Mientras toca la espera, ella se dedica a cuidar el santuario.
El templo externo, el escenario,
lo limpia y ordena
y deja fragancias por los rincones.
Como una invitación, una llamada.
Y el otro templo externo, este cuerpo cercano.
Cuida su salud y su energía.
Hace lo que puede para no interferir.
Le hace ofrendas: el sueño y el descanso
y la oportunidad para la reparación
del desgaste inevitable. Y a menudo evitable.
Le ofrece agua y alimentos.
Y pasa largas horas de encuentro en la respiración
y en la contemplación
de los atardeceres, las luces y colores,
el amanecer, el canto de los pájaros,
los baños de mar y de montaña.
Pacientemente, la espera, tan llena, tan dulce.
El mismo encuentro.
Cuando parece que es un tiempo de espera y preparación.
Entonces también, el mismo encuentro.
La misma luna de miel.
Una llamada para avisar de que llegaba tarde.
Hoy se ha alargado el entreno, cojo la bici ahora, ya estoy en camino.
El amigo le respondió:
"No te estreses por mí. No tengas prisa.
Esperarte es lo más bonito que me puede pasar".
A veces la espera no es futuro,
no es perder el tiempo presente con vistas al futuro.
A veces, la espera puede ser un presente intenso, profundo.
La luna creciente ya posee una intensidad de luz en sí misma.
Oooh! Tan bonic com descrius, il.lustres aquesta espera de la que parlàvem dissabte, Marié!! Veig com les narracions de situacions i les diverses formes de viure-les m'obren portes a dins...
ResponderEliminarQuina sort la teva apertura, Judit!
ResponderEliminarMolt inspiradora. ;) /\
En algun lloc vaig llegir: la felicitat es troba en l'antesala ...
ResponderEliminarTambé. /\
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ResponderEliminarGenial. J. F.
ResponderEliminar/\
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