convalecencia.
Sentada en el porche de la cabaña de madera, solo ella
y el abejorro,
girando insistentemente en torno al refugio
y a ella misma.
Esta vez no la acompaña la ansiedad pletórica de la recién llegada,
el arrebato del encuentro,
la llamada al asombro,
el impulso de aprovechar cada instante de esta cita con fecha límite.
Se entregó al delirio y lo dejó pasar.
Y quedó el instante eterno.

Ya no camina caminos para descubrirlos, 
simplemente los pasea.
El ritmo de los pasos es otro.
Los pasos son otros.
El cuerpo que camina tampoco tiene prisa.
Nada que hacer,
nada que conseguir.
Ningún lugar a donde ir.




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