sábado, 10 de octubre de 2020

Metta y vacuidad.




Al principio, la excitación era tal que el cuerpo inquieto se movía casi sin parar,
explorando terrenos, descubriendo el entorno,
entregada al asombro de cada centímetro de este cuerpo de Dios,
sus aromas, sus texturas, sus colores
(en el camino, las hojas de los árboles empezaban a ser amarillas y naranjas, violetas y marrones),
el tacto de su abrazo fresco o cálido,
sus paisajes nuevos, sus rincones,
el espectáculo de la transformación en movimiento.

Entonces llegó la lluvia, tormentosa,
y la hizo parar
y emergió otra forma de recogimiento.

Antes de salir de casa había elegido dos libros al azar
(tampoco ésta había sido una decisión):
uno sobre la práctica de metta
y el otro sobre la deconstrucción del yo.

Al atravesar la verja de entrada al retiro, el lama había salido a recibirla
y le había preguntado cuál sería su práctica.
"La autoindagación", había respondido ella, por dar una respuesta.
No le parecía que hubiera otra cosa que hacer, desde hacía algún tiempo.

Pero no era eso lo que se había encontrado en este retiro.
Lo que había emergido era una fuente de amor
(como si ya la trajera dentro, a punto de aflorar),
un encuentro.
Como si ya estuviera ahí cuando bromeaba diciendo que se iba a vivir su romance, su "luna de miel"
-sin saber de dónde surgían esas palabras en su boca.

Y eso es lo que había sucedido.
Una luna de miel.
El único romance que deseaba en su vida.
"Donde tú buscas una pareja yo busco a Dios", le había dicho una vez a su amigo.
A sabiendas que donde él creía buscar una pareja
también buscaba el encuentro con Dios.
La nostalgia de los orígenes.
El regreso a los orígenes.


En un retiro (como en toda cita amorosa), hay tiempo para el amor
y también para la contemplación.
Especialmente si la lluvia te mantiene en quietud física y recogimiento.
Tiempo para la vivencia y para la comprensión.
Y así fue como cogió ese libro, "Vacuidad y no-dualidad. Meditaciones para deconstruir el yo".
A veces le parecía que la lectura era otra distracción
(como conectar la tele que no tenía, un sustituto honorable).
La reflexión conceptual la alejaba de la vivencia profunda,
en este caso de la experiencia de amor.
Y reconoció que su metta no era estable.
No había fusión.
Ciertamente, aún vivía separada
(tal como había predicho el Nondual Embodiment Thematic Inventory, NETI,
con una puntuación de 74 entre 20 y 100).
Su metta no era estable porque aún vivía separada.
Y esa apreciación la retuvo en la autoindagación que hasta hace un momento vivía como una distracción de la experiencia (de metta).




Seguía lloviendo.
Volvió al libro y lo abrió al azar.
"Algunos de los elementos que pueden convertir en insoportable la experiencia de la vacuidad (al principio) son:
1. El miedo.
2. La ausencia de sentido.
3. El duelo por la visión de nosotros mismos (el viejo yo)."

Subrayó el segundo: "La ausencia de sentido".
"La duda", anotó al margen.
Se fue directamente a ese capítulo: la ausencia de sentido.
"Todo lo que hacemos en la vida, todo lo que deseamos, todo lo que perseguimos,
lo hacemos por el yo.
Aunque sea una ilusión, es el motor de nuestra vida.
Todo esto (el yo, las metas que nos planteamos)
nos otorga dirección y sentido.
Pero cuando empezamos a percibir que el yo no existe, todo eso se pone en cuestión.
Y es probable que todos esos proyectos y objetivos que daban sentido a nuestra vida se derrumben como un castillo de naipes.
Lo más frecuente es que entonces surja un nuevo sentido de nuestra vida".

"Y si no?", escribió al margen.
Evocó el mara de la duda tantas veces en su vida,
esa voz en medio de la quietud, de la contemplación,
del no-hacer/no-ser.
La voz del mara de la duda, aunque ella se mantuviera imperturbable,
aparecía y desaparecía,
para volver a aparecer
y desaparecer,
como tantas otras voces
y tantos otros maras.
A ninguno de ellos les daba credibilidad,
pero ahí estaban.

Vio la frase subrayada en su libro: "Un nuevo sentido",
y su anotación: "Y si no?"

Entonces comprendió la respuesta que cerraba el círculo.
Dibujó una flecha de la frase subrayada ("un nuevo sentido") al margen superior
y escribió: "Metta".

El nuevo sentido era el lugar de donde había partido:
la plenitud de la experiencia de amor.

Tanta autoindagación para llegar al impulso primero,
a la experiencia original
de la disolución en el amor.

"In love we disappear", dice Leonard Cohen.

Como si se cerrara el círculo.
Un metta no estable te conduce a la autoindagación
que te conduce al metta estable.



Las dos alas del mismo pájaro:
amor y vacuidad.
El amor y la disolución del yo.
No se mantiene una sin la otra porque las dos van juntas.

No era la primera vez que lo descubría
(compasión y vacuidad, las dos alas de la iluminación).
Pero ahora, una vez más, era como la primera vez.
Como una realización nueva.

Sabía cómo era el "encuentro", la disolución por amor
(in love we disappear),
y sabía de la pérdida, la separación (y la duda),
y sabía que tenía lugar por la ilusión del yo.

Sabía que sólo la disolución del yo mantendría metta.
Y sólo metta estabilizaría la disolución del yo.



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