Lee: "Relajarnos en el perdón".
Cuando escuchas hablar sobre el perdón,
en lo primero que piensas es en tus asignaturas pendientes,
los resentimientos que arrastras,
la persona, o personas, a las que aún no has podido perdonar.
Qué sorpresa cuando te das cuenta de que el tema va sobre perdonarte a ti misma.
Piensas: Sí, eso también.
Y automáticamente aflora la ristra de culpas,
vergüenzas, humillaciones y agresiones
que has perpetrado,
muchas veces por simple impulso, involuntario y sin premeditación.
Aun así, las arrastras como espinas entre las fibras de tus músculos.
Al menor movimiento equivocado puede doler.
"Eso también", dices, como si fueran dos cosas diferentes.
Mira profundamente y ve que por detrás de cualquier resentimiento,
de cada afrenta externa no perdonada
(las últimas, las que parecen tan difícil perdonar),
lo que hay es una autoculpa tan intensa, tan insoportable,
que resulta más llevadera colocarla fuera.
Al final, siempre que se habla de "perdonar"
se trata de perdonarse a una misma.
El día va a dar a su fin.
Hoy la puesta de sol no la pillará caminando por los bosques
y la espera bajo la pérgola,
en este sofá como un trono sobre la cima de la montaña,
contemplando los valles y montañas a sus pies,
y el espectáculo vivo de luces y colores, que lo envuelve todo.
Mientras habita el reinado de Metta.
Que me impregne,
que me inunde,
que se mantenga más allá de cualquier "romance"
y de cualquier "luna de miel".
Que me permita perdonarme.
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