jueves, 25 de abril de 2019

La presencia.








Ella le explicaba su tendencia a retener la presencia, una forma de apego quizás.
En mi defensa, dijo, no es un apego físico, o material. 
Por ejemplo, prefiero no apurar los últimos minutos contigo, corriendo con prisa camino abajo, a pesar de lo valiosa que me resulta tu compañía, cada minuto de ella. 
Pero elijo disfrutar de tu presencia sin apremio, en un paseo solitario. 
Y sin prisa, me quedo con lo mejor, la eternidad. 
Ya sabes lo que significa una amiga espiritual para mí, en especial del nivel que tú representas. 



Creo que con el tiempo me acostumbré a elegir la presencia eterna. 
Como dice Consuelo Martín en una de sus investigaciones: 
"Dejemos lo mejor de una misma para Dios". 
Y qué es eso? 
Lo mejor. 
La eternidad, el no tiempo. 
La serenidad, la escucha, la exploración, 
la valentía, la entrega, el silencio. 
Eso es lo que me queda de la gente que quiero 
(las personas altamente significativas en mi vida) 
cuando no están. 
Y también cuando están. 

Eso es lo que yo encuentro en la presencia. 
La eternidad. 
Lo más valioso, como diría Consuelo. 

Y si es bueno para Dios, es bueno para mí.  :) 


El hecho de que esa presencia sea física o no 
es anecdótico. 
No importa tanto. 







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