martes, 23 de octubre de 2018

El paisaje celeste.








Lo dijo un compañero del grupo de personas sin hogar, con el que se reúne los lunes.
Dijo:
"Yo, hasta hace poco, caminaba mirando al suelo, o al frente.
Y un día, no sé cómo ni por qué, alcé la mirada y me quedé fascinado.
No era consciente de que hay todo un mundo maravilloso ahí arriba.
No sólo estos edificios magníficos de la ciudad, los áticos, los terrados, las cúpulas
y esas maravillas arquitectónicas en general.
Más arriba, el cielo, un paisaje de nubes increíbles,
la luz cambiando a lo largo del día y de la noche,
los colores del amanecer y del atardecer.
Pasa el tiempo y sigo tan maravillado que me despierto varias veces en la noche
solo para salir a la calle y mirar las estrellas."






Luis está muy orgulloso de la cueva donde vive,
un espacio que se ha habilitado en un hueco de la montaña urbana.
Alguien le preguntó si se mudaría a un piso, en el caso de que le tocara la lotería.
Dijo que no. "Tú no has visto mi cueva".
Dijo que se gastaría el dinero en otras cosas, en viajar, por ejemplo.
Pero siempre volvería a su cueva.


Creo que era en la película Samsara donde el yogui Tiunhasi dejó su cueva después de varios años de meditación
y se internó en la ciudad dispuesto a integrarse.
Cuando buscaba trabajo y le preguntaban qué sabía hacer, él respondía:
"Sé meditar,
ayunar
y esperar."
No le fue nada mal.

Luis sabe vivir sin casa.
Puede viajar a cualquier parte del mundo y vivir y dormir sin casa,
porque su casa es allí donde están sus pies.
Él sabe ver los potenciales dormitorios
y mesas para comer, dibujar y escribir,
escondidas en las calles.

En este mundo hay muchos mundos.






Luis es un poeta enamorado del cielo.
Allí encuentra los mejores paisajes,
y eso que se conoce bastante bien
la calle, el mar y las montañas de la ciudad.
Pero en el cielo encuentra los mejores paisajes, los más inspiradores,
el misterio más insondable.


Ella escucha en silencio los relatos de Luis,
cómo se despierta varias veces en la noche para salir de la cueva
a mirar el cielo,
ese paisaje cambiante de estrellas y nubes y luna. Y luces.
Ella no dice nada pero sabe un poco lo que es eso.
Más perezosa, se contenta con abrir los ojos desde su futón
y mirar el cielo cambiante en el marco de la puerta del balcón.
Las luces cambiantes aun en la noche oscura.

Hay tantos mundos en este mundo.








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